viernes, 29 de marzo de 2013

LOS FUIDOS - Parte II

EL GENESIS

CAPÍTULO XIV: Los fluidos 

Naturaleza y propiedades de los fluidos:

Elementos fluídicos

10. La capa de fluidos espirituales que rodea a la Tierra puede comparase con las capas inferiores de la atmósfera: más pesadas, más compactas, menos puras que las capas superiores. Estos fluidos no son homogéneos, constituyen una mixtura de moléculas de calidad diversa, entre la que encontramos a las moléculas que forman la base, pero con determinadas alteraciones. Los efectos que producen estos fluidos guardan relación con la suma de partículas puras que contengan. 
El espíritu destinado a vivir en ese medio obtiene de él los elementos para recubrir su periespíritu, pero, en razón del mayor o menor grado de pureza del espíritu, su periespíritu se revestirá con las partículas más puras o más groseras del fluido propio del mundo en el que deba encarnar.
De ello resulta un hecho capital: la constitución íntima del periespíritu no es igual en todos los espíritus encarnados o desencarnados que pueblan la Tierra o el espacio circundante. Por el contrario, el cuerpo carnal se forma siempre con los mismos elementos, sin influir nada en ello la superioridad o inferioridad del espíritu. También, en todo, son iguales los efectos producidos por el cuerpo y sus necesidades, mientras que difieren en todo lo que sea inherente al periespíritu.
Otro resultado es que la naturaleza periespiritual de un mismo espíritu se va modificando en cada encarnación a medida que progresa moralmente, aunque encarne en el mismo medio, y que los espíritus superiores encarnados excepcionalmente en misión en un mundo inferior poseen un periespíritu menos grosero que el de los nativos de ese mundo.

11. El medio siempre guarda relación con la naturaleza de los seres que en él viven: los peces lo hacen en el agua, los seres terrestres en la atmósfera, los seres espirituales en el fluido espiritual o etéreo, mismo sobre la Tierra. El fluido etéreo es para las necesidades del espíritu lo que la atmósfera para las necesidades del encarnado. Ahora bien, al igual que los peces no pueden vivir en el aire, ni los animales terrestres en una atmósfera demasiado rarificada para sus pulmones, los espíritus inferiores no soportan el esplendor ni la impresión de los fluidos más etéreos. No morirían al contactarse con los mismos, porque los espíritus no mueren, pero una fuerza instintiva los mantiene alejados, como nosotros nos apartamos de un fuego demasiado vivo o de una luz que ciega. He aquí por qué no pueden salir del lugar apropiado a su naturaleza. Para cambiar de medio tendrán que modificarla a fin de estar conforme a él: deberán despojarse de los instintos materiales que los mantienen sujetos a los mundos físicos. En resumen: si se depuran y transforman moralmente se irán identificando en forma gradual con medios más depurados, y esta transformación moral terminará por convertirse en una necesidad, así como los ojos de quien ha vivido largo tiempo en las tinieblas se habitúan paulatinamente a la luz del día y al brillo del Sol.

12. Todo se une y eslabona en el Universo. Todo está sujeto a la importante y armoniosa ley de unidad, desde la materialidad más pura. La Tierra es como un lodazal del que escapa un humo espeso que se va aclarando a medida que se eleva y cuyas partículas dispersas se pierden en el espacio infinito.
El poder divino se manifiesta en todos los cuadros de tan grandioso conjunto. ¡Y se quisiera que Dios, para probar mejor su poder, viniese a enturbiar tamaña armonía rebajándose al papel de un mago, brindando efectos pueriles dignos de un prestidigitador! ¡Y por añadidura, se le crea un rival en habilidades: Satanás! No se podría disminuir más a la majestad divina, y, sin embargo, ¡aún se sorprenden del avance de la incredulidad!
Tenéis razón en decir: “¡La fe se va perdiendo!” Mas, la fe que se extingue es aquella que molesta al buen sentido y a la lógica, esa fe que otra época llevó a decir: “¡Los dioses se alejan!” Pero la fe en las cosas serias, en Dios y en la inmortalidad del alma permanece viva en el corazón del hombre.
Sí, todo es milagroso en la Naturaleza, porque todo es admirable y testimonia la sabiduría divina. Tales milagros son para todos, para quienes tienen ojos para ver y oídos para oír y no en beneficio de unos pocos. ¡No!, no hay milagros, según el sentido que se da a esta palabra, porque todo surge de las leyes eternas de la Creación y porque tales leyes son perfectas.

Centro Espírita
AMOR FRATERNAL

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