lunes, 4 de marzo de 2013

Evolución y finalidad del Alma

El alma, dijimos, viene de Dios; es en nosotros, el principio de la inteligencia y de la vida. Esencia misteriosa, escapa al análisis, como todo cuanto dimana del Absoluto. Creada por amor, creada para amar, tan insignificante que puede ser encerrada en una forma cobarde y frágil, tan grande que, con un impulso de su pensamiento, abarca el Infinito, el alma es una partícula de la esencia divina proyectada al mundo material.

Desde la hora en que cayó en la materia, ¿cual fue el camino que siguió para remontar hasta el punto actual de su carrera? Precisó pasar por vías oscuras, revestir formas, animar organismos que dejaba al salir de cada existencia, como se hace con un vestuario inútil. Todos estos cuerpos de carne perecieron, el soplo de los destinos les dispersó las cenizas, más el alma persiste y permanece en su perpetuidad, prosigue su marcha ascendente, recorre las innumerables estaciones de su viaje y se dirige hacia un fin grande y apetecible, un fin que es la perfección.
El alma contiene en estado virtual, todos los gérmenes de su desarrollo futuro. Está destinada a conocer, adquirir y poseer todo. ¿Cómo, pues, podría ella conseguir todo eso en una única existencia? ¡La vida es corta y lejos está la perfección! ¿Podría el alma, en una vida única, desarrollar su entendimiento, iluminar la razón, fortificar la conciencia, asimilar todos los elementos de la sabiduría, de la santidad, del genio?. Para realizar sus fines, tiene que recorrer, en el tiempo y el espacio, un campo sin límites. Es pasando por innumeras transformaciones, al final de millares de siglos, que el mineral grosero se convierte en diamante puro, refractando mil destellos resplandecientes. Sucede lo mismo con el alma humana.
El objetivo de la evolución, la razón de ser de la vida no es la felicidad terrestre, como muchos erróneamente creen, y sí el perfeccionamiento de cada uno de nosotros, y ese perfeccionamiento debemos realizarlo por medio del trabajo, del esfuerzo, de todas las alternativas de la alegría y del dolor, hasta que nos hayamos desarrollado completamente y elevado al estado celeste. Si hay en la Tierra menos alegría que sufrimiento, es que este es el instrumento por excelencia de la educación y del progreso, un estimulante para el ser, que, sin él, quedaría retardado en las vías de la sensualidad. El dolor, físico y moral, forma nuestra experiencia. La sabiduría es el premio.
Poco a poco el alma se eleva y, conforme va subiendo, en ella se va acumulando una suma siempre creciente de saber y virtud; se siente más estrechamente unida a sus semejantes; se comunica más íntimamente con su medio social y planetario. Elevándose cada vez más, no tarda en unirse por lazos pujantes a las sociedades del Espacio y después al Ser Universal.
 
Así, la vida del ser consciente es una vida de solidaridad y libertad. Libre dentro de los límites que le señalan las leyes eternas, se constituye en arquitecto de su destino. Su adelantamiento es obra suya. Ninguna fatalidad lo oprime, salvo la de sus propios actos, cuyas consecuencias recaen en él; y no puede desarrollarse y medrar sino en la vida colectiva con el recurso de cada uno y en provecho de todos. Cuanto más sube, tanto más se siente vivir y sufrir en todos y por todos. En la necesidad de elevarse a sí mismo, atrae a sí, para hacerlos llegar al estado espiritual, a todos los seres humanos que pueblan los mundos donde viviera. Quiere hacer por ellos lo que por él hicieran sus hermanos más viejos, los grandes Espíritus que lo guiaran en su marcha. La Ley de justicia requiere que, a su vez, sean emancipadas, liberadas de la vida inferior todas las almas.
Todo ser que llega a la plenitud de la conciencia debe trabajar para preparar para sus hermanos una vida soportable, un estado social que sólo comporte la suma de males inevitables. Esos males, necesarios al funcionamiento de la ley de educación general, nunca dejaran de existir en nuestro mundo, representan una de las condiciones de la vida terrestre. La materia es el obstáculo útil; provoca el esfuerzo y desarrolla la voluntad; contribuye para la ascensión de los seres, imponiéndoles necesidades que los obligan a trabajar. ¿Como, sin el dolor, habríamos de conocer la alegría; sin la sombra, apreciar la luz; sin la privación, saborear el bien adquirido, la satisfacción alcanzada? Aquí esta la razón del por que encontramos dificultades de toda suerte en nosotros y a nuestro alrededor.
El problema del Ser y del destino - León Denis - Capitulo IX 

AMOR FRATERNAL

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