El Evangelio según el Espiritismo
Allan Kardec
Capitulo IX: BIENAVENTURADOS LOS MANSOS Y LOS PACIFICOS
8. La doctrina de Jesús enseña por todas partes la obediencia y la resignación, dos virtudes compañeras de la dulzura, muy militantes, aunque los hombres las confunden sin razón con la negación del sentimiento y de la voluntad. "La obediencia es el consentimiento de la razón, y la resignación es el consentimiento del corazón"; las dos son fuerzas activas, porque llevan la carga de las pruebas que la insensata rebeldía vuelve a dejar caer. El cobarde no puede ser resignado, de la misma manera que el orgulloso y el egoísta no pueden ser obedientes. Jesús fue la encarnación de estas virtudes, despreciadas por la materialista antigüedad. Llegó el momento en que la sociedad romana perecía en el desfallecimiento de la corrupción, y aquél vino a hacer brillar en el seno de la humanidad agobiada los triunfos del sacrificio y del desprendimiento carnal.
Cada época lleva de este modo el sello de la virtud o del vicio que debe salvarla o perderla. La virtud de vuestra generación es la actividad intelectual; su vicio es la indiferencia moral. Digo sólo actividad, porque el genio se eleva de repente y descubre de una sola ojeada los horizontes que la multitud verá después de él, mientras que la actividad es la reunión de los esfuerzos de todos para alcanzar un objeto menos brillante, pero que prueba la elevación intelectual de una época. Sometéos al impulso que venimos a dar a vuestros espíritus; obedeced a la gran ley del progreso, que es la palabra de vuestra generación. ¡Desgraciado el espíritu perezoso cuyo entendimiento se embota!
¡Desgraciado! porque nosotros, que somos los guías de la humanidad que marcha, les daremos con el látigo y forzaremos su voluntad rebelde con el doble esfuerzo del freno y la espuela; toda resistencia orgullosa deberá ceder tarde o temprano; pero felices aquellos que son humildes, porque prestarán oído dócil a las enseñanzas. (Lázaro. París, 1863).
¡Desgraciado! porque nosotros, que somos los guías de la humanidad que marcha, les daremos con el látigo y forzaremos su voluntad rebelde con el doble esfuerzo del freno y la espuela; toda resistencia orgullosa deberá ceder tarde o temprano; pero felices aquellos que son humildes, porque prestarán oído dócil a las enseñanzas. (Lázaro. París, 1863).
AMOR FRATERNAL
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