lunes, 24 de noviembre de 2014

PENSAMIENTO Y MEDIUMNIDAD

En los dominios de la Mediumnidad

Francisco Cándido Xavier

El silencio se hizo profundo y respetuoso. El grupo esperaba el mensaje final.
Noté que el ambiente se hizo menos grave, pero agradable...
Sobre la cabeza de doña Celina apareció un brillante haz de luz. Desde ese instante la vimos extática y completamente desligada del cuerpo físico y cercada de irradiaciones azulinas.
Admirado por el bello fenómeno, dirigí un gesto de interrogación a nuestro orientador, quien nos explicó sin demora:
–Nuestra hermana Celina transmitirá la palabra de un benefactor que, pese a estar ausente desde el punto de vista espacial, entrará en comunión con nosotros a través de los fluidos teledinámicos que lo ligan a la mente de la médium.
–Pero, ¿es posible esto? –indagó Hilario con discreción.
Áulus ponderó de inmediato:
–Acuérdese usted de la radio y de la televisión, conquistas que son hoy ampliamente conocidas en el mundo. Un hombre, de ciudad a ciudad, puede oír el mensaje de un compañero y verlo– al mismo tiempo, ya que ambos están en perfecta sintonía por medio de la misma longitud de onda. Celina conoce lo sublime de las fuerzas que la envuelven y se entrega, confiada, asimilando la corriente mental que la solicita. Irradiará el mensaje-lección automáticamente, como sucede en la psicofonía sonambúlica, porque el amigo espiritual encuentra sus células cerebrales y sus energías nerviosas como las teclas bien afinadas de un piano armonioso y dócil.
El asistente enmudeció de repente, fijando su mirada en el potente foco de luz zafirina que se formó, extendiéndose a todos los rincones del recinto.
Contemplé a los circunstantes.
El rostro de la médium reflejaba una bienaventuranza misteriosa e ignorada en la Tierra.
El júbilo que la poseía parecía contagiar a todos los presentes. Me disponía a seguir observando, pero la diestra del asistente me tocó levemente, reclamándome atención y respeto.
Fue entonces cuando la voz enrarecida de doña Celina resonó, clara y conmovedora, más o menos en estos términos:
–Amigos míos –comenzó expresando el instructor que acompañaba nuestro trabajo desde gran distancia–, guardemos la paz que Jesús nos legó, a fin de poderle servir en paz.
En materia de mediumnidad, no nos olvidemos del pensamiento. Nuestra alma vive donde está el corazón. Caminamos al influjo de nuestras propias creaciones, sea donde fuere.
La gravitación en el campo mental es tan efectiva como en la esfera de la experiencia física.
Sirviendo al progreso general, el alma se mueve en la gloria del bien. Encerrándose en el egoísmo se arrastra, en desequilibrio, por las tinieblas del mal.
La Ley Divina busca el bien para todos.
Colaborar en la ejecución de sus propósitos sabios es iluminar la mente y clarificar la vida. Ponerle trabas con el pretexto de favorecer los caprichos perniciosos, es oscurecer la razón y coagular las sombras alrededor de nosotros mismos.
Es indispensable enjuiciar todo lo que respecta a la orientación de nuestros propios pasos, a fin de evitar la niebla de la perturbación y el dolor angustioso del remordimiento.
En los dominios del espíritu no existe la neutralidad. Evolucionamos con la luz eterna, según los designios de Dios, o nos estancamos en las tinieblas conforme a la equívoca determinación de nuestro yo.
No vale encarnar o desencarnar solamente. Todos los días las formas se crean y se destruyen.
Lo que importa es la renovación interior aumentando la visión, a fin de seguir hacia adelante con la verdadera noción de la eternidad en la que nos desplazamos en el tiempo.
La conciencia cargada de propósitos malignos, revestida de remordimientos, llena de ambiciones desvariadas o ennegrecida de aflicciones, no puede sino atraer fuerzas semejantes que la encadenan a torbellinos infernales.
La obsesión es el resultado de la siniestra unión de la mente con el desequilibrio propio de las tinieblas.
Pensamos y damos vida al objeto idealizado.
La expresión visible de nuestros pensamientos más íntimos denuncia nuestra misma condición espiritual, y los que tienen afinidad con la naturaleza de nuestras inclinaciones y deseos se acercan a nosotros por lo que dicen nuestros pensamientos.
Si persistimos en las esferas más bajas de la experiencia humana, los que aún cumplen sus jornadas en los grados de la animalidad se nos acercarán atraídos por el tipo de nuestros impulsos inferiores, absorbiendo a su vez las sustancias mentales que emitimos y proyectando sobre nosotros los elementos dañinos que llevan con ellos.
Imaginar es crear. Y toda creación tiene vida y movimiento que, aunque breves, otorgan responsabilidad a la conciencia que la manifiesta. Y como la vida y el movimiento se vinculan a los principios que rigen las relaciones, es indispensable analizar lo que damos, a fin de saber qué es lo que vamos a recibir.
Quien solamente mentaliza angustia y crimen, miseria y perturbación, ¿podrá reflejar en el espejo de su propia alma otras imágenes que no sean las de la desarmonía y el sufrimiento?
Un depravado conviviendo entre santos no valoraría la pureza de éstos, ya que, alimentándose con sus propias vibraciones no lograría discernir más allá de sus mismas tinieblas.
Quien vive buscando piedras en la calle, seguro que no ha de encontrar sólo pequeños e insignificantes guijarros, sino grandes losas.
Quien se demora indefinidamente en un pantano de arenas movedizas es propenso a ahogarse en el lodo.
El viajero fascinado por los zarzales que bordean el camino corre el riesgo de quedar atrapado entre los espinos del matorral salvaje.
Vigilemos nuestro pensamiento purificándole con la práctica incesante del bien, para que así arrojemos de nosotros los grilletes que amenazan encadenarnos a los oscuros procesos de la vida inferior.
Es en la fragua misma de la idea que se forjan las alas de los ángeles y las cadenas de los condenados.
Por el pensamiento nos esclavizamos a los cepos del suplicio infernal, sentenciándonos, a veces, a siglos de peregrinación por los caminos del dolor y de la muerte.
La mediumnidad torturada es la unión de almas comprometidas en aflictivas pruebas para saldar antiguas deudas.
Y para abreviar el tormento que flagela de mil modos a la conciencia reencarnada o desencarnada, en los distintos grados expiatorios, es imprescindible proponerse la renovación mental, pues éste es el único medio de recuperación de la armonía.
Que alguien quede satisfecho sólo con la apariencia, en materia religiosa, sin preocuparse de su perfeccionamiento interior, es tan inútil para el alma como aceptar un cargo entre los hombres sin asumir la responsabilidad que conlleva.
Las simples expresiones de fe no son meras palabras con las que podamos cubrir nuestras deficiencias y debilidades. Implican deberes de purificación que no debemos rechazar, aceptando las obligaciones que nos corresponden.
En nuestros círculos de trabajo, no debe bastarnos con el hecho de creer y estar convencido.
Nadie es realmente espírita ni está a la altura de este nombre sólo por haber conseguido la cura de una dolencia rebelde con la ayuda de entidades amigas, y se convenza con ello, admitiendo la intervención del mundo espiritual en su existencia; como tampoco nadie es médium, en el elevado concepto del término, solamente porque sea el instrumento de comunicación entre las humanidades visible e invisible.
Para realizar el trabajo que nos fue asignado, conforme a los principios superiores que iluminan nuestra marcha, es necesario concretar la esencia de éstos en nuestras realizaciones como testimonio de nuestra conversión al amor santificante.
No bastará, por tanto, el solo meditar acerca de nuestro idealismo superior. Es preciso hacerlo realidad en nuestras manifestaciones de cada día.
Los grandes artistas saben colocar la chispa del genio en una simple pincelada, en un reducido bloque de mármol o en la más ingenua composición musical.
Las almas realmente convertidas a Cristo reflejan su belleza en los mínimos gestos de cada hora, sea en la emisión de una frase breve, en la ignorada cooperación en favor de sus semejantes o en la renuncia silenciosa que la consideración terrena no alcanza a comprender.
Nuestros pensamientos generan nuestros actos, y nuestros actos engendran pensamientos en los demás.
Inspiremos simpatía y elevación, nobleza y bondad alrededor nuestro, para que así no nos falte el día de mañana el precioso pan de la alegría.
El convencimiento de nuestra inmortalidad sin la altura de espíritu paralela es una proyección de luz en el desierto.
Mediar entre dos planos diferentes sin elevar el nivel moral es estancarse en la esterilidad.
El pensamiento es tan significativo en la mediumnidad, como es el lecho para el río. Haced correr aguas puras sobre un lecho de fango y tendréis una corriente oscura, adulterada.
Es cierto que divinos mensajes descienden del Cielo a la Tierra. Sin embargo, para ello es necesario que existan los canales adecuados.
Jesús espera por la formación de mensajeros humanos capaces de proyectar en el mundo las maravillas de su Reino.
Para alcanzar ese perfeccionamiento ideal es imprescindible que el poseedor de facultades psíquicas no se detenga en la simple recepción de comunicaciones.
Le será indispensable la consagración de sus fuerzas a las más elevadas formas de vida, buscando en la educación de sí mismo y en el servicio desinteresado al prójimo, el material firme con el que construya su propio camino.
La comunión con los orientadores del progreso espiritual del mundo, a través del libro, enriquece nuestro conocimiento y acentúa nuestra valía mental; y la siembra constante de bondad trae consigo la cosecha de simpatía, sin la cual el granero de la existencia se reduce a una caverna de desesperación y desaliento.
No basta ver, oír o incorporar a los espíritus desencarnados para que alguien adquiera el carácter de respetabilidad.
Hermanos ignorantes e irresponsables forman enjambres, en todos los sectores de la Tierra, en razón del grado evolutivo deficitario en el que se encuentran las colectividades del planeta, y muchas veces, sin ningún ánimo de perversidad propiamente dicho, millares de almas que se hallan libres de la envoltura densa practican el vampirismo con los encarnados desprevenidos, simplemente con la intención de seguir usufructuando las sensaciones del campo físico que no han sabido o querido dominar.
Toda obra, para adelantar, exige trabajadores que se dediquen a su crecimiento y al cuidado de ellos mismos.
Esto se ve claro en la naturaleza. No tiene frutos el árbol con pocos meses de vida.
La madera, sin un tratamiento previo, es imposible aprovecharla como mueble en el santuario hogareño.
La arena movediza no garantiza firmeza a los cimientos. La luz no puede proyectarla el candil que carece de aceite.
El automóvil no transita con normalidad donde no existe carretera.
¿Cómo esperar el pensamiento divino donde el pensamiento humano se pierde en las más bajas reflexiones de la vida? ¿Qué mensajero del Cielo hará resplandecer el mensaje celestial en nuestro entendimiento, cuando el espejo de nuestra alma yace ennegrecido por los más inferiores intereses?
En vano buscaría la estrella reflejarse en el lodo de un charco.
Amigos, pensemos en el bien y hagámoslo.
Todo lo que existe dentro de la naturaleza es la idea exteriorizada.
El Universo es la proyección de la Mente Divina, y la Tierra, tal como la conocéis en su contenido político y social, es el producto de la mente humana.
Las civilizaciones y los pueblos, las culturas y las experiencias constituyen formas de pensamiento por medio de las cuales evolucionamos incesantemente hacia las esferas más altas.
Preocupémonos, pues, de la obligación del auto-perfeccionamiento.
Sin comprensión y sin bondad nos hermanaremos con los hijos desventurados de la rebeldía.
Sin estudio y sin observación nos contaremos indefinidamente entre los infortunados exponentes de la ignorancia.
Amor y sabiduría son las alas con las que realizaremos el vuelo definitivo rumbo a la perfecta comunión con el Padre Celestial.
Escalemos el plano superior, instalando pensamientos sublimes en aquellos que nos rodean.
La palabra aclara. El ejemplo arrastra. Ajustémonos al Evangelio redentor. Cristo es la meta de nuestra renovación.
Regenerando nuestra existencia según las enseñanzas de Él, reestructuraremos la vida íntima de aquellos que nos rodean. ¡Amigos míos, creedlo!... El pensamiento puro y operante es la fuerza que nos impulsará del odio al amor, del dolor a la alegría, de la Tierra al Cielo...
¡Busquemos la conciencia de Jesús para que nuestra conciencia refleje su perfección y su belleza!...
Sepamos reflejar su gloria y su amor, para que la luz celeste se manifieste en nuestras almas, al igual que el esplendor solar se extiende sobre el mundo. ¡Comencemos nuestro esfuerzo de elevación espiritual desde hoy, y mañana habremos avanzado considerablemente en el gran camino!...
Mis amigos, mis hermanos, rogando a Jesús que nos ampare a todos, os dejo con un hasta pronto.
La voz de la médium enmudeció.
Conmovidos, observamos que en lo alto se apagaba una gran luz brillante.
Raúl Silva, con una breve plegaria, cerró la reunión.
Nos unimos a Clementino en el momento de despedirnos.
–Vuelvan cuando gusten –nos invitó gentilmente.
–Sí, sí, deseamos seguir aprendiendo.

Y unidos a nuestro orientador nos retiramos felices, como quien hubiera sorbido el agua viva de la paz en la copa de la alegría.

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

lunes, 27 de octubre de 2014

LA EMPATIA

Asistencia Fraterna

Manoel Philomeno de Miranda


Suely Caldas Schubert
Según el diccionario “Aurelio”, empatía quiere decir: sentir lo que se sentiría en el caso de que estuviese en la situación y circunstancia experimentadas por otra persona.
La palabra empatía viene de einfühlung; término usado por psicólogos alemanes, que significa, literalmente, “sentir dentro”. Es derivada del griego pathos que quiere decir sentimiento fuerte y profundo semejante al sufrimiento y teniendo como prefijo la preposición in.
Difiere de simpatía que exprime “sentir con”. La empatía es un estado de identificación más profundo de la personalidad, a tal punto en que una persona se sienta “dentro de la otra” personalidad. Es en esta identificación que el verdadero entendimiento entre las personas puede ocurrir.
El primer paso para que la persona alcance esa condición de empatía es la simpatía, o sea, sentir con. De esta forma, el Asistente Fraterno debe tener facilidad de simpatizar con las personas, de sentir con cada una los sufrimientos y dificultades que atraviesan, y, sentirse solidario.
La empatía denota un estado más avanzado y se puede decir que es la esencia del amor. Sólo aquel que ama al prójimo tiene la capacidad de “sentir dentro”, esto es, de filtrarse en el mundo de los sentimientos ajenos y captarles el mensaje silencioso, las llamadas, la búsqueda, y, en profunda donación, transmitir la palabra acertada, envuelta de ese amor desinteresado y tierno que trasciendo al entendimiento común.
Empatía es disposición para trascender las limitaciones del tiempo (“yo tengo tiempo para oírte”) y los propios contenidos emocionales, personales del asistente (“yo me pongo a su disposición y, en ese momento, usted es la persona más importante y sus problemas son el centro de mi interés”). Es aún la garantía de que el contenido de las declaraciones sea absolutamente sigilosas, pero más trágicas que sean, porque significa la verdad de quien habla, verdad esa muchas veces dolorosa, terrible o agresiva.
La persona empática es aquella que consigue, o se esfuerza para conseguir evitar que sus principios y valores interfieran en la declaración de quien habla, permitiendo que ésta sea integral, alcanzando, de esta forma, el objetivo del Asistente Fraterno, que es el de ofrecer espacio, tiempo, atención y amor fraternal para que el otro se libere, lo más posible, de sus contenidos emocionales negativos.
  
Alfredo Adler se expresa así sobre la empatía:
“La empatía ocurre en el momento en que un ser humano habla con el otro. Es imposible comprender a otro individuo si no fuese posible, al mismo tiempo, identificarse con él… Si buscamos el origen de esa capacidad de actuar y sentir como si fuésemos otra persona, iremos a encontrarla en la existencia de un sentimiento social innato. En realidad, ella es un sentimiento cósmico y un reflejo del encadenado de todo el cosmos que vive en nosotros. Es una característica inevitable del ser humano.”

La capacidad de empatizar denota madurez espiritual, que es progresivo y se desarrolla, cada vez más, exactamente proporcional a la medida en que la persona profundiza su disposición de amar al prójimo y, en último análisis, la vida en todas sus formidables expresiones.
La Doctrina Espírita abre perspectivas ilimitadas en esa área, invitando al individuo a ejercer la caridad plena, tal como señala la pregunta 886 de El Libro de los Espíritus, cuando los Instructores de la Vida Superior aleccionan que la verdadera caridad consiste en la benevolencia para con todos, indulgencia para con las imperfecciones ajenas y perdón de las ofensas.”

Para los servicios de Asistencia Fraterna el significado de empatía se amplía y se torna, realmente, en la capacidad de amar al prójimo, conforme la inolvidable enseñanza de Jesús, que sintetiza todo esto en plenitud: “Amar al prójimo como a sí mismo.”

AMOR FRATERNAL

martes, 27 de mayo de 2014

Regreso al mundo espiritual

El cielo y el infierno

Allan Kardec

Espíritus felices

El señor Sansón
El señor Sansón, antiguo miembro de la Sociedad Espirita de París, falleció el 21 de abril de 1862, al cabo de un año de crueles sufrimientos. Como preveía la muerte, había dirigido al presidente de la Sociedad una carta con el siguiente texto:
“Dado que mi alma puede separarse del cuerpo de un momento para otro, os reitero un pedido que os hice hace aproximadamente un año, en el sentido de que evoquéis a mi Espíritu a la mayor brevedad posible y siempre que lo juzguéis conveniente, a fin de que, en mi carácter de miembro bastante poco útil de nuestra Sociedad durante mi permanencia en la Tierra, pueda hacerle algún bien después de muerto. En esas evocaciones podré brindaros los medios para que estudiéis fase por fase las circunstancias que siguen a lo que el vulgo denomina muerte, y que para nosotros, espiritas, no es más que una transformación, conforme a los indescifrables designios de Dios, aunque siempre útil al objetivo que Él se propone."


(Sociedad Espirita de París, 25 de abril de 1862.)
1. Evocación.
  • Respuesta: Estoy cerca de vosotros, mis amigos.


3. Todo cuanto pueda ilustrarnos sobre el estado del mundo invisible, y que contribuya a que lo comprendamos, es para nosotros una gran enseñanza, pues la idea falsa que se tiene del mundo invisible conduce, la mayoría de las veces, a la incredulidad. No os sorprendan, por lo tanto, las preguntas que os haremos.
  • R. No me sorprenderé, y aguardo vuestras preguntas.

4. Habéis descripto con meridiana claridad la transición de la vida a la muerte. Habéis manifestado que en el momento en que el cuerpo exhala el último suspiro, la vida se quiebra y la visión del Espíritu se extingue. Ese momento, ¿está acompañado de alguna sensación penosa, dolorosa?
  • R. Sin duda, pues la vida es una serie continua de dolores, y la muerte es su complemento. De ahí que sea un desgarramiento violento, como si el Espíritu debiera realizar un esfuerzo sobrehumano para liberarse de su envoltura, esfuerzo que absorbe todo nuestro ser y le hace perder el conocimiento de lo que ocurre.

NOTA. Esta regla no se aplica a todos los casos. La experiencia ha demostrado que muchos Espíritus pierden el conocimiento antes de expirar, y que la separación se produce sin esfuerzo en aquellos que han alcanzado un cierto grado de desmaterialización.

5. ¿Sabéis si existen Espíritus para los cuales el momento de la muerte es más doloroso? Por ejemplo, ¿es más penoso para el materialista, es decir, para aquel que cree que en ese momento todo se acaba para él?
  • R. Eso es cierto, porque el Espíritu preparado ya ha olvidado el sufrimiento, o mejor dicho, ya se ha habituado a él, y la serenidad con que afronta la muerte le impide sufrir doblemente, porque sabe lo que le aguarda. El dolor moral es el más intenso, y su ausencia en ocasión de la muerte constituye un gran alivio. Aquel que no cree se asemeja al condenado a la pena capital, cuyo pensamiento sólo ve la cuchilla y lo desconocido. Existe similitud entre esa muerte y la del ateo.

6. ¿Hay materialistas tan empedernidos que creen seriamente, en ese momento supremo, que serán sumergidos en la nada?
  • R. No cabe duda de que algunos creen en la nada hasta el instante supremo. No obstante, en el momento de la separación, el Espíritu sufre un cambio profundo: la duda se apodera de él y lo atormenta, pues se pregunta qué va a ser de él. Quiere comprender algo, y no lo consigue. La separación no se completa sin esa impresión.


NOTA. En otra ocasión, un Espíritu nos hizo la siguiente descripción de la muerte de un incrédulo: “El incrédulo empedernido experimenta en los últimos instantes la angustia propia de esas pesadillas terribles en las que uno se ve al borde de un abismo, a punto de precipitarse en él. Se esfuerza en huir y no puede. Procura sostenerse de algo, pero no encuentra apoyo y siente que se desliza hacia las profundidades.
Quiere gritar, pero ni siquiera consigue articular un sonido. Entonces vemos que el moribundo se contorsiona, crispa las manos, suelta gritos ahogados, síntomas seguros de la pesadilla de la que es víctima.
En las pesadillas comunes, el despertar os libera de la desesperación, y os sentís aliviados al comprender que apenas soñabais. En cambio, la pesadilla de la muerte se prolonga a menudo por un largo tiempo, incluso durante años, y lo que hace más penosa aún la sensación para el Espíritu son las tinieblas en que se encuentra sumergido”.

7. Habéis manifestado que en el momento de la muerte ya no veíais, sino que presentíais. Es comprensible que ya no vieseis corporalmente. Sin embargo, antes de que se extinguiera la vida, ¿no entreveíais los resplandores del mundo de los Espíritus?
  • R. Eso es lo que dije anteriormente: el instante de la muerte confiere clarividencia al Espíritu. Los ojos dejan de ver, pero el Espíritu, que posee una visión mucho más profunda, descubre instantáneamente un mundo desconocido, y la verdad, que brilla de súbito, le da momentáneamente una inmensa alegría o una pena inexplicable, según el estado de su conciencia y el recuerdo de la vida transcurrida.


NOTA. Se trata del instante que precede a aquel en que el Espíritu pierde el conocimiento, lo que explica el empleo de la palabra momentáneamente, pues las mismas impresiones agradables o penosas se prolongan tras el despertar.

8. ¿Podríais decirnos qué os impresionó, qué visteis en el momento en que vuestros ojos se abrieron a la luz? ¿Podríais describirnos, si fuera posible, el aspecto de las cosas con que os encontrasteis?
  • R. Cuando pude volver en mí y ver lo que había delante de mi vista, quedé como deslumbrado, sin llegar a comprender, porque la lucidez no se recupera repentinamente. No obstante, Dios, que me dio una prueba de su inmensa bondad, permitió que yo recobrara las facultades. Me vi rodeado de numerosos y fieles amigos. Todos los Espíritus protectores que nos asisten estaban alrededor mío y sonreían. Una dicha incomparable los animaba, y yo también, fuerte y con buen ánimo, podía recorrer el espacio sin esfuerzo alguno. En cuanto a lo que vi, no hay cómo describirlo con el lenguaje humano.
  • Volveré más adelante para relataros más ampliamente mi ventura, sin trasponer, desde luego, el límite que Dios ha establecido. Sabed que la felicidad, tal como la entendéis, es una ficción.
  • Vivid sabiamente, santamente, conforme al espíritu de caridad y amor, y tendréis derecho a experimentar sensaciones que ni el más grande entre los poetas sería capaz de describir.



III

9. ¿Con qué aspecto se os han presentado los Espíritus? ¿Con la forma humana?
  • R. Así es, mi querido amigo. Los Espíritus nos enseñaron que en el otro mundo conservan la forma transitoria que poseían en la Tierra, y es verdad. Pero ¡qué diferencia entre la máquina deforme que se arrastra penosamente con su cortejo de pruebas, y la fluidez maravillosa del cuerpo de los Espíritus! La fealdad ya no existe, pues los rasgos han perdido la rudeza de la expresión que constituye la característica distintiva de la raza humana. Dios ha bendecido a esos cuerpos agradables que se mueven con la elegancia de la forma; el lenguaje tiene modulaciones intraducibles para vosotros, y la mirada revela la profundidad de las estrellas.
  • Procurad, mediante el pensamiento, imaginar lo que Dios puede hacer en su omnipotencia; Él, el arquitecto de los arquitectos, y os habréis formado una pálida idea de la forma de los Espíritus.


10. En cuanto a vos, ¿cómo os veis? ¿Os reconocéis con una forma definida y circunscrita, aunque sea fluídica? ¿Sentís que tenéis una cabeza, un tronco, brazos, piernas?
  • R. El Espíritu, dado que conserva la forma humana, aunque divinizada, idealizada, posee sin duda todos los miembros que mencionáis. Siento perfectamente las piernas y los dedos, pues podemos, conforme a nuestra voluntad, aparecer ante vosotros y estrecharos la mano. Estoy cerca de vosotros, y ya he estrechado la mano de todos mis amigos, sin que lo hayan notado. Nuestra condición fluídica nos permite estar en todas partes sin ocupar espacio alguno y sin provocaros sensaciones, si ese es nuestro deseo.
  • En este momento, tenéis las manos cruzadas, y yo he puesto mis manos entre las vuestras. Os digo, por ejemplo, que os estimo, pese a que mi cuerpo no ocupa espacio y que la luz lo atraviesa. Lo que denominaríais milagro, si pudierais verlo, sólo es para el Espíritu la acción continua de cada instante.
  • La visión de los Espíritus no tiene relación con la visión humana, del mismo modo que su cuerpo no tiene ninguna semejanza real; para ellos todo se transforma tanto en la esencia como en el conjunto. Os reitero que el Espíritu tiene una perspicacia divina que todo lo abarca, dado que puede incluso adivinar vuestro pensamiento.
  • También puede adoptar la forma que mejor le convenga para darse a conocer. Sin embargo, en ese aspecto, el Espíritu superior que concluyó sus pruebas prefiere la forma que le ha permitido acercarse a Dios.


11. Los Espíritus no tienen sexo. No obstante, como hasta pocos días atrás erais un hombre, deseamos saber si en vuestro nuevo estado tenéis más de la naturaleza masculina que de la femenina. Además, si lo mismo que ocurre en vuestro caso podría aplicarse a un Espíritu que haya dejado su cuerpo mucho tiempo atrás.
  • R. No tenemos motivo para ser de naturaleza masculina o femenina: los Espíritus no se reproducen. Dios los creó conforme a su voluntad, y si, según sus maravillosos designios, quiso que reencarnen sobre la Tierra, debió disponer la reproducción de las especies por medio del macho y la hembra. No obstante, debéis notar, sin que medien mayores explicaciones, que los Espíritus no pueden tener sexo.


NOTA. Siempre se ha dicho que los Espíritus no tienen sexo. Los sexos sólo son necesarios para la reproducción de los cuerpos.
Dado que los Espíritus no se reproducen, los sexos serían inútiles para ellos. Nuestra pregunta no tenía por finalidad la confirmación de ese hecho, sino saber, visto que el señor Sansón había desencarnado recientemente, qué impresiones conservaba de su estado terrenal. Los Espíritus purificados comprenden perfectamente su naturaleza, pero entre los Espíritus inferiores, que no se han desmaterializado, muchos son los que creen que todavía están en la Tierra, y conservan las mismas pasiones y los mismos deseos.
De ese modo, consideran que siguen siendo hombres o mujeres, lo que ha llevado a algunos a la suposición de que realmente tienen sexo. Algunas contradicciones en ese sentido provienen de los diferentes grados de adelanto de los Espíritus que se comunican.
El error no es de ellos, sino de quienes los interroga sin tomarse el trabajo de profundizar estas cuestiones.

12. ¿Qué opinión os merece nuestra sesión? ¿Su aspecto es el mismo de cuando estabais vivo? ¿Las personas tienen para vosotros la misma apariencia? ¿Es todo tan claro y tan nítido como antes?
  • R. Mucho más claro, porque puedo leer el pensamiento de todos vosotros. Me siento muy feliz con la impresión favorable que me causa la buena voluntad de todos los Espíritus aquí reunidos.
  • Deseo que esa misma comprensión pueda existir no sólo en París, en la reunión de todos los grupos, sino también en toda Francia, donde existen grupos que se separan y se envidian recíprocamente, dominados por Espíritus turbulentos que se complacen con el desorden, mientras que el espiritismo debe suscitar el desprecio completo y absoluto del yo.

13. Dijisteis que leéis nuestro pensamiento. ¿Podríais explicarnos cómo se produce esa transmisión del pensamiento?
  • R. Eso no es sencillo. Para describiros, para explicaros ese extraño prodigio de la visión de los Espíritus, sería preciso echar mano de todo un arsenal de elementos nuevos, a fin de que supierais tanto como nosotros; pero eso no sería posible, habida cuenta de que vuestras facultades están limitadas por la materia. ¡Paciencia! Progresad en bondad y lo lograréis. Actualmente sólo podéis disponer de lo que Dios os concede, con la esperanza de progresar incesantemente.
  • Más adelante seréis como nosotros. Así pues, procurad una muerte buena para saber mucho. La curiosidad, estímulo del hombre que reflexiona, os conduce tranquilamente hacia la muerte, y os reserva la satisfacción de todas vuestras curiosidades anteriores, presentes y futuras. Mientras aguardáis ese momento os diré lo siguiente, a fin de responder –aunque de modo incompleto– a vuestra pregunta: el aire que os rodea, impalpable como nosotros, transporta el carácter de vuestro pensamiento; el soplo que exhaláis es, por así decirlo, la página escrita por vuestras ideas, páginas leídas y comentadas por los Espíritus que constantemente se acercan a vosotros. Ellos son los mensajeros de una telegrafía divina a la que nada se le escapa.
Continuará...

AMOR FRATERNAL

sábado, 22 de marzo de 2014

Reuniones instructivas

El libro de los Mediumns

Allan Kardec

Capitulo XXIX: REUNIONES Y SOCIEDADES ESPÍRITAS

De las reuniones en general

327. Las reuniones instructivas tienen un carácter muy diferente, y como de ellas es de donde puede sacarse la verdadera enseñanza, insistiremos más sobre las condiciones que deben llenar.
La primera de todas, es el permanecer formales en toda la extensión de la palabra. Es preciso convencerse que los Espíritus a los cuales queremos dirigirnos son de una naturaleza enteramente especial; que no pudiéndose aliar lo sublime con lo trivial, ni el bien con el mal, si quieren obtener cosas buenas, es menester dirigirse a Espíritus buenos; pero no basta pedir buenos Espíritus; es menester condición expresa; estar en disposición propicia para que quieran venir; así, pues, los Espíritus superiores no irán a las asambleas de hombres ligeros y superficiales, como tampoco hubieran ido cuando vivían.
Una sociedad no es verdaderamente formal sino a condición de ocuparse de cosas útiles con exclusión de todas las otras; si aspira a obtener fenómenos extraordinarios por curiosidad o pasatiempo, los Espíritus que los producen podrán ir, pero los otros se alejarán. En una palabra, cualquiera que sea el carácter de una reunión, encontrará siempre Espíritus dispuestos a secundar sus tendencias. Una reunión formal se separa, pues, de su objeto si deja la enseñanza por la diversión. Las manifestaciones físicas como ya lo hemos dicho, tienen su utilidad; los que quieren ver, que vayan a las reuniones experimentales, y los que quieran comprender, que vayan a las reuniones de estudio; de este modo los unos y los otros podrán completar su instrucción espirita como en el estudio de la medicina los unos van a la clase y los otros a la clínica.

328. La instrucción espirita, no comprende sólo la enseñanza moral dada por los Espíritus, también el estudio de los hechos; ella incumbe la teoría de todos los fenómenos, la investigación de las causas, y como consecuencia, la confirmación de lo que es posible y de lo que no lo es; en una palabra, la observación de todo aquello que puede hacer adelantar a la ciencia. Así, pues, sería engañarse el creer que los hechos estén limitados a los fenómenos extraordinarios; que aquellos que hieren más los sentidos sean los únicos dignos de atención; se encuentran a cada paso en las comunicaciones inteligentes y que los hombres reunidos para el estudio no sabrían despreciar; estos hechos, que sería imposible enumerar, surgen de una multitud de circunstancias fortuitas; aunque menos ingeniosas, no dejan de tener interés para el observador que encuentre en ellas o la confirmación de un principio conocido, o la revelación de un principio nuevo que le hace penetrar más adelante en los misterios del mundo invisible; esto pertenece también a la filosofía.

329. Las reuniones de estudio son además de una inmensa utilidad para los médiums de manifestaciones inteligentes, sobre todo para aquellos que tienen deseo formal de perfeccionarse y que no van a ellas con una vana presunción de infabilidad. Uno de los grandes escollos de la mediumnidad, es como lo hemos dicho ya, la obsesión y la fascinación; pueden, pues, hacerse ilusión de muy buena fe sobre el mérito de lo que ellos obtienen, y se concibe que los Espíritus mentirosos encuentran el camino expedito cuando tienen que habérselas con un ciego; por esto alejan a su médium de toda comprobación; que también le hace tomar aversión a cualquiera que pueda ilustrarle; a favor del aislamiento y de la fascinación, pueden a su gusto hacerle aceptar todo lo que quieren.
No nos cansaremos de repetirlo; aquí está no sólo el escollo sino el peligro; sí, lo decimos, un verdadero peligro. El sólo medio de librarse de él, es la comprobación de personas desinteresadas y benévolas que juzgando la comunicaciones con sangre fría e imparcialidad, pueden abrirle los ojos y hacerle ver lo que él no puede por sí solo. Así, pues, todo médium que teme este juicio está ya en el camino de la obsesión; el que cree que la luz sólo se ha hecho para él, está completamente bajo el yugo; si toma a mal las observaciones, si las rechaza, si le irritan, no puede quedar duda sobre la mala naturaleza del Espíritu que le asiste.
Lo hemos dicho, a un médium pueden faltarle los conocimientos necesarios para comprender los errores; puede dejarse engañar por grandes palabras y por un lenguaje pretencioso, ser seducido por los sofismas y esto con toda la buena fe del mundo; por esto, en defecto de sus propias luces, debe modestamente buscar el recurso de otros, según estos dos adagios que cuatro ojos ven más que dos y que uno nunca puede ser juez de su propia causa. A este punto de vista las reuniones son para el médium de una grande utilidad si es bastante sensato para escuchar las amonestaciones, porque allí se encontrarán personas más ilustradas que él, que observarán las diferencias a menudo muy delicadas por donde el Espíritu hace traición a su inferioridad.
Todo médium que desee sinceramente no ser juguete de la mentira, debe, pues, buscar producir en las reuniones formales y llevar a ellas lo que obtenga en particular; aceptar con reconocimiento y solicitar del mismo modo el examen crítico de las comunicaciones que recibe; si es objeto de Espíritus mentirosos, es el medio más seguro de desembarazarse de ellos probándoles que no pueden engañarle. Por lo demás, el médium que se irrita de la crítica es con tan poco fundamento como que su amor propio no debe resentirse por nada, puesto que lo que él dice no es suyo, y que no es más responsable que si leyera los versos de un mal poeta.

Hemos insistido sobre este punto, porque si este es un escollo para los médiums, lo es también para las reuniones a las cuales conviene no conceder confianza ligeramente a todos los intérpretes de los Espíritus. El concurso de todo médium obseso o fascinado les sería más pernicioso que útil; no deben, pues, aceptarle.
Creemos haber entrado en los desarrollos suficientes para que les sea imposible engañarse sobre los caracteres de la obsesión, si el mismo médium no puede conocerla; uno de los más marcados es, sin contradicción, la pretensión de tener sólo la razón contra la de todo el mundo. Los médiums obsesos que no quieren convenir en que lo están, se parecen a aquellos enfermos que se hacen ilusión sobre su salud y se pierden por no querer someterse a un régimen saludable.

330. Lo que debe proponerse una reunión formal es separar a los Espíritus mentirosos; estaría en error si se creyese al abrigo por su objeto y por la cualidad de sus médiums; no lo alcanzará hasta que ella misma se halle en condiciones favorables.
Para comprender bien lo que pasa en esta circunstancia, rogamos que se atienda a lo que hemos dichos anteriormente, (número 231) sobre la influencia del centro. Es menester representarse a cada individuo como rodeado de cierto número de acólitos invisibles que se identifican con su carácter, sus gustos y sus inclinaciones; pues toda persona que entra en una reunión lleva con ella Espíritus que le son simpáticos. Según su número y su naturaleza, estos acólitos pueden ejercer sobre la asamblea y sobre las comunicaciones una influencia buena o mala. Una reunión perfecta sería aquella en que todos sus miembros, animados por un mismo amor al bien, solo llevasen consigo buenos Espíritus; falta de la perfección, la mejor será aquella en que el bien supere al mal. Esto es demasiado lógico para que sea necesario insistir en ello.

331. Una reunión es un ser colectivo cuyas cualidades y propiedades son la resultante de todas las de sus miembros, y forman como un manojo; así, pues, este manojo tendrá tanta más fuerza cuanto más homogéneo sea. Si se ha comprendido bien lo que se ha dicho (núm. 282, pregunta 5ª) sobre la manera que los Espíritus son advertidos de nuestro llamamiento, se comprenderá fácilmente el poder de la asociación del pensamiento de los asistentes. Si el Espíritu es de algún modo herido por el pensamiento como nosotros lo somos por la voz, uniéndose veinte personas con la misma intención, necesariamente tendrán más fuerza que una sola; pero para que todos estos pensamientos concurran a un mismo fin, es menester que vibren unísonos; que se confundan por decirlo así, en uno solo; lo que no puede tener lugar sin el recogimiento.
Por otra parte, llegando el Espíritu a un centro simpático, está más a gusto; no encontrando allí sino amigos va con más voluntad y está mejor dispuesto a contestar. El que haya seguido con alguna atención las manifestaciones espiritistas inteligentes se habrá podido convencer de esta verdad. Si los pensamientos son divergentes, resulta un choque de ideas desagradables para el Espíritu, y de consiguiente pernicioso para la manifestación. Lo mismo sucede con un hombre que debe hablar en una asamblea; si siente que todos los pensamientos le son simpáticos y benévolos, la impresión que de ello recibe obra sobre sus propias ideas y le dan más verbosidad; la unanimidad de este concurso ejerce sobre él una especie de acción magnética que duplica sus medios, mientras que la indiferencia o la hostilidad le turba y le paraliza; así es que los actores están electrizados por los aplausos; luego los Espíritus mucho más impresionables que los humanos deben sentir aun mucho mejor la influencia del centro.
Toda reunión Espiritista debe, pues, procurar la mayor homogeneidad posible; bien entendido que hablamos de aquellas que quieren llegar a resultados formales y verdaderamente útiles; si se quieren obtener simplemente comunicaciones, aun cuando sea sin reparar en la cualidad de aquellos que las dan, es evidente que todas estas precauciones no son necesarias, pero en tal caso no hay que quejarse tampoco de la cualidad del producto.

332. El recogimiento y la comunión de pensamientos, siendo las condiciones esenciales de toda reunión formal, se comprende que el número demasiado crecido de los asistentes, debe ser una de las causas más contrarias a la homogeneidad. Ciertamente no hay ningún límite absoluto para este número, y se concibe que cien personas, suficientemente recogidas y atentas, estarán en menores condiciones que diez que estuviesen distraídas y en desorden; pero también es evidente que cuanto más grande es el número, más difícil es que las condiciones tengan efecto. Es un hecho probado por la experiencia que los pequeños grupos íntimos están siempre más favorecidos por hermosas comunicaciones, y es por los motivos que hemos explicado.

333. Hay también otro punto que no es menos necesario: la regularidad de las reuniones. En todas hay siempre Espíritus que podrían llamarse los acostumbrados a la asistencia, y no se entienda por esto que queremos decir que estos Espíritus se encuentran por todo y se mezclan en todo; estos son ya Espíritus protectores, ya aquellos a quienes se pregunta más a menudo. No debe creerse que estos Espíritus no tengan otra cosa que hacer que escucharnos; tienen sus ocupaciones y también pueden encontrarse en condiciones poco favorables para ser evocados.
Cuando las reuniones tienen lugar en día y hora fijas se disponen en consecuencia, y es raro que falten. Los hay también que llevan la puntualidad hasta el exceso; se formalizan si se retardan un cuarto de hora, y si ellos mismos señalan el momento de una conversación, se les llamaría en vano algunos minutos más pronto.
Sin embargo, añadamos que aun cuando los Espíritus prefieren la regularidad, los que verdaderamente son superiores, no son meticulosos sobre este punto. La exigencia de una puntualidad rigurosa es una señal de inferioridad, como todo lo que es pueril. Fuera de las horas consagradas sin duda pueden venir, y aun vienen con gusto si el objeto es útil; pero nada es más pernicioso para las buenas comunicaciones que el llamarles a diestro y siniestro, cuando se apodera de nosotros la fantasía y sobre todo sin motivo formal; como no están obligados a someterse a nuestros caprichos, podría ser muy bien que no quisieran incomodarse, y entonces es cuando sobre todo otros pueden tomar su puesto y su nombre.

AMOR FRATERNAL