sábado, 9 de marzo de 2013

Suicidio - Hastío de la vida

El libro de los Espíritus

Libro Cuarto: ESPERANZAS Y RECOMPENSAS

Capitulo I: PENAS Y GOCES TERRENALES

VI.- Hastío de la vida.- Suicidio

943. ¿A qué se debe ese disgusto por la vida que se apodera de ciertos individuos sin que tengan para ello motivos valederos?
  • Efecto de la ociosidad, de la falta de fe y, con frecuencia, de la saciedad.Para aquel que ejerce sus facultades con un objetivo útil y conforme a sus naturales aptitudes, el trabajo no tiene nada de árido y la vida pasa con mayor rapidez. Soporta sus vicisitudes con tanta más paciencia y resignación cuanto que obra con miras a la felicidad más firme y duradera que aguarda.
944. ¿Tiene el hombre el derecho de disponer de su propia vida?
  • No: tan sólo a Dios cabe el derecho de disponer de la vida del hombre. El suicidio voluntario constituye una transgresión a esa ley.
944 a. El suicidio ¿no es siempre voluntario?
  • El loco que se mata no sabe lo que hace.
945. ¿Qué pensar del suicidio que se debe al hastío de la vida?
  • ¡Insensatos! ¿Por qué no trabajaban? Si lo hubieran hecho, la existencia no les habría sido tan pesada…
946. ¿Qué opinión debe mereceros el suicidio que tiene por objeto escapar a las miserias y desengaños del mundo?
  • ¡Pobres Espíritus que no poseen el valor de soportar las miserias de la existencia! Dios ayuda a quienes sufren, pero no a los que no tienen ni fuerza ni valor. Las tribulaciones de la vida son pruebas o expiaciones. ¡Bienaventurados los que las padezcan sin murmurar, porque serán recompensados por ello! En cambio, ¡desdichados de aquellos que esperan obtener su salvación de lo que, en su impiedad, llaman el azar o la fortuna! El azar o la fortuna –para servirme de su lenguaje- pueden, en efecto, serles propicios por un momento, pero sólo para hacerles sentir después, y con más crueldad, el vacío de sus palabras…
946 a. Los que han conducido a un infortunado a ese acto de desesperación que es el suicidio, ¿sufrirán las consecuencias de lo que hicieron?
  • ¡Desgraciados de ellos!, porque de eso responderán como de un asesinato.
947. El hombre que está en lucha contra la necesidad y que se deja morir de desesperación, ¿puede ser considerado un suicida?
  • Se trata, sí, de un suicida, pero los causantes del mismo, o que hubieren podido impedirlo, son más culpables que él, a quien aguarda la indulgencia. Con todo, no vayáis a creer que será absuelto por completo si careció de firmeza y de perseverancia y si no echó mano de toda su inteligencia para salir del pantano. Desventurado de él, sobre todo, si su desesperación nacía del orgullo. Quiero decir, si era uno de esos hombres en quienes el orgullo paraliza los recursos del intelecto, que se ruborizarían si debieran su subsistencia al trabajo de sus manos, y que optan por morir de inanición antes que abdicar de lo que ellos titulan su posición social. ¿No hay acaso cien veces más grandeza y dignidad en luchar contra la adversidad, desafiando la crítica de un mundo fútil y egoísta, que sólo demuestra buena voluntad hacia aquellos que de nada carecen, y os da la espalda tan pronto como necesitáis de él? Sacrificar la propia vida por el qué dirán de esa sociedad es cosa estúpida, porque no tiene objeto alguno proceder así.
950. ¿Qué pensaremos de aquel que se quita la vida con la esperanza de llegar más pronto a una existencia mejor?
  • ¡Otra locura! Practique el bien y estará más seguro de alcanzarla. Porque de aquella manera retrasa su entrada en un mundo mejor y él mismo pedirá después volver aquí para terminar esa existencia que tronchó debido a una idea falsa. Una culpa, sea cual fuere, no abre jamás el santuario de los elegidos.
951. El sacrificio de la propia vida ¿no es meritorio, a veces, cuando se propone el fin de salvar la de otros o de ser útil a sus semejantes?
  • Esto es sublime, según la intención, y el sacrificio de su vida no constituye un suicidio. Pero Dios se opone a un sacrificio inútil y no puede verlo con agrado si está manchado por el orgullo. Un sacrificio sólo es meritorio por el desinterés, y el que lo realiza tiene a veces una segunda intención que menoscaba su valor a los ojos de Dios.
Todo sacrificio hecho a expensas de la propia felicidad es un acto soberanamente meritorio a los ojos de Dios, porque representa la práctica de la ley de caridad. Ahora bien, siendo la vida el bien terreno que el hombre más aprecia, el que renuncie a ella en pro de sus semejantes no comete atentado: cumple un sacrificio. Pero, antes de realizarlo, debe reflexionar sobre si su vida no puede ser más útil que su muerte.

Continuará...

Recordemos que la vida es una posibilidad de adelando moral, de expiación, de prueba, etc, programada por nosotros mismos para poder cumplir con nuestros objetivos. Si más seres en este planeta conocieran el principio de la reencarnacion y la justicia que ella encierra menos suicidios habría por la toma de conciencia que resulta de conocer la finalidad misma de la vida.

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

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