Mediumnidad
Edgar Armond
Capitulo 5: Sus aspectos
Ya sabemos que la mediumnidad es un problema complejo en lo que se refiere a sus manifestaciones y naturaleza, pudiendo, por eso, ser encarada bajo varios puntos de vista.
En cuanto a su razón de ser, sin embargo, afecta solamente dos aspectos que son fundamentales y originalmente opuestos, a saber: o es una facultad propia del Espíritu, una conquista suya, cuando ya adquirió posibilidades mayores, cuando alcanzó grados más elevados en la escala evolutiva; o es una capacidad transitoria, de emergencia, obtenida por gracia, con auxilio de la cual el Espíritu puede apresurar su marcha y redimirse.
En el primer caso, el Espíritu, ya convenientemente evolucionado, es dueño de una sensibilidad perfeccionada que le permite vibrar normalmente en planos superiores, siendo la facultad puramente espiritual.
En el segundo caso, fue dada al médium una condición psicosomática especial, no hereditaria, que le permite servir de instrumento a los Espíritus desencarnados para sus manifestaciones como también demostrar otras modalidades de la vida espiritual.
Aunque los efectos sean, en los dos casos, más o menos semejantes, son sin embargo diferentes las causas y los valores cualitativos de las facultades. Como la mayoría de los médiums pertenecen a esta segunda categoría, vamos a detenernos enseguida más demoradamente en su estudio.
En su trayectoria evolutiva, el Espíritu, como dijimos, se purifica, se perfecciona, aumenta su sensibilidad y adquiere cada vez mayores, más altas y más amplias facultades psíquicas. Esa es la ley natural.
No obstante, estamos cansados de ver individuos moralmente retardados, de sentimientos imperfectos, que poseen facultades mediúmnicas de diversa naturaleza. Si la posesión de la facultad depende de la elevación espiritual, ¿cómo pueden tales individuos poseerla, mientras otros, evidentemente más adelantados, carecen de ella? ¿Qué sucede en estos casos? ¿Alteraciones de esa ley general? ¿Anomalías? ¿Privilegios? Nada de eso. Solamente la ocurrencia de una forma de mediumnidad — que llamaré, como ya dije: “DE PRUEBA” — esto es, posesión de facultades no propiamente conquistadas por el poseedor, ni fruto de su superioridad espiritual, sino dádiva de Dios, otorgamiento hecho a unos y otros en ciertas circunstancias y ocasiones para que, en su gozo y uso, tengan la oportunidad de rescatar deudas, salir del punto muerto de un período de estancamiento, de un letargo ruinoso, despertando así hacia un nuevo esfuerzo redentor.
Recibiendo esa prueba de la misericordia de Dios, concedida casi siempre por la intercesión de Espíritus amigos interesados en su progreso, o a pedido propio (7), una de dos: O el beneficiario cumple eficientemente la tarea rectificadora y, en este caso, sube un grado en su trayectoria espiritual, o fracasa, y entonces sufre las consecuencias naturales de su obstinación y debilidad.
En su libro En los Dominios de la Mediumnidad, André Luiz también confirma integralmente el término “mediumnidad de prueba”, propuesto por nosotros desde 1945, cuando dice en el capítulo 9: “Nadie puede avanzar libremente hacia el mañana sin solucionar los compromisos del ayer. Por ese motivo Pedro trae consigo «una aflictiva mediumnidad de prueba».”
Y más adelante agrega: “Médiums abundan en todas partes, sin embargo, son raros los que ya se despojaron del pasado sombrío para servir en el presente a la causa común de la humanidad, sin los enigmas del camino que les es particular”.
Esas consecuencias son todas de orden moral y representan siempre un retardo en la marcha ascensional del Espíritu que deberá, entonces, intentar de nuevo y ahora en condiciones más desfavorables y costosas. La posesión de esas facultades de prueba es dada a muchos Espíritus en determinadas épocas, entre otras cuando, por ejemplo, los Guías del Mundo necesitan promover en el seno de la humanidad determinados efectos, movimientos de comprensión más enérgicos, impulsarla más decisivamente para nuevos rumbos o llamar la atención hacia determinados aspectos de la vida espiritual, necesarios a la regularidad de la marcha evolutiva.
Entonces, legiones de Espíritus reciben esa posibilidad, esa oportunidad y reencarnan poseyendo facultades que por sí mismos no conquistaron, facultades en préstamo, si podemos decir así, y que deben devolver en forma de un buen trabajo realizado y de aprovechamiento propio.
Se produce, así, una generalización, un derrame de dones mediúmnicos, que actúan fuertemente sobre los Espíritus endurecidos o incrédulos, fomentando en el medio social colectivo, modificaciones irresistibles desde el punto de vista moral o religioso.
Y ese acontecimiento es plenamente justificable y apropiado, porque las masas humanas, desviadas casi siempre de las cosas divinas, solamente por efecto del llamado sobrenatural se detienen, meditan y se reforman.
Basta, únicamente, mirar la historia de la vida humana para comprender eso. Toda vez que es preciso chocar con la opinión general, interesar a los hombres en las prácticas religiosas, modificar sus sentimientos e impulsarlos hacia la espiritualidad, se vive una época de milagros. Así fue, sin remontarnos mucho en el tiempo, cuando se tornó necesario establecer en la Tierra una religión típicamente monoteísta: — El hombre de los milagros fue Moisés.
Dieciséis siglos después, cuando un nuevo impulso debía ser dado y plantados los fundamentos y los cimientos de la verdad eterna, una nueva época surgió con el propio Maestro y sus discípulos. Y ahora, casi veinte siglos después, para ofrecer a los hombres mayores detalles y conocimientos más objetivos de la vida espiritual superior, se repiten los mismos hechos con el Espiritismo, y los “milagros” se desdoblan sorprendentemente, con tendencia a tornarse aún más generalizados.
Y aquí conviene recordar que todos los llamados “milagros” son fenómenos naturales provocados a través de dones mediúmnicos.
Por eso, ya que son pocos los hombres que poseen facultades propias, los Guías del Mundo echan mano de los médiums de prueba, esto es, de facultades en préstamo para promover los fenómenos deseados y obtener los resultados necesarios; y, en el momento en que vivimos, lo que se trata de obtener, como sabemos, es preparar el mayor número posible de Espíritus encarnados para colaborar en el advenimiento de un mundo renovado que ya está cercano.
Hecho el llamado en las esferas de la erraticidad y expuesta la situación, muchos, por su propia voluntad y otros, como ya dijimos, por la intercesión de amigos espirituales, obtienen la merced de cooperar en ese trabajo sagrado y legiones, entonces, bajan al planeta dispuestas al esfuerzo redentor; y por eso constatamos que las manifestaciones, hoy, como en los días de la Codificación, son más o menos uniformes y sistemáticas, obedeciendo a un plan determinado.
He aquí lo que, al respecto de esa forma de mediumnidad, dice el iluminado Espíritu Emmanuel : “Los médiums, en su generalidad, no son misioneros, en la acepción común del término: son almas que fracasaron rotundamente, que contrariaron sobremanera el curso de las leyes divinas y que ahora intentan rescatar, bajo el peso de severos compromisos e ilimitadas responsabilidades, el pasado oscuro y delictuoso. Su pasado, muchas veces se encuentra manchado de graves deslices y errores tumultuosos. Casi siempre son Espíritus que cayeron de las cumbres sociales por el abuso del poder, de la autoridad, de la fortuna y de la inteligencia, y que regresan al orbe terráqueo para sacrificarse en favor del gran número de almas que se desviaron de las sendas luminosas de la fe, de la caridad y de la virtud. Son almas arrepentidas que procuran recuperar todas las felicidades que perdieron, reorganizando, con sacrificios, todo cuanto descalabraran en sus instantes de criminales arbitrariedades y de condenable insania.”
Agregando más adelante: “— Médiums, ponderad vuestras sagradas obligaciones. Preferid vivir en la mayor de las pruebas a caer en el camino ancho de las tentaciones que os atacan, insistentemente, en vuestros puntos vulnerables. Recordad que es preciso vencer si no queréis enterrar vuestra alma en la oscuridad de los siglos de dolor expiatorio.
Aquel que se presente en el espacio como vencedor de sí mismo, es mayor que cualquiera de los generales terrenos, eximios en la estrategia y en el tino militares. El hombre que se vence él mismo hace a su cuerpo espiritual apto para ingresar en otras esferas y, mientras no colaboréis en la obtención de tal organismo etéreo, a través de las virtudes y del deber cumplido, no saldréis del círculo doloroso de las reencarnaciones.”
André Luiz, en su libro Misioneros de la Luz, Capítulo III, transcribiendo las explicaciones del instructor Alejandro sobre los médiums, dice lo siguiente: “Es verdad que sueñan con edificar maravillosos castillos sin base; alcanzar inmensos descubrimientos exteriores sin estudiarse a sí mismo; mas, gradualmente, comprenderán que mediumnidad elevada o percepción edificante no constituyen actividades mecánicas de la personalidad, y si conquistas del Espíritu, para cuya consecución no se puede prescindir de las iniciaciones doloras, de los trabajos necesarios, con la auto educación sistemática y perseverante.”
(7) La reencarnación, para la mayoría de los Espíritus inferiores, es padronizada y compulsiva, pero para médiums y Espíritus más esclarecidos, cada caso es estudiado y providenciado individualmente, con participación del interesado.
AMOR FRATERNAL