martes, 10 de septiembre de 2013

De la infancia

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

LIBRO SEGUNDO
Capitulo VII:  REGRESO A LA VIDA CORPORAL

379. El Espíritu que anima el cuerpo de un niño ¿está tan desarrollado como el de un adulto?
  • Puede estarlo más, si progresó más. Sólo la imperfección de los órganos de que dispone le impide manifestarse. Obra en virtud del instrumento con cuya ayuda puede exteriorizarse.
380. En un niño de tierna edad, el Espíritu, fuera del obstáculo que la imperfección de los órganos opone a su libre manifestación, ¿piensa como un niño o como un adulto?
  • Mientras sea niño es natural que los órganos de la inteligencia, sin desarrollarse, no pueden darle toda la intuición de un adulto. En efecto, su inteligencia en ese período es muy limitada, y ella está a la espera de que los años hagan madurar su razón. La turbación que acompaña a la encarnación no cesa de súbito, en el instante del nacimiento. Sólo en forma gradual se va disipando, con el desarrollo de los órganos.
Una observación acude en apoyo de esta respuesta: los sueños del niño no tienen el mismo carácter que los de las personas mayores. Su tema es casi siempre pueril, lo que denota la índole de las preocupaciones del Espíritu.
 
381. A la muerte del niño ¿recobra de inmediato el Espíritu su primitivo vigor?
  • Debe recuperarlo, puesto que se halla desembarazado de su envoltura carnal. No obstante, sólo vuelve a su lucidez anterior cuando el desprendimiento se ha completado, vale expresar, cuando no existe ya ningún lazo entre cuerpo y Espíritu.
382. ¿Sufre el Espíritu encarnado, durante la niñez, el constreñimiento que la imperfección de sus órganos impone?
  • No: ese estado constituye una necesidad. Está en la Naturaleza y es conforme con las miras de la Providencia. Para el Espíritu se trata de un período de reposo.
383. ¿Qué utilidad tiene, para el Espíritu, el hecho de pasar por el estado de infancia?
  • Puesto que el Espíritu encarna con el objeto de perfeccionarse, durante ese período es más accesible a las impresiones que recibe y que pueden cooperar a su adelanto, al cual deben contribuir aquellas personas que están a cargo de su educación.
384. ¿Por qué el llanto es el primer grito del niño recién nacido?
  • Para despertar el interés de la madre y provocar los cuidados que le son precisos. ¿No comprendes que si sólo lanzara exclamaciones de alegría, cuando aún no sabe hablar, las personas mayores se inquietarían poco de lo que él necesita? Admirad en todo, pues, la sabiduría de la Providencia.
385. ¿A qué se debe el cambio que se opera en el carácter a cierta edad, particularmente al salir de la adolescencia? ¿Es el Espíritu el que se modifica?
  • Es el Espíritu, que recobra su naturaleza y se muestra como era.
  • No conocéis el secreto que ocultan los niños en su inocencia. No sabéis lo que son, lo que han sido ni lo que serán. Y, sin embargo, los amáis, los acariciáis, como si fueran parte de vosotros mismos, de tal manera que el amor de una madre para con sus hijos es considerado el más grande amor que un ser pueda dispensar a otro ser. ¿De dónde procede esa dulce afección, esa tierna benevolencia que incluso los extraños demuestran al niño? ¿Lo sabéis? No; y es esto lo que voy a explicaros.
  • Los niños son Espíritus que Dios envía a nuevas existencias. Y para que no puedan reprocharle una severidad excesiva, les concede todas las apariencias de la inocencia. Aun en un niño de mala índole, sus malas acciones se recubren por la inconsciencia de sus actos. Y esa inocencia no es una superioridad real sobre que eran antes. No: es la imagen de lo que deberían ser, y si no lo son, a ellos solos corresponderá la pena.
  • Pero Dios les ha dado ese aspecto no únicamente por ellos mismos, sino además, y sobre todo, por sus progenitores, cuyo amor es necesario a su debilidad, y ese amor se vería singularmente debilitado por la comprobación de un carácter áspero y brusco, mientras que por el contrario, creyendo los padres que sus hijos son buenos y tiernos, les dispensan todo su afecto y les rodean de las más delicadas atenciones. Mas, cuando los niños dejan de tener ya necesidad de tal protección, de esa asistencia que se les ha prestado durante quince a veinte años, su carácter real e individual reaparece en toda su desnudez. Sigue siendo bueno si fundamentalmente lo era. Pero adquiere siempre matices que habían permanecido ocultos en su primera infancia.
  • Ya veis que los caminos de Dios son siempre los mejores y que, cuando se posee un corazón puro, la explicación de ello es fácil de concebir.
  • En efecto, tened muy en cuenta que el Espíritu de cada niño que nace entre vosotros puede proceder de un mundo en que ha tomado hábitos del todo diferentes. ¿Cómo querríais que fuese, en medio de vosotros, ese nuevo ser que viene con pasiones completamente distintas a las que tenéis, con tendencias y gustos opuestos por entero a los vuestros? ¿Cómo pretenderíais que se incorporara él a vuestras filas de otro modo que según Dios lo quiso, esto es, pasando primero por el tamiz de la infancia? En ella vienen a confundirse todos los pensamientos, caracteres y variedades de seres engendrados por esa multitud de mundos en los cuales crecen las criaturas. Y vosotros mismos, al morir, os encontraréis en una especie de infancia en medio de nuevos hermanos. Y en vuestra nueva existencia no terrenal ignoraréis los hábitos, costumbres y relaciones de ese mundo que es nuevo para vosotros. Manejaréis con dificultad una lengua que no estaréis habituados a emplear, lenguaje más vivo que vuestro pensamiento actual.
La niñez tiene todavía otra utilidad. Los Espíritus sólo ingresan a la vida corporal con el objeto de perfeccionarse, de mejorar. La debilidad de los primeros años los torna flexibles, accesibles a los consejos de la experiencia y de aquellas personas que deben hacerlos adelantar. Es entonces cuando resulta posible reformar su carácter y reprimir sus malas inclinaciones. Tal es el deber que Dios ha puesto en manos de sus padres, misión sagrada por la que tendrán éstos que responder.
Así pues, la infancia del hombre no solamente es útil, necesaria e indispensable, sino que además constituye la consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el Universo.

AMOR FRATERNAL

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