miércoles, 6 de marzo de 2013

La vida en el más allá

El ser humano, según hemos dicho, pertenece ya en esta vida a dos mundos. Por su cuerpo físico está unido al mundo visible; por el cuerpo fluídico esta enlazado al invisible. El sueño es la separación momentánea de esas dos envolturas, la muerte es la separación definitiva. En los dos casos, el alma se separa del cuerpo físico y, con ella, la vida se concentra en el cuerpo fluídico. La vida después de muertos es simplemente la permanencia y la liberación de la parte invisible de nuestro ser.


En realidad, las palabras sueño y muerte son impropias. Cuando dormimos en la vida terrestre nos despertamos para la vida del espíritu. Se produce el mismo fenómeno en la muerte; la diferencia está sólo en la duración.

La situación del Espíritu después de la muerte es la consecuencia directa de sus inclinaciones, sea hacia la materia, sea hacia los bienes de la inteligencia y del sentimiento. Si las tendencias sensuales dominan, el ser forzosamente se inmoviliza en los planos inferiores que son los más densos, los más groseros. Si alimenta pensamientos bellos y puros, se eleva hacia las altas esferas, en relación con la naturaleza misma de sus pensamientos.
Swedenborg dice con razón: “El Cielo está donde el hombre a colocado su corazón”
Sin embargo, no es inmediata la clasificación, ni la transición instantánea. Si el ojo humano no puede pasar bruscamente de la oscuridad a intensa luz, igual sucede al alma. La muerte nos hace entrar en un estado transitorio, especie de prolongación de la vida material. Es el estado de perturbación del cual ya hemos hablado; estado más o menos prolongado según la naturaleza espesa o etérea del periespíritu del Espíritu.
Libre del fardo material que la oprimía, el alma está todavía envuelta en la red de los pensamientos e  imágenes; sensaciones, pasiones, emociones, generadas por ella misma en el curso de sus vidas terrestres; le será, pues, preciso familiarizarse con su nueva situación, hacerse conciente de su estado, antes de ser llevada al medio cósmico adecuado a su grado de luz y densidad.

Los Espíritus avanzados se desprenden rapidamente de todas las influencias terrestres y toman consciencia de sí mismos. El velo material se desgarra a impulso de sus pensamientos y se abren perspectivas inmensas. Comprenden instantánemente su situación y con facilidad a ella se adaptan. Su cuerpo espiritual, este instrumento volitivo, organismo del alma del cual no se separa jamás, que es la obra de todo su pasado, ya que ella misma lo ha tejido y construido con su actividad, flota algún tiempo en la atmósfera;. Después, según su estado de sutilidad, de potencia, respondiendo a lejanas atracciones, sientese elevarse naturalmente hacia asociaciones similares, hacia agrupaciones de Espíritus del mismo orden, espíritus luminosos o velados, que rodean al recién llegado con cariñosa solicitud y le inician en las condiciones de su nuevo modo de existir.

Los Espíritus inferiores conservan largamente las impresiones de la vida materialCreen vivir aún fiscamente y continúan, a veces durante años, el simulacro de sus ocupaciones habituales. Para los materialistas el fenómeno de la muerte continua siendo incomprensible. Faltos de conocimientos anteriores confunden el cuerpo fluídico con el cuerpo físico, las ilusiones de la vida terrestre persisten en ellos. Por sus gustos y por sus necesidades imaginarias, se hallan como enclavados en la Tierra. Después, lentamente, con la ayuda de espíritus bienhechores, su conciencia se desvela, su intelecto se abre a la comprensión de su nuevo estado de vida. Más, tan pronto intentan elevarse, su propia densidad los hace caer nuevamente en la Tierra. Las atracciones planetarias y las corrientes fluídicas del espacio los conducen violentamente hacia nuestras regiones como las hojas muertas son arrastradas por el huracán.

Las impresiones varían infinitamente, como los valores de las almas. Aquellas que, durante la vida terrestre, han conocido y servido la verdad, recogen, al desencarnar, el beneficio de sus investigaciones y trabajos.

La ley de las agrupaciones en el Espacio es la de las afinidades. A ella están sujetos todos los espíritus. La orientación de sus pensamientos los lleva, naturalmente, hacia el medio que les corresponde; porque el pensamiento es la esencia misma del mundo espiritual, siendo la forma fluidica apenas el vestido. Donde quiera que sea, se reúnen los que se aman y comprenden. 

Si se es propenso a las cosas de la materia, el Espíritu permanece ligado a la Tierra y se mezcla con los hombres que tienen los mismos gustos y apetitos. Llevado hacia el ideal, hacia los bienes superiores, se eleva sin esfuerzo hacia el objeto de sus deseos. Se une a las sociedades del Espacio, toma parte en sus trabajos y goza de los espectáculos y de las armonías del Infinito.
 
El pensamiento crea, la voluntad edifica. La fuente de todas las alegrías y de todos los dolores están en la conciencia y en la razón. Por eso encontramos, tarde o temprano, en el más allá, las creaciones de nuestros sueños y la realización de nuestras esperanzas. Más, el sentimiento de la tarea no terminada, conduce, al propio tiempo que los afectos y los recuerdos, a la mayor parte de los Espíritus hacia la Tierra. Toda alma encuentra el medio que sus deseos atraen; vibran en los mundos soñados, unida a los seres que ella ama; más también ahí encontrara, de igual modo los remordimientos,los sufrimientos morales que en su pasado generó.
El problema del Ser y del destino - LEÓN DENIS - Capirtulo XI

AMOR FRATERNAL




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