viernes, 1 de marzo de 2013

Ley de Igualdad

El libro de los Espíritus

CAPÍTULO IX

8.- LEY DE IGUALDAD

I.- Igualdad natural
803. ¿Todos los hombres son iguales ante Dios?

  • Sí, todos tienden hacia el mismo fin y Dios ha hecho sus leyes para todos ellos. Con frecuencia decís: “El sol nace para todos”, y estáis manifestando una verdad mayor y más general de lo que pensáis.
Todos los hombres se hallan sometidos a las mismas leyes naturales. Todos nacen con idéntica debilidad, están sujetos a iguales dolores, y el cuerpo del rico se destruye como el del pobre. En consecuencia, Dios no ha otorgado a ningún hombre una superioridad natural, ni por el nacimiento ni por la muerte. Ante Él todos son iguales.
 


II.- Desigualdad de aptitudes 
804. ¿Por qué Dios no ha dotado de las mismas aptitudes a todos los hombres?
  • Dios creó iguales a todos los Espíritus, pero cada uno de ellos ha vivido más o menos tiempo y, por tanto, ha adquirido también más o menos experiencia. La diferencia reside, pues, en su grado de experiencia y también en su voluntad, que es el libre arbitrio. De ahí que unos se perfeccionen con más rapidez, lo que les da aptitudes distintas. La diversidad de aptitudes es necesaria a fin de que cada cual pueda contribuir a las miras de la Providencia dentro del límite del desarrollo de sus energías físicas e intelectuales. Lo que uno no hace, lo realiza el otro. Así cada cual desempeña su rol con provecho. Puesto que todos los mundos son solidarios entre sí, es muy necesario que los que moran en los mundos superiores, que en su mayoría han sido creados antes que el vuestro, venga a habitar la Tierra para daros el ejemplo. (Véase el parágrafo 361).
805. Al pasar de un mundo superior a uno inferior, ¿conserva el Espíritu la integridad de las facultades adquiridas?
  • Sí, ya lo hemos dicho: el Espíritu que ha progresado no vuelve a caer de ningún modo. En su estado de Espíritu, puede escoger una envoltura más torpe o una posición más precaria que la que tenía anteriormente, pero siempre hace esto para que le sirva de enseñanza y le ayude a progresar. (Ver párrafo 180).
Así pues, la diversidad de las aptitudes de los hombres no depende de la naturaleza íntima con la que han sido creados, sino del grado de perfeccionamiento a que han llegado los Espíritus encarnados en ellos. Dios no creó, pues, la desigualdad de facultades, sino que permitió que los diferentes grados de desarrollo estuvieran en contacto, a fin de que los más adelantados pudieran cooperar al progreso de los más atrasados, y también para que los hombres, que necesitan unos de otros, comprendieran la ley de caridad que debe unirlos.
 
III.- Desigualdades sociales
806. La desigualdad de las condiciones sociales ¿es una ley natural?
  • No: es una obra del hombre y no de Dios.
806 a. Esa desigualdad ¿desaparecerá algún día?
  • Sólo las leyes de Dios son eternas. ¿Acaso no ves que tal desigualdad se va borrando poco a poco, cada día? Desaparecerá junto con el predominio del orgullo y del egoísmo, y no quedará sino la desigualdad del mérito. Día vendrá en que los miembros de la gran familia de los hijos de Dios no tomarán en cuenta la mayor o menor pureza de la sangre, porque sólo el Espíritu es más o menos puro, y esto no depende de la posición que el hombre ocupe en la sociedad.
807. ¿Qué pensar de los que abusan de la superioridad de su posición social para sojuzgar al débil en su propio beneficio?
  • Merecen el anatema, ¡desdichados de ellos! Porque serán oprimidos a su vez y renacerán en una existencia en que soportarán todo lo que han hecho sufrir. (Ver parágrafo 684).
IV.- Desigualdad de las riquezas
808. La desigualdad de las riquezas ¿no tiene su origen en la desigualdad de las facultades, que dan a unos más medios de adquirir que a otros?
  • Sí y no. ¿Qué dices de la astucia y el robo?
808 a. La riqueza hereditaria ¿no es, por tanto, fruto de las malas pasiones?
  • ¿Qué sabes? Remóntate a sus fuentes y verás si es siempre pura. ¿Sabes acaso si en un comienzo no constituyó el producto de una expoliación o de una injusticia? Pero, aun sin referirnos al origen, que puede ser malo, ¿crees que la codicia de los bienes, incluso los mejor adquiridos, y los secretos deseos que se conciben de poseerlos lo más rápido posible, sean sentimientos laudables? Esto es lo que Dios juzga, y te aseguro que su juicio es más severo que el de los hombres.
809. Si una fortuna ha sido mal habida en su origen, los que más tarde la heredan, ¿son responsables de ello?
  • No cabe duda de que no son responsables del mal que otros hayan podido cometer, y tanto menos cuanto pueden ignorarlo. Pero debes saber bien que con frecuencia sólo recibe el hombre una fortuna para proveerle la ocasión de reparar una injusticia. ¡Dichoso de él si así lo comprende! Si lo hace en nombre de aquel que cometió la injusticia se tendrá en cuenta a ambos la reparación, porque a menudo es el último de ellos el que la suscita.
810. Sin repararnos de la legalidad podemos disponer de nuestros bienes de una manera más o menos equitativa. ¿Somos responsables, después de nuestra muerte, de las disposiciones testamentarias que hayamos adoptado?
  • Toda acción da sus frutos. Los frutos de las buenas acciones son dulces. Los de las otras son siempre amargos. Siempre, entendedlo bien.
811. La igualdad absoluta de las riquezas ¿es posible? Y ¿ha existido alguna vez?
  • No, no es posible. La diversidad de las facultades y de los caracteres se opone a ella.
811 a. Sin embargo, hay hombres que creen que en eso reside la solución para los problemas sociales. ¿Qué pensáis de esto?
  • Son sectarios, o ambiciosos y envidiosos. No comprenden que esa igualdad con que sueñan sería pronto destruida por la fuerza de las circunstancias. Combatid el egoísmo, que es vuestra plaga social, y no marchéis en pos de quimeras.

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