sábado, 22 de junio de 2013

El Espiritismo frente al problema social

Las convulsiones políticas y sociales del momento histórico en que vivimos nos obligan a apartar nuestra atención de los problemas de índole psicológicas para fijarla en los de índole económico y social, que ocupan también una de las fases de nuestros estudios y exigen ser tratados a la luz del Espiritismo.

Vivimos en una hora de inquietud social, de incertidumbre política, de crisis económica, en que las naciones parecen haber perdido el control de sus actos, en que nadie se entiende o aparenta no entenderse, en que las ambiciones de mando y de poderío han roto el freno de las viejas democracias para tomar, por el imperio de la revolución, las riendas del mundo, en que la defensa del actual régimen social se muestra a cara descubierta empuñando el fusil de la dictadura, y decimos con la cara descubierta porque, de hecho, ha existido siempre, aunque disfrazadas con el antifaz de una falsa democracia. A esta dictadura de los de arriba responde la dictadura de los de abajo, y en torno de estos dos extremos giran y se chocan las tendencias en aparente confusión.
Estas convulsiones que se notan en todos los órdenes de la vida social, en el mundo entero, no son más que los síntomas del nuevo parto de la historia: los estertores de una sociedad que agoniza y los anuncios de una nueva sociedad que nace. Ante lo que se va y que viene, demás está decir que los espiritistas no inclinamos decididamente por lo último. Somos evolucionistas, amamos la justicia, defendemos la verdad y trabajamos anhelosos por el bien, tanto individual como social: deseamos una sociedad mejor y bregamos por su pronto advenimiento.
Carecería, por lo tanto, de exacto conocimiento del Espiritismo quien creyese que éste tiene por única misión ocuparse de las cosas del espíritu, de los problemas del alma, haciendo de él una ciencia puramente experimental para lograr establecer la certeza de nuestra inmortalidad y buscar la felicidad para después de esta vida. Si éste es, ciertamente, su objeto primordial, por cuanto constituye la base sobre la que descansa toda su estructura ideológica, no se circunscribe, ni podía circunscribirse a esto solo, sin dejar de cumplir su función profundamente revolucionaria en todos los órdenes de la vida, tanto individual como social.

El Espiritismo tiene miras más amplias, horizontes más dilatados: es, aparte de una ciencia experimental y filosófica, una ideología social, que persigue una finalidad superior en este mundo donde, a la par que los ideales más generosos, pero sin base sólida, se encuentran las tendencias más conservadoras y egoístas, los odios más perversos, las miserias morales más grandes, las ambiciones más mezquinas y repudiables.


Es Espiritismo no considera a sus adeptos desvinculados de la sociedad, ni los concibe felices y satisfechos contemplando el dolor y la miseria de los desheredados frente al placer desenfrenado y la riqueza deslumbrante de los detentadores. Para él, el hombre es un ser social y, por lo tanto, le enseña a ser solidario con la sociedad en todo cuanto, tienda a su mejoramiento, a la mayor justicia y bienestar de todos y de cada uno.
Aunque explica la razón de ser de muchos males individuales y sociales, fundándose en la ley de causalidad espirita -lo que no significa justificarlos- no considera a la sociedad en estado estático, sino dinámico, es decir, evolucionando continuamente hacia una finalidad superior que se realiza con el tiempo y en proporción a los esfuerzos que en tal sentido se hacen.
La doctrina espiritista –que por ignorancia muchos consideran conservadora y otros, por interés, la aceptan como sostén de todos los latrocinios e iniquidades sociales- es tan profundamente revolucionaria, y, al mismo tiempo constructivo, que nada queda a su paso de injusto, de malo e inmoral, que no lo destruya, y nada destruye que no sea capaz de suplirlo con edificaciones más buenas, más sólidas y mejor cimentadas. Desde este punto de vista, encaramos los espiritistas los problemas sociales.
Tenemos una finalidad social que no difiere de los ideales más avanzados sino por el concepto espiritual, indefinidamente progresivo, que tenemos del ser humano.
Repudiamos el régimen de explotación y de enojosos privilegios en que vivimos, la moral hipócrita e interesada que de él se desprende, la justicia unilateral y ajustada a las prerrogativas económicas, el latrocinio de los gobernantes y la actitud de los gobiernos que, amparados en leyes constitucionales injustas y anacrónicas – cuando no en las fuerzas arbitrarias a estas mismas leyes – se creen amos de los pueblos, cuando sólo deberían ser sus servidores y que, no pretexto de administrar los intereses generales de las naciones, aseguran el monopolio y la riqueza desmedida de unos, a costa de trabajos y la miseria de los otros; repudiamos también la falsa educación que se ajusta a los convencionalismos
sociales y a las leyes que los defienden, y a estas mismas leyes, que hacen del crimen legal una virtud patriótica, y de la verdadera virtud un delito punible, que ampara, en fin, el asesinato, el robo y las inmoralidades más grandes y luego, como una misión, castigan despiadadamente delitos menores, que derivan de la misma injusticia e inmoralidad que la ley ampara. No nos avenimos con la política de rapiña internacional, que hace que los países más fuertes se posesionen de los más débiles o ejerzan hegemonía sobre ellos, ni con las guerras fratricidas, que no tienen otra finalidad por parte de los que las hacen, que la de asegurar el imperio capitalista de unas naciones sobre otras, de satisfacer ambiciones económicas o cuando no, afianzar el régimen de la explotación humana impidiendo que otros, más en concordancia con la justicia y el derecho natural, se abran paso.En fin, el espiritista – por lo menos el que lo es de verdad – no puede menos que repudiar todo esto y lo mucho más malo que existe en este mundo, por ignorancia o maldad de los hombres. Y, al repudiarlo, aspira, naturalmente, a un régimen de libertad, de igual economía y de verdadera fraternidad, donde la justicia no sea un mito, donde el derecho natural no se posponga al derecho del más fuerte y del más pillo, donde el bienestar sea común, donde la paz del mundo sea una verdad, donde la democracia no sea un truco, donde la caridad no sea una insultante limosna, ni el amor una veleidad, ni la solidaridad una especulación.

Pero, ¿será posible que en este mundo destinado, según creencia general, al dolor y a la expiación, en este infierno de pruebas, en este presidio de almas condenadas al suplicio, pueda realizarse progreso tal? ¿Cabrán en él tantas cosas buenas? ¿No se oponen al deseo de conquistarlas las enseñanzas del Espiritismo? 

Yo creo que todo esto es asequible(*) a la evolución de la sociedad humana, que puede llegar a realizarse, y que tal realización, en tiempo más o menos cercana, depende de los esfuerzos que los hombres de buenos sentimientos y más capacitados y decididos en la obra de la transformación social hagan para conseguirlo, y que, lejos de ser contrario a las enseñanzas del Espiritismo, es la esencia misma de su doctrina. Pero, aun cuando no fuese realizable, siempre será una noble aspiración, una función elevada de nuestra vida, el propender a ellos y, al hacerlo podremos estar seguros de no haber equivocado nuestro camino.
Para demostrar que lo que venimos sosteniendo no es una simple opinión personal concebida al margen de la doctrina espírita, voy a exponer lo más sencillamente posible, algunos conceptos sociológicos extractados de las obras de Allan Kardec, porque la enseñanza expuesto en ellas no lleva el sello de una sola personalidad, sino que es el contenido filosófico de muchas opiniones que, aunque no sean posibles, reflejan unánimemente la esencia de la doctrina y que también porque Kardec, el más humanitario de los maestros espiritistas, que hizo de los Evangelios su estandarte, de la caridad más grande virtud, y la actitud más noble de la humanidad, no puede ser sospechado por nadie de “anarquista peligroso”...
Tomaré, pues, del autor mencionado, solamente lo que se relaciona con el problema social, entresacándolo de las páginas de sus libros, en donde se encuentra mezclado con otras enseñanzas de orden moral.

Respondiendo Kardec (1) a la pregunta de si la desigualdad de condiciones sociales es una ley natural, dice: (*)
  • “— No, es obra del hombre y no de Dios”. (Item 806)
A la pregunta de si esta desigualdad desaparecerá algún día, contesta:
  • “— Sólo las leyes de Dios son eternas. ¿No ves cómo cada día se borra poco a poco? Semejante desigualdad desaparecerá con el predominio del orgullo y del egoísmo...”
“— ¿Qué debe pensarse de los que abusan de la superioridad de su posición social
para oprimir, en provecho suyo, al más débil?”
  • “— Merecen ser anatematizados – dice – ¡Infelices de ellos! serán oprimidos a su vez...” (Item 807)
“— ¿La desigualdad de riquezas no tiene por origen la desigualdad de facultades?”
  • “— Si, y no – responde –.¿Qué me dices de la astucia y del robo?” (Item 808)
Ante la afirmación de que la riqueza hereditaria no es fruto de malas pasiones, contesta:
  • “— ¿Qué sabes tú?, remóntate hasta su origen y verás si siempre es puro. ¿Sabes tú si en un principio no fue fruto de una expoliación o de una injusticia? Pero sin hablar del origen, que puede ser malo.¿crees tú que la codicia del bien, aun del mejor adquirido, los deseos secretos que se conciben de poseerlos cuanto antes, son sentimientos laudables?...” (ídem)
Respondiendo a si es posible la igualdad absoluta de riquezas, dice: 
  • “— No, no es posible. La diversidad de facultades y de caracteres se opone a ella”. (Item 811)
Entiéndase bien que Kardec se refiere aquí a la "igualdad absoluta"que hemos subrayado de intento para que no se confunda con la igualdad relativa o proporcional o mejor dicho, con la igualdad de deberes para producir la riqueza en proporción a las fuerzas y actitudes de cada uno y a la igualdad de derechos para satisfacer las necesidades y gozar de las riquezas en la misma proporción, que es lo que, en Sociología, se entiende por igualdad económica y social, lo que las tendencias socialistas persiguen, lo que el Espiritismo sustenta en sus principios y lo que los espiritistas proclamamos como finalidad social y perseguimos nuestra moral superior y con la crítica sana, fecunda, de la actual sociedad.
La palabra “riqueza” tiene aquí un significado también muy relativo, si se analiza a la luz meridiana de la siguiente sentencia de Kardec:
  • “Sólo es legítima la propiedad que ha sido adquirida sin perjuicio de otros”. (Item 884)
Y de esta otra no menos luminosa:
  • “Prohibiendo la ley de amor y justicia que hagamos a otros lo que no quisiéramos que se hiciera con nosotros, condena por lo mismo, todo medio de adquirir que fuese contrario a esa ley”.
Desde este punto de vista, no hay riqueza propiamente dicha bien adquirida, y lo único que, en tal sentido, puede considerarse legítimo, es el relativo bienestar que cada uno pueda labrarse con el esfuerzo propio y sin perjuicio de los demás que, de ningún modo constituye una riqueza. Si la igualdad (absoluta) de riquezas no es posible ¿sucede lo mismo con el bienestar?
  • “— No – responde Kardec –; pero el bienestar es relativo, y cada cual podría disfrutar de él si los entendiéseis...” (Item 812)
Y luego agrega:
  • “Los hombres se entenderán cuando practiquen la ley de justicia”. 
Veamos ahora cómo Kardec – por cuyo intermedio se expresan sus colaboradores espirituales – entiende este relativo bienestar del hombre, considerado éste como miembro de la sociedad:
  • “...porque el verdadero bienestar – dice – consiste en el empleo del tiempo a gusto de cada uno, y no en trabajos que no son de su agrado y como cada cual tiene aptitudes diferentes, ningún trabajo útil se quedaría por hacer. Todo está equilibrado, y el hombre es quien quiere desequilibrarse”.
En este último párrafo está expuesto con toda claridad y perfectamente de acuerdo con las más avanzadas tendencias socialista (*) el concepto ideológico de la distribución del trabajo, según las aptitudes de cada uno y sin imposición de tiempo, concepto que hemos expuesto más de una vez en la prensa espiritualista y que constituye uno de os principios fundamentales de la justicia social, agregado a la obligación el trabajo “útil”, material o intelectual, impuesto por la necesidad de vivir y por la misma ley de asociación a todos los hombres por igual, según sus fuerzas y sus aptitudes; concepto que desprende de infinidad de pasajes de las obras citadas, concordes en todo con la esencia de la doctrina.
Agreguemos todavía a lo expuesto algunas ideas complementarias que se refieren a la justicia social y al derecho natural:
  • “La justicia –dice- consiste en el respeto de los derechos de cada uno”. (Item 875)
  • “De tal modo es natural que os sublevéis a la idea de una injusticia”. (Item 873)
  • “Los derechos naturales son los mismos para todos los hombres, desde el más pequeño hasta el más grande”. (Item 878)
Entiéndase bien que Kardec se refiere a los derechos naturales, cuya igualdad reconoce, y no a los concedidos por la ley civil, la cual, según sus propias palabras.

(*) Para comprender adecuadamente las referencias que Porteiro hace con frecuencia a los ideales socialistas recomendamos al lector el estudio del libro El Pensamiento Vivo de Porteiro del Lic. Jon Aizpúrua, donde se aclara debidamente el contexto histórico y social en que Porteiro vivió y escribió, así como su identificación con una propuesta socialista de naturaleza democrática, humanista y espiritualista, a diferencia de las tendencias socialistas de corte materialista y dictatorial.
(Nota de los Editores)
  • “ha creado derechos y deberes imaginarios (nosotros diríamos inicuos) que la ley natural condena”. (Item 795)
En otro pasaje, dice:
  • “— El hombre precisado de pedir limosna, se degrada moral y físicamente, se embrutece. En una sociedad basada en la ley de Dios y en la justicia, debe proveerse al débil sin humillarle. Debe asegurarse la existencia de los que no pueden trabajar, sin dejar su vida a merced de la casualidad y de la buena voluntad”. (Item 888)
Y completa este pensamiento, con este otro no menos revolucionario en el orden de las ideas sociológicas y que, refiriéndose a la civilización, dice que únicamente puede existir pueblo más civilizado.
  • “Donde las leyes no consagren ningún privilegio, y sean las mismas, así para el último como para el primero, donde se distribuya la justicia con menos parcialidad; donde el débil encuentre siempre apoyo contra el fuerte; donde mejor se respete la vida, creencias y opiniones del hombre; donde menos infelicidad haya y donde, en fin, todo hombre de buena voluntad está siempre seguro de no carecer de lo necesario”. (Item 793)
  • “Las leyes humanas – dice en otros pasajes – son más estables a medida que a aproximan a la verdadera justicia, es decir, a medida que son hechas en provecho de todos y que identifican con la ley natural...” (Item 795)
  • “Por desgracia, esas leyes (se refiere a las que aún existen) se dirigen más a castigar el mal hecho que a cegar la fuente del mismo mal”. (Item 796)
Para terminar esta exposición de conceptos sociológicos extractados de las obras fundamentales del Espiritismo, y no cansar más la atención del lector, me contentaré con citar los párrafos que van a continuación, que sirven de corolario a lo ya expuesto, y cuyos conceptos son, para el caso que nos ocupa, de un valor inestimable:
  • “Si suponemos – dice- una sociedad de hombres bastante desinteresados y bondadosos para vivir fraternalmente, entre ellos no habrá privilegios ni derechos excepcionales, pues de otro modo no existiría verdadera fraternidad. Tratar a un semejante de hermano, es tratarle de igual a igual; es desearle cuanto uno desea para sí, y en un pueblo de hermanos, la igualdad será la consecuencia de un modo de obrar en relación natural de sus sentimientos y se establecerá por la fuerza de las circunstancias.
Pero aquí – continúa el Maestro – nos encontramos con el orgullo que siempre quiere dominar y ser el primero en las cosas y que sólo se alimenta de privilegios y de excepciones...” (Obras Póstumas, Libertad, Igualdad y Fraternidad)
  • “¿Es posible la destrucción del orgullo y del egoísmo? Nosotros decimos redondamente que si, porque de lo contrario seria preciso señalar un término a la humanidad...” (Idem)
  • “La aspiración del hombre hacia un orden de cosas mejor que el actual es un indicio cierto de la posibilidad de llegar a él. A los hombres amantes del progreso toca, pues, activar este movimiento por el estudio y la práctica de los medios que se crean más eficaces”. (Idem)
Manuel S. Porteiro
Concepto Espírita de la Sociología

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

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