COMPORTAMIENTO ESPIRITA - Jaci Regis
Situarse en la vida significa comprender lo que es, lo que está haciendo y cual es su destino. Ello supone resolver el más intrigante y desafiante problema que las personas afrontan.
...la comprensión espírita dice: El hombre es considerado como un complejo tridimensional, en que entran el espíritu, ser inmortal, inteligente, perfectible, el periespíritu, organismo extra físico, vehículo de manifestación transitoria, compuesto por fluido (modificación de la materia) imponderable para nuestros sentidos, pero real concreto y circunscrito, cuando está sometido a la voluntad del espíritu y el cuerpo físico, compatible con las vibraciones de orden material, sometido a las leyes de la herencia, pero modelado a partir de las realidades del espíritu.
Tenemos en el hombre entonces, una parte esencial y dos transitorias, ajustadas a las necesidades de manifestación del espíritu, en los planos de vibración en que se divide la realidad física de la Tierra: plano material o físico y plano extra físico o espiritual.
El espíritu es perfectible, o sea, que tiene potencialidad para alcanzar la perfección que representa el equilibrio total y armónico de los factores creativos que le son propios en relación con la Ley. Para acceder a tal estado el espíritu vive; vive en los dos planos de la realidad de la Tierra. Esto es, encarna, ligándose a un cuerpo sometido a los condicionamientos propios de la material y desencarna, permaneciendo en el plano extra-físico, ligado al periespíritu.
Dentro de ese principio podemos reevaluar la posición del hombre en el mundo y comprender la importancia del mundo para el hombre.
Tal reevaluación es necesaria porque la transitoriedad de la vida terrena no puede ser tomada como un factor de desestímulo o alienación. De hecho que cada uno vive aquí un tiempo muy corto, si bien todo parece indicar que en el futuro la existencia terrena se irá alargando. Hay sin embargo, otros elementos a considerar.
La Tierra es nuestro campo de perfeccionamiento, de crecimiento, aquí desenvolvemos la pasión que nos conduce a la creatividad, al amor. Como humanidad dominamos a costa de mucho sudor, lágrimas y angustias, todas las latitudes del globo, dilatándole los horizontes. Sacamos, con aciertos y equivocaciones, a la Tierra de la situación de planeta primitivo, embrionario, llevándolo a las consquistas de la civilización actual.
Es verdad que acumulamos errores. Los cuales, entre tanto, no son meramente proyecciones del pecado, de la maldad. En muchas ocasiones fueron respuestas natural de la inmadurez de la mayoría, de la inexperiencia generalizada. Aquí, presionados por los desafíos de la vida y por la angustia interior que nos acitateó, desenvolvimos nuestra inteligencia, originamos condiciones para que el pensamiento fluyese cada vez con mayor continuidad y fuese mas productivo, creativo.
La tierra es nuestra morada, laboratorio en el que investigamos nuestra naturaleza y creamos nuestro futuro. En ella necesitamos construir una sociedad justa, humana, basada en la fraternidad, en el respeto a la dignidad del hombre, con sus derechos inalienables a la libertad, de participación en la riqueza que produce y en las decisiones políticas. En fin, todo el conjunto de necesidades a que se hace acreedora la criatura para desenvolver sus potencialidades.
El Espíritu en su caminata evolutiva, con un comienzo casi exclusivo en el mundo físico, donde se identifica y se siente seguro, aprende por los mecanismos de encarnar-desencarnar-reencarnar, a penetrar, lentamente en el plano extra físico inmediato, a los efectos de percibirse como espíritu y cultivar los valores que se combinan con la Ley. La Ley es, en síntesis, la expresión de la voluntad de Dios, en cuyo pensamiento estamos sumergidos y que establece los principios de equilibrio, reciprocidad y compensacion en que cada uno y todos precisamos vivir, alcanzando la plenitud interior, o sea, la felicidad.
En este aprendizaje el espíritu, tanto encarnado como desencarnado, pero en especial en la primera condición y por lo menos inicialmente, crea principios morales, desencadena procesos de acción y reacción, se sumerge en conflictos y respuestas angustiantes, que la vida siempre da. En ese cuadro aparentemente caótico, como el buscador de diamantes entre los escajos, selecciona primero lentamente y luego cada vez con mayor celeridad las propias emociones, crece en sí mismo buscando la meta del amor, que signifique estados de paz, que le permitan crear, porque sólo en la actividad creativa, aún en su plano inferior, es que la vida se justifica.
El análisis espírita del hombre y de la vida permite desplazar el centro de apoyo de la estructura social hacia dimensiones dinámicas, deshaciendo el circuito cuna-tumba, mostrando el antes y el después del presente, formando enlaces de comprensión del porqué de las cosas.
El Espirita ve la sociedad compuesta de espíritus en vías de exteriorizar estados evolutivos propios, en los actos diarios, en las esquematizaciones sociales y percibe las ansias de esos mismos espíritus en buscar, aunque no sea mas que en el plano teórico, comportamientos más satisfactorios, personales y colectivos.
Por eso, el espiritista niega los valores del mundo, en cuanto permanezcan en el nivel de la inmediatez y en el desconocimiento de los componentes espirituales de la vida; esa negación no significa condenación. Niega en el sentido de trascender, de reevaluar y de salir hacia comportamientos renovadores, que exterioricen su manera de ver la vida.
Para conseguir eso, el conforma su propia conciencia y se mantiene en ella independientemente de que sea o no aceptada por la mayoría, porque se sabe minoría, porque entiende que asumió una posición definida y trabaja para concretarla como hecho real en la propia existencia.
AMOR FRATERNAL
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