martes, 28 de abril de 2015

Bondad y Humildad

LA RIGIDEZ MENTAL DEL ORGULLO

Dentro del desenvolvimiento espiritual del ser humano el orgullo figura como un sentimiento inferior que requiere pulimento. La transformación del orgullo en humildad es una cuestión de tiempo, de auto-conocimiento y de práctica incesante de la flexibilidad mental en el sentido de la humildad. Por lo general, las personas orgullosas no se dan cuenta de ese sentimiento negativo que infecta su alma y les impide ver las cosas desde ángulos más flexibles y saludables. Allan Kardec manifestó que "el orgullo es la catarata que les obstruye la visión". Esa rigidez psíquica del orgullo es un impedimento para la conquista de nuevos valores, porque el individuo se ubica por encima de todo y cree que siempre tiene razón. Por eso, el orgulloso habrá de reencarnar tantas veces como sean necesarias hasta que haya desplazado ese elemento de su psiquis, mediante la creación de fisuras en esa roca mental que lo introduzcan a reflexiones acerca de los valores que antes despreciaba.

La humanidad terrena se encuentra en un escalón evolutivo donde predominan los rescoldos de atavismos inferiores. Por eso aún perdura en nosotros la gama completa de los sentimientos negativos en franca transformación. No hemos alcanzado el nivel de las virtudes: recién se insinúan en nosotros, como pidiendo permiso para poner en orden nuestra casa mental. Sin embargo, son el comienzo, una promesa de felicidad, pese a que el orgullo continúa siendo el terrible adversario de la humildad, de acuerdo con la sentencia de Lacordaire.
El orgullo no es más que un comportamiento infantil del espíritu. Quien ha conquistado la humildad mira a la persona orgullosa con benevolencia, como quien observa a un joven vanidoso, arrogante, y nada más. Ya lo hemos dicho: el orgullo es un factor que impide a la persona ser flexible y cambiar. Eso retrasa su progreso. Podríamos apuntalar ese proceso insistiendo más con el aspecto de la flexibilidad, porque a partir de él obtendríamos mecanismos mentales para los necesarios cambios, incluyendo la humildad.
"La humildad es el trabajo silencioso de Dios en la Naturaleza"
LA HUMILDAD


Nuestras imperfecciones se exteriorizan desde muy diversas formas. Son verdaderos gritos exaltados del alma que reclaman preponderancia, poder, cargos, riquezas y todo orden de manifestaciones orgullosas del espíritu. Es el deseo ardiente e infantil de querer destacarse, de ser notado, de figurar. Es el bullicio, el ruido de los valores materiales de la sociedad contemporánea. Es la ostentación de la ignorancia.
La humildad, por el contrario, es el trabajo silencioso y productivo del alma en proceso de elevación. Está presente en la persona serena que pone orden en la casa, tanto como cuida del jardín o barre el centro espirita. Es el auxiliar anónimo que vela por la secretaría, visita al anciano o investiga en el silencia de su laboratorio. La humildad está en el gesto oculto de benevolencia y en el corazón del amigo de todas las ocasiones. Ese desapego en relación con las conquistas exteriores es el que hace que la persona humilde logre triunfar sobre sí misma. Por lo general esos espíritus ya han pasado por una serie de encarnaciones que les demostraron la inutilidad del poder temporal y de las ostentaciones de toda clase. Se aplican entonces al desarrollo de la sencillez, de la modestia, de la sumisión a la ley de Dios. Lentamente el individuo accede a una visión nueva de los mecanismos de la vida, cuando antes le resultó imposible descifrarlos debido a la ceguera ocasionada por el orgullo.

La humildad es asimismo una virtud despreciada por los hombres, porque la brasa del orgullo todavía no se ha apagado dentro de nosotros. Emmanuel, en el libro Pensamiento y Vida, manifiesta que la carencia de humildad refleja la insignificancia del individuo en relación con el Universo. Esa carencia, afirma, hace que el alma se endurezca por la codicia, por el egoísmo, inclusive por la vanidad, elementos responsables de la discordia y la delincuencia social.
Cuando no tiene humildad, el ser humano se atribuye la propiedad de los bienes terrenales, no solo su usufructo. La miopía causada por el orgullo restringe su visión y el individuo no llega a comprender que en ese sentimiento está la causa de los desequilibrios emocionales que atentan contra la estructura social de la humanidad. La falta de humildad es el comandante camuflado de las tensiones nerviosas y las guerras que asolan nuestro planeta.
Solemos omitir la contemplación del ejemplo que brinda la naturaleza. El sol nos inunda de luz y calor, desde su posición en el silencia estelar; las flores vierten silenciosamente su perfume e inundad la atmósfera de aromas embriagadores; los ruiseñores hablan de Dios en sus trinos de alegría; los ríos corren silenciosamente transportando la fertilidad. Es un himno silencioso de bienaventuranzas a disposición del hombre, para brindarle felicidad. La humildad es el trabajo silencioso de Dios en la Naturaleza. Es la simiente divina que está en nosotros esperando la época apropiada para florecer. Probablemente todavía no haya desplegado su corola porque es una virtud silenciosa, que no se deja llevar por la arrogancia humana, y recién cuando ésta pierda su fuerza, la humildad surgirá en todo su esplendor como emanación del trabajo silencioso del alma que se eleva hacia Dios.

CONCLUSIONES
  • El orgullo provoca una rigidez mental que obstaculiza el progreso del individuo.
  • La humildad, tal como manifiesta Emmanuel, es la fuente de todas las virtudes, del progreso y de la elevación moral e intelectual.
  • Es la clave de nuestra libertad interior, que nace en las profundidades del espíritu. Quien es humilde consigue sustraerse a las cadenas de los sentimientos de egoísmo, vanidad y orgullo.
  • Quien es humilde está en permanente renovación en dirección al bien. Acepta los cambios necesarios para dar lugar a los nuevos paradigmas espirituales. El hombre humilde realiza su trabajo en silencio y sin ostentación.


EL DESENVOLVIMIENTO DE LA BONDAD


La bondad ha estado en mi vida de espirita entre los temas que más me llamaron la atención, por su importancia en el desarrollo moral del individuo. Fue siempre uno de los objetivos que me propuse. Es accesible al entendimiento de las personas y fácilmente asimilable en el sentido intelectual. La bondad es una virtud sencilla aunque profunda al mismo tiempo: tenemos facilidad para entenderla pero cierta dificultad para aplicarla objetivamente.
La bondad es uno de los sentimientos superiores del alma. Es una virtud dinámica, de acción al bien. La bondad es el amor en acción. Por su intermedio nos conquistamos a nosotros mismo y templamos la conciencia. Sus efectos se manifiestan de variadas formas y pueden ejercer un efecto armonizador en los ámbitos, saciar la sed espiritual de muchos, establecer el equilibrio de la sociedad, iluminar nuestro corazón o atenuar el sufrimiento de millones.

Cierta vez un médium espirita con poco tiempo de militancia, estaba preocupado por comprender y perfeccionar sus facultades mediumnicas. a medida que leía El Evangelio según el Espiritismo fue creciendo en él la inquietud, pues noto que debería desarrollar numerosas virtudes. Meditaba entonces "tardaré decenas de encarnaciones para desarrollar tantas virtudes". Su vida en el hogar y en su empleo presentaba las dificultades naturales del ser humano: discusiones, incomprensiones, resentimientos, y todo lo habitual. Juan, tal era su nombre, comenzó a aplicarse a esa vida nueva que el Espiritismo le mostraba y simultáneamente se impuso la responsabilidad de transformarse moralmente. Un día, estaba Juan enfrascado en la lectura cuando se le presentó un Espíritu. Con una sonrisa en los labios le explico que era un amigo espiritual y a continuación le pregunto a que se debían tantas preocupaciones. El neófito espirita contestó que no sabía como hacer para desarrollar en la encarnación tantas virtudes como debía. El benefactor le dirigió una paternal mirada de complacencia, mientras le sugirió que solamente desarrollara una virtud, que se propusiera avanzar por etapas en esa fase de su vida. Solo le hizo una recomendación: ejercitarla durante las veinticuatro horas de cada día, o sea que esa virtud debía estar presente en su pensamiento, en sus palabras, en su mirada, en sus actitudes. Juan se quedó satisfecho, porque elaborar una virtud le resultaría mucho más sencillo que hacerlo a la vez don decenas de ellas y sintió curiosidad por saber que sentimiento era ese que tenía que desenvolver. El amigo espiritual interpretaba ese anhelo, y el deseo de superarse del médium en formación, por lo que le respondió dulcemente: "¡la bondad, Juan, la bondad!. No te vayas a olvidad: bondad en los pensamientos, bondad en las palabras, bondad en la mirada, bondad en las actitudes". Antes de desaparecer el benefactor le hizo la promesa de regresar a los dos años para verificar los resultados.

BONDAD: 
  • EN LOS PENSAMIENTOS
  • EN LAS PALABRAS
  • EN LA MIRADA
  • EN LAS ACTITUDES


Juan tomó con mucha seriedad ese encuentro y de ahí en adelante la bondad se convirtió en el proyecto más importante de su vida. La tuvo en cuenta a cada instante de su existencia y siempre era ella la que le indicaba la manera adecuada de conducirse. Fue su consejera en las dudas, en la magnanimidad del perdón, en la dulzura de las palabras, en la complacencia de la mirada y en la caridad de los gestos.
Cada vez que pensaba en su esposa, en sus hijos, en quienes le daban disgustos, en las personas en general, lo hacía con respeto humano  y con bondad. Los pensamientos de contrariedad fueron desapareciendo y se esfumaron por completo con la llegada de esas luces nuevas a la psiquis de Juan.
Sus palabras transmitían matices novedosos. Comenzó a hablar desde el corazón, Evitaba las críticas ásperas y despechadas de las personas sin vigilancia. Reinició el diálogo casi interrumpido con su esposa e hijos, pero a partir de entonces sobre una base de comprensión, afecto, paciencia, bondad.
Se transformó su manera de mirar. Cambió la mirada desesperada de la preocupaciones y ansiedades por la mirada amistosa, benigna y dulce de la bondad. Comenzó a mirar con ternura a los pájaros, a los perros, a las flores. Modificó su expresión fisonómica al estar en contacto con quienes lo detestaban. Transmitía mensajes de amistad con la mirada y con los pensamientos, poniendo en evidencia un nuevo modo de relacionarse con el otro.

(...) Pasó el tiempo y Juan logró modificarse. Había sido ansioso, irritadizo, con muchas susceptibilidades, pero empezaba a emerger en medio de la sociedad terrestre como un hombre mas bondadoso, tranquilo, desbordante de paz, de la paz que brota del corazón, de la conciencia tranquila, y del perdón de las ofensas. La bondad fue, en efecto, el detonante, el motor que desencadenó la aparición de otras virtudes. Junto con ella asomó la solidaridad, la tolerancia, el afecto, la caridad, la ternura, el perdón y otras energías saludables que colmaron su alma y su cuerpo con promesas de salud física y espiritual. Los dos años transcurrieron velozmente y el amigo espiritual regresó, tal como lo había prometido. Estaba Juan en oración serena y confiada cuando se le apareció. Analizó las transformaciones profundas en la psiquis del médium espirita y el esfuerzo que había hecho para mejorar. le dirigió una mirada de intensa dulzura y aprobación, esbozó una sonrisa y tan solo dijo: "Sigue así, hijo", y volvió a desaparecer.

Una vez que el ser humano prueba el sabor del elixir de la bondad, jamás querrá retornar a los escalones de la intemperancia mental. El sentimiento inferior de la maldad se expresa de diversas maneras en el individuo, desde las simples irritaciones hasta las venganzas y actitudes hostiles. Hace siglos que la maldad se encuentra en la psiquis humana, esperando el florecimiento de la bondad, esa energía nueva que puede disolver los restos de la agresividad en la Tierra. Es suficiente con que percibamos que tanto la maldad como la bondad están dentro de nosotros. Crece el sentimiento que recibe nutrientes de similares características; en pocas palabras, la maldad solamente se incrementará si recibiera el refuerzo de pensamientos malos. Igual sucede con la bondad, crecerá en la medida que reciba pensamientos generosos. El entrenamiento en la bondad y la motivación hacia el bien orientarán el proceso de transformación interior. De modo que podemos afirmar que la bondad es una fuerza fecunda porque construye, remueve obstáculos y condice rápidamente al individuo por los caminos de la evolución.

Texto extraído de: Educación para los Sentimientos - Jason de Camargo

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL















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