Impresiones mentales y psíquicas
Atendamos a la respuesta de los Espíritus a la pregunta 383 -¿Cuál es, para el Espíritu, la utilidad de pasar por el estado de infancia?
- “-Encarnándose el Espíritu con las miras de perfeccionarse, es más accesible, durante ese período, a las impresiones que recibe y que pueden ayudar a su progreso, al que deben contribuir los que están encargados de su educación”.
La psicología actualmente, a través de exhaustivas y continuadas investigaciones, ha registrado y confirmado la gran verdad de la influencia mental y psíquica de la madre y del padre así como de otros adultos sobre la mente de los hijos, en el período infantil. Las impresiones que en los Espíritus se plasman desde el primer día de vida, son los elementos psíquicos que irradian de las mentes de los padres, en el día a día de la vida familiar, en su compartir constante con los hijos. Esas impresiones psíquicas de los padres contribuirán al buen o mal desarrollo de la personalidad del niño, a su victoria o derrota en el futuro de su presente existencia, y quedarán como profundas influencias captadas y archivadas por el mundo mental del niño…
Formación de los buenos hábitos
El maestro Allan Kardec, nos presenta una importante apreciación sobre la Educación del Alma: “Hay un elemento, con el cual no se ha contado bastante y sin él, la ciencia económica no pasa de ser una teoría: la educación, no la educación intelectual, sino la educación moral, y tampoco la educación moral que enseñan los libros, sino la que consiste en el arte de formar el carácter, la que da los hábitos: porque la educación es el conjunto de hábitos adquiridos”. (El libro de los Espíritus, Allan Kardec, pregunta nº 685-a).
Este significativo texto, merece ser sometido a un minucioso análisis por parte de los estudiosos. Es preciso ir más allá de la superficialidad de la educación puramente intelectual del espíritu encarnado. Ante Jesús –nuestro Maestro y Señor–, trabajar únicamente la Educación Intelectual, incluso la religiosa, será de poca eficacia espiritual en el alma repleta de defectos morales, vicios, malos sentimientos y debilidad moral. Este concepto de Kardec presenta una perfecta síntesis de la Filosofía Espirita de la Educación.
Cuando proferimos principios y contenidos de la Doctrina y del Evangelio a niños y jóvenes, estamos trabajando únicamente con la Pedagogía de Instruir la inteligencia del niño. Permanecemos operando básicamente en el campo restringido de la inteligencia que, si bien es muy importante en la adquisición de conocimiento y cultura, sin embargo, no es todo en la educación de la personalidad, pues el Espíritu posee dos fuerzas centrales de evolución: inteligencia y corazón. Desarrollar bien la inteligencia eleva el ser al ápice de la Cultura, la Convicción y el Saber. Desarrollar el corazón eleva el espíritu a la práctica del Amor, de la Virtud, de la Sabiduría, del Buen Carácter y de la Caridad Verdadera.
Estas dos áreas de la educación del alma tienen diferentes actuaciones y resultados sobre la inteligencia y el corazón espiritual.
Cuando el Codificador Allan Kardec, nos dice con convicción que la Educación es aquella “que crea hábitos pues la educación es el conjunto de los hábitos adquiridos”, entonces, está queriendo decir que no solo crea hábitos, sino que también permite la consolidación del conjunto de hábitos adquiridos. Si los hábitos son el elemento más importante para evaluar la educación moral en el alma de un niño, entonces llegaremos a la conclusión de que, en el campo de la Educación del niño, debemos preocuparnos en eliminar los malos hábitos y mejorar o perfeccionar los buenos hábitos en el espíritu del mismo.
Las cualidades del corazón, en el alma de un niño, se pueden conocer e investigar, evaluar y corregir, ayudar y educar en el ambiente afectivo y espiritual del hogar. Este es el lugar donde el niño y el joven viven integralmente y presentan, sin evasión y sin falsedad, sus buenas o malas cualidades internas, exigiendo el verdadero trabajo de educación moral del corazón y del carácter. Según el Codificador, el termómetro para medir la educación moral de un niño es “el conjunto de los hábitos adquiridos”. Con esta definición, se deduce que Educación no es el “conjunto de conocimientos adquiridos”. La verdadera educación de cualquier niño es lo que se logra trabajar con sus deseos, emociones, voluntad, libre albedrío, libertad, e intereses, estimulando todas las fuerzas de su espíritu para la práctica del Bien, del Amor, de la Caridad, de la Fraternidad, de todas las Virtudes. Solamente desarrollando la práctica de los Buenos Hábitos en alguien, desde sus primeros años, conseguiremos promover la felicidad en cualquier persona y, por la Ley Divina del Mérito, nos haremos mucho más felices aun. Nuestros hijos necesitan creer, de corazón, en la Gran Ley de Amor Universal.
Texto extraído del Anuario Espirita 2013
AMOR FRATERNAL
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