martes, 16 de julio de 2013

Expiación y arrepentimiento

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

LIBRO CUARTO

Capitulo II: PENAS Y GOCES FUTUROS


990. El arrepentimiento ¿tiene lugar en el estado corporal o en el espiritual?
  • En este último. Pero puede también sobrevenir en el estado corpóreo, cuando comprendéis bien la diferencia existente entre el bien y el mal.
991. ¿Qué consecuencia tiene el arrepentimiento en el estado espiritual?
  • El deseo de una nueva encarnación con el objeto de purificarse. El Espíritu comprende las imperfecciones que lo privan de la dicha, de ahí que aspire a una nueva vida, en la que podrá reparar sus faltas.
992. Y ¿qué resultado reporta el arrepentimiento en el estado corporal?
  • Adelantar, ya en la vida presente, si se tiene tiempo de rescatar culpas. Cuando la conciencia formula un reproche y muestra una imperfección, puede siempre mejorarse.
993. ¿No hay seres humanos que sólo poseen el instinto del mal y son inaccesibles al arrepentimiento?
  • Te dije que se debe progresar sin tregua. El que en la presente existencia no tiene más que el instinto del mal, poseerá el del bien en una vida futura, y por esto precisamente renace muchas veces. Porque es menester que todos adelanten y alcancen la meta; sólo que unos lo harán en más corto lapso, otros, en cambio, en un período más prolongado, conforme a sus deseos. El que sólo posee el instinto del bien ya está depurado, pues ha podido tener el del mal en una existencia anterior.
994. El hombre perverso, que no ha reconocido de ninguna manera sus faltas en el transcurso de su vida ¿las admite siempre después de su muerte?
  • Sí, siempre las reconoce, y entonces sufre más porque siente todo el mal que ha hecho o del que ha sido causante voluntario. Sin embargo, no en todos los casos el arrepentimiento es inmediato. Hay Espíritus que se empecinan en seguir el falso camino a despecho de sus sufrimientos. Pero, tarde o temprano admitirán haber tomado por una ruta equivocada, y sobrevendrá en ellos el arrepentimiento. Para iluminarlos trabajan los buenos Espíritus, y también podéis hacerlo vosotros mismos.
995. ¿Existen Espíritus que, sin ser malos, sean indiferentes en lo que toca a su suerte?
  • Espíritus hay que no se ocupan en nada útil. Permanecen a la expectativa. Pero padecen, en tal caso, en forma proporcional. Y como quiera que en todo debe operarse un progreso, éste es impulsado en ellos por medio del dolor.
995 a. ¿No experimentan el deseo de acortar sus sufrimientos?
  • Sí, sin lugar a dudas, pero no poseen energía bastante para querer aquello que podría aliviarlos. ¿Cuántas personas tenéis, entre vosotros, que prefieren morir en la miseria antes que trabajar?
996. Puesto que los Espíritus ven el mal que resulta para ellos de sus imperfecciones ¿cómo se explica que haya entre ellos quienes agraven su situación y prolonguen su estado de inferioridad cometiendo el mal mientras son Espíritus desencarnados, y apartando a los hombres del camino recto?
  • Los que así se comportan son aquellos cuyo arrepentimiento es tardío. El Espíritu arrepentido puede más tarde dejarse arrastrar de nuevo a la senda del mal por otros Espíritus todavía más atrasados que él.
997. Vemos que ciertos Espíritus, cuya inferioridad es notoria, son accesibles a los buenos sentimientos y se conmueven por las plegarias que se hacen en su beneficio. ¿Cómo explicar, entonces, que otros Espíritus, que debiéramos suponer más esclarecidos, manifiesten un empedernimiento y un cinismo a toda prueba?
  • La oración sólo produce efecto cuando se pronuncia en favor del Espíritu que se ha arrepentido. Aquellos otros que, impulsados por el orgullo, se sublevan contra Dios y persisten en sus extravíos, exagerándolos incluso, como algunos Espíritus desventurados lo hacen, ningún beneficio obtienen con la plegaria, y no lo tendrán hasta el día en que un atisbo de arrepentimiento se haya manifestado en ellos.
No debemos echar al olvido que el Espíritu, después de la muerte del cuerpo, no se transforma de súbito. Si su vida ha sido censurable, ello se debe a que era imperfecto, y la muerte no lo torna perfecto en forma inmediata. Puede persistir en sus yerros, en sus falsas opiniones, en sus prejuicios, hasta que se haya esclarecido mediante el estudio, la reflexión y el dolor.

998. La expiación ¿se cumple en el estado corporal, o en el de Espíritu?
  • Se cumple durante la existencia corpórea por medio de las pruebas a que se ha sometido el Espíritu, y en la vida espiritual, por los padecimientos morales propios de su estado de inferioridad.
999. El arrepentimiento sincero en el curso de la vida ¿es suficiente para borrar las culpas y obtener la gracia de Dios?
  • El arrepentimiento ayuda al Espíritu a mejorarse, pero el pasado debe ser expiado.
999 a. Según esto, si un criminal argumenta que, visto que de cualquier modo debe expiar su pasado no necesita arrepentirse, ¿qué resultaría de ello para él?
  • Si se endurece en la idea del mal, su expiación será prolongada y penosa.
1000. ¿Podemos, ya en la vida presente, rescatar nuestras culpas?
  • Sí, reparándolas. Pero no creáis que las rescataréis tan sólo con unas pocas privaciones pueriles o legando a los demás vuestros bienes, para después de vuestra desencarnación, cuando ellos no los necesitéis. Dios no toma en cuenta en manera alguna un arrepentimiento estéril, siempre fácil y que no cuesta otro esfuerzo que el de golpearse el pecho. Perder el dedo meñique mientras se presta un servicio borra más culpas que el tormento del cilicio sufrido a lo largo de los años, sin otro objetivo que el bien de sí mismo.
El mal sólo es rescatado por el bien, y la reparación no reviste ningún mérito si no afecta al hombre ni en su orgullo ni en sus intereses materiales.
¿De qué le vale, para su justificación, el restituir después de su muerte los bienes mal habidos, cuando ya le son inútiles y les ha sacado provecho?
¿De qué le vale privarse de algunos placeres fútiles y unas pocas cosas superfluas, si la injusticia que ha cometido contra otros sigue siendo la misma?
¿De qué le vale, por último, humillarse ante Dios si sigue siendo orgulloso ante los hombres?
 
1001. ¿No hay ningún mérito en asegurarnos de que, después de nuestra muerte, los bienes que hayamos dejado tengan un destino útil?
  • “Ningún mérito” no constituye la expresión exacta. Siempre es mejor proceder así que no hacer nada al respecto. Pero la desgracia estriba en que, aquel que sólo da al morir, con frecuencia es más egoísta que generoso. Quiere tener el honor de haber hecho bien, sin tomarse el trabajo necesario para ello. En cambio, quien se prive en vida tiene un doble beneficio: el mérito de haberse sacrificado y el placer de ver a los que son felices merced a él. Mas el egoísmo, presente siempre, le dice: “Lo que das es otro tanto que quitas a tus goces”. Y como el egoísmo grita con más fuerza que el desinterés y la caridad, el hombre se guarda para sí sus bienes con el pretexto de que ha de proveer a sus necesidades y a las existencias propias de su posición. ¡Ah!, ¡deplorad a aquel que no conoce el placer de dar! Porque en verdad ha sido desheredado de uno de los más puros y dulces deleites que existan. Al someterlo Dios a la prueba de la fortuna, tan resbaladiza y peligrosa para su porvenir, ha querido otorgarle a título de compensación la dicha de la genero-sidad, de la que puede disfrutar ya en la Tierra.
1002. ¿Qué debe hacer aquel que, in articulo mortis (antes de morir), reconoce sus culpas pero no tiene tiempo de repararlas? En tal caso, ¿basta con que se arrepienta?
  • El arrepentimiento acelera su rehabilitación, pero no lo absuelve. ¿No tiene ante él lo por venir, que no le es cerrado jamás? 


AMOR FRATERNAL

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