El Problema del Ser y del destino
León Denis
Capitulo XXVI
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Si el Universo no es más que un campo cerrado, únicamente accesible a las fuerzas caprichosas y ciegas de la Naturaleza, una odiosa fatalidad que nos tritura; si no hay en él ni conciencia, ni justicia, ni bondad, entonces el dolor no tiene sentido, no tiene utilidad, no admite consuelo; sólo resta imponer silencio a nuestro corazón despedazado, porque sería pueril y vano importunar a los hombres y al Cielo con nuestros lamentos.
Para todos aquellos cuya vida es limitada por los estrechos horizontes del materialismo, el problema del dolor es insoluble; no hay esperanza para aquel que sufre.
No es verdaderamente cosa extraña la impotencia de tantos sabios, filósofos, pensadores, desde hace millares de años, para explicar y consolar el dolor, para hacernos aceptarlo cuando es inevitable. Unos lo negaron, lo que es pueril; otros aconsejaran el olvido, la distracción, lo que es vano, lo que es cobarde, cuando se trata de la pérdida de los que amamos. En general, nos han enseñado a temerlo, a recelar y a detestarlo. Bien pocos lo han comprendido, bien pocos lo han explicado.
No es verdaderamente cosa extraña la impotencia de tantos sabios, filósofos, pensadores, desde hace millares de años, para explicar y consolar el dolor, para hacernos aceptarlo cuando es inevitable. Unos lo negaron, lo que es pueril; otros aconsejaran el olvido, la distracción, lo que es vano, lo que es cobarde, cuando se trata de la pérdida de los que amamos. En general, nos han enseñado a temerlo, a recelar y a detestarlo. Bien pocos lo han comprendido, bien pocos lo han explicado.
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Juzgáis sufrir solos, pero no es así. Junto a vosotros, a vuestro alrededor y hasta en la extensión sin límites, hay seres que vibran con vuestro sufrir y participan de vuestro dolor. No lo tornéis demásiado vivo, por amor a ellos. Al dolor, a la tristeza humana, Dios dio por compañera a la simpatía celeste, y esa simpatía toma muchas veces la forma de un ser amado que, en los días de pruebas baja lleno de solicitud y recoge cada una de nuestros dolores para con ellos tejernos una corona de luz en el Espacio.
Cuantos esposos, novios, amantes, separados por la muerte, viven en nueva unión más estrecha e infinita. En las horas de aflicción, el Espíritu de un padre, de una madre, todos los amigos del Cielo se inclinan a nosotros y nos bañan la frente con sus fluidos suaves y afectuosos; nos envuelven los corazones en tibias palpitaciones de amor.
Cómo entregarnos al mal o a la desesperación, en presencia de tales testigos, ciertos de que ellos ven nuestras inquietudes, leen nuestros pensamientos, nos esperan y se aprontan para recibirnos en los umbrales de la Inmensidad.
AL dejar la Tierra, iremos a encontrarlos a todos y con ellos, todavía un mayor número de Espíritus amigos, que habíamos olvidado durante nuestra estada en la Tierra, la multitud de aquellos que compartieran nuestras vidas pasadas y componen nuestra familia espiritual.
Todos nuestros compañeros del gran viaje eterno se agruparan para acogernos, no como pálidas sombras, vagos fantasmás, animados de una vida indecisa y sí en la plenitud de sus facultades aumentadas, como seres activos, continuando a interesarse por las cosas de la Tierra, tomando parte en la obra universal, cooperando en nuestros esfuerzos, en nuestros trabajos, en nuestros proyectos.
Los lazos del pasado se reataran con mayor fuerza. El amor, la amistad, la paternidad, en otro tiempo esbozado en múltiples existencias, se cimentaran con los compromisos nuevos tomados, en vista del futuro, a fin de aumentar incesantemente y de elevar a la suprema potencia los sentimientos que nos unen a todos. Y las tristezas de las separaciones pasajeras, el alejamiento aparente de las almas, causado por la muerte, se fundirán en efusiones de felicidad en el éxtasis de los regresos y de las reuniones inefables.
Cuantos esposos, novios, amantes, separados por la muerte, viven en nueva unión más estrecha e infinita. En las horas de aflicción, el Espíritu de un padre, de una madre, todos los amigos del Cielo se inclinan a nosotros y nos bañan la frente con sus fluidos suaves y afectuosos; nos envuelven los corazones en tibias palpitaciones de amor.
Cómo entregarnos al mal o a la desesperación, en presencia de tales testigos, ciertos de que ellos ven nuestras inquietudes, leen nuestros pensamientos, nos esperan y se aprontan para recibirnos en los umbrales de la Inmensidad.
AL dejar la Tierra, iremos a encontrarlos a todos y con ellos, todavía un mayor número de Espíritus amigos, que habíamos olvidado durante nuestra estada en la Tierra, la multitud de aquellos que compartieran nuestras vidas pasadas y componen nuestra familia espiritual.
Todos nuestros compañeros del gran viaje eterno se agruparan para acogernos, no como pálidas sombras, vagos fantasmás, animados de una vida indecisa y sí en la plenitud de sus facultades aumentadas, como seres activos, continuando a interesarse por las cosas de la Tierra, tomando parte en la obra universal, cooperando en nuestros esfuerzos, en nuestros trabajos, en nuestros proyectos.
Los lazos del pasado se reataran con mayor fuerza. El amor, la amistad, la paternidad, en otro tiempo esbozado en múltiples existencias, se cimentaran con los compromisos nuevos tomados, en vista del futuro, a fin de aumentar incesantemente y de elevar a la suprema potencia los sentimientos que nos unen a todos. Y las tristezas de las separaciones pasajeras, el alejamiento aparente de las almas, causado por la muerte, se fundirán en efusiones de felicidad en el éxtasis de los regresos y de las reuniones inefables.
No deis, ningún crédito a las sombrías doctrinas que os hablan de leyes inflexibles o sino de condenación, de infierno y paraíso, alejando unos de otros y para siempre de aquellos que se amaran. No hay abismo que el amor no pueda llenar. Dios, que es todo amor, no podía condenar a la extinción el sentimiento más bello, el más noble de todos los que vibran en el corazón del hombre. El amor es inmortal como la propia alma.
En las horas de sufrimiento, de angustia, de desaliento, concentras y por invocación ardiente, atraed a vosotros los seres que fueron, como nosotros, hombres y que son ahora Espíritus celestes y fuerzas desconocidas penetraran en vosotros y os ayudarán a soportar vuestras miserias y males.
Hombres, pobres viajeros que recorréis penosamente la subida dolorosa de la existencia, sabed que por todas partes en nuestro camino seres invisibles, poderosos buenos, caminan a nuestro lado. En los pasajes difíciles sus fluidos amparadores sustentan nuestra marcha vacilante. Abridles vuestras almas, poned vuestros pensamientos de acuerdo con los suyos y luego sentiréis la alegría de su presencia; una atmósfera de paz y bendición os envolverá; suaves consuelos bajaran para vosotros.
En las horas de sufrimiento, de angustia, de desaliento, concentras y por invocación ardiente, atraed a vosotros los seres que fueron, como nosotros, hombres y que son ahora Espíritus celestes y fuerzas desconocidas penetraran en vosotros y os ayudarán a soportar vuestras miserias y males.
Hombres, pobres viajeros que recorréis penosamente la subida dolorosa de la existencia, sabed que por todas partes en nuestro camino seres invisibles, poderosos buenos, caminan a nuestro lado. En los pasajes difíciles sus fluidos amparadores sustentan nuestra marcha vacilante. Abridles vuestras almas, poned vuestros pensamientos de acuerdo con los suyos y luego sentiréis la alegría de su presencia; una atmósfera de paz y bendición os envolverá; suaves consuelos bajaran para vosotros.
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En medio de las pruebas, las verdades que acabamos de recordar no nos dispensan de las emociones y de las lágrimas; seria contra la Naturaleza. Os enseñaran por lo menos a no murmurar, a no quedar abatidos bajos el peso del dolor, alejan de nosotros los funestos pensamientos de rebeldía, de desesperación o de suicidio que muchas veces pululan en el cerebro de los nihilistas. Si continuamos llorando, es sin amargura y sin blasfemia.
Aun cuando se trata del suicidio de jóvenes arrebatados por el ardor de sus pasiones, ante el dolor inmenso de una madre, el nuevo Espiritualismo no queda impotente, derrama también la esperanza en los corazones angustiados, proporcionándoles, por la oración y por el pensamiento ardiente, la posibilidad de aliviar esas almas, que flotan o quedan agarradas por sus fluidos groseros en las tinieblas espirituales, entre la Tierra y el Espacio, a los medios donde vivieran; les atenúa la aflicción, diciéndoles que nada hay de irreparable, nada definitivo en el mal. Toda evolución contrariada retoma su curso cuando el culpable pagó su deuda a la justicia.
Por todas partes y en toda esa doctrina nos ofrece una base, un punto de apoyo, donde el alma puede levantar vuelo hacia el futuro y consolarse de las cosas presentes con la perspectiva de las futuras. La confianza y la fe en nuestros destinos proyectan a nuestro frente una luz que ilumina el sendero de la vida, nos fija el deber, ensancha nuestra esfera de acción y nos enseña como debemos proceder con los otros. Sentimos que hay en el Universo una fuerza, un poder, una sabiduría incomparables y sentimos también que nosotros mismos formamos parte de esa fuerza de ese poder del que descendemos.
Comprendemos que el proyecto de Dios para nosotros, su plan, su obra, su objetivo, todo tiene principio y origen en su amor. En todas las cosas Dios quiere nuestro bien y para alcanzarlo sigue caminos, ora claros, ora misteriosos, constantemente apropiados a nuestras necesidades. Si nos separa de aquellos que amamos, es para hacernos encontrar más vivas las alegrías del regreso. Si deja que pasemos por decepciones, abandonos, enfermedades, reveses, es para obligarnos a despegar la vista de la Tierra y elevarla hacia Él, a buscar alegrías superiores a aquellas que podemos probar en este mundo.
El Universo es Justicia, es Amor. En la espiral infinita de las ascensiones, la suma de los sufrimientos, divina alquimia, se convierte, allá en cumbre, en ondas de luz y torrentes de felicidad. ¿No habéis notado en el fondo de ciertos dolores un amargor particular tan característico que no es posible dejar de reconocer una intervención benéfica? Algunas veces el alma herida ve brillar una claridad desconocida, es más viva cuanto mayor es el desastre. Con un sólo golpe del dolor se levanta a tales alturas donde serian necesarios veinte años de estudios y esfuerzos para llegar.
Aun cuando se trata del suicidio de jóvenes arrebatados por el ardor de sus pasiones, ante el dolor inmenso de una madre, el nuevo Espiritualismo no queda impotente, derrama también la esperanza en los corazones angustiados, proporcionándoles, por la oración y por el pensamiento ardiente, la posibilidad de aliviar esas almas, que flotan o quedan agarradas por sus fluidos groseros en las tinieblas espirituales, entre la Tierra y el Espacio, a los medios donde vivieran; les atenúa la aflicción, diciéndoles que nada hay de irreparable, nada definitivo en el mal. Toda evolución contrariada retoma su curso cuando el culpable pagó su deuda a la justicia.
Por todas partes y en toda esa doctrina nos ofrece una base, un punto de apoyo, donde el alma puede levantar vuelo hacia el futuro y consolarse de las cosas presentes con la perspectiva de las futuras. La confianza y la fe en nuestros destinos proyectan a nuestro frente una luz que ilumina el sendero de la vida, nos fija el deber, ensancha nuestra esfera de acción y nos enseña como debemos proceder con los otros. Sentimos que hay en el Universo una fuerza, un poder, una sabiduría incomparables y sentimos también que nosotros mismos formamos parte de esa fuerza de ese poder del que descendemos.
Comprendemos que el proyecto de Dios para nosotros, su plan, su obra, su objetivo, todo tiene principio y origen en su amor. En todas las cosas Dios quiere nuestro bien y para alcanzarlo sigue caminos, ora claros, ora misteriosos, constantemente apropiados a nuestras necesidades. Si nos separa de aquellos que amamos, es para hacernos encontrar más vivas las alegrías del regreso. Si deja que pasemos por decepciones, abandonos, enfermedades, reveses, es para obligarnos a despegar la vista de la Tierra y elevarla hacia Él, a buscar alegrías superiores a aquellas que podemos probar en este mundo.
El Universo es Justicia, es Amor. En la espiral infinita de las ascensiones, la suma de los sufrimientos, divina alquimia, se convierte, allá en cumbre, en ondas de luz y torrentes de felicidad. ¿No habéis notado en el fondo de ciertos dolores un amargor particular tan característico que no es posible dejar de reconocer una intervención benéfica? Algunas veces el alma herida ve brillar una claridad desconocida, es más viva cuanto mayor es el desastre. Con un sólo golpe del dolor se levanta a tales alturas donde serian necesarios veinte años de estudios y esfuerzos para llegar.
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Hombre, hermano mío, aprende a sufrir, porque el dolor es santo. El es el más noble agente de la perfección. Penetrante y fecundo, es indispensable a la vida de todo aquel que no quiere quedar petrificado en el egoísmo y en la indiferencia. Es una verdad filosófica que Dios envía el sufrimiento a aquellos a quienes ama: "Yo soy esclavo, mutilado, decía Epicteto, otro Irus en pobreza y miseria y todavía amado de los dioses."
Aprende a sufrir. No te diré: busca el dolor. Pero cuando él se yergue inevitable en tu camino, acógelo como a un amigo. Aprende a conocerlo, a apreciar su belleza austera, a entender sus secretas enseñanzas. Estudia su obra oculta. En vez de revelarte contra él, o en vez, de quedar postrado, inerte y débil ante su acción, asocia tu voluntad, tu pensamiento al blanco que él visa, trata de sacar de ella, en su paso por tu vida, todo el provecho que él puede ofrecer al espíritu y el corazón.
Esfuérzate por ser a tu turno un ejemplo para los otros; por tu actitud ante el dolor, por el modo voluntario y corajudo con que lo aceptes, por tu confianza en el futuro, hazlo más aceptable a los ojos de los otros.
En una palabra, haz al dolor más bello. La armonía y la Belleza son leyes universales y en ese conjunto, el Dolor tiene su papel estético. Seria pueril rabiarnos contra este elemento necesario a la belleza del mundo. Exaltémoslo antes, con visión y esperanzas más elevadas. Veamos en él el remedio para todos los vicios, para todas las decadencias, para todas las caídas.
Vosotros que os dobláis bajo el peso del fardo de vuestras pruebas o que lloráis en silencio, acontezca lo que acontezca, nunca os desesperéis. Recordaos de que nada sucede de balde, ni sin causa; casi todas nuestros dolores vienen de nosotros mismos, de nuestro pasado y nos abren los caminos del Cielo. El sufrimiento es un iniciador; nos revela el sentido grave, el lado serio e imponente de la vida. Esta no es una comedia frívola, es una tragedia conmovedora; es la lucha para la conquista de la vida espiritual y en esa lucha, lo mayor que hay es la resignación, la paciencia, la firmeza, el heroísmo. En el fondo, las leyendas alegóricas de Prometeo, de los Argonautas, dos Nibelungos, los misterios sagrados del Oriente no tienen otro sentido.
Aprende a sufrir. No te diré: busca el dolor. Pero cuando él se yergue inevitable en tu camino, acógelo como a un amigo. Aprende a conocerlo, a apreciar su belleza austera, a entender sus secretas enseñanzas. Estudia su obra oculta. En vez de revelarte contra él, o en vez, de quedar postrado, inerte y débil ante su acción, asocia tu voluntad, tu pensamiento al blanco que él visa, trata de sacar de ella, en su paso por tu vida, todo el provecho que él puede ofrecer al espíritu y el corazón.
Esfuérzate por ser a tu turno un ejemplo para los otros; por tu actitud ante el dolor, por el modo voluntario y corajudo con que lo aceptes, por tu confianza en el futuro, hazlo más aceptable a los ojos de los otros.
En una palabra, haz al dolor más bello. La armonía y la Belleza son leyes universales y en ese conjunto, el Dolor tiene su papel estético. Seria pueril rabiarnos contra este elemento necesario a la belleza del mundo. Exaltémoslo antes, con visión y esperanzas más elevadas. Veamos en él el remedio para todos los vicios, para todas las decadencias, para todas las caídas.
Vosotros que os dobláis bajo el peso del fardo de vuestras pruebas o que lloráis en silencio, acontezca lo que acontezca, nunca os desesperéis. Recordaos de que nada sucede de balde, ni sin causa; casi todas nuestros dolores vienen de nosotros mismos, de nuestro pasado y nos abren los caminos del Cielo. El sufrimiento es un iniciador; nos revela el sentido grave, el lado serio e imponente de la vida. Esta no es una comedia frívola, es una tragedia conmovedora; es la lucha para la conquista de la vida espiritual y en esa lucha, lo mayor que hay es la resignación, la paciencia, la firmeza, el heroísmo. En el fondo, las leyendas alegóricas de Prometeo, de los Argonautas, dos Nibelungos, los misterios sagrados del Oriente no tienen otro sentido.
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Vivimos en tiempos de crisis. Para que las inteligencias se abran a las nuevas verdades, para que los corazones hablen, serán necesarios avisos ruidosos; serán precisas las duras lecciones de la adversidad.
Conoceremos días sombríos y períodos difíciles. La desgracia aproximará a los hombres sólo el dolor les hará verdaderamente sentir que son hermanos.
Un abrazo fraterno.AMOR FRATERNAL
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