sábado, 9 de febrero de 2013

ORGULLO Y EGOISMO



EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU


Está reconocido que la mayor parte de las miserias de la vida tienen su origen en el Egoísmo de los hombres. Desde el momento en que uno piensa en si antes de pensar en los otros, y que ante todo quiere su propia satisfacción, procura naturalmente proporcionársela a toda costa, y sacrifica sin escrúpulo los intereses de otro, desde la más pequeña a las más grandes cosas, así en el orden moral como en el material. De aquí todos los antagonistas sociales, todas las luchas, todos los conflictos y todas las miserias, pues cada cual quiere despojar a su vecino.
El egoísmo tiene su origen en el orgullo. La exaltación de la personalidad induce al hombre a considerarse como superior a los otros, y creyéndose con derechos superiores, se reciente de todo lo que, según él, es un ataque a sus derechos. La importancia de que por orgullo da a su persona, le hace naturalmente egoísta.
El egoísmo y el orgullo tienen su origen en un sentimiento natural: el instinto de conservación…y aquí nos detendremos. 

Todos somos capaces de entender que todas las miserias que vemos a diario son producto de nuestros estados egoístas, ya sea como individuos o como sociedad, todos podemos comprender, si lo deseamos, que si actuamos contemplando lo que hacemos a los otros, estas situaciones serian menos penosas, pues siempre ponemos por delante lo que nos conviene a nosotros y nos olvidamos que quizás ello este perjudicando al otro. Nos excusamos, decimos que estas son las reglas del juego y que sino nos defendemos somos aplastados por los demás, y nos olvidamos que cada acto de bien que podamos hacer tiene más peso que el mal que recibimos. Somos por naturaleza, por instinto de conservación, egoístas, ya que tratamos de sobrevivir lo que nos toca vivir, pero ya es hora que nos detengamos a pensar hasta que punto estamos colaborando para que esta vida sea cada vez  peor. 
Como sociedad tenemos responsabilidades conjuntas que hacen que con el paso de los años tropecemos con los mismos errores y pretendamos que los demás cambien sin aprender de nuestros errores. Como individuos andamos a los tropiezos, probando por acá por o por allá, para poder hacer lo que queremos y no nos amoldamos a la Ley Natural, demos ser lo que debemos ser, no lo que queremos y en la medida que lo aceptemos, trabajemos por ello y lo llevemos adelante nuestro andar será mas ligero.

Es verdad, si alguien me maltrata, yo instintivamente me revelo, hasta me pongo violento y me “defiendo”, pero equivoco las herramientas para que esa defensa sea positiva. Si en verdad estoy cerca de alguien que me violenta debo devolver bien por mal, ¿qué es esto?, no contesto, no insulto, no me violento, trato de entender al otro, quizás no tenga la capacidad de darse cuenta que eso que hace esta mal. Trato en la medida de lo posible de hacer todo lo posible para que se de cuenta de su error y colaboro para que no vuelva a cometerlo; ahora bien, si yo respondo con agresividad, con despecho, estoy haciendo lo mismo que el otro, estoy dejando que mis estados interiores salgan a borbotones y se expandan, no los contengo y controlo, entonces ahí no me “defiendo”, estoy haciendo lo mismo que el otro.

Pero para entenderlo mejor aún vamos a profundizarlo un poco más.

COMO ACTÚAN EN NUESTRA PERSONALIDAD
Para conocerlos los definiremos primero. Según la Real Academia Española decimos:
ORGULLO:
  • Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
EGOÍSMO:

  • Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás.


A través de Kardec en El Evangelio según el Espiritismo nos hablan del Orgullo y la Humildad en el CAP. VII (Bienaventurados los pobres de Espíritu), define la Humildad como virtud opuesta al estado de Orgullo.

Para orientarnos nos explica: ” Jesús entiende que no se admite a nadie sin la sencillez de corazón y la humildad del espíritu; que el ignorante que posea estas cualidades, será preferido al sabio que cree más en sí que en Dios. En todas las circunstancias coloca la humildad en la categoría de las virtudes que aproximan a Dios y el orgullo entre los vicios que la alejan de Él, por una razón  muy natural, porque la humildad equivale a un acto de sumisión ante Dios, mientras que el orgullo es rebelarse contra Él.
En el CAP. XI (Amar al prójimo como a sí mismo) pone la Ley de Amor por sobre todas las cosas y la máxima “Amad a vuestro prójimo como a si mismo” nos da la medida del Amor que debemos prodigar a nuestros semejantes; el mismo amor que exigimos para nosotros, la misma paciencia, indulgencia, caridad, solidaridad, que esperamos de los demás hacia nosotros es la que debemos brindar hacia ellos.
De esto hablamos cuando decimos que no debemos entrar en el juego de los demás.
Para definir el Amor entendido como Amor de Dios nos dice: ”El amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia, y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado. El hombre en su origen solo tiene instintos; mas adelantado y corrompido, solo tiene sensaciones, pero instruido y purificado, tiene sentimientos, y el punto exquisito del sentimiento es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino ese sol interior que condensa y reúne en su ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revelaciones sobrehumanas. La ley de Amor reemplaza a la personalidad por la fusión de los seres, y aniquila las miserias sociales…” (Lázaro. París, 1862).


…”El egoísmo, esa plaga de la humanidad, debe desaparecer de la tierra, cuyo progreso moral define;… el egoísmo es pues el objeto hacia el cual todos los verdaderos creyentes deben dirigir sus armas, sus fuerzas, su valor; digo su valor, porque este es el mas necesario para vencerse a si mismo que para vencer a los otros. Que cada uno ponga todo su cuidado en combatir el suyo, porque este monstruo devorador de todas las inteligencias, ese hijo del orgullo, es el origen de todas las miserias aquí abajo. El es la negación de la caridad y por consiguiente, el mas grande obstáculo para la felicidad de los hombres”… (Emanuel, París, 1861)  

PARTE I

Centro Espírita 
AMOR FRATERNAL

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