jueves, 23 de enero de 2014

Los Vivos y los Muertos

EDUCACIÓN PARA LA MUERTE

J. Herculano Pires

Desconociendo la complejidad del proceso de la vida, el hombre terreno siempre se ha apegado, principalmente en las civilizaciones occidentales, al concepto negativo de la muerte como frustración total de todas las posibilidades humanas. No habrá ninguna novedad en la expresión sartreana que se propagó por toda la cultura moderna: “El hombre es una pasión inútil.” Fue siempre este el concepto del hombre en la cultura occidental, volcada exclusivamente hacia el inmediatismo. Sartre no revela ninguna perspicacia filosófica en este simple endoso cultural de una posición común del homo-faber ante lo inevitable de la muerte. Aunque en las civilizaciones orientales, impregnadas de misticismo, los hombres comunes nunca salieran de este plano inferior de la consideración de la muerte como destrucción pura y simple. La teoría de las almas viajeras, de Plotino, que substituyó en el Neo-Platonismo la teoría de la metempsicosis egipcia, no llegó a popularizarse. Las hipóstasis espirituales que estas almas flanquearan, después de la muerte, parecían fantásticas, oriundas apenas de la teoría platónica de los Mundos de las Ideas y del deseo instintivo de sobre vivencia que domina al hombre. Mas las pesquisas científicas de la naturaleza humana, particularmente en el campo de los fenómenos paranormales, llegaran a pruebas incontestables de la sobre vivencia del hombre después de la muerte. 

Esta sobre vivencia implica naturalmente la existencia de planos espirituales (las hipóstasis) en que la vida humana prosigue. El desenvolvimiento de la Física en nuestros días llevó a los científicos al descubrimiento de la anti-materia, de las dimensiones múltiples de un Universo que considerábamos apenas tridimensional, a la conquista de los anti-átomos y anti-partículas atómicas que pueden ser elaboradas en laboratorios, como han sido elaborados. La existencia de las hipóstasis ya no es más una suposición, mas una verdad comprobada. El cuerpo bioplásmico del hombre, como también el de los vegetales y de los animales, fue tecnológicamente comprobado. Los muertos no pueden ser más, considerados muertos. Lo que murió fue apenas el cuerpo carnal de estas criaturas, que Dios no creó como figuras de marionetas para un rápido pasaje por la Tierra. Sería extraño y hasta irónico que, en un Universo en que nada se pierde, que todo se transforma, el hombre fuese la única excepción perecedera, sujeto a desaparecer con su despojos. La mayor conquista de la evolución en la Tierra es el hombre, creado, según el consenso general, en la tradición de los pueblos más adelantados, hecho a imagen y semejanza de Dios. Qué extraña decisión habría llevado al Creador a negar a este ser la inmortalidad que confirió a todas las cosas y a todos los seres, desde los más inferiores y aparentemente inútiles? Habría una Economía en la Naturaleza que sería contrariada por esta medida de excepción. Hoy, la verdad se define, cada vez más comprobada e innegable, a nuestros ojos mortales: El hombre es inmortal. Al morir en la Tierra, se transfiere hacia los planos de materia más sutiles y rarefacta, en que continuará viviendo con más libertad y mayores posibilidades de realizaciones, ciertamente inconcebibles para quienes quedan en el plano terreno. El espíritu encarnado, que, luchando en el fondo de un océano de aire pesado, consigue hacer tantas cosas, por qué dejaría de actuar con más interés y visión elevada en un plano en que todo milita a su favor? Se engañan los que piensan en los muertos como muertos. Ellos están más vivos que nosotros, disponen de visión más penetrante que la nuestra, son criaturas más definidas que nosotros, y pueden vernos, visitarnos y comunicarse con nosotros con más facilidad y naturalidad. Será preciso que no nos olvidemos de este punto importante: los hombres son espíritus y los espíritus son nada más que hombres libertos de las órdenes de la materia. Cargamos un fardo, ellos ya lo contrabandearon de sus costillas. Tendremos que pensar en ellos como criaturas vivas y actuantes, como realmente lo son. Ellos no gustan de nuestras tristezas, mas se sienten felices con nuestra alegría. No quieren que pensemos en ellos de manera triste porque esto los entristece. Se encuentran en un mundo en que las vibraciones mentales son fácilmente perceptibles y desean que los ayudemos con pensamientos de confianza y alegría. No tenemos el derecho de perturbarlos con nuestras inquietudes terrenas, en general nacidas de nuestro egoísmo y de nuestro apego. Millones de manifestaciones de entidades superiores, de espíritus conocidos o no, mas siempre identificados, ocurren en el mundo continuamente, probando la sobre-vivencia activa de los que pasaran para el otro mundo y allá no nos olvidan.

Desde la época de las cavernas, de las construcciones lacustres, pasando por las veinte y tantas grandes civilizaciones que se sucedieran en la Historia, los muertos se comunican con los vivos y estos, generalmente, procuran instruirse con ellos. El intercambio es normal entre los dos mundos y una vastísima biblioteca fue producida por los sabios antiguos y modernos que estudiaran el problema y confirmaran la sobre-vivencia. Mas, en la proporción en que los métodos científicos se desenvolvieran, en la batalla de las Ciencias contra las supersticiones del pasado multimilenario, la aceptación general de esta verdad levantó mayores sospechas en el medio científico. Las raíces amargas de las religiones de la muerte, que vivieran siempre y viven aún hoy vampirizando el pavor de la muerte en todos los cuadrantes del planeta, crearon nuevas dificultades para el esclarecimiento del problema. Aún hoy, después de las pruebas exhaustivas, millones de veces confirmadas por los más respetables investigadores, nuestra cultura pretensiosamente rechaza la flagrante realidad y pesquisada fenomenología de todos los tiempos, como si ella no pasase de suposiciones inverificables.

Cuál sería la razón de esta actitud irracional frente a un problema tan grave, de la mayor importancia para la Teoría del Conocimiento y particularmente para la adecuación del pensamiento a la realidad, objetivo supremo de la Filosofía? Nuestra cultura ha sufrido hasta ahora de una especie de esquizofrenia catatónica, ignorando problemas esenciales y entregándose a agitar actividades pragmáticas. Como dice el refranero popular: “Gato escaldado le tiene miedo al agua fría.” 
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Si en el plano espiritual la posición asumida por los espíritus fuese la misma de los hombres, seríamos considerados como espíritus muertos. Porque el espíritu que se encarna en la Tierra, apartándose de la realidad viva del espíritu, es prácticamente sepultado en la carne. En los planos inferiores del mundo espiritual, apegados a la costra terrena, los espíritus inferiores que lo habitan se consideran como muertos en la carne, pues perdieran las prerrogativas del espíritu libre. Mas los espíritus que alcanzaran planos superiores comprenden esta inversión de posiciones y nos encaran como compañeros temporalmente apartados de su convivir, para fines del desenvolvimiento de sus potencialidades en las luchas terrenas. De esta manera, muertos y vivos somos todos. Nos alternamos en la Tierra y en el Espacio porque la ley de evolución exige nuestro mejoramiento continuo. Si en el plano espiritual los límites de nuestras posibilidades de aprendizaje se agotan, por falta de desenvolvimiento de los potenciales anímicos, retornamos a las duras experiencias terrenas. La reencarnación es una exigencia de nuestro atraso evolutivo, como la siembra de la semilla en la tierra es la exigencia básica de su germinación y de su crecimiento. Así, nacimiento y muerte son fenómenos naturales de la vida, que no deberemos confundir con desgracia o castigo. Solo los hombres matan para vengarse o cobrar deudas afectivas. Dios no mata, crea. Al sembrar las monadas en los planetas habitables, no lo hace para matarnos, sino para que podamos germinar y crecer como la hierba de los campos. La monada sería la centella del pensamiento divino que encierra en sí, como la semilla del vegetal, todo el esquema de la vida y de la forma humana que de ella nacerá en el seno de los elementos vitales de la carne. Los materialistas creen que el esperma y el óvulo ocultan en sí mismos todas las energías creadoras del hombre. Mas los progresos actuales de la genética animal y de la genética humana los despertarán para que comprendan la existencia de un mecanismo oculto en el semen, del cual depende la propia fecundidad de este. Podríamos decir que Dios no trabaja con cosas, sino con leyes. Las pesquisas parapsicológicas revelaron que el pensamiento es la energía más poderosa de que podemos disponer. Esta energía no se desgasta en el tiempo ni en el espacio, no está sujeta a las leyes físicas, ni respeta las barreras físicas. Es la única energía conocida que puede operar en las distancias ilimitadas del Cosmos. Si pudiéramos verificar esto en las experiencias telepáticas, de transmisión de pensamientos entre las distancias espaciales y temporales que todas las demás energías no consiguen vencer, deberemos pensar en el poder infinito del pensamiento creador de Dios. Mas el orgullo humano se alimenta de su propia ignorancia y prefiere colocarse sobre la propia Divinidad. Por esto el científico soviético Vassiliev no aceptó la teoría de Rhine – la naturaleza extra-física del pensamiento – y procedió a una experiencia en la Universidad de Leningrado para demostrar lo contrario. Mas no obtuvo las pruebas que deseaba y se limitó a contestarle a Rhine con argumentos, declarando simplemente que el pensamiento se constituye de una energía física desconocida. Hasta ahora, ni en el más allá, para donde la muerte lo transfirió, su rebeldía, no ha conseguido la refutación deseada.

Este es un episodio típico de la lucha de los negativistas contra la innegable realidad de la naturaleza espiritual del hombre. Otro ejemplo importante fue el del filósofo Bertrand Russell, que ante el avance científico actual, declaró: “Hasta ahora las leyes físicas no han sido afectadas.” Como no lo fueran, si toda la concepción física del mundo se transformara al contrario de lo que era, revelando la inconsistencia de la materia, su permeabilidad, la existencia de la anti-materia y la posibilidad científicamente probada de la comunicación de los muertos? Bastaría esto para demostrar que la Física envejecida de medio siglo atrás llevó a Einstein a exclamar: “El materialismo murió asfixiado por falta de materia”. Famoso físico americano, posando el brazo sobre la mesa, dijo: “Mi brazo sobre esta mesa es apenas una sombra sobre otra sombra."
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AMOR FRATERNAL

miércoles, 8 de enero de 2014

Mediumnidad

Capitulo 16: DE LOS FRACASOS Y DE LAS CAÍDAS

LOS FRACASOS

De las ciudades, colonias y demás núcleos espirituales del Espacio, parten constantemente, con destino a la Tierra, trabajadores que pidieron o recibieron, como dádivas de lo Alto, tareas de servicio o de rescate en el campo ennoblecedor de la mediumnidad.
Un complejo y delicado trabajo preparatorio es realizado por los protectores espirituales para ofrecerles aquí condiciones favorables a la ejecución de las tareas establecidas: cuerpo físico, ambiente doméstico, medio social, recursos materiales, etcétera, y eso además de los exhaustivos esfuerzos que realizan para el proceso regular de la encarnación propiamente dicha (defensa, formación del feto, etcétera).

Producido el nacimiento y transcurridas la infancia y la juventud, cuando, en fin, suenan en su íntimo y a su alrededor, los primeros llamados para el trabajo edificante, he aquí que, muchas veces, o casi siempre, la trama del mundo ya los envolvió de tal forma que se vuelven sordos y ciegos, rebeldes al llamado, negligentes al compromiso, negativos para el esfuerzo redentor.
Se dejan dominar por las tentaciones de la materia grosera, se agarran a lo que es transitorio y engañoso y, en la mayoría de los casos, solamente al peso del dolor y al poder de insistentes interferencias punitivas vuelven sus pasos, de mala gana, hacia el camino sacrificado del testimonio.

No consideran, desde luego, que nadie desciende a un mundo de expiación como éste, para usufructuar reposo o bienestar, pero sí únicamente para luchar por la propia redención, venciendo los obstáculos innumerables que surgen a cada paso, provenientes de distintas direcciones.
Los dirigentes de las instituciones asistenciales o educativas del Espacio han constatado como regla general que pocos, muy pocos médiums, triunfan en las tareas, y que la mayoría fracasa lamentablemente, a pesar del auxilio y de la asistencia constantes que reciben de los planos invisibles; y aclaran también que las causas generales de esos fracasos son: la ausencia de la noción de responsabilidad propia y la falta de recuerdo de los compromisos asumidos antes de la reencarnación.

Ahora bien, si el olvido del pasado es una contingencia, pero necesaria, de la vida encarnada de todos los hombres, éste no es, sin embargo, absoluto, mayormente con relación a los médiums, porque los protectores, constantemente y con desvelada insistencia, les hacen advertencias en ese sentido, recordándoles sus deberes; mucho antes de que el momento del testimonio llegue, ya ellos están advirtiendo de mil modos, desarrollando en los médiums en perspectiva, nociones bien claras de su responsabilidad personal y funcional.
Por eso, de las causas señaladas antes, solamente juzgamos ponderable la falta de noción de responsabilidad, porque, si esa noción existiese, los médiums desde el inicio se dedicarían a la tarea, con abnegación.
Esto es lógico, tratándose de médiums estudiosos, que se preocupan con la obtención de conocimientos doctrinarios, porque, para los demás, a la irresponsabilidad se añade la ignorancia y la mala voluntad.
Y esa noción de irresponsabilidad es tan grande que muchos médiums, sobre todo aquellos a quienes dominan el orgullo personal y las ambiciones del mundo, maldicen la posesión de sus facultades como si fuesen estorbos; y hay otros, menos radicales, mas no menos desorientados, que se lamentan de no ser inconscientes para poder así, entonces, ejercerlas a pesar de sí mismos.
Cuán pocos son los esclarecidos y los lúcidos que se prosternan y con humildad claman: ¡Bendito seas, oh Señor, que me habéis concedido una tan excelente y poderosa herramienta de servicio redentor! ¡Gracias, Señor, por haberme escogido para trabajar en tu viña!

LAS CAÍDAS

Las caídas son más comunes en los grados inferiores de la escala evolutiva, y tanto más dolorosa y profundas se tornan, cuanto mayor sea el caudal propio de conocimientos espirituales adquiridos por el Espíritu.
“Estado de evolución” y “estado de caída” son dos condiciones de carácter general, en que se encuentran los Espíritus en las fases inferiores de la ascensión. Esas son las condiciones que dominan en el Umbral que, como sabemos, es una esfera de vida purgatoria, así como en los planos que le están, hasta un cierto punto y de un cierto modo, inmediatamente arriba.
Cuando, no obstante, las caídas se acentúan debido a reincidencias de transgresiones, ellas llevan a los culpables a las Tinieblas, esferas más profundas, de pruebas más acerbas, situadas debajo de la Corteza.
Sin embargo, en cualquier tiempo o situación, el Espíritu culpable puede retomar la evolución, retomando la ascensión, siempre que reconsidere, se arrepienta y se disponga al esfuerzo rehabilitador.

La misericordia divina cubre la multitud de pecados y da al pecador incesantes y renovadas oportunidades de redención. La redención, pues, no es un acontecimiento extraordinario, un acto de “juicio final”, sino la manifestación de la misericordia de Dios en muchas oportunidades, durante el curso del esfuerzo evolutivo.

Mas, preguntarán: ¿el fracaso, en la tarea mediúmnica, no siendo reincidente, coloca al médium principiante en estado de caída?
No, siempre que éste, durante el ejercicio de sus propias facultades no haya cometido crímenes contra el Espíritu. Ese fracaso inicial provoca al médium una detención en su ascensión evolutiva; queda él en suspenso, aguardando nueva oportunidad, temporariamente inactivo, dependiendo de una nueva tarea redentora, que le será o no concedida, conforme a las circunstancias del fracaso: negligencia, vanidad, ambición, etcétera.
Pero la caída se produce si practicó el mal conscientemente; si permitió que sus facultades fuesen utilizadas por los representantes de las fuerzas del mal; si orientó a su prójimo por malos caminos; le destruyó en el Espíritu la semilla redentora de la Fe, o le pervirtió los sentimientos haciéndolo retornar a la animalidad; en fin, si desvirtuó la Verdad y lanzó a su prójimo o a si mismo en el camino del error y de la iniquidad.

Hay una ley invariable que preside a este asunto: cuando el médium se dedica a la tarea en comunión con los Espíritus del bien, está en estado de evolución; y cuando, por el contrario, la desprecia o, por un mal procedimiento, da motivo al alejamiento de esos Espíritus, cae entonces bajo la influencia de los Espíritus del mal y entra en estado de caída.
A este respecto dice André Luiz: “En el campo de la vida espiritual, cada servicio noble recibe el salario al que se ha hecho acreedor, y cada aventura menos digna tiene el precio que le corresponde”.
Y prosigue:
“Mediar entre dos planos distintos sin elevar el nivel moral es estancarse en la inutilidad.”
“El Pensamiento es tan significativo en la mediumnidad como el cauce es importante para el río.”
“Poned aguas puras sobre un lecho de cieno podrido y no tendréis sino la oscura corriente del enviciamiento.”
Y más: “Jesús espera la formación de mensajeros humanos capaces de proyectar en el mundo las maravillas de su Reino.”

Edagar Armond

AMOR FRATERNAL

lunes, 6 de enero de 2014

La caridad material y la caridad moral

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec

Capitulo XIII: NO SEPA TU MANO IZQUIERDA LO QUE DA TU DERECHA

Deseo que comprendáis bien lo que puede ser la "caridad moral", la que todos pueden practicar, la que no "cuesta nada" material, y sin embargo, la que es más difícil de poner en práctica.
La caridad moral consiste en sobrellevarnos unos a otros, y es lo que menos hacéis en este mundo en donde estáis encarnados por el momento. Creedme, hay un gran mérito en saberse callar para dejar hablar a otro más ignorante, y esto es también una especie de caridad. Saber ser sordo cuando una palabra burlona se escapa de una boca acostumbrada a ridiculizar; no ver la sonrisa desdeñosa con que os reciben ciertas gentes, que muchas veces, sin razón, se creen superiores a vosotros mientras que en la vida espiritista, "la sola verdadera", les falta quizá mucho para alcanzaros; aquí tenéis un mérito no de humildad sino de caridad, porque el dejar de notar las faltas de otro, es la caridad moral.

Sin embargo, esta caridad no debe impedir la otra, pero sobre todo, pensad en no despreciar a vuestro semejante, acordaos de lo que ya os he dicho; preciso es tener presente que, en el pobre desechado, quizás rechazáis a un espíritu que os ha sido querido y que se encuentra momentáneamente en una posición inferior a la vuestra. He vuelto a ver a uno de los pobres de nuestra tierra a quien había podido, por mi dicha, favorecer algunas veces, y al que a mi vez "imploro ahora".
Acordaos que Jesús dijo que somos hermanos, y pensad siempre en ello antes de rechazar al leproso o al mendigo. Adiós, pensad en los que sufren y rogad. (Sor Rosalía. París, 1860.)

AMOR FRATERNAL