martes, 30 de abril de 2013

La afabilidad y la dulzura / La paciencia

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec

Capitulo IX: Bienaventurados los mansos y los pacíficos

La afabilidad y la dulzura



6. La benevolencia para con sus semejantes, fruto del amor al prójimo, produce la afabilidad y la dulzura que son su manifestación. Sin embargo, no siempre debemos fiarnos de las apariencias; la educación y las costumbres del mundo pueden dar el barniz de estas cualidades. ¡Cuántos hay cuya fingida bondad sólo es una máscara para el exterior, un hábito cuyo corte calculado disimula las deformidades ocultas! El mundo está lleno de esas gentes que tienen la sonrisa en los labios y el veneno en el corazón; "que son dulces con tal que nadie les incomode, pero que muerden a la menor contrariedad; cuya lengua dorada, cuando hablan cara a cara, se cambia en dardo envenenado cuando están ausentes". A esa clase pertenecen también esos hombres que son benignos fuera de casa y que dentro, tiranos domésticos, hacen sufrir a su familia y a sus subordinados el peso de su orgullo y de su despotismo; parece que quieren desquitarse de la opresión que se impusieron fuera; no atreviéndose a presentarse como autoridad a los extraños que les reducirían a sus verdaderos límites, quieren a lo menos, hacerse temer de los que no pueden resistirles; su vanidad consiste en poder decir: "Aquí yo mando y se me obedece", sin pensar que podrían añadir con mucha más razón: "Y me aborrecen".
No basta que de los labios salga la miel; si ninguna parte toma el corazón, es ser hipócrita. Aquel cuya afabilidad y dulzura no son fingidas, no se contradice nunca, y lo mismo es en el mundo que en la intimidad: sabe, además, que si engaña a los hombres con las apariencias, no puede engañar a Dios. (Lázaro. París, 1861).



La paciencia


7. El dolor es una bendición que Dios envía a los elegidos; no os aflijáis, pues, cuando sufrís, sino por el contrario, bendecid a Dios Todopoderoso que os ha señalado el dolor en la tierra para la gloria en el cielo.
Sed pacientes; la paciencia también es una caridad, y vosotros debéis practicar la ley de caridad enseñada por Cristo, enviado de Dios. La caridad que consiste en la limosna que se da a los pobres, es la más fácil de todas: pero hay una mucho más penosa, y por consecuencia mucho más meritoria: es "la de perdonar a aquellos que Dios ha colocado a nuestro paso para ser instrumentos de nuestros sufrimientos y poner nuestra paciencia a prueba".
La vida es difícil, ya lo sé; se compone de mil frioleras que son alfilerazos que acaban por herir; pero es menester mirar los deberes que se nos han impuesto, los consuelos y las compensaciones que por otra parte tenemos, y entonces veremos que las bendiciones son mucho más numerosas que los dolores. La carga parece menos pesada cuando miramos a la altura que cuando doblamos la frente hacia el suelo.
Animo, amigos, Cristo es vuestro modelo; sufrió más que ninguno de vosotros, y nada tenía que echarse en cara, mientras que vosotros tenéis que expiar vuestro pasado y fortificaros para el porvenir. Sed, pues, pacíficos; sed cristianos; esta palabra lo enseña todo. (Un Espíritu amigo. Havre, 1852).

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario