martes, 3 de noviembre de 2015

Las relaciones familiares

Constelación familiar
Divaldo Franco - Joanna de Ângelis

Dado que el hogar, es fundamentalmente, la representación minúscula de la sociedad, su célula inicial, es razonable que esté constituido de forma tal que se prolongue con naturalidad a través del grupo social en dirección a toda la humanidad.

Los hábitos adquiridos en el hogar tendrán un carácter permanente, porque se fijarán en el comportamiento de los educandos, dando lugar a comportamientos felices o conflictivos.
Ciertamente, debido a los diferentes tipos humanos que existen en todas partes, siempre habrá enfrentamientos entre las diferentes personas, ya sea en la intimidad doméstica o fuera de ella.No obstante, la buena formación moral se sobrepondrá en detrimento de los incidentes de menor importancia.
De eso modo, la constelación familiar debe estar formada por sentimientos de afectividad sin sentimentalismo exagerado, y de disciplina sin rigidez.

Observar a cada hijo con atención, a fin de descubrir el nivel espiritual en el que se encuentra, sus aspiraciones y posibilidades, es un deber impostergable de los padres, que no puede ser transferido a empleados remunerados. Del mismo modo, la convivencia maternal, en contacto frecuente con los hijos desde su nacimiento, contribuirá para darles seguridad emocional y alegría de vivir.
Se ha comprobado que en la psicogénesis de muchos trastornos depresivos de la infancia se encuentra la ausencia de la madre, esto es de su cariño, de su contacto físico, que deja la impresión del abandono, y se convierte en amargura inconsciente en el niño, que al verse desamparado, cae en una profunda melancolía. El regreso de la madre, el apoyo del regazo afectuoso producen una inmediata alteración de la conducta afectiva, que beneficia al infante con la recuperación de la salud, con la alegría de vivir.

El hogar no es solamente el lugar de los deberes, sino también del placer, de la alegría de convivir y sentir la familia, de experimentar júbilos y programar festejos que puedan favorecer las buenas relaciones sociales.
Por eso mismo, es justo que en él reine un clima emocional agradable, de equilibrio, en vez de ser un lugar donde las quejas y los reclamos se hacen normales, de tal manera que el ambiente esté siempre contaminado de malhumor y de pesimismo.
Incluso si hay dificultades y problemas, lo cual es perfectamente normal, estos deben ser examinados con naturalidad, sin llegar a los extremos de la rebeldía o los ocultamientos para disfrazarlos, dando una falsa idea de que todo está bien. Cuando los hábitos de confianza y de lealtad en la convivencia doméstica no se producen, la familia comienza a desorganizarse y avanza hacia su desintegración. Es imprescindible, por lo tanto, antes de que esto ocurra, que todos los miembros estén informados de los acontecimientos que tienen lugar en el nido familiar, para que todos unidos contribuyan, de acuerdo a sus posibilidades, a solucionar las dificultades y ampliar los buenos resultados del trabajo desarrollado.

Los niños, en razón de la falta de experiencia, no deberán participar de los debates mas graves de la convivencia familiar, lo que no significa desconsideración por ellos, sino el cuidado normal que merecen, evitándoles temores injustificables antes de que dispongan de las condiciones adecuadas para el buen entendimiento.
Por los tanto, la camaradería en el hogar es esencial para una convivencia feliz.

Cuando el hogar esta desprovisto de los valores de la alegría, del bienestar, del respeto recíproco, se trata de buscar fuera de él, en ambientes poco saludables, los estímulos necesarios para la propia existencia. Al no saber discernir aún, los educandos son permeables a los acontecimientos y costumbres del lugar, aprendiendo a convivir con ellos, adaptándose a los mismos y eligiéndolos. Lo que no encuentran en su casa y perciben afuera de ella los atrae, los motiva y despiertan su interés.

Se excluyen en este capítulo, las célebres prohibiciones, casi todas irracionales.
Los adultos, impacientes e inmaduros, optan por no explicar las razones por las que determinados comportamientos son buenos y otros son malos, y establecen reglas de prohibiciones que despiertan la curiosidad y el deseo de conocerlos, por creer que encierran un contenido mágico y fascinante.
La orientación correcta con respecto al comportamiento y las explicaciones oportunas en torno de los prejuicios que surgen de algunos de ellos, eliminan del imaginario infantil aquella atracción perturbadora sin traumas, y auxilian al entendimiento de los valores que constituyen el bienestar, así como de aquellos que conducen al sufrimiento, a los estados de ansiedad y de amargura.

El diálogo franco y abierto en torno de todos los temas es siempre la solución de las incógnitas y el amigo de buen entendimiento entre las personas en el hogar, en el trabajo, en la calle, en la sociedad...

Sin embargo, no siempre todo será color de rosa, porque los padres, por más abnegados que sean, también padecen conflictos, incertidumbres y frustraciones que no consiguen superar.
Los hijos, a su vez, deben entender esa circunstancia y procurar auxiliar a los padres en esos momentos de alboroto, demostrándoles afecto y cariño, sentimientos de apoyo y gratitud, liberándose al mismo tiempo de cualquier conflicto que pueda surgir.
Ese intercambio saludable proporciona seguridad emocional a los diversos miembros de la familia, porque de esa manera se sienten participes de todo cuanto acontece en el seno de la familia, pues su contribución, por pequeña que sea, adquiere importancia y valor.




Más tarde, las experiencias que se van acumulando en las relaciones domésticas serán automáticamente transferidas hacia la convivencia fuera del hogar, donde las luchas son más severas y la ausencia de parámetros de afectos contribuya para definir en torno de aquellos que deben ser elegidos como amigos, así como de los que pasarán a ser apenas conocidos, merecedores de consideración, pero no de confianza o de intimidad.
En ese ambiente de entendimientos familiar, todos se auxilian recíprocamente, en las actividades domésticas, en los trabajos escolares, en las preocupaciones de orden económico, tratando de evitar siempre la exageración de gastos y de consumismo, que son siempre perturbadores y responsables por situaciones angustiosas con relación al futuro.

La conciencia colectiva en la familia es el resultado de la participación de todos sus miembros en los acontecimientos diarios, y hace posible el trabajo general y ordenado de preservación del afecto y de sustento del respeto.

Sin embargo, cuando algún miembro de la familia no consigue ajustarse al programa general, lo que siempre sucede, en vez de ser expulsado del grupo, es conveniente considerarlo como alguien necesitado de comprensión y no como un portador de impedimentos, evitando de esta manera la antipatía o la animosidad, sean ocultas o declaradas.

Dado que la familia esta formada por espíritus de diversas procedencias, algunos de los cuales son cobradores de deudas anteriores, es comprensible que se manifiesten con irritabilidad, constante insatisfacción, agresividad o reacciones a los planes de entendimiento colectivo. Este siempre será un miembro creador de problemas, el quejoso, el condenado, el rebelde...Frágil espiritualmente, corre el peligro de caer en fuga a través de las drogas, o el alcohol, y en su inseguridad, se puede iniciar en el robo, como recurso psicológico para llamar la atención.



Entonces se convierte en un verdadero desafío familiar, que debe ser tenido en consideración, puesto que es una representación minúscula en relación a lo que se encontrará multiplicado en la sociedad fuera del hogar, que exigirá un comportamiento equilibrado y desafiante.

Por lo tanto, la familia es la célula primordial del grupo social, el reducto donde se forjan los sentimientos y las capacidades para las relaciones humanas en todas partes. 
Mantener, de ese modo, una convivencia agradable y lozana, es la regla para proceder bien en el hogar, con miras a los enfrentamientos colectivos en el futuro.



AMOR FRATERNAL

sábado, 24 de octubre de 2015

Adquisición de la Conciencia

Momentos de Salud y de Conciencia
Divaldo Franco - Juana de Ângelis

En el momento de concientización, es decir, en el instante a partir del cual consigues discernir con acierto, usando como parámetro el equilibrio, alcanzas un nivel elevado en la condición de ser humano.
Efecto natural del proceso evolutivo, esa conquista te permitirá determinar el valor de factores profundos, tales como el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, el deber y la irresponsabilidad, la dignidad y la humillación, la nobleza y la vulgaridad, lo lícito y lo irregular, la libertad y el libertinaje.

Al trabajar con datos no palpables, sabrás seleccionar los fenómenos de la existencia y los acontecimientos, para que tus formas de seguridad sean aquellas que proporcionan bienestar, armonía, progreso moral, tranquilidad...
Esa conciencia no es de naturaleza intelectual ni una actividad de los mecanismos cerebrales, sino la fuerza que los impulsa, porque ha nacido con las experiencia evolutivas, exteriorizándose en forma de acciones.
La encontramos en personas incultas intelectualmente, y ausente en otras que son portadoras de conocimientos académicos.

Si analizamos la conducta de un especialista en problemas respiratorios,que conoce intelectualmente los daños provocados por el tabaco, por el alcohol y otras drogas adictivas, y que a pesar de eso utiliza alguno de dichos flagelos, significa que aún no logro la conquista de su conciencia. Sus datos culturales son tan frágiles que no dispone de valor para fomentar en sí mismo una conducta saludable.

Por extensión, la persona que comete un crimen del aborto -bajo falsos argumentos legales o reclamando derechos que cree poseer-, así como todos aquellos que los promueven o ejecutan, incurren en la misma falta de conciencia, pues se comportan bajo la acción del instinto y, a veces, de la astucia y la comodidad disfrazadas de inteligencia.
Otros individuos, a pesar de que no tienen conocimiento intelectual, poseen lucidez para actuar ante los desafíos de la existencia, y eligen el comportamiento no agresivo y digno, incluso con la contribución del sacrificio.

La conciencia puede ser entrenada mediante ejercicios de los valores morales elevados, que tienen por objetivo el bien del prójimo y, por consiguiente, el bien propio.

El esfuerzo para adquirir hábitos saludables conduce a la concientización de los deberes y de las responsabilidades pertinentes a la vida.
Heredero de sí mismo, de las experiencias pasadas, el ser evoluciona por etapas en las que adquiere nuevos recursos, corrige errores anteriores y suma conquistas. Jamás retrocede en ese proceso, aunque reencarne entre las paredes de enfermedades que limitan el cuerpo, la mente o la emoción, generando tormentos. Los logros evolutivos permanecen adormecidos hasta que en futuros proyectos se manifiestan con lucidez.

La adquisición de la conciencia es el desafío de la vida que merece examen, consideración y trabajo.




Tu existencia terrena puede ser considerada una empresa que debes dirigir en forma segura, lo mas cuidadosamente posible.

Tendrás que trabajar con algunos datos concretos y con otros más abstractos en el área de la programación de actividades, a fin de alcanzar el éxito. El empeño y la dedicación se transformarán en mecanismos para obtener ganancias, a los que siempre podrás recurrir durante las situaciones difíciles.
Algunas breves reglas te ayudarán en el desempeño de tu emprendimientos:

    Administra tus conflictos. El conflicto psicológico es inherente a la naturaleza humana, y todos lo sufren.
    Evita elegir hombres-modelo para seguir. Ellos también son vulnerables a las mismas presiones que tú experimentas y, a veces, se comprometen, lo que en modo alguno debe constituir una falta de estímulo para ti.
    Concédete una mayor dosis de confianza en tus valores, dignificándote con el esfuerzo para mejorar siempre y sin desánimo. Si te equivocas, vuelve a intentarlo; y si aciertas, sigue adelante.
    No evites enfrentar los problemas usando expedientes falsos, comprometedores, que te sorprenderán más tarde con dependencias infelices.
    Reacciona contra la depresión, trabajando sin auto-compasión ni comodismo perezoso.
   Ten en mente que tus problemas no son los peores; tienen el peso y el volumen que tú les atribuyes.
    Libérate de la queja pesimista y medita más en las fórmulas para preservar y producir.
    Nunca cedas espacio a la hora vacía, que se llena de tedio, malestar y turbación.
    Lo que hagas, hazlo bien, con dedicación.
   Recuerda que eres humano, que el proceso de concientización es lento, y que adquirirás seguridad y lucidez a través de la acción continua.



Interesado en descifrar los enigmas del comportamiento humano, Allan Kardec indagó a los Benefactores y Guías de la Humanidad, según se lee en El libro de los Espíritus, párrafo 621:

-¿Dónde está escrita la ley de Dios?
- En la conciencia. - Respondieron con sabiduría.

La conciencia es el nivel elevado al que debes acceder a fin de avanzar rumbo a la angelitud.


Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL













jueves, 22 de octubre de 2015

LOS PADRES

Constelación Familiar

Divaldo Franco - Joanna de Ângelis

Los padres


Una constelación familiar está compuesta por espíritus afines, ya sea por las realizaciones nobles del amor o por los graves compromisos perturbadores a los que se vincularon en otras existencias. De todos modos, esta unión puede organizarse con otros espíritus que se postulan al cariño, como ensayo para ampliar sentimientos afectivos en torno de la sociedad en general, para organizar la sociedad universal...
A los padres les cabe la importante y laboriosa tarea de prepararse a sí mismos para el sublime cometido, gracias al cual se desarrollan, en un incesante crecimiento, los valores intelecto-morales, preparándolos para las inestimables conquistas de la paz y de la felicidad que anhelan.
Comprometidos antes del renacimiento, a causa de los deberes impostergables, los espíritus que conformarán el grupo familiar asumen responsabilidades frente a la futura descendencia, al elaborar planes y proyectos que se deberán ejecutar cuando se encuentren en la organización carnal, de modo de cumplir con la imposición evolutiva.

Consultados los mapas de las responsabilidades personales, los guías espirituales les presentan a aquellos que habrán de ser sus hijos, con cuya convivencia desarrollarán los sentimientos de amor y propondrán las pautas para el proceso de crecimiento espiritual, en el cual todos deberán alcanzar las metas que persiguen.
Por tanto, preparados por anticipado, esos futuros padres diseñan los programas de auto-iluminación, de responsabilidad frente a la vida, que les permite ejercitar la paciencia y el amor para el éxito de la empresa, y tomar conciencia de las altas responsabilidades que habrán de asumir.
Reencarnados, avanzan a veces por caminos diferentes hasta el momento del reencuentro, cuando se identifican afectivamente, vinculándose para llevar a cabo la unión conyugal indispensable para la organización de la familia.

No siempre, sin embargo, los planes cuidadosamente elaborados pueden desarrollarse conforme sería lo ideal, dentro de la programación establecida, debido a la precipitación emocional y al desajuste psicológico, como consecuencia del ímpetu y la inmadurez sexual, que invariablemente se transforma en conflicto e insatisfacción.
En ese caso, los arrebatos de la pasión consumen los mejores sentimientos, empujando a la pareja hacia un futuro tedioso en la relación o hacia la agresividad como fruto de la saturación y del despertar de los nuevos apetitos...
Para evitar los dramas de esa naturaleza es indispensable que haya una conciencia de responsabilidad en el uso del sexo, cuyo objetivo primordial es la procreación, además de las bendiciones que derivan de la verdadera unión de los individuos que se renuevan mediante las hormonas que fluyen del vínculo matrimonial, tanto las de naturaleza fisiológica, como aquellas otras que conducen cargas emocionales que los equilibran y pacifican.

Por los tanto, la paternidad como la maternidad, debe ser responsable, consciente del significado de la unión, a fin de que sean evitados los recursos dañinos del aborto provocado y de sus lamentables trastornos de graves consecuencias.
El aborto jamás resuelve o suprime los errores cometidos por imprevisión, puesto que da lugar al crimen del niño por nacer, que agrava el proceso evolutivo de aquel que lo comete.
La madurez psicológica, que se expresa a través de la conciencia del deber y de la adquisición de un trabajo digno que otorga seguridad a la descendencia, se convierte en una necesidad, incluso antes de que se asuma el compromiso familiar.

La vida no se improvisa, toda ella es una obra de organización superior que debe ser llevada adelante con seriedad y seguridad.
De ese modo, la disciplina moral en la conducta de la pareja - conyúgues o no - es un factor de relevante significado para la organización familiar, al proporcionar la identificación de sentimientos entre los miembros que la constituirán.

Por eso el amor es fundamental para una legítima relación afectiva, y nunca puede ser descartado ni sustituido por los desvíos del comportamiento o fraude moral, que involucren a uno u otro miembro de la pareja.

Desde el momento del nacimiento de un hijo, los padres son invitados por la vida a un cambio en los objetivos existenciales.
Al principio, cuando se preparaban para el placer, para el disfrute de las alegrías de la vida en común, todo era divertido y cordial, pero con la llegada del hijito un natural cambio de conducta debe tomar el lugar de las aspiraciones vigentes, porque a partir de entonces, la responsabilidad para con el de la propia carne se vuelve primordial.
Los cuidados que el recién nacido exige alteran completamente los hábitos mantenidos hasta entonces, proponiendo nuevas conductas y actividades, en las cuales la renuncia personal comienza a imponerse en beneficio del ser frágil y en desarrollo, que espera apoyo y orientación de sus padres.
A partir de allí, los placeres personales se convierten en deberes para con el hijito, transformándose en una felicidad, en una infinita satisfacción de cuidarlo y darle la asistencia emocional y moral que necesita, en la condición de avecilla sin plumas que requiere tiempo para comenzar su propio vuelo...

La conducta de los padres en su relación mejora de manera equivalente, porque educar en un ofrecer ejemplos, dado que el educando copia con más facilidad las lecciones vivas que le son presentadas, antes que las teorías con es informado.
Si los ejemplos en el hogar son fecundos en amor, respeto y paciencia, los hijos se tornan afables, dignos y gentiles, a excepción de aquellos que son portadores de trastornos de conducta o víctimas de fenómenos teratológicos (1), debido a la necesaria imposición expiatoria.
Incluso en esos casos, las vibraciones que derivan de la conducta de los padres contribuyen en gran medida para la paz y el equilibrio de esos espíritus que se encuentran en lucha de sublimación en el crisol de las impostergables reparaciones.

La capacidad de repartir el amor, cuando la descendencia se multiplica, es otro deber del que los padres deberán tomar conciencia, para evitar situaciones de conflictos por celos reales o no, a través de atenciones especiales con relación a unos en detrimentos de otros, porque todos proceden de la misma cadena genética.
Se sabe que muchos espíritus que renacen en el mismo hogar, no siempre son acreedores del mismo afecto, no obstante, esa es la oportunidad de unión y de reparación, para armonizar los sentimientos en un mismo tono vibratorio de simpatía.

Desdichadamente, la falta de madurez psicológica de muchos adultos que se convierten en padres, los conduce a comportamientos infantiles, intentando mantener los mismos hábitos que tenían antes de tener hijos.
Si consideramos los modernos modelos de tolerancia para con las conductas morales permisivas, esos adultos lamentan no poder disfrutar de los engañosos placeres, al ignorar las nuevas responsabilidades, a fin de mantenerse distantes de los deberes nuevos que les corresponde atender.
Piensan que convirtiéndose en proveedores de los recursos que mantienen el hogar, ya están demasiado sacrificados como para asumir nuevos compromisos y renuncias.
Prosiguen en las actitudes irresponsables que tuvieron con anterioridad o transfieren sus frustraciones hacia los hijos, ofreciéndoles bienestares inadecuados, empujándolos a asumir compromisos livianos y frívolos, vinculados mas a los placeres sensoriales, sin los correspondientes deberes para con el desarrollo de la inteligencia, de la moral, de la salud mental.

Muchas madres transmiten a sus hijas, aún pequeñas, sus angustias y frustraciones, convirtiéndolas en modelos infantiles que imitan a los adultos, robandoles la infancia, alejándolas de las benditas oportunidades de vivir en forma conveniente a la construcción de valores significativos, anticipándoles el desarrollo de la sensualidad, del erotismo, de la falta de respeto por el cuerpo y la vida...

Padres varones inescrupulosos inician a sus hijos en los vicios que les engalanan la personalidad, desde temprana edad, induciéndolos al tabaco, al alcohol, a la agresividad, a la falta de respeto en el hogar y posteriormente en la sociedad.

Muchos otros, adornan a sus hijos como si fuesen objetos de exhibición, y de esa forma se muestran a sí mismos a través de ellos, al llamar la atención para una exhibición sin mayor preocupación con el carácter, con la realización íntima.

Los hijos son responsabilidades serias que no pueden ser descuidadas sin las correspondientes consecuencias.

Mientras no surja una conciencia doméstica fundamentada en el amor responsable y profundo, sin las sensibilidad de la inmadurez psicológica de los individuos desequilibrados, la familia sufrirá la atrofia de los valores morales, cayendo en la anarquía y en la insensatez que caracteriza a la sociedad contemporánea.

Por otro lado, la madurez sexual extemporánea, como resultado de las provocaciones pornográficas y del erotismo que va en aumento condice a los jóvenes a relaciones momentáneas, desprovistas de significado, a veces por curiosidad y en otros momentos por impulsos salvajes, que empujan a las jóvenes aún adolescentes y totalmente sin preparación hacia la maternidad, procreando sin conciencia para luego abandonar a los hijos, a semejanza de algunos animales que se liberan de las crías con total insensibilidad.
Esos huérfanos de padres vivos, incluso cuando son amparados por sus abuelos amargados, que en ellos se cobran la irresponsabilidad de los hijos, se desarrollan casi siempre sin afecto, relegados a planos secundarios, considerados cargas indeseables, que dificultarán la economía social con pesado tributo.

Rebeldes con la situación en la que se encuentran, se reúnen en bandas, en tribus, en grupos de excluidos, para aumentar los conflictos que estallan en las calles, en las comunidades, en el terrorismo, en la criminalidad desordenada...
Otros son recolectados por los traficantes de drogas que los utilizan como distribuidores de ese sórdido vehículo de descomposición moral y humana, copartícipes de la muerte anticipada,que se extiende por los antros escondidos o aparecen en los departamentos de lujo y de locura, arrebatando vidas...

El hogar, por tanto, cuando se pervierte, amenaza la estructura de la sociedad. 
El Hogar, no obstante, se sustenta en las bases vigorosas que son los padres, por cuanto de ellos depende su edificación o su derrumbe.
El decálogo mosaico aborda el mandamiento en el cual la Ley Divina impone el amor y el respeto al padre y a la madre, pero también pertenece al Soberano Código el mandato según el cual los padres deben esforzarse por merecer el respeto y el amor de sus hijos a traces de su conducta en relación a los mismos.










sábado, 10 de octubre de 2015

CONSTELACIÓN FAMILIAR

La escuela familiar

Libro: Constelación Familiar
Autor: Divaldo Franco (Médium) Joanna de Angelis (Espíritu)

La familia es el resultado de un largo proceso evolutivo del espíritu en la extensa trayectoria recorrida por medio de las sucesivas reencarnaciones.
Como resultado del instinto gregario que une a todos los animales, aves, reptiles y peces, en grupos que se auxilian y que dependen recíprocamente, en el ser humano alcanza un nivel relevante y de alta significación, debido a la conquista del razonamiento, de la conciencia.
De esa forma, la familia es el cimiento sobre el cual la sociedad se edifica, al convertirse en la primera escuela del espíritu, donde son perfeccionadas las facultades que liberan los recursos que duermen latentes.
La familia es la escuela de bendiciones donde se aprenden los deberes fundamentales para una vida feliz y sin cuyo apoyo terminan los ideales, desfallecen las aspiraciones, se marchitan las resistencias morales.
Cuando el individuo opta por la soledad, termina siendo portador de trastornos de conducta y de la emoción, con la excepción de los grandes místicos e investigadores de la ciencia, filósofos y artistas que abrazan los objetivos superiores como si fueran su familia.
La familia, organizada antes de la reencarnación, cuando son elegidos los futuros miembros que la conformarán o siendo el resultado de la precipitación sexual de muchos individuos, es siempre el santuario que no puede dejar de ser considerado sin tener en cuenta los graves prejuicios para quien perturbe su estructura.
El hogar es el taller permanente donde se templan los sentimientos y las emociones, dándoles la dirección correcta y la orientación segura para las acciones del futuro.
Por esta razón, no se vive en la familia ideal, en aquella en la cuál se desearía convivir con espíritus nobles y ricos de sabiduría, sino en el grupo donde son mejor atendidas las necesidades de la evolución.

Muchas veces, en el grupo domestico surgen las reminiscencias perturbadoras del Más Allá o de otras existencias, que deben ser trabajadas a través del cincel de la misericordia, de la tolerancia y de la compasión, a fin de que puedan ser archivadas como emociones diferentes y ennoblecidas, que contribuirán en favor del progreso de todos.
Fruto de la inspiración divina, la familia es la oportunidad superior del entendimiento y de la verdadera fraternidad, de donde surgirá el grupo mayor, equilibrado y rico de valores, que luego formará la sociedad.
Por ello, en los momentos en que la familia se desintegra bajo los golpes de la impiedad y de la agresión o se diluye debido a la ilusión adormecida por sus miembros o se desmorona en razón de la imprevisión, la sociedad sufre una gran opresión.
En el hogar se fomentan y desarrollan los recursos de la compresión humana o los de la agresividad y el resentimiento contra los demás seres humanos.
La constelación familiar no es una aventura al país engañoso del placer y de la fantasía, sino una experiencia profunda, que otorga la verdadera comprensión de la finalidad de la existencia terrenal con los ojos puestos en el futuro de la humanidad.

Campo experimental de luchas íntimas y externas, constituye la inusual oportunidad para que el espíritu se entrene en los emprendimientos personales, sin perder el contacto con la realidad externa y con las demás personas.
Incluso cuando no se corresponde con las expectativas personales, a causa del reencuentro con los adversarios o con temperamentos poco amistosos, en el hogar se adquiere la necesaria filosofía de vida para conducirse con equilibrio durante toda la existencia.
El ejercicio de la paciencia dentro del clan familiar es una contribución muy valiosa para alcanzar la experiencia de iluminación, porque si aquellos con los cuales se convive se convierten en seres difíciles de ser amados, generando dificultades emocionales que se originan continuamente, ¿como se puede experimentar amor en relación a personas con las cuales no se tiene vínculo ninguno, sino por la pasión o los sentimientos de intereses pasajeros?
En el hogar, donde se es conocido y es muy difícil ocultar las heridas interiores, son pulidas las imperfecciones en continuas dificultades que no deben caer en las luchas de la indiferencia o del odio, de los celos o de la rebeldía.

Aquel que hoy se presenta agresivo y cínico en el grupo doméstico, dando lugar a luchas perversas, se encuentra enfermo del alma, merece orientación y exige más paciencia.
Nadie se vuelve infeliz por simple placer, sino como consecuencia de muchos factores que le son desconocidos. El propio paciente ignora la perturbación de la que es portador, deteniéndose, invariablemente, en el tormento en que se debate, sin capacidad de discernimiento para evaluar los daños que produce en el grupo donde se encuentra, ni tiene la debida compresión de cuánto necesita para superarse y actuar correctamente.
Por eso mismo, se transforma en un desafío familiar, al ser el transmisor de altas cargas tóxicas de antipatía, de agresividad, de desequilibrio.
La constelación familiar recuerda el equilibrio que rige el Universo: los astros menores giran atraídos por la fuerza de los mayores, en el caso específico de las estrellas, los planetas, satélites y asteroides...En el tema que tratamos, son los padres las estrellas de primera magnitud cuya fuerza gravitacional se impone a los hijos, en la condición de planetas alrededor, así como de futuros satélites que girarán en su entorno bajo la atracción de los efectos, que son todos aquellos que se vinculan a los descendientes.
En los astros hay perfecta armonía debido a las leyes cósmicas que los mantienen en continuo equilibrio. No obstante, en la familia, en razón de los sentimientos, de las individualidades, de las experiencias pasadas, el fenómeno es muy diferente, puesto que el equilibrio oscila de acuerdo con el desarrollo ético-moral de cada uno, que se presenta conforme es y no como nos gustaría que fuese.
Por mas que sea combatida por los nuevos modelos de la locura que se extiende por al Tierra, la familia no desaparecerá del contexto social, en la condición de institución superada, porque el amor que siempre existirá en el hogar, núcleo de formación que es, para expandirse en dirección del colosal grupo humano.

Quien no consigue la capacidad de amar a aquellos con los cuales convive, difícilmente podrá amar a los que no conoce.
El combustible del amor se inflama con mayor potencia cuando es fortalecido por la convivencia emocional. En otras condiciones se trata sólo de una atracción física pasajera, de la libido exagerada que luego cede lugar al desencanto, al tedio, al desinterés.

Por lo tanto la familia es un núcleo de embellecimiento espiritual, que proporciona el aprendizaje de las relaciones futuras exitosas.
En el grupo animal, cuando los hijos adquieren la capacidad de conseguir alimento, los padres los abandonan; y excepcionalmente en algunas especies eso ocurre antes.
En el círculo humano de la familia es diferente: los lazos entre padres e hijos jamás se rompen, incluso cuando hay dificultades en la relación actual o que exige el traslado de los problemas a otras oportunidades en el futuro reencarnacionista, que se repite hasta la adquisición del equilibrio afectivo.
La Divina Ley establece que solamente a través del amor el espíritu encuentra la plenitud, y la familia es el lugar donde se perfecciona ese sentimiento, que se extiende en diversas expresiones de ternura, de abnegación, de afectos...
Con el entrenamiento doméstico el espíritu adquiere la capacidad de amar con mas amplitud, para alcanzar a la sociedad, que se le convierte entonces un familia universal.

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL












viernes, 28 de agosto de 2015

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

CAPÍTULO III
El Cielo


4. Las ideas del hombre están en proporción a lo que sabe, y, como todos los descubrimientos importantes, el de la constitución de los mundos debió dar a las ideas otra dirección: bajo el imperio de esos nuevos conocimientos, las creencias debieron modificarse. El cielo ha sido cambiado de sitio; la región de las estrellas, no teniendo límites, no puede ya servirle de mansión. ¿Dónde está, pues? A esta pregunta todas las religiones enmudecen.
El Espiritismo la resuelve demostrando el verdadero destino del hombre. Tomando por punto de partida la naturaleza de éste y los atributos de Dios, se llega a la conclusión de que, partiendo de lo conocido, se llega a lo desconocido por una deducción lógica, sin mencionar las observaciones directas que el Espiritismo permite hacer.
5. El hombre está compuesto de un cuerpo y de espíritu. El espíritu es el ser principal, el ser racional, el ser inteligente. El cuerpo es la envoltura material que viste temporalmente el espíritu para el cumplimiento de su misión en la Tierra y la ejecución del trabajo necesario para su adelanto.
El cuerpo gastado se destruye, y el espíritu sobrevive a su destrucción. Sin el espíritu, el cuerpo no es más que materia inerte, como un instrumento privado del brazo que le hace obrar; pero sin el cuerpo, el espíritu lo es todo: vida e inteligencia. Dejando el cuerpo, vuelve al mundo espiritual del cual salió para encarnarse. Hay, pues, el mundo corporal, compuesto de espíritus encarnados, y el mundo espiritual, formado por los espíritus desencarnados.
Los seres del mundo corporal, por el mismo hecho de tener una envoltura material, han de
residir en la Tierra o en otro planeta cualquiera. El mundo espiritual está en todas partes, alrededor nuestro y en el espacio, puesto que no tiene límites. En razón a la naturaleza fluídica de su envoltura, los seres que la componen, en lugar de arrastrarse penosamente por el suelo, traspasan las distancias con la rapidez del pensamiento. La muerte del cuerpo es la rotura de los lazos que los cautivaba.
6. Los espíritus son creados sencillos e ignorantes, pero con la oportunidad de adquirirlo todo y progresar, en virtud de su libre albedrío. A través del progreso adquieren nuevos conocimientos, nuevas facultades, nuevas percepciones, y como consecuencia, nuevos goces y comprenden lo que los espíritus atrasados no pueden ni oír, ni ver, ni sentir, ni comprender. La dicha está en proporción al progreso obtenido, de manera que, de dos espíritus, uno puede no ser tan feliz como el otro únicamente porque no está tan adelantado intelectual y moralmente, sin que deban estar cada uno en distinto sitio. Aunque ambos estén juntos, uno puede estar en tinieblas, mientras que todo puede ser resplandeciente para el otro; ocurre lo mismo entre un ciego y una persona que ve que se dan la mano: este último percibe la luz que no produce impresión alguna en el ciego. La dicha de los espíritus, siendo inherente a las cualidades que poseen, la toman en donde la encuentra, en la superficie de la Tierra, en medio de los encarnados o en el espacio.
Una comparación vulgar hará comprender aún mejor esta situación. En un concierto se encuentran dos hombres. El primero es un buen músico, con oído fino, el segundo sin conocimientos musicales y con poco oído. El primero experimenta una sensación muy agradable mientras que el segundo se queda insensible, porque el uno comprende y percibe lo que no produce impresión alguna en el otro. Así sucede con todos los goces de los espíritus: están en proporción de su aptitud para sentirlos. El mundo espiritual tiene en todas partes esplendores, armonías y sensaciones que los espíritus inferiores, todavía sometidos a la influencia de la materia, ni aún vislumbran, y sólo los espíritus purificados lo perciben.
7. El progreso de los espíritus es fruto de su propio trabajo, pero como son libres, trabajan para su adelanto con más o menos actividad o negligencia, según su voluntad. Adelantan o detienen así su progreso, y por consiguiente, su dicha. Mientras que unos adelantan rápidamente, otros se estacionan durante muchos siglos en rangos inferiores. Son, pues, los autores de su propia situación, feliz o desgraciada, según estas palabras de Cristo: “¡A cada uno según sus obras!” Todo espíritu que queda rezagado, sólo debe culparse a sí mismo, así como al que adelanta le corresponde el mérito de ello. La dicha, que es obra suya, tiene a sus ojos un gran precio.
La bienaventuranza suprema sólo es peculiar de los espíritus perfectos, es decir, de los espíritus puros. Sólo la alcanzan después de haber progresado en inteligencia y moralidad.
El progreso intelectual y el progreso moral rara vez marchan a la par, pero lo que el espíritu no hace en un tiempo, lo hace en otro, de manera que los dos progresos concluyen al llegar a un mismo nivel. Esta es la razón del por qué se ven frecuentemente hombres inteligentes e instruidos muy poco adelantados moralmente y viceversa.
8. La encarnación es necesaria para alcanzar tanto el progreso moral como el intelectual del espíritu. El progreso intelectual, a través de la actividad que tiene que desplegar en su trabajo. El progreso moral, mediante la necesidad que los hombres tienen los unos de los otros. La vida social es la piedra de toque de las buenas y de las malas cualidades. La bondad, la maldad, la dulzura, la violencia, la benevolencia, la caridad, el egoísmo, la avaricia, el orgullo, la humildad, la sinceridad, la franqueza, la lealtad, la mala fe, la hipocresía, en una palabra, todo lo que constituye el hombre de bien o el perverso, tiene por móvil, por objeto y por estimulante, las relaciones del hombre con sus semejantes. Para el hombre que viviera solo, no habría ni vicios ni virtudes: si por el aislamiento se preserva del mal, anula del mismo modo el bien.
9. Una sola existencia corporal es prácticamente insuficiente para que el espíritu pueda adquirir todo lo que le falta en bien y se deshaga de todo lo que es malo en él. El salvaje, por ejemplo, ¿podría quizá, en una sola encarnación, llegar al nivel moral e intelectual del hombre civilizado más adelantado? Esto es materialmente imposible. ¿Debe, pues, quedar eternamente en la ignorancia y la barbarie, y privado de los goces que sólo puede procurar el desarrollo de las facultades? El simple buen sentido rechaza tamaña suposición, que representaría, a la vez, la negación de la justicia y de la bondad de Dios y la de la ley progresiva de la Naturaleza. Por eso Dios, que es soberanamente justo y bueno, concede al espíritu todas las existencias necesarias para llegar al fin, que es la perfección.
En cada nueva existencia, el espíritu trae lo que ha adquirido en las precedentes, en aptitudes, conocimientos intuitivos, inteligencia y moralidad. Cada existencia es así un paso adelante en la vía del progreso.
La encarnación es inherente a la inferioridad de los espíritus: no es necesaria para aquellos
que traspasaron el límite y que progresan en el estado espiritual o en las existencias corporales de los mundos superiores, que nada tienen de la materialidad terrestre. La encarnación de estos seres superiores en mundos materializados es voluntaria, con el objeto de ejercer con los encarnados una acción más directa para el cumplimiento de la misión de la cual están encargados y por la cual deben estar cerca de ellos. Aceptan las vicisitudes y los padecimientos por abnegación.
10. En el intervalo de las existencias corporales, el espíritu vuelve, por un tiempo más o menos largo, al mundo espiritual, en el cual es feliz o desgraciado según el bien o el mal que hizo.
El estado espiritual es el estado normal del espíritu, ya que ese debe ser su estado definitivo, puesto que el cuerpo espiritual no muere, y el estado corporal sólo es transitorio y pasajero. En el estado espiritual, sobre todo, el espíritu recoge los frutos del progreso logrados por su trabajo realizado por la encarnación. También se prepara para nuevas luchas y toma las resoluciones que se esforzará en practicar a su vuelta a la Humanidad.
El espíritu progresa igualmente en la erraticidad. Allí adquiere conocimientos especiales que no podría lograr en la Tierra, y sus ideas se modifican. El estado corporal y el espiritual son para él el origen de dos géneros de progreso solidarios el uno con el otro, y por eso pasa alternativamente por estos dos modos de existencia.
11. La reencarnación puede verificarse en la Tierra o en otros mundos. Entre los mundos, hay unos más adelantados que otros donde la existencia se cumple en condiciones menos penosas que en la Tierra, física y moralmente. Pero en ellos sólo son admitidos los espíritus llegados a un grado de perfección acorde con el estado de aquellos mundos.
La vida en los mundos superiores es ya una recompensa porque allí no se sufren los males y
las vicisitudes con las cuales se lucha aquí en la Tierra. Los cuerpos, menos materiales, casi fluídicos, no están expuestos ni a las enfermedades ni a los accidentes, ni incluso a las
necesidades.
Estando excluidos de allí los malos espíritus, los hombres viven en paz, sin otro cuidado que el de su adelanto por el trabajo de la inteligencia. Allí impera la verdadera fraternidad porque no hay egoísmo, la verdadera libertad porque no hay orgullo, la verdadera igualdad porque no hay desórdenes que reprimir ni ambiciosos que quieran oprimir al débil. Estos mundos comparados con la Tierra son verdaderos paraísos; son etapas del camino del progreso que conduce al estado definitivo. La Tierra es un mundo inferior destinado a la depuración de los espíritus imperfectos, y ésta es la razón por la cual domina el mal, hasta que Dios quiera hacer de este planeta una mansión de espíritus más adelantados.
Así pues, el espíritu, progresando gradualmente a medida que se desarrolla, llega al apogeo
de la felicidad. Pero antes de haber alcanzado el punto culminante de la perfección, goza de una dicha en proporción con su adelanto, del mismo modo que el niño disfruta de los placeres de su edad infantil, más tarde de los la de juventud, y finalmente los más sólidos de la edad madura.
12. La felicidad de los espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que sería, como a menudo se ha dicho, una terna y fastidiosa inutilidad. La vida espiritual, en todos los grados, es, por el contrario, una actividad constante; pero una actividad exenta de fatigas.
La suprema dicha consiste en el goce de todos los esplendores de la Creación, que ninguna lengua humana podría expresar y que ni la imaginación más desarrollada podría concebir. Consiste en el conocimiento y la penetración de todas las cosas, en la carencia de todas las penas físicas y morales, en una satisfacción íntima, en una serenidad de alma que nada turba, en el amor puro que une todos los seres, resultado de ningún roce ni contacto con los malos, y, sobre todo, en la visión de Dios y en la contemplación de sus misterios revelados a los más dignos. Consiste también en las funciones, cuyo encargo es una dicha. Los espíritus puros son los mesías mensajeros de Dios para la transmisión y la ejecución de sus voluntades. Llevan a cabo las grandes misiones, presidiendo a la formación de los mundos y a la armonía general del Universo, cometido glorioso al cual se llega con la perfección. Los espíritus de rango más elevado son los únicos iniciados en los secretos de Dios, inspirándose en su pensamiento, puesto que son sus representantes directos.
13. Las tribulaciones de los espíritus son proporcionadas a su adelanto, las luces que poseen, sus capacidades, su experiencia y al grado de confianza que inspiran al soberano Señor.
Allí no existen los privilegios ni los favores que no sean premio del mérito: todo está medido con el peso de la justicia divina. Las misiones más importantes sólo son confiadas a los que Dios reconoce como capaces de llevarlas a cabo e incapaces de faltar a ellas o de comprometerlas. Mientras que a la vista de Dios, los más dignos componen el consejo supremo, la dirección de las infinitas evoluciones planetarias está confiada a jefes superiores, y a otros está conferida la de mundos especiales. Vienen después en el orden de adelanto y de la subordinación jerárquica las tribulaciones más restringidas de aquellos que presiden la marcha de los pueblos, la protección de las familias y de los individuos, el impulso de cada ramo de progreso, las diversas operaciones de la Naturaleza hasta los más ínfimos detalles de la Creación. En ese amplio y armonioso conjunto hay ocupaciones para todas las capacidades, aptitudes y buenas voluntades. Ocupaciones aceptadas con alegría, solicitadas con ardor, porque son un medio de adelanto para espíritus que aspiran a elevarse.
14. Así como las grandes misiones son confiadas a los espíritus superiores, las hay de todos los grados de importancia, destinadas a los espíritus de diferentes rangos; de lo que puede deducirse que cada encarnado tiene la suya, es decir, deberes que cumplir para el bien de sus semejantes, desde el padre de familia a quien incumbe el cuidado de hacer progresar a sus hijos, hasta el hombre de genio que aporta a la sociedad nuevos elementos de progreso. A menudo en esas misiones secundarias se encuentran debilidades, prevaricaciones, apartamientos, pero sólo perjudican al individuo y no al conjunto.
15. Todas las inteligencias contribuyen, pues, a la obra general en cualquier grado que se encuentren, y cada una según la medida de sus fuerzas. Unas en el estado de encarnación, otras en el estado de espíritu. Todo es actividad, desde el pie hasta la cumbre de la escala. Todos instruyéndose, prestándose un mutuo apoyo, dándose la mano para llegar a la cima. Así se asienta la solidaridad entre el mundo espiritual y el mundo corporal, o dicho de otro modo, entre los hombres y los espíritus, entre los espíritus libres y los cautivos. Así se perpetúa y se consolidan, a través de la depuración y la continuidad de las relaciones, las simpatías verdaderas y los nobles afectos.
En todas partes, pues, todo es vida y movimiento. Ni un rincón hay en el infinito que no esté poblado, ni una región que no sea incesantemente recorrida por innumerables legiones de seres radiantes, invisibles a los sentidos groseros de los encarnados, pero cuya contemplación llena de admiración y de la alegría a las almas libres ya de la materia. En todas partes, en fin, hay una dicha relativa para todos los progresos, para todos los deberes bien cumplidos. Cada uno lleva consigo los elementos de su dicha, en proporción a la categoría en que le coloca su grado de adelanto.
La dicha radica en las cualidades propias de los individuos, y no en el estado material del centro en que se encuentran. La dicha está, pues, en todas partes donde haya espíritus capaces de ser felices, y no tiene ningún sitio señalado en el Universo. En cualquier lugar en que se encuentren los espíritus puros puede contemplarse la Divina Majestad, porque Dios está en todas partes.
16. Sin embargo, la dicha no es personal, es decir, tan sólo para uno mismo. Si no procediese más que de nosotros mismos, si no pudiéramos compartirla con otros, sería una dicha egoísta y triste; y de aquí que también consista en la comunión de pensamientos que une a los seres simpáticos. Los espíritus felices, atraídos los unos hacia los otros por la similitud de ideas, gustos y sentimientos, forman amplios grupos o familias homogéneas, en medio de las cuales cada individualidad irradia con sus propias cualidades, y recoge los efluvios serenos y benéficos que dimanan del conjunto, cuyos miembros, tan pronto se separan para desempeñar su misión como se reúnen en un punto del espacio para compartir el resultado de sus trabajos, o alrededor de un espíritu de un rango más elevado para recibir sus advertencias e instrucciones.
17. Si bien los espíritus están en todas partes, los mundos son los sitios en que se reúnen con preferencia según la analogía que existe entre ellos y los que los habitan. Alrededor de los mundos atrasados pululan los espíritus inferiores. La Tierra es todavía uno de estos últimos. Cada mundo tiene, pues, digámoslo así, su población propia de espíritus encarnados y desencarnados que progresan normalmente con la encarnación y la desencarnación de los mismos espíritus. Esa población es más material y grosera en los mundos inferiores, en los que los espíritus están más apegados a la materia, y más sutil y altruista en los mundos superiores. Pero, desde estos últimos mundos, centros de luz y de dicha, los espíritus misioneros se precipitan hacia los mundos inferiores para sembrar en éstos los gérmenes del progreso, llevar el consuelo y la esperanza, reanimar los ánimos abatidos por las pruebas de la vida, y a veces, encarnan en ellos para cumplir su misión con mayor eficacia.
18. En esa inmensidad sin límites, ¿dónde está, pues, el cielo? En todas partes; ninguna valla le sirve de límites. Los mundos felices son las últimas estaciones que a él conducen. Las virtudes abren el camino, mientras que los vicios cierran su entrada.
Al lado de este cuadro grandioso que puebla todos los rincones del Universo, que da a todos los componentes de la Creación un objeto y una razón de ser, ¡cuán pequeña y mezquina es la doctrina que circunscribe la Humanidad a un imperceptible punto del espacio, que nos la presenta empezando en un día con el mundo que la sustenta, no abrazando así más que un minuto en la eternidad! ¡Cuán triste, fría y helada es, cuando nos muestra el resto del Universo, antes, durante y después de la Humanidad terrestre sin vida, sin movimiento, como un inmenso desierto sumergido en el silencio! ¡Cuán desconsoladora es, según algunas doctrinas, que tan sólo destina a un pequeño número de elegidos a la contemplación perpetua, mientras que la mayoría de las criaturas quedan condenadas a padecimientos sin fin! ¡Cuán aflictiva es, para los corazones amorosos, por la barrera que interpone entre los muertos y los vivos! Las almas felices, se dice, sólo piensan en su dicha; y las que son desdichadas, en sus sufrimientos. ¿Qué tiene de extraño que el egoísmo domine en la Tierra, cuando nos lo enseñan en el cielo? ¡Cuán pequeña es entonces la idea que se da de la grandeza, del poderío y de la bondad de Dios! ¡Cuán sublime es, por el contrario, la que de ella da el Espiritismo! ¡Cuánto dilata las ideas esta doctrina! ¡Cuánto amplía el pensamiento! Más, ¿quién nos asegura que es la verdadera? Ante todo, la razón, después la revelación, y por fin, su concordancia con el progreso de la ciencia. Entre dos doctrinas de las cuales una amengua y la otra desarrolla los atributos de Dios; de las que una está en desacuerdo y la otra en armonía con el progreso; de las que una queda rezagada y la otra marcha adelante, el buen sentido dice de qué lado está la verdad. Ante estas dos doctrinas, que cada uno, en su fuero interno, consulte sus aspiraciones, y una voz íntima le contestará: Las aspiraciones son la voz de Dios que no puede engañar a los hombres.
19. Pero entonces, ¿por que Dios no les reveló toda la verdad desde el principio? Por la misma razón que no se enseña en la niñez lo que enseña en la edad madura. La revelación parcial era suficiente durante cierto período de la Humanidad; Dios la adecua a las fuerzas del espíritu. Los que reciben hoy una revelación más completa son los mismos espíritus que recibieron ya otra parcial en otros tiempos, pero que desde entonces han crecido en inteligencia.
Antes que la ciencia hubiese revelado a los hombres las fuerzas de la Naturaleza, la constitución de los astros, el verdadero objeto y la formación de la Tierra, ¿cómo habrían podido comprender la inmensidad del espacio, la pluralidad de mundos? Antes de que la geología hubiese probado la formación de la Tierra, ¿cómo habrían podido desalojar de su centro el infierno y comprender el sentido alegórico de los seis días de la Creación? Antes de que la astronomía hubiese descubierto las leyes que rigen el Universo, ¿cómo habrían podido comprender que no hay ni alto ni bajo en el espacio, que el cielo no está encima de las nubes, ni limitado por las estrellas? Antes de la ciencia psicológica, ¿cómo habrían podido identificarse con la vida espiritual? ¿Concebir, después de la muerte, una vida feliz o desgraciada, a no ser en un sitio circunscrito y bajo una forma material? No; comprendiendo más por los sentidos que por el pensamiento, el Universo era demasiado vasto para su cerebro. Era necesario reducir a proporciones menos extensas para ponerlo a su alcance, aunque más adelante tuvieran que ensancharlo. Una revelación parcial tenía su utilidad: era prudente entonces; hoy es insuficiente. La falta de razón está en aquellos que, no teniendo en cuenta el progreso de las ideas, creen poder gobernar a los hombres de edad madura con los andadores de la niñez.
(Véase El Evangelio según el Espiritismo, Cáp. III.)

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL