Muchas veces cuando charlamos diariamente comentamos sobre algún hecho en particular…eso es por envidia…no te preocupes esta envidiosa/o…y así constantemente, ¿pero sabemos realmente que significa ser Envidioso? ¿Qué es la Envidia?
Busquemos
en el diccionario:
Primera definición:
Tristeza o pesar del bien ajeno.
De
acuerdo a la primera definición la envidia es sentir tristeza o pesar por el
bien ajeno. De acuerdo a esto lo que no le agrada al envidioso no es tanto
algún objeto en particular que un tercero pueda tener sino la felicidad en ese
otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del RESENTIMIENTO, un sentimiento
que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.
Segunda definición:
Emulación, deseo de algo que no se posee.
De
acuerdo a la segunda de las acepciones la envidia se puede encuadrar dentro de
la emulación o deseo de poseer algo que otro posee. Siendo en este caso que lo
envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual. Por lo tanto
en esta segunda acepción la base de la envidia sería el sentimiento de
desagrado por no tener algo y además de eso el afán de poseer ese algo. Esto
puede llegar a implicar el deseo de privar de ese algo al otro en el caso de
que el objeto en disputa sea el único disponible.
Ahora bien. Una tercera posibilidad para comprender
lo que la envidia implica sería la combinación de las dos acepciones
mencionadas anteriormente. Cualquiera sea el caso, la envidia es un SENTIMIENTO que nunca produce nada positivo en el
que lo padece sino una insalvable amargura.
El
tema de hoy esta referido a los estados de unión, ¿Por qué?, porque interfiere
directamente en las relaciones diarias, interfiere en nuestras familias, en
nuestros trabajos, en la sociedad en la que vivimos, etc.
LA
ENVIDIA, es un estado de sentimiento que es socialmente descalificada, “no esta bien
Vista”
y por ello la tratamos de ocultar.
Es
un estado que nos cuesta comprender la complejidad y el potencial que encierra.
Profundicemos
un poco más y diremos que: es la reacción de enojo o dolor, que intenta
destruir al otro o lo que el otro tiene, cuando hemos percibido que el otro ha
alcanzado algo que nosotros deseamos y no hemos logrado.
Es
un impulso destructivo, una forma de enojo, de enfrentamiento.
La
definición habitual tiene el acento en la destrucción del otro o de los logros
alcanzados, pero en realidad ese no es el objetivo central de la envidia.
El objetivo
de la envidia es la eliminación de un CONTRASTE
cuya percepción produce dolor.
Tratando
de entender la diferencia diremos: si a una persona que padece envidia se le
plantea:
·
1) si la persona
envidiada perdiera todos los logros que
deseas ó
·
2) que yo (el
envidioso) lograra alcanzar lo que el otro tiene y el otro lo mantiene
¿Cuál
generalmente se elige?: La segunda
opción.
Porque
la prioridad de la envidia es lograr realizar lo que deseas y no puedes, cuando
esto parece poco posible y no se posee
las fuerzas necesarias, tratas de
destruir al otro, que no es el fin en si mismo, sino neutralizar el contraste.
La
envidia no es una forma de odio o destrucción, sino una forma de manifestar la necesidad,
la impotencia y el deseo desesperado de eliminar
lo que significa mi carencia.
Cuando
hay poca conciencia de esta motivación mas profunda se siente la necesidad de atacar al envidiado, ya sea verbalmente, con
ironía o desprecio.
Otros
menos concientes aún de sus sentimientos de envidias creen que su enojo de debe a algo que el otro a dicho o hecho; y
detengamos un segundo en este hecho, por nuestra propia naturaleza tenemos la
tendencia a victimizarnos, no nos hacemos cargo de nuestros sentimientos y
siempre reflejamos en el otro nuestra falta. Estemos atentos a esto y veremos
con más claridad el verdadero móvil de ese enojo.
Pocos
se dan cuenta que quieren eliminar el contraste, que esto tiene su raíz en la
disconformidad ante lo que se tiene, ante lo que se es. Y aquí nos detendremos
otra vez, debemos comprender de forma más consiente que somos Espíritus Encarnados
que estamos en esta vida con un fin o propósito y que nuestras vidas son el
reflejo de lo que exactamente nos hará mejores personas, las personas que nos
rodean, los logros materiales e intelectuales que tenemos son los exactamente
necesarios para nuestro progreso en esta vida y que no podemos hacer lo que
queremos porque hemos programado nuestra existencia y por lo tanto como nuestra
naturaleza es resistirnos al cambio y al progreso si no tuviéramos esos límites
que nos fortifican nos inclinaríamos solo a hacer lo que nos gusta, a estar
solo con las personas que nos son afines y ello no contribuye con nuestro
progreso ni el del resto de nuestros semejantes; también tengamos en cuenta
cuando tomemos conciencia de nuestra esencia espiritual que quizás esa persona
que hoy esta cerca nuestro y es objeto de nuestros desvelos en una existencia
anterior pudimos hacerle algo que hoy estemos expiando, si logramos tener esto
presente a cada instante cada una de las personas que nos rodean se convertirán
en seres iguales a nosotros, con sus luchas, con sus errores y virtudes que
están al igual que nosotros tratando de salir adelante lo mejor posible.
Ahora
bien, regresemos a nuestro estudio, la
carencia, esta referida a las necesidades que nos parecen importantes, ya
sea dinero, belleza, desenvoltura en las relaciones, familia armónica etc.
Las
carencias en la vida tienen su trasfondo en la disconformidad y falta de
aceptación de lo que la vida nos brinda, desvalorizando todo lo positivo y
valedero que gozan, y poniendo el deseo
en algo a veces intrascendente a la vista de los demás, también en algunos
casos la imaginación que nos crea un
cuadro doloroso de nuestras carencias.
Muchas
veces es tal la desvalorización que de lo propio se hace, que genera en el
plano imaginario fantasías o creencias cargadas de exageración.
A
veces es asociado y existe confusión con carencia e inferioridad y para muchos
no tener lo deseado es testimonio de inferioridad ante el otro y nos hace
sentir humillados y en baja estima, además subyace un estado interno que nos
recrimina como egoísta, poco generoso o malo por no poder compartir la alegría
del otro.
Este
estado genera una catarata de estímulos íntimos que producen una
desorganización y surge la envidia destructiva.
En
el plano de las relaciones, cuando subyace la envidia se producen desencuentros
progresivos que desembocan en agresiones verbales o agravios que surgen a modo
de descarga emocional.
Este
es un elemento que impide relaciones, generar vínculos armónicos o estados de unión, aún entre integrantes de la familia.
Cuando
deseo algo, no estoy todo el tiempo pensando o en contacto con el deseo no
realizado, es como si el deseo estuviera anestesiado. Ante un detonante, la
anestesia cesa y junto a ello surge una cascada de deseos no realizados, así el
contraste es doloroso y significativo, supera la capacidad de absorberlo y se
cree que el otro es el causante de su dolor y ve en ello una actitud de
ostentación.
En
el proceso de maduración del ser va cambiando las aspiraciones y también van
cambiando el objeto de la envidia: Pasa de objetos materiales (casa, coche,
ropa), a posición social o lugar que ocupa dentro de un grupo o sociedad, luego
la característica moral que cree el otro posee (imaginaria).
La
disconformidad con lo que la vida te brinda, y la falta de aceptación de las
diferencias.
La
comprensión del funcionamiento de la
Ley de Dios donde cada circunstancia de vida tiene su razón
de ser, y con ello la prueba de tener, o de no tener, de responsabilidad, de
gloria o lugar de mando o lugar de ser mandado.
Mucho
se ha hablado de valorar al otro, pero creo muy importante también aprender a
valorarnos como espíritus en crecimiento y con conquistas aquilatadas.
·
¿Qué diferencia hay
entre admirar y envidiar?
Al
admirar reconozco que el admirado cuenta con características que yo valoro y
eventualmente quisiera tener, existe una diferencia entre lo que percibo y como
me siento.
En
la admiración el contraste no es doloroso, el admirado funciona como modelo o
estímulo para que yo me acerque a lo deseado.
En
la envidia el contraste me remite a lo que no tengo o no soy sin camino de crecimiento o transformación.
Son
dos formas de mirar, una dolorosa, otra estimulante.
Resolver la
envidia es una forma de transformación hacia la admiración o valoración y este
pasaje se resuelve a partir de que hemos descubierto nuestra necesidad o deseo
no logrado que nos permite trabajar en ello o aceptar nuestro nivel.
Trabajar
nos permite abordar el porque no he podido abordar ese deseo, aquí podre
reconocer nuestra íntima opinión interior: no he trabajado en ello, no estoy
dispuesta al esfuerzo, no tengo edad para hacer determinada cosa, activar la
memoria de logros alcanzados y disfrutar de ellos y las posibilidades de
crecimiento o desarrollo que cada uno posee.
Abordemos
también el estado teniendo en cuenta que motiva esa envidia, detrás de esa
necesidad de lograr determinados deseos existe un estado de orgullo encubierto
que nos impulsa a no ser menos, a querer lo que le otro tiene porque yo me lo
merezco también, estemos atentos a ello y comprenderemos cuan profundo es ese
sentimiento, ese orgullo nos sobre estima y nos creemos merecedores de tal o
cual cosa sin poder valorar realmente si es necesario para nosotros o nuestro
entorno. Nos lleva a embarcarnos en proyectos ambiciosos porque queremos
superar a nuestro prójimo y el ver que el otro llega antes que yo produce
dolor, dolor a nuestro orgullo herido.
Ante
una circunstancia hipotética (que mi amiga encontró novio y esta felizmente enamorada
y dispuesta a tener una vida juntos) ante una persona envidiosa puede generar
una doble acción, por una parte alegrarse genuinamente con mi amiga y
simultáneamente sentir dolor o tristeza ante la imposibilidad de yo realizar
ese anhelo. Legitimando esta doble acción alegrarse de verdad y decirlo y
contar que también le gustaría estar enamorada.
Es
necesario que todos comencemos a reconocer que es distinta la alegría de
alcanzar un logro mientras otros no lo han podido hacer, a la alegría de un
logro compartido y generar una situación de integridad sin necesidad de
mancillar o eliminar el logro del otro.
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