jueves, 22 de octubre de 2015

LOS PADRES

Constelación Familiar

Divaldo Franco - Joanna de Ângelis

Los padres


Una constelación familiar está compuesta por espíritus afines, ya sea por las realizaciones nobles del amor o por los graves compromisos perturbadores a los que se vincularon en otras existencias. De todos modos, esta unión puede organizarse con otros espíritus que se postulan al cariño, como ensayo para ampliar sentimientos afectivos en torno de la sociedad en general, para organizar la sociedad universal...
A los padres les cabe la importante y laboriosa tarea de prepararse a sí mismos para el sublime cometido, gracias al cual se desarrollan, en un incesante crecimiento, los valores intelecto-morales, preparándolos para las inestimables conquistas de la paz y de la felicidad que anhelan.
Comprometidos antes del renacimiento, a causa de los deberes impostergables, los espíritus que conformarán el grupo familiar asumen responsabilidades frente a la futura descendencia, al elaborar planes y proyectos que se deberán ejecutar cuando se encuentren en la organización carnal, de modo de cumplir con la imposición evolutiva.

Consultados los mapas de las responsabilidades personales, los guías espirituales les presentan a aquellos que habrán de ser sus hijos, con cuya convivencia desarrollarán los sentimientos de amor y propondrán las pautas para el proceso de crecimiento espiritual, en el cual todos deberán alcanzar las metas que persiguen.
Por tanto, preparados por anticipado, esos futuros padres diseñan los programas de auto-iluminación, de responsabilidad frente a la vida, que les permite ejercitar la paciencia y el amor para el éxito de la empresa, y tomar conciencia de las altas responsabilidades que habrán de asumir.
Reencarnados, avanzan a veces por caminos diferentes hasta el momento del reencuentro, cuando se identifican afectivamente, vinculándose para llevar a cabo la unión conyugal indispensable para la organización de la familia.

No siempre, sin embargo, los planes cuidadosamente elaborados pueden desarrollarse conforme sería lo ideal, dentro de la programación establecida, debido a la precipitación emocional y al desajuste psicológico, como consecuencia del ímpetu y la inmadurez sexual, que invariablemente se transforma en conflicto e insatisfacción.
En ese caso, los arrebatos de la pasión consumen los mejores sentimientos, empujando a la pareja hacia un futuro tedioso en la relación o hacia la agresividad como fruto de la saturación y del despertar de los nuevos apetitos...
Para evitar los dramas de esa naturaleza es indispensable que haya una conciencia de responsabilidad en el uso del sexo, cuyo objetivo primordial es la procreación, además de las bendiciones que derivan de la verdadera unión de los individuos que se renuevan mediante las hormonas que fluyen del vínculo matrimonial, tanto las de naturaleza fisiológica, como aquellas otras que conducen cargas emocionales que los equilibran y pacifican.

Por los tanto, la paternidad como la maternidad, debe ser responsable, consciente del significado de la unión, a fin de que sean evitados los recursos dañinos del aborto provocado y de sus lamentables trastornos de graves consecuencias.
El aborto jamás resuelve o suprime los errores cometidos por imprevisión, puesto que da lugar al crimen del niño por nacer, que agrava el proceso evolutivo de aquel que lo comete.
La madurez psicológica, que se expresa a través de la conciencia del deber y de la adquisición de un trabajo digno que otorga seguridad a la descendencia, se convierte en una necesidad, incluso antes de que se asuma el compromiso familiar.

La vida no se improvisa, toda ella es una obra de organización superior que debe ser llevada adelante con seriedad y seguridad.
De ese modo, la disciplina moral en la conducta de la pareja - conyúgues o no - es un factor de relevante significado para la organización familiar, al proporcionar la identificación de sentimientos entre los miembros que la constituirán.

Por eso el amor es fundamental para una legítima relación afectiva, y nunca puede ser descartado ni sustituido por los desvíos del comportamiento o fraude moral, que involucren a uno u otro miembro de la pareja.

Desde el momento del nacimiento de un hijo, los padres son invitados por la vida a un cambio en los objetivos existenciales.
Al principio, cuando se preparaban para el placer, para el disfrute de las alegrías de la vida en común, todo era divertido y cordial, pero con la llegada del hijito un natural cambio de conducta debe tomar el lugar de las aspiraciones vigentes, porque a partir de entonces, la responsabilidad para con el de la propia carne se vuelve primordial.
Los cuidados que el recién nacido exige alteran completamente los hábitos mantenidos hasta entonces, proponiendo nuevas conductas y actividades, en las cuales la renuncia personal comienza a imponerse en beneficio del ser frágil y en desarrollo, que espera apoyo y orientación de sus padres.
A partir de allí, los placeres personales se convierten en deberes para con el hijito, transformándose en una felicidad, en una infinita satisfacción de cuidarlo y darle la asistencia emocional y moral que necesita, en la condición de avecilla sin plumas que requiere tiempo para comenzar su propio vuelo...

La conducta de los padres en su relación mejora de manera equivalente, porque educar en un ofrecer ejemplos, dado que el educando copia con más facilidad las lecciones vivas que le son presentadas, antes que las teorías con es informado.
Si los ejemplos en el hogar son fecundos en amor, respeto y paciencia, los hijos se tornan afables, dignos y gentiles, a excepción de aquellos que son portadores de trastornos de conducta o víctimas de fenómenos teratológicos (1), debido a la necesaria imposición expiatoria.
Incluso en esos casos, las vibraciones que derivan de la conducta de los padres contribuyen en gran medida para la paz y el equilibrio de esos espíritus que se encuentran en lucha de sublimación en el crisol de las impostergables reparaciones.

La capacidad de repartir el amor, cuando la descendencia se multiplica, es otro deber del que los padres deberán tomar conciencia, para evitar situaciones de conflictos por celos reales o no, a través de atenciones especiales con relación a unos en detrimentos de otros, porque todos proceden de la misma cadena genética.
Se sabe que muchos espíritus que renacen en el mismo hogar, no siempre son acreedores del mismo afecto, no obstante, esa es la oportunidad de unión y de reparación, para armonizar los sentimientos en un mismo tono vibratorio de simpatía.

Desdichadamente, la falta de madurez psicológica de muchos adultos que se convierten en padres, los conduce a comportamientos infantiles, intentando mantener los mismos hábitos que tenían antes de tener hijos.
Si consideramos los modernos modelos de tolerancia para con las conductas morales permisivas, esos adultos lamentan no poder disfrutar de los engañosos placeres, al ignorar las nuevas responsabilidades, a fin de mantenerse distantes de los deberes nuevos que les corresponde atender.
Piensan que convirtiéndose en proveedores de los recursos que mantienen el hogar, ya están demasiado sacrificados como para asumir nuevos compromisos y renuncias.
Prosiguen en las actitudes irresponsables que tuvieron con anterioridad o transfieren sus frustraciones hacia los hijos, ofreciéndoles bienestares inadecuados, empujándolos a asumir compromisos livianos y frívolos, vinculados mas a los placeres sensoriales, sin los correspondientes deberes para con el desarrollo de la inteligencia, de la moral, de la salud mental.

Muchas madres transmiten a sus hijas, aún pequeñas, sus angustias y frustraciones, convirtiéndolas en modelos infantiles que imitan a los adultos, robandoles la infancia, alejándolas de las benditas oportunidades de vivir en forma conveniente a la construcción de valores significativos, anticipándoles el desarrollo de la sensualidad, del erotismo, de la falta de respeto por el cuerpo y la vida...

Padres varones inescrupulosos inician a sus hijos en los vicios que les engalanan la personalidad, desde temprana edad, induciéndolos al tabaco, al alcohol, a la agresividad, a la falta de respeto en el hogar y posteriormente en la sociedad.

Muchos otros, adornan a sus hijos como si fuesen objetos de exhibición, y de esa forma se muestran a sí mismos a través de ellos, al llamar la atención para una exhibición sin mayor preocupación con el carácter, con la realización íntima.

Los hijos son responsabilidades serias que no pueden ser descuidadas sin las correspondientes consecuencias.

Mientras no surja una conciencia doméstica fundamentada en el amor responsable y profundo, sin las sensibilidad de la inmadurez psicológica de los individuos desequilibrados, la familia sufrirá la atrofia de los valores morales, cayendo en la anarquía y en la insensatez que caracteriza a la sociedad contemporánea.

Por otro lado, la madurez sexual extemporánea, como resultado de las provocaciones pornográficas y del erotismo que va en aumento condice a los jóvenes a relaciones momentáneas, desprovistas de significado, a veces por curiosidad y en otros momentos por impulsos salvajes, que empujan a las jóvenes aún adolescentes y totalmente sin preparación hacia la maternidad, procreando sin conciencia para luego abandonar a los hijos, a semejanza de algunos animales que se liberan de las crías con total insensibilidad.
Esos huérfanos de padres vivos, incluso cuando son amparados por sus abuelos amargados, que en ellos se cobran la irresponsabilidad de los hijos, se desarrollan casi siempre sin afecto, relegados a planos secundarios, considerados cargas indeseables, que dificultarán la economía social con pesado tributo.

Rebeldes con la situación en la que se encuentran, se reúnen en bandas, en tribus, en grupos de excluidos, para aumentar los conflictos que estallan en las calles, en las comunidades, en el terrorismo, en la criminalidad desordenada...
Otros son recolectados por los traficantes de drogas que los utilizan como distribuidores de ese sórdido vehículo de descomposición moral y humana, copartícipes de la muerte anticipada,que se extiende por los antros escondidos o aparecen en los departamentos de lujo y de locura, arrebatando vidas...

El hogar, por tanto, cuando se pervierte, amenaza la estructura de la sociedad. 
El Hogar, no obstante, se sustenta en las bases vigorosas que son los padres, por cuanto de ellos depende su edificación o su derrumbe.
El decálogo mosaico aborda el mandamiento en el cual la Ley Divina impone el amor y el respeto al padre y a la madre, pero también pertenece al Soberano Código el mandato según el cual los padres deben esforzarse por merecer el respeto y el amor de sus hijos a traces de su conducta en relación a los mismos.










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