EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO
…Está reconocido que la mayor parte de las miserias de la vida tienen su
origen en el Egoísmo de los hombres. Desde el momento en que uno piensa en si
antes de pensar en los otros, y que ante todo quiere su propia satisfacción,
procura naturalmente proporcionársela a toda costa, y sacrifica sin escrúpulo
los intereses de otro, desde la más pequeña a las más grandes cosas, así en el
orden moral como en el material. De aquí todos los antagonistas sociales, todas
las luchas, todos los conflictos y todas las miserias, pues cada cual quiere
despojar a su vecino.
El egoísmo tiene su origen en el orgullo. La
exaltación de la personalidad induce al hombre a considerarse como superior a
los otros, y creyéndose con derechos superiores, se reciente de todo lo que,
según él, es un ataque a sus derechos. La importancia de que por orgullo da a
su persona, le hace naturalmente egoísta.
El egoísmo y el orgullo tienen su origen en un
sentimiento natural: el instinto de conservación…y aquí nos detendremos.
Todos somos capaces de entender que todas las miserias que vemos a diario son
producto de nuestros estados egoístas, ya sea como individuos o como sociedad,
todos podemos comprender, si lo deseamos, que si actuamos contemplando lo que
hacemos a los otros, estas situaciones serian menos penosas, pues siempre
ponemos por delante lo que nos conviene a nosotros y nos olvidamos que quizás
ello este perjudicando al otro. Nos excusamos, decimos que estas son las reglas
del juego y que sino nos defendemos somos aplastados por los demás, y nos
olvidamos que cada acto de bien que podamos hacer tiene más peso que el mal que
recibimos. Somos por naturaleza, por instinto de conservación, egoístas, ya que
tratamos de sobrevivir lo que nos toca vivir, pero ya es hora que nos
detengamos a pensar hasta que punto estamos colaborando para que esta vida sea
cada vez peor.
Como sociedad tenemos
responsabilidades conjuntas que hacen que con el paso de los años tropecemos
con los mismos errores y pretendamos que los demás cambien sin aprender de
nuestros errores. Como individuos andamos a los tropiezos, probando por acá por
o por allá, para poder hacer lo que queremos y no nos amoldamos a la Ley
Natural, demos ser lo que debemos ser, no lo que queremos y en la medida que lo
aceptemos, trabajemos por ello y lo llevemos adelante nuestro andar será mas
ligero.
Es verdad, si alguien me maltrata, yo instintivamente me revelo, hasta me pongo violento y me “defiendo”, pero equivoco las herramientas para que esa defensa sea positiva. Si en verdad estoy cerca de alguien que me violenta debo devolver bien por mal, ¿qué es esto?, no contesto, no insulto, no me violento, trato de entender al otro, quizás no tenga la capacidad de darse cuenta que eso que hace esta mal. Trato en la medida de lo posible de hacer todo lo posible para que se de cuenta de su error y colaboro para que no vuelva a cometerlo; ahora bien, si yo respondo con agresividad, con despecho, estoy haciendo lo mismo que el otro, estoy dejando que mis estados interiores salgan a borbotones y se expandan, no los contengo y controlo, entonces ahí no me “defiendo”, estoy haciendo lo mismo que el otro.
Pero para entenderlo mejor
aún vamos a profundizarlo un poco más.
COMO ACTÚAN EN NUESTRA PERSONALIDAD
Para conocerlos los
definiremos primero. Según la Real Academia
Española decimos:
ORGULLO:
- Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
EGOÍSMO:
- Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.
A través de Kardec en El
Evangelio según el Espiritismo nos hablan del Orgullo y la Humildad en el CAP. VII (Bienaventurados los pobres de
Espíritu), define la Humildad
como virtud opuesta al estado de Orgullo.
Para orientarnos nos
explica: …” Jesús entiende que no se
admite a nadie sin la sencillez de corazón y la humildad del espíritu; que el
ignorante que posea estas cualidades, será preferido al sabio que cree más en
sí que en Dios. En todas las circunstancias coloca la humildad en la categoría
de las virtudes que aproximan a Dios y el orgullo entre los vicios que la
alejan de Él, por una razón muy natural,
porque la humildad equivale a un acto de sumisión ante Dios, mientras que el
orgullo es rebelarse contra Él.
En el CAP. XI (Amar al
prójimo como a sí mismo) pone la
Ley de Amor por sobre todas las cosas y la máxima “Amad a
vuestro prójimo como a si mismo” nos da la medida del Amor que debemos prodigar
a nuestros semejantes; el mismo amor que exigimos para nosotros, la misma
paciencia, indulgencia, caridad, solidaridad, que esperamos de los demás hacia
nosotros es la que debemos brindar hacia ellos.
De esto hablamos cuando
decimos que no debemos entrar en el juego de los demás.
Para definir el Amor
entendido como Amor de Dios nos dice: …”El
amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia,
y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso
realizado. El hombre en su origen solo
tiene instintos; mas adelantado y corrompido, solo tiene sensaciones, pero
instruido y purificado, tiene sentimientos, y el punto exquisito del
sentimiento es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino ese sol interior que condensa y reúne en su
ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revelaciones sobrehumanas. La
ley de Amor reemplaza a la personalidad por la fusión de los seres, y aniquila
las miserias sociales…” (Lázaro. París, 1862).
…”El egoísmo, esa plaga de la humanidad, debe
desaparecer de la tierra, cuyo progreso moral define;… el egoísmo es pues el
objeto hacia el cual todos los verdaderos creyentes deben dirigir sus armas,
sus fuerzas, su valor; digo su valor, porque este es el mas necesario para
vencerse a si mismo que para vencer a los otros. Que cada uno ponga todo su
cuidado en combatir el suyo, porque este monstruo devorador de todas las
inteligencias, ese hijo del orgullo, es el origen de todas las miserias aquí
abajo. El es la negación de la caridad y por consiguiente, el mas grande obstáculo
para la felicidad de los hombres”… (Emanuel, París, 1861)
PARTE I
Centro Espírita
AMOR FRATERNAL
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