martes, 16 de abril de 2013

Elección de las pruebas

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Libro Segundo: MUNDO ESPIRITISTA O DE LOS ESPÍRITUS
Capitulo VI: VIDA ESPIRITISTA

V.- Elección de las pruebas

258. En estado errante, y antes de iniciar una nueva existencia corporal, ¿tiene el Espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?
  • Él mismo escoge el tipo de pruebas a que quiere ser sometido, y en esto consiste su libre albedrío.
258 a. ¿No es entonces Dios quien le impone las tribulaciones de la vida como castigo?
  • Nada acontece sin permiso de Dios, por cuanto es Él quien ha establecido todas las leyes que rigen el Universo. ¡Preguntaréis por qué ha hecho tal ley en lugar de otra! Al dar al Espíritu la libertad de elegir, Él le deja toda la responsabilidad de sus actos y de sus consecuencias, sin obstruir para nada su porvenir. Suya puede ser la senda del bien, así como la del mal. Pero si cae derrotado le quedará un consuelo: el de que todo no terminó para él, y que Dios, en su bondad, le deja libre para reiniciar lo que hizo mal. Además, es menester distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios, de aquello otro que es obra del hombre. Si un peligro os amenaza, no seréis vosotros quienes lo hayáis creado, sino Dios. Pero podéis exponeros voluntariamente a él, porque habéis visto en él un medio para vuestro propio adelanto, y Dios lo permite.
259. Si cabe al Espíritu elegir el género de pruebas que deberá afrontar, ¿se deduce de ello que todas las adversidades que experimentamos en la vida han sido previstas y escogidas por nosotros?
  • “Todas” no es la palabra adecuada, porque no es cuestión de afirmar que hayáis seleccionado y previsto cuanto ha de aconteceros en el mundo, hasta las cosas de menor cuantía. Lo que elegisteis es una clase de pruebas: los detalles son consecuencia de la posición en que os halléis y a menudo de vuestras propias acciones. Si, por ejemplo, el Espíritu ha querido nacer entre malhechores, sabía a qué consecuencias se exponía, pero no conocía de antemano cada uno de los actos que iba a realizar. Tales actos son el efecto de su voluntad o de su libre arbitrio. El Espíritu sabe que al optar por semejante camino le aguarda determinado tipo de lucha. Conoce, pues, la índole de las vicisitudes por las que va a pasar, pero ignora si tal acontecimiento se producirá antes que tal otro. Los detalles nacen de la fuerza de las circunstancias. Sólo puede prever los sucesos importantes, aquellos que influirán sobre su destino. Si tomas un sendero escabroso sabes que deberás adoptar grandes precauciones, porque tienes posibilidades de caer, pero desconoces en qué lugar exacto se producirá tu caída, y quizá no caigas si eres lo bastante prudente. Si caminas por la vereda y te cae sobre la cabeza una teja desde lo alto, no creerás que estaba escrito, como vulgarmente se afirma.
260. ¿Cómo es posible que el Espíritu quiera nacer entre personas de mala vida?
  • Precisa ser enviado a un medio en el que pueda someterse a la prueba que ha pedido. Es necesario que haya analogía: para luchar contra el instinto del bandolerismo tiene que encontrarse entre personas de esa laya.
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261. En las pruebas que debe arrostrar el Espíritu para alcanzar la perfección ¿tiene que experimentar toda clase de tentaciones, debe  pasar por todas las circunstancias capaces de despertar en él el orgullo y la envidia, la avaricia y la sensualidad, etcétera?
  • Ciertamente que no, puesto que sabéis que hay entre ellos quienes toman desde el comienzo una senda que los exime de muchas pruebas. Pero el que se deje conducir por el mal camino corre todos los peligros que en el mismo existen. Puede un Espíritu, por ejemplo, pedir riqueza, y podrá concedérsela. Entonces, conforme a su carácter, es posible que se torne avaro o pródigo, egoísta o generoso; o si no, se entregará a todos los goces de la sensualidad. Pero esto no significa que deba pasar forzosamente por la serie de pruebas de todas esas características.
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263. ¿Hace su elección el Espíritu inmediatamente después de la muerte?
  • No: Muchos creen en la eternidad de las penas. Ya se os dijo: Es un castigo.
264. ¿Qué es lo que orienta al Espíritu en la elección de las pruebas que desea sufrir?
  • Opta por aquellas que pueden ser para él una expiación, por la índole de las faltas que haya cometido, y hacerle adelantar más de prisa. Unos pueden, pues, imponerse una vida de miseria y privaciones, para tratar de arrostrarla con valor. Otros, querer probarse mediante las tentaciones de la fortuna y el poder, harto más peligrosas, por el abuso y el empleo inadecuado que de ellos es posible hacer, y por las pasiones viles que desencadenan. Otros, por último, quieren probarse por medio de las luchas que han de sostener en su contacto con el vicio.
266. ¿No parece natural que se elijan las pruebas menos penosas?
  • A vosotros sí os parece, pero no al Espíritu. Cuando está despojado de la materia cesa la ilusión y piensa de otro modo.
El hombre en la Tierra, colocado bajo el influjo de las ideas carnales, no ve en esas pruebas más que su lado penoso. De ahí que se le ocurra natural optar por aquellas que desde su punto de vista pueden conjugarse con los placeres materiales. Pero en la vida espiritual compara los goces efímeros y groseros con la felicidad inalterable que entrevé, y por tanto, ¿qué significan para él algunos sufrimientos pasajeros? Puede el Espíritu, pues, decidirse por la más ruda de las pruebas y, consecuentemente, por la vida más angustiosa, con la esperanza de alcanzar más pronto un estado mejor, como el enfermo elige muchas veces el remedio más desagradable para curarse en más breve plazo...
La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que debemos afrontar deja de parecer extraordinaria si se considera que los Espíritus desprendidos de la materia evalúan las cosas de una manera diferente a como nosotros lo hacemos. Ellos tienen en vista la meta, mucho más seria, en su concepto, que los fugaces placeres del mundo. Tras cada existencia concluida ven el paso que han dado y comprenden cuánto les falta todavía, en materia de pureza, para alcanzar dicha meta. He ahí por qué se someten de buen grado a todas las vicisitudes de la vida corporal, pidiendo por sí mismos las que puedan hacerles llegar más rápidamente. No existe, pues, razón alguna cuando no se ve al Espíritu preferir la existencia más llevadera. Una vida exenta de amarguras no podría disfrutarla en su estado de imperfección. La entrevé, y para alcanzarla trata de mejorarse.
...Sólo se llega a cualquier posición social importante –en las ciencias, las artes o la industria- pasando por la serie de las posiciones inferiores, que constituyen otras tantas pruebas. Así, la existencia humana es, desde este punto de vista, el calco de la vida espiritual. En pequeña escala volvemos a encontrar en aquélla todas las mismas peripecias de esta última. Si en vida, pues, elegimos a menudo las más rudas pruebas en aras de un objetivo más elevado, ¿por qué el Espíritu –que ve más lejos- y para el cual la vida corpórea no es más que un incidente fugaz, no haría lo propio resolviéndose por una existencia penosa y difícil, si ella ha de conducirlo a la eterna dicha? Quienes afirman que si los hombres tuvieran la posibilidad de elegir la clase de vida que les agrada optarían por ser príncipes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que están tocando, o como esos niños golosos que, preguntados sobre qué les gustaría ser cuando mayores, responden que pasteleros o confiteros.
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Todos los Espíritus afirman que en estado errante buscan, estudian y observan para hacer su elección. ¿No tenemos también un ejemplo de esto en la vida corporal? ¿Con frecuencia no buscamos durante años la carrera que libremente escogeremos, por creerla la más adecuada para llevarnos adelante? Si fracasamos en una, iniciamos otra. Cada carrera que emprendemos constituye una fase, un período de nuestra vida. Y cada jornada que pasa ¿no la empleamos en planear lo que haremos al día siguiente? Ahora bien, ¿qué son las diversas existencias corpóreas para el Espíritu, sino fases, etapas, períodos, días de su vida espírita, la cual es, conforme sabemos, su existencia normal, ya que la corpórea sólo es para él efímera, pasajera?

267 a. Muchas personas desean grandeza y riquezas, y ciertamente que no las buscan como expiación ni como prueba…
  • No cabe duda: es en la materia en la que se anhela esa grandeza, para disfrutar de ella, y el Espíritu la desea para conocer las vicisitudes que genera.
268. Hasta llegar al estado de perfecta pureza ¿debe el Espíritu seguir sufriendo pruebas continuamente?
  • Sí, pero no son tales como las entendéis. Llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. Pues bien, cuando el Espíritu llega a cierto grado –aun no siendo perfecto- no tiene que sufrirlas ya, pero le caben siempre deberes que le ayudan a perfeccionarse, y no le son penosos en modo alguno, tal como cuando ayuda a otros a perfeccionarse.
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273. Un hombre que pertenezca a una raza civilizada ¿podría, por expiación, reencarnar entre salvajes?
  • Sí, pero depende del género de expiación. Un amo que haya sido duro con sus esclavos podrá convertirse a su vez en esclavo y sufrir los malos tratos que haya infligido. El que daba órdenes en una época puede, en nueva existencia, obedecer a aquellos mismos que se humillaban ante su voluntad. Se trata de una expiación si abusó de su poder, y Dios puede imponérsela. Por otra parte, un Espíritu bueno podrá también escoger una existencia en la que influya sobre esos pueblos y los haga adelantar, en cuyo caso es una misión.

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

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