lunes, 8 de julio de 2013

Espíritus felices

El Cielo y el Infierno

o la Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

Capitulo II

El Sr. Jobard
Director del museo industrial de Bruselas, nacido en Bissey (Haute-Marne), muerto en Bruselas de un ataque de apoplejía fulminante el 27 de octubre de 1861, a la edad de 60 años.
El Sr. Jobard era presidente honorario de la sociedad espiritista de París, la cual se proponía evocarle en la sesión del 8 de noviembre, cuando él se adelantó a este deseo, dando espontáneamente la comunicación siguiente:  
  • “Heme aquí, ya que me ibais a evocar, y puesto que desde luego quiero manifestarme a este médium, por cuyo conducto hasta ahora lo he buscado en vano.
  • “Voy a contaros mis impresiones en el momento de la separación de mi alma. He sentido un sacudimiento inaudito, me he acordado de repente de mi nacimiento, mi juventud, mi edad madura. Toda mi vida se ha reflejado claramente en mi memoria. No experimentaba más que un deseo piadoso de encontrarme en las regiones reveladas por nuestra querida creencia. Luego, todo este cúmulo de cuestiones se ha aplacado.
  • “Era libre y mi cuerpo yacía inerte. ¡Ah, mis queridos amigos! ¡Qué placer embriagador el despojarse de la pesadez del cuerpo! ¡Qué arrobamiento causa el abarcar el espacio! No creáis, sin embargo, que de repente sea ya un elegido del Señor, no. Estoy entre los espíritus que, habiendo aprendido un poco, deben todavía aprender mucho. No he tardado en acordarme de vosotros, mis hermanos de destierro, y os aseguro que os he cobijado con toda mi simpatía y dirigido todos mis fervientes votos hacia vosotros.
  • “¿Queréis saber cuáles son los espíritus que me han recibido? ¿Cuáles han sido mis impresiones? Amigos míos, han sido todos aquellos que evocamos, todos los hermanos que han participado de nuestros trabajos. He visto el esplendor, pero no puedo describirlo. Me he dedicado a discernir la verdad en las comunicaciones. Me he preparado a enmendar todas las aserciones erróneas, y a ser, en fin, el defensor de la verdad en el otro mundo, como lo he sido en el vuestro.” 
Jobard

1. En vuestra vida, nos suplicasteis que os llamáramos cuando dejaseis la Tierra. Nosotros lo hacemos, no solamente para acceder a vuestro deseo, sino, sobre todo, para renovar el testimonio de nuestra muy viva y sincera simpatía, y también en interés de nuestra instrucción, porque, mejor que nadie, estáis en disposición de darnos noticias precisas sobre el mundo en que os encontráis. Nos daréis el mayor gusto si nos complacéis respondiendo a nuestras preguntas.
R. Por ahora, lo que más importa es vuestra instrucción. En cuanto a vuestra simpatía, ya la veo, y no la percibo tan sólo por el sentido auditivo, lo que constituye un gran progreso.
 
2. Para fijar nuestras ideas y no hablar vagamente, os preguntamos desde luego en qué sitio estáis aquí, y cómo os veríamos si pudiésemos veros.
  • R. Estoy cerca del médium. Me veríais bajo la apariencia del Jobard que se sentaba a vuestra mesa, porque vuestros ojos mortales, no abiertos, no pueden ver los espíritus sino bajo su apariencia mortal.

3. ¿Tendríais la posibilidad de haceros visible para nosotros, y si no lo podéis, qué es lo que se opone a ello?
  • R. La disposición que es del todo personal. Un médium vidente me vería, los otros no me ven.

4. Este sitio es el que ocupabais en vuestra vida, cuando asistíais a nuestra sesiones, sitio que os hemos reservado. Los que os han visto en él, deben figurarse veros en el mismo tal como erais entonces. Si no estáis ahí con vuestro cuerpo material, estáis con vuestro cuerpo fluídico, que tiene la misma forma. Si no os vemos con los ojos del cuerpo, os vemos con los del pensamiento. Si no podéis comunicaros por la palabra, podéis hacerlo por la escritura por medio de un intérprete. Nuestras relaciones, pues, no están de ningún modo interrumpidas por vuestra muerte, y podemos conversar con tanta facilidad y precisión como en otro tiempo. ¿No es verdad que es así?
  • R. Sí, y lo sabéis desde mucho tiempo. Este sitio lo ocuparé a menudo, y aun sin saberlo vosotros, porque mi espíritu habitará entre vosotros. Llamamos la atención sobre esta última frase: “Mi espíritu habitará entre vosotros.” En la circunstancia presente no es una figura, sino una realidad. Por el conocimiento que el Espiritismo nos da de la naturaleza de los espíritus, se sabe que un espíritu puede estar entre nosotros, no sólo con el pensamiento, sino con su persona, con ayuda de su cuerpo etéreo que hace de aquél una individualidad distinta. Un espíritu puede, pues, habitar entre nosotros después de la muerte, tan bien como cuando vivía su cuerpo, y mejor aún, pues puede ir y volver cuando quiere. Así es que tenemos una porción de comensales invisibles, los unos indiferentes, los otros que nos son adictos por el afecto. A estos últimos es a quienes, sobre todo, se aplica estas palabras: “Habitan entre nosotros” y que puede traducirse así: Nos asisten, nos inspiran y nos protegen.

5. No hace mucho tiempo que estabais sentado en este mismo sitio. ¿Os parecen extrañas las condiciones con las cuales estáis en él ahora? ¿Qué efecto os produce este cambio?
  • R. Estas condiciones no me parecen extrañas, porque mi espíritu desencarnado goza de una claridad que no deja en la sombra ninguna de las cuestiones que vislumbra.

6.Os acordáis de haberos hallado en este mismo estado antes de vuestra última existencia, y encontráis en él alguna cosa cambiada?
  • R. Me acuerdo de mis existencias anteriores y encuentro que he mejorado. Veo y me asimilo lo que veo. En tiempo de mis precedentes encarnaciones, mi espíritu perturbado no percibía más que claros terrestres.

7. ¿Os acordáis de vuestra penúltima existencia, de la que precedió al Sr. Jobard?
  • R. En mi penúltima existencia, era un obrero mecánico, carcomido por la miseria y el deseo de perfeccionar mi trabajo. He realizado, siendo Jobard, los sueños del pobre obrero, y alabo a Dios, cuya bondad infinita ha hecho germinar la planta, cuyo germen había colocado en mi cerebro.

8. ¿Os habéis comunicado ya en otra parte?
  • R. Muy poco me he comunicado todavía. En muchos parajes, otro espíritu ha tomado mi nombre. Algunas veces estaba cerca de él, sin poder hacerlo directamente. Mi muerte es tan reciente, que estoy sujeto aún a ciertas influencias terrestres. Es preciso que haya más perfecta simpatía para que pueda apreciar mi pensamiento. Dentro de poco obraré indistintamente. Ahora no lo puedo todavía, os lo repito. Cuando un hombre algo conocido muere, se le llama en todas partes. Mil espíritus se apresuran a revestir su individualidad, y esto es lo que ha acontecido en cuanto a mí en muchas circunstancias. Os aseguro que después de que se adquiere la libertad, pocos son los espíritus que pueden comunicarse, aunque sea con un médium privilegiado.

9. ¿Veis a los espíritus que están aquí con nosotros?
  • R. Veo, sobre todo, a Lázaro y a Erasto. Después, más alejado, al Espíritu de Verdad, cerniéndose en el espacio. Luego una porción de espíritus amigos que os rodean, solícitos y benévolos. Sed dichosos, amigos, porque buenas influencias impiden las calamidades del error.

l0. En vuestra vida participabais de la opinión que ha sido emitida sobre la formación de la Tierra por incrustación de cuatro planetas, que se unieron en un solo conjunto ¿Estáis todavía en esta misma creencia?
  • R. Es un error. Los nuevos descubrimientos geológicos prueban las convulsiones de la Tierra y su formación sucesiva. La Tierra, como los otros planetas, ha tenido su vida propia, y Dios no ha tenido necesidad de este gran desorden, o de esta agregación de planetas. El agua y el fuego son los únicos elementos orgánicos de la Tierra.

11. Pensabais también que los hombres podían entrar en catalepsia durante un tiempo ilimitado, y que el género humano ha sido traído de este modo a la Tierra.
  • R. Ilusión de mi imaginación, que se iba siempre más allá del objeto. La catalepsia puede ser larga, pero no indeterminada. Tradiciones, leyendas aumentadas por la imaginación oriental. Amigos míos, he sufrido ya mucho repasando las ilusiones con que he alimentado a mi espíritu. No os engañéis con ellas. Había aprendido mucho, y lo puedo afirmar, mi inteligencia, dispuesta a apropiarse estos vastos y diversos estudios. Había conservado de mi última encarnación el amor a lo maravilloso y al conjunto sacado de las imaginaciones populares.
  • Poco me he ocupado todavía de las cuestiones puramente intelectuales en el sentido en que lo tomáis. ¿Cómo lo podría hacer, deslumbrado, absorto como estoy por el maravilloso espectáculo que me rodea? El lazo del Espiritismo, más poderoso que lo que vosotros, como hombres, podéis concebir, puede sólo atraer mi ser hacia esta Tierra que abandono, no con alegría, lo que sería una impiedad, sino con el profundo reconocimiento de la libertad. 
En la suscripción abierta por la sociedad para socorros de los obreros de Lyon, en febrero de 1862, un miembro dio 50 francos, 25 por su propia cuenta y 25 en nombre del Sr. Jobard. Este último dictó a este objeto la comunicación siguiente:
  • "Tengo el mayor placer y reconocimiento porque mis hermanos espiritistas no me han olvidado."
  • "Gracias al corazón generoso que os ha traído la ofrenda, la misma que yo hubiese dado si hubiera habitado aún vuestro mundo. En éste en que habito ahora no hay necesidad de moneda. Me ha sido, pues, necesario sacar de la bolsa de la amistad, para dar pruebas materiales de que estaba conmovido por el infortunio de mis hermanos de Lyon. Bravos trabajadores que ardientemente cultiváis la viña del Señor, es preciso que creáis que la caridad no es una palabra vana, puesto que pequeños y grandes os han mostrado simpatía y fraternidad. ¡Estáis en la gran vía humanitaria del progreso! ¡Quiera Dios manteneros en ella, para que podáis ser más y más dichosos, los espíritus amigos os sostendrán triunfantes!"
  • “Empiezo a vivir tranquilamente, más pacífico y menos turbado por las evocaciones que como lluvia caían sobre mí. La moda reina también entre los espíritus. Cuando la moda Jobard pase y dé lugar a otra, entraré en la nada del olvido humano. Suplicaré entonces a mis amigos formales, entendiendo por formales aquellos cuya inteligencia no olvida, que me evoquen. Entonces profundizaremos cuestiones tratadas demasiado superficialmente, y vuestro Jobard, transfigurado del todo, podrá seros útil, lo que desea de todo corazón.”
Jobard 

Después de los primeros tiempos consagrados a tranquilizar a sus amigos, el Sr. Jobard se ha colocado entre los espíritus que trabajan activamente en la renovación social, esperando su próxima vuelta entre los vivos, para tomar con ellos en la misma una parte más directa.
Desde esta época ha dado a menudo a la sociedad de París, de la que continúa siendo miembro, comunicaciones de una incontestable superioridad, sin desistir de la originalidad y de los graciosos arranques que formaban el fondo de su carácter, y le dan a conocer antes de que haya puesto su firma.


AMOR FRATERNAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario