miércoles, 6 de marzo de 2013

Ley de Justicia, de Amor y de Caridad

El libro de los Espíritus

Libro tercero: LEYES MORALES

Capitulo: XI - Ley de Justicia, de Amor y de Caridad


I.- Justicia y derechos naturales

873. El sentimiento de justicia ¿es natural o constituye el resultado de ideas adquiridas?
  • Tan natural es, que os indignáis a la sola idea de que se cometa una injusticia. No cabe duda de que el progreso moral desarrolla dicho sentimiento, pero no lo crea: Dios lo puso en el corazón del hombre. He ahí por qué encontráis con frecuencia, en personas simples y primitivas, nociones más exactas de la justicia que entre aquellas otras que poseen mucho saber.
874. Si es la justicia una ley natural, ¿cómo se explica que los hombres la entiendan de una manera tan distinta, y que uno encuentre justo lo que parece injusto a otro?
  • Es que frecuentemente se mezclan con este sentimiento ciertas pasiones que lo alteran, como ocurre con la mayoría de los demás sentimientos naturales, y hacen que el hombre vea las cosas desde un falso punto de vista.
875. ¿Cómo podemos definir la justicia?
  • La justicia consiste en el respeto a los derechos de cada cual.
875 a. ¿Qué determina tales derechos?
  • Son determinados por dos factores: la ley humana y la ley natural. Como los hombres han elaborado leyes adecuadas a sus costumbres y carácter, esas leyes establecen derechos que han podido variar con el progreso del conocimiento. Ved si vuestras leyes de hoy, pese a que no son perfectas, consagran los mismos derechos que las de la Edad Media. Aquellas leyes de entonces, ya obsoletas, que se os ocurren monstruosas, parecían justas y naturales en su época. No siempre, pues, el derecho que los hombres establecen es conforme a la justicia. Por lo demás, sólo regula ciertas relaciones sociales, al paso que en la vida privada hay una multitud de actos que son únicamente del resorte exclusivo del tribunal de la conciencia.
876. Fuera del derecho que la ley humana consagra, ¿en qué se basa la justicia fundada sobre la ley natural?
  • Os ha dicho Cristo: “… como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”116. Ha puesto Dios en el corazón del hombre la norma de toda auténtica justicia, por el deseo de cada cual ver respetados sus derechos. En la incertidumbre de lo que debe hacer respecto al prójimo en determinada circunstancia, pregúntese el hombre cómo querría que se procediese con él en ese caso; pues Dios no podía darle una guía más segura que su propia conciencia.
El criterio de la verdadera justicia es, en efecto, querer para los demás lo que se querría para sí mismo, y no querer para uno lo que se querría para los otros, lo cual no viene a ser completamente la misma cosa. Como no es natural que queramos el mal para nosotros mismos, tomando nuestro deseo personal como tipo, o como punto de partida, estamos seguros de querer siempre el bien para el prójimo. En cualquier época y en todas las creencias el hombre ha buscado siempre hacer que prevalezca su derecho personal. Lo sublime de la religión cristiana ha sido tomar el derecho personal como base para el derecho del prójimo.
 
877. La necesidad que tiene el hombre de vivir en sociedad, ¿le acarrea obligaciones particulares?
  • Sí, y la primera de todas ellas consiste en respetar los derechos de sus semejantes. Quien tales derechos respete será siempre justo. En vuestro mundo, donde abundan los hombres que no practican la ley de justicia, todos se valen de las represalias, y esto es lo que trae perturbación y confusión a vuestra sociedad. La vida social concede derechos e impone deberes recíprocos.
878. Pudiendo el hombre engañarse acerca de la amplitud de su derecho, ¿qué es lo que puede darle a conocer el límite del mismo?
  • El límite del derecho que reconoce a su semejante con respecto a él, en una circunstancia idéntica y de manera recíproca.
878 a. Pero, si cada cual se atribuye los derechos del prójimo, ¿qué sucederá con la subordinación hacia los superiores? ¿No equivaldría esto a la anarquía de todos los poderes?
  • Los derechos naturales son los mismos para todos los seres humanos, desde el más humilde hasta el más poderoso. Dios no formó a unos con un barro más puro que el que usó para los otros, de modo que ante Él son todos iguales. Esos derechos son eternos. En cambio, los establecidos por el hombre perecen junto con sus instituciones. Por lo demás, cada cual conoce bien su fuerza o su debilidad, y sabrá siempre tener una especie de deferencia hacia aquel que lo merezca por su virtud y su sabiduría. Es importante consignar esto, a fin de que aquellos que se creen superiores conozcan sus deberes para hacerse merecedores de tal deferencia. La subordinación no se verá comprometida cuando la autoridad se conceda a la sabiduría.
879. ¿Cuál sería el carácter del hombre que practicara la justicia en toda su pureza?
  • El del verdadero justo, a ejemplo de Jesús. Porque practicaría también el amor al prójimo y la caridad, sin los cuales no existe verdadera justicia.


AMOR FRATERNAL






No hay comentarios:

Publicar un comentario