domingo, 11 de septiembre de 2016

La transición



1. La confianza en la vida futura no excluye los temores acerca de la transición de esta vida a la otra. Muchas personas no temen a la muerte en sí misma, sino al momento de la transición. ¿Se sufre o no en ese viaje? Esto los inquieta, y con razón, dado que nadie puede escaparse de él. Podemos evitar algún viaje en este mundo, menos ese. Tanto los ricos como los pobres deben realizarlo y, si es doloroso, ni la jerarquía ni la fortuna podrán atenuar su amargura.
2. Si se observa la serenidad de algunos moribundos, y las terribles convulsiones de la agonía de otros, se puede deducir por anticipado que las sensaciones experimentadas no siempre son las mismas. Sin embargo, ¿quién podrá informarnos al respecto? ¿Quién nos describirá el fenómeno fisiológico de la separación entre el alma y el cuerpo? ¿Quién nos relatará las impresiones de ese instante supremo? En ese punto la ciencia y la religión guardan silencio. ¿Por qué? Porque les falta el conocimiento de las leyes que rigen las relaciones del Espíritu con la materia. La una se detiene en el borde de la vida espiritual, y la otra en los límites de la vida material. El espiritismo es la línea de unión entre ambas, y sólo él puede decirnos cómo se produce la transición, ya sea a través de las nociones más positivas que nos brinda de la naturaleza del alma, o a través de la descripción proporcionada por aquellos que han dejado este mundo. El conocimiento del lazo fluídico que une el alma con el cuerpo es la clave de este fenómeno, así como de muchos otros.

El señor Jobard

Director del Museo de la Industria de Bruselas. Nacido en Baissey (Alto Marne); fallecido en Bruselas, de un ataque de apoplejía fulminante, el día 27 de octubre de 1861, a los sesenta y nueve años.
I
El señor Jobard era presidente honorario de la Sociedad Espírita de París. Teníamos el propósito de evocarlo en la sesión del 8 de noviembre, oportunidad en la que, anticipándose a nuestro deseo, ofreció espontáneamente la siguiente comunicación:
“Aquí estoy, soy quien ibais a evocar, y me manifiesto a través de este médium al que hasta ahora le había solicitado hacerlo, pero sin éxito.
“Deseo ante todo describiros mis impresiones en el momento de la separación de mi alma. Experimenté una indescriptible conmoción. Recordé de inmediato mi nacimiento, mi juventud, mi edad madura. Toda mi vida se plasmó nítidamente en mi memoria.
Sólo sentía el piadoso deseo de encontrarme en las regiones reveladas por nuestra amada creencia. Luego, la confusión se apaciguó. Estaba libre, y mi cuerpo yacía inerte. ¡Ah, mis queridos amigos, qué placer se experimenta sin el peso del cuerpo! ¡Qué satisfacción es poder abarcar el espacio! Sin embargo, no creáis que me haya convertido repentinamente en un elegido del Señor. No, me encuentro entre los Espíritus que, si bien han aprendido algo, tienen por delante un prolongado proceso de aprendizaje. No pasó mucho tiempo sin que me acordara de vosotros, mis hermanos de exilio. Os ratifico mi plena simpatía, y los envuelvo con mis mejores votos.
“¿Quisierais saber cuáles son los Espíritus que me recibieron? ¿Cuáles han sido mis impresiones? Pues bien, amigos, esos Espíritus son todos los que evocamos, todos los hermanos que han compartido nuestros trabajos. He percibido el esplendor, pero no puedo describirlo. Me concentré en discernir lo que era verdadero en las comunicaciones, listo para rechazar todo lo que fuese inexacto; dispuesto, en fin, a ser el defensor de la verdad en el otro mundo, así como lo he sido en el vuestro.”

Jobard

El Cielo y el Infierno - 
O LA JUSTICIA DIVINA SEGÚN EL ESPIRITISMO (Allan Kardec)

Campaña: ¿SABIAS QUE?