Bien lo sé, adoras las mañanas bellas
en que las aves dan sus cantos al día;
en que el sol desparrama sus centellas
como hilos de oro, por la lejanía...
Bien lo sé, la caricia tibia de esa aurora
hace en tus mejillas juego de rubores,
y encendiendo tu dulce faz encantadora,
tienen celos de ti: musas y flores...
Ah...¡y que sueles ir así, tan ufana
capturando las esencias milagrosas!
Y eres diáfana como esa luz temprana
y sutil como el perfume de las rosas...
Mas, yo amo la tarde que misterio exhala
en profundos silencios de paz sepulcral;
cuando el ave no da trino, ni bate el ala,
y las estrellas son un milagro celestial.
Oh, si...yo amo la tarde inmensa,
tan profunda; la sombra tan leve y vaga;
el arcano tan hondo, en que se piensa
el Ser a sí mismo...¡y en él casi naufraga!
Alberto Di Francisco
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