jueves, 19 de mayo de 2016

Estudiando LA ARROGANCIA II

Libro: ESCUCHANDO NUESTROS SENTIMIENTOS

La actitud de amarnos como merecemos
Wandereley S. de Oliveira - Por el Espíritu de ERMANCE DUFAUX

"No procuréis, pues, en la Tierra, los primeros lugares, ni os coloquéis por encima de los otros, si no quisiereis ser obligados a descender. Buscad, lo contrario, el lugar más humilde y más modesto, porque Dios sabrá daros uno mas elevado en el cielo, si sois merecedores". El Evangelio según el Espiritismo - Cap. VII, ítem 6.
"Y llego a Cafarnaum y, entrando en casa, les preguntó: ¿Qué estabais vosotros discutiendo por el camino? Más ellos se callaron; porque por el camino habían discutido entre si cual era el mayor." 
Ese escenario de la época del Cristo todavía se repite entre nosotros hasta hoy. De forma velada, sutil bajo inducción del reflejo de la arrogancia y sus consecuentes máscaras, disputando todavía la madures en relación a quién comparte con nosotros el trabajo del bien.

El reflejo más saliente del acto de arrogar es la disputa por apropiarse de la Verdad. Nuestra necesidad compulsiva de estar siempre con la razón, demuestra la acción egoísta por poseer la Verdad, esto es, de aquello que afirmamos como Verdad.

De la postura de esa sensación orgullosa de poseer lo "cierto" en nuestro punto de vista, hace milenios que hemos adoptado esa conducta que nos causan esa agradable ilusión de poseer autoridad suficiente para juzgar con precisión la vida ajena.

Es en base a ese estado de orgullo de ser que sustentamos el viejo proceso psíquico de auto fascinación con el cual nutrimos exacerbadas convicciones en las opiniones personales, especialmente tratándose de las intensiones y actitudes del prójimo.

En la raíz de ese mecanismo psicológico se encuentra la neurótica necesidad de la disputa de sentirnos superiores, unos en relación a los otros.

El orgullo es el sentimiento de superioridad personal y la arrogancia es la expresión enferma de ese trazo moral.

Iluminados por la Doctrina Espírita, no deseamos más el mal de los otros. Ennoblecidos por las buenas intenciones, ya nos clasificamos para operar algo útil en favor del bien ajeno, con todo, los reflejos mentales del orgullo aún no nos permiten vencer el sentimiento de importancia personal. Reconocer por el corazón el valor ajeno en la Obra del Cristo constituye un enorme desafío educativo para nuestras almas.

La destructora actitud en la convivencia humana es nuestra arrogancia de creer convencidos en el juzgamiento que hacemos acerca de nuestro prójimo. Aunque estén imbuidos de intenciones solidarias, somos necios en materia de límites en las relaciones humanas. Casi siempre somos asaltados por los viejos ímpetus archivados en el bagaje de la vida afectiva que nos inclinan a actitudes de invasión y falta de respeto para con el semejante.

"Así no debe ser entre vosotros; al contrario, aquel que quiere tornarse el mayor, sea vuestro siervo."
Lo que importante a una persona es su capacidad de servir, y realizar. El impulso de ser útil, edificar, superar límites, alcanzar nuevos escalones de conquistas. Es el mismo principio originario de la arrogancia. Invirtiendo el orden, desenvolvemos la destructiva comodidad de ser servido.

"Si yo, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque yo os he dado el ejemplo para que vosotros hagáis también lo que yo he hecho."

Jesús es el gran ejemplo de servidor. Para Él, lavar los pies de los discípulos no era disminuirse, sino avanzar.Él en aquel episodio, demostró poseer conciencia lúcida de Su real condición íntima, por los tanto no se sintió menor con el acto de servir.

Nuestra gran dificultad reside en desconocer nuestro real "tamaño evolutivo". No sabemos quienes somos y partimos empezando por adoptar referencias fuera de nosotros. Por eso no disputamos quien es el mayor con nosotros y si con el prójimo. Y para que esa disputa sea "legítima", creamos el hábito de juzgar a través de apropiarnos de la Verdad. Disminuyendo al otro, nos sentimos mayores.

Humildad es saber quienes somos, ni más, ni menos. Es el estado de la mente que se destraba de las comparaciones hacia afuera y pasa a compararse consigo mismo, midiendo su propia realidad.

Quien se compara con el otro crea una tormenta y no descubre su singularidad, su valor personal. No se ama y por eso mismo, necesita compulsivamente establecer disputas, incendiándose de envidia y coleccionando rótulos inspirados en irrefutables certezas personales.

Cuando nos abrimos para legitimar la humildad en nuestras vidas, nos adoptamos como somos, aceptando nuestras imperfecciones. Aprendemos a gustar de nosotros, eliminamos la ansiedad de competir para denigrar o excluir.

Cuando nosotros nos amamos, el ansia de progresar se transforma en una hornalla creciente de entusiasmo, distanciándonos de la actitud patológica de prestigio o reconocimiento. Solamente en el clima de auto-amor encontramos condiciones esenciales para analizar las tareas doctrinarias como campo de oportunidad y aprendizaje, crecimiento y liberación. Sin el auto-amor y respeto a los semejantes, vamos a repetir viejas escenas del Evangelio para saber quien es el mayor. 

"No procuréis, pues, en la Tierra los primeros lugares, ni os coloquéis encima de otros, si no quisiereis ser obligados a descender. Buscad, al contrario, el lugar más humilde y mas modesto, por cuanto Dios sabrá daros uno más elevado en el cielo, si lo mereciereis."
¿Por qué esa compulsión por ser el primero en una obra que no nos pertenece?
"En la Obra de nuestro Maestro hay tareas y lugares para todos." (...) Dios sabrá daros uno más elevado en el cielo si lo mereciereis."
Tareas mayores, a la luz del mensaje del Cristo, no significa prerrogativas para la adopción de privilegios o garantía de autoridad. La expresividad de la responsabilidad en la Obra de Cristo obedece a dos factores: necesidad de indulgencia frente a la conciencia y, merecimiento adquirido por la preparación. En ambas situaciones predominan una sola receta para el aprovechamiento de la oportunidad: esfuerzo, sacrificio, renuncia y humildad.

Sobre los hombros de aquellos que realzan y brillan en el movimiento doctrinario pesan severos compromisos interiores frente a sus conciencias. Compromisos que, ciertamente, no nos daríamos cuenta por ahora. Por lo tanto, repensemos nuestro punto principal sobre cuantos estén envanecidos con tareas de relieve, analizando sus caminos como senda espinosa correctiva, repleta de desafíos e inquietantes angustias del alma.

Quien se impresiona con el brillos de sus acciones se sorprendería al conocer la intensidad de lo nocivo y el cobro íntimo que les absorben la conciencia ante la grandeza de sus realizaciones. Ninguno se imagina la naturaleza de las tormentas que experimentan los corazones sinceros para aprender a lidiar con el asedio de las multitudes, atribuyendoles virtudes o cualidades que ellos saben que aún no poseen. Cuanta angustia vierte entre el aplauso de afuera y las luchas a vencer en su intimidad.

No existen personas más o menos valiosas en el servicio de la implantación del bien en la Tierra. Existen resultados mas globales y expresivos que otros, no obstante, no confieren privilegios, son sinónimos de sosiego interior a sus autores. Existen innumerables trabajadores de la Doctrina que ejercen excelente actuación con envidiable rendimiento y se sienten almas oprimidas. Realizan la tarea a precio de sacrificio hercúleo. Otros, con menor expresividad en su productividad espiritual, alcanzan niveles poco comunes de alegría y bienestar con la vida. También existen aquellos que realizan mucho y experimentan una sensación de grandeza personal.

"La obra es importante. Nuestra participación, por más significativa, es como destaca Constantino, Espíritu Protector: "Buenos espiritas, mis bien amados, sois todos obreros de la última hora."
Una de las grandes angustias de los espiritas internados en el Hospital Esperanza es la rebeldía que los nutre contra sí mismos cuando toman conciencia que no son tan esenciales e importantes como lo suponían en el plano físico. Muchos tropezarán con los sutiles pulidos de la arrogancia, creyéndose indispensables, misioneros y acreedores de ventajas en razón de las realizaciones espirituales. Abrazan expectativas fantasiosas con el desencarne y caen en la enfermedad del personalismo. Casi siempre, constituye pesada obligación en la rutina del Hospital, pues aquí mismo, todavía continúan sus disputas oscuras y exigencias impropias en base a sus supuestas credenciales de elevación moral, obligándonos, algunas veces, a tomas medidas austeras para tratarles la insolvencia adulterada...

Por más noble que sea la tarea a la que nos entregamos en la siembra, recordemos: los méritos deben ser transferidos a la causa de nuestro Maestro. Luchamos todos por la causa del amor, a la humanidad redimida.

Deberemos periódicamente preguntarnos: ¿Qué hice con los bienes celestes a mi confiados? Cargos, mediumnidad, recursos financieros, influencia por el verbo, el arte de escribir, el talento de administrar, la fuerza física, la salud, la inteligencia, en fin todos los bienes con los cuales podemos enriquecer nuestra jornada de espiritualización. ¿Lo estaré utilizando para el crecimiento personal y de otros? ¿Consigo mejorarme en el uso de esos recursos?

La disolución de los efectos de la arrogancia en nosotros depende de esa actitud honesta en luchar con los sentimientos que orbitan en la esfera de ese reflejo cristalizado en el campo mental.

Esa honestidad emocional se inicia con las preguntas: ¿por qué estoy sintiendo lo que siento? ¿cuál es el nombre de ese sentimiento? ¿cual es el mensaje que mi corazón me está indicando? ¿estaré disputando con alguien en las actividades? ¿lo que pienso sobre mis semejantes será realmente la verdad? ¿por qué me siento disminuido frente a determinada criatura?

La otra faceta de la arrogancia es la baja auto-estima. El desgaste de las fuerzas íntimas a lo largo de ese trayectos de ilusiones en la súper-valorización de sí trajo como efecto el vacío existencial. Luego el desperdiciar la Herencia Sagrada, el Hijo Prodigo del pasaje evangélico asegura: "Padre, peque contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como uno de tus jornaleros."

El sentimiento de indignidad es el reverso de la arrogancia. El complejo de inferioridad es resultado de los desvíos clamorosos en este largo camino evolutivo.

Por esa razón aprender el auto-amor es fundamental.

"La educación, convenientemente entendida, constituye la llave del progreso moral. Cuando se conoce el arte de manejar los caracteres, como se conoce la de manejar las inteligencias, se conseguirá corregirlos, del mismo modo que se endereza una planta nueva. Este arte, exige mucho tacto. Mucha experiencia y profunda observación."

Nuestra observación sobre la arrogancia sólo es una estímulo para la continuidad de los estudios en torno al tema. La complejidad de ese sentimiento es nuestras vidas merece una investigación más detallada que escaparía a nuestra tarea de esta hora.

Como mensaje inspirador para nuestro futuro ante la batalla ingente a ser trabada con nuestro egoísmo destructor, nos concentramos en la meditación del Espíritu de Verdad: "Los hombres, cuando se despojen del egoísmo que los domina, vivirán como hermanos, sin hacerse mal alguno, auxiliándose recíprocamente, impulsados por el sentimiento mutuo de la solidaridad. Entonces, el fuerte será al amparo y no el opresor del débil y no serán vistos hombres a quien les falte lo indispensable, porque todos practicarán la ley de justicia. Ese es el reinado del bien, que los Espíritus están encargados de preparar."



Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

miércoles, 11 de mayo de 2016

Momentos de Salud y de Conciencia

La conquista de la salud integral es la meta ambicionada por la criatura humana.
Conseguir la armonía entre el equilibrio orgánico, el emocional y el psíquico, en un cuadro general de bienestar, constituye un gran desafío para la inteligencia humana que, desde hace milenios, recurre a las mas variadas y complejas experiencias, que han dado por resultado admirables y valiosas conquistas.

Gracias a esa labor específica, aliadas a otras de la ciencia apoyada en la tecnología, en lo que respecta al medio ambiente y a los factores destructivos de la vida humana alcanza hoy los más elevados índices de longevidad de todos los tiempos.

El hombre ha conseguido eliminar de la Tierra enfermedades que el pasado diezmaban pueblos enteros, con la permanente amenaza de extinción del género humano.
La precisión en el diagnóstico y el uso de sofisticados aparatos están logrando el milagro de detectar graves enfermedades antes de su calamitosa manifestación, o durante su inicio, junto a terapéuticas avanzadas que prolongan la existencia carnal, disminuye los dolores y preservan los órganos, aunque se encuentren afectados.

Por cierto, nuevas enfermedades surgen y toman cuenta de los paisajes humanos, a pesar de ser estudiadas y combatidas sin tregua.
Instintivamente, el ser procura evitar el sufrimiento o liberarse de él valiéndose de todos los recursos imaginables.

El temor al desgaste, al dolor y a la muerte se presenta incito en todos, bajo el comando de la necesidad de preservar la vida, lo cual es una bendición que evita al máximo los actos de desesperación extrema que derivan en el suicidio, ese nefasto enemigo de la trayectoria evolutiva del espíritu.
A causa de la inferioridad humana, los factores de perturbación y desorden subsisten en el área de la salud, desarrollando enfermedades desgarradoras.
A medida que la criatura se auto-descubre y se auto-penetra con los equipamientos del amor, constata que la salud es una conquista interior que se refleja en el cuerpo como
resultado de la armonía íntima.

Felizmente, la ciencia médica amplia su elenco conceptual en torno a la salud y la enfermedad, y recurre a otras disciplinas que contribuyen con eficacia al bienestar de los seres.


Las modernas comprobaciones de la Psicosomática demuestran que los fenómenos patológicos, tanto del sector psíquico como del emocional, se transfieren fácilmente hacia el orgánico, y preparan el campo para la aparición de enfermedades de variada génesis. Una vez perturbado el equilibrio energético de sustentación de las células, los factores inmunológicos se alteran bajo el bombardeo de descargas mentales destructivas, dando lugar a la instalación y el desarrollo de los agentes mortíferos que producen la degeneración del organismo.

Por esa razón, se hace imprescindible establecer una era de nueva conciencia de la responsabilidad, a fin de que, lúcido y equilibrado, el individuo defina los paradigmas de una conducta moral y mental armoniosas, para la adquisición del valioso patrimonio de
la salud.

Jesús, en todo el Evangelio, exalta la armonía moral y emocional de la criatura frente a la Vida, como factor esencial para su salvación: el estado de salud integral.
Psicoterapeuta fuera de lo común, propuso el auto-examen a modo de receta para la adquisición de la paz, como consecuencia de las propuestas del amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo.

Síntesis de inigualable sabiduría, el amor es la clave para el enigma salud-enfermedad.
Con posterioridad, actualizando el pensamiento del Maestro, Allan Kardec estableció en la Caridad la terapia para la paz y el modelo de aplicación apropiada para el amor.
En la actualidad, diversas ciencias concuerdan con esos programas, especialmente las Psicologías Transpersonal, Transaccional y Creativa, que invitan al autoencuentro, a la
liberación de los residuos mentales y morales, a la conquista del ego y la plenitud del self, del yo espiritual eterno en su inevitable proceso de crecimiento.

Con el deseo de participar de ese bendito esfuerzo desarrollado por los sacerdotes del área de la salud, presentamos al querido lector esta modesta contribución que, aunque sin innovar, pretende tender un puente entre las excelentes contribuciones del conocimiento tecnológico y las enseñanzas sabias de Jesús y Allan Kardec, para disminuir el abismo entre la Ciencia en sí misma y la Religión, a fin de que avancen unidas en beneficio de las criaturas y de la sociedad, que marchan en busca de un mañana feliz.

Esperamos que estos momentos de salud sean el pórtico para la conquista de la salud integral, y nos sentimos compensados por el placer de participar en la obra del Señor como servidores menores y devotos.

Salvador, 22 de octubre de 1992
Juana de Angelis.

AMOR FRATERNAL

sábado, 7 de mayo de 2016

LA ARROGANCIA

Escuchando nuestros sentimientos

La actitud de amarnos como merecemos
Wandereley S. de Oliveira - Por el Espíritu de ERMANCE DUFAUX

Capitulo 8: Estudiando la arrogancia 1


"Así no deber ser entre vosotros; al contrario, aquel que quisiera tornarse el mayor, sea vuestro siervo; - y aquel que quisiera ser el primero entre vosotros sea vuestro esclavo" (Mateo, Cap. XX, vs. 20 a 28) - El Evangelio según el Espiritismo - Cap. VII - ítem 4.
Arrogancia, e allí un tema de extrema importancia para ser meditado en nuestros núcleos de amor cristiano.
¿Soy arrogante? ¿como descubrirla? ¿que es la arrogancia? ¿un sentimiento o una actitud? ¿cual es su origen? ¿como se manifiesta? ¿como percibir la actitud arrogante? ¿que hacer para superar esa enfermedad moral? ¿como Espírita, somos arrogantes? ¿como? ¿cuando? ¿porque existe todavía la arrogancia en nuestra conducta, a pesar del conocimiento espirita?

Los Sabios Guías de la Verdad oportunamente respondieron a Allan Kardec: "De todas las imperfecciones humanas, el egoísmo es el más difícil de desenraizar porque deriva de la influencia de la materia, influencia que el hombre, todavía muy próximo a su origen, no puede liberarse y para cuyo entretenimiento todo se junta: sus leyes, su organización social, su educación."

El estudio del sentimiento del egoísmo constituye un elemento fundamental en el entendimiento de nuestras necesidades espirituales. Significa estudiar nuestra propia historia evolutiva. La sutil diferencia entre pensar excesivamente en uno con benevolencia puede determinar la naturaleza de todos los sentimientos humanos. El exceso de interés por si mismo es un ciclo de ilusiones que se repite sustentando el auto-desamor en milenios de perturbaciones. La benevolencia es la bondad efectiva que camina del brazo amable con la edificación de la paz interior.

El Codificador destacó: "No; la pasión está en el exceso de se acreciente la voluntad, ya que el principio que le da origen fue puesto en el hombre de bien, tanto que las pasiones pueden llevarlo a la realización de grandes cosas. El abuso que de ella se hace es el que causa el mal."

Con el correr del tiempo el egoísmo sufrió infinitas mutaciones que componen la versatilidad de toda la estructura sentimental del Ser. El abuso de esos "gérmenes de luz" a constituido el obstáculo a lo largo de los tiempos. La pasión - ausencia de dominio bajo administración de la voluntad - aguardando reflejos perniciosos, cuyas raíces se encuentran en el egocentrismo - el estado mental encerrado en nuestras propias creaciones.

En esa línea de evolución, el instinto de conservación desenvuelve las tendencias como sinónimo de protección, constituyendo el núcleo de confusión humana como aseveran arriba los Sabios Orientadores de la Verdad: "(...) el egoísmo es el mas difícil de desenraizarse porque deriva de la influencia de la materia (...)".

Cimentados en la necesidad apasionada de protección material, enloquecemos a través de la posesión y la conducta arrogante nos enseña a concretar esa actitud de egoísmo.
El principio que genera la arrogancia fue colocado en el hombre para el bien. Es la ansia de crecer y realizarse. El impulso para progresar. El instinto de conservación que prevé la protección, la defensa. Tales principios son los factores de motivación para el coraje, la osadía, el encanto a los desafíos. Gracias a ellos surgen los líderes, el idealismo y las grandes realizaciones inspiradas en visiones ampliadas del futuro. El exceso de todo eso, creó la pasión. La pasión crea vicios. El vicio patrocina el desequilibrio.

Comparemos al egoísmo como un virus y a la arrogancia la enfermedad, sus efectos nocivos y destructores.

Arrogancia, "cualidad o carácter de quien, por supuesta superioridad moral, social, intelectual o de comportamiento, asume actitud prepotente o de desprecio con relación a los otros; orgullo ostensivo, altivez". Ese es el concepto de los diccionarios humanos.

En el sentido espiritual podemos deducir varios conceptos para el sentimiento de arrogar. Veamos algunos: exacerbada estima de si mismo. Súpervaloración de si. Auto concepto súper dimensionado. Deseo compulsivo de imponerse a los demás.

El egoísmo es el sentimiento básico. Arrogancia es la actitud íntima derivada de ese cimiento de sensaciones nacidas en el corazón ocupado, exclusivamente, con su ego. Una compulsiva necesidad de ser el primero, el mejor, manifestada a través de un cortejo de pensamientos, emociones, sensaciones y conductas que determinan el rayo espiritual en el cual la criatura transita.

Los Sabios Guías aseguran: "(...) la pasión está en el exceso de que se acreciente la voluntad, visto que el principio que le da origen fue puesto en el hombre para el bien, tanto que las pasiones pueden llevarlos a la realización de grandes cosas. El abuso que se haga de ella, será la causa del mal."

Hagamos un pequeño gráfico.

Esas son las cuatro acciones más perceptibles en consecuencia del acto de arrogar que estructuran la mayoría de los estados psicológicos y emocionales del Ser. A partir de ese estado orgulloso de ser, podemos percibir un cuadro mental de rígida auto-suficiencia, del cual nacen las ilusiones y los equívocos del andar humano, arrojándonos a los despeñaderos de la insania aceptable y de la rivalidad pulida.

Esa línea predominante de la personalidad arrogante es la falta de conformidad. Usada con equilibrio, es fuente de crecimiento y progreso. Aún, bajo la acción de los reflejos de posesión y del interés personal, que marcaron, acentuadamente, nuestras reencarnaciones, alcanzó al portador de rebeldía y obstinación enfermiza.

La rebeldía se tornó en un condicionamiento psicológico que dilata las acciones de la arrogancia. Una lente de aumento que multiplica y acelera las mutaciones de la auto-suficiencia.
Estudiemos, las actitudes pilares de la arrogancia bajo la lente de la rebeldía.

La rigidez es la raíz de las conductas autoritarias y de la obstinación que, frecuentemente, desemboca en los comportamientos de intolerancia. Bajo la acción de la rebeldía, patrocina la falta de respeto del libre albedrío ajeno y alimenta constantemente su presunción por se la vida como a él le gustaría que fuese.

La competición no existe sin la comparación y el impulso de la disputa. Cuando somos tomados por la pasión, la fuerza motriz de semejante acción es el sentimiento de envidia. La mira de la rebeldía, causa el menosprecio y la indiferencia que intenta empañar el brillo del otro. La competición es el alimento del sentimiento de superioridad.

La imprudencia es marcada por la osadía transgresora que no teme ni respeta límites. Casi siempre, esa inquietud del alma alcanza la perfección y la ansiedad que, frecuentemente desemboca en la necesidad de control y dominio. Se consustancian modos rebeldes de ser. El deseo de hegemonía. Sentimiento de poder.

La preponderancia es un efecto natural de la perspicacia que puede insuflar la megalomanía, y la presunción. Juntos forman el piso de la vanidad. La rebeldía, en ese paso, conduce a una desmedida necesidad de fijarse en certerzas que adornan posturas de infalibilidad.

Conforme al temperamento y a la historia espiritual particular, la arrogancia se manifiesta con mayor o menor énfasis en una de esas cuatro acciones descritas, creando variados efectos en el comportamiento. A pesar de eso, la cadena de reflejos íntimos es muy similar.

Egoísmo que en su mutación se transforma en arrogancia; esa, a su vez, deriva en cortejo de otros sentimientos bajo la acción del orgullo y de la rebeldía.

La arrogancia nos aparta del "sentido de la realidad". Creemos más en aquello que pensamos sobre el mundo y las personas, que en aquello que es realmente. Por esa razón, ese proceso de la vida mental se consolida como piso de innumerables sicopatología de la clasificación humana. La alteración de la percepción del pensamiento es el factor generador de los mas severos trastornos psiquiátricos. Son las manifestaciones enfermizas del yo en dirección del narcisismo. En la rigidez, yo controlo. En la competición, yo soy el mayor. En la imprudencia, yo quiero. En la preponderancia, yo puedo. La arrogancia piensa la vida, al pensarla, la aparta de nuestros sentimientos.

Esa falta de conexión con la realidad establece la presencia continua de las fantasías en el funcionamiento mental, esto es, la "interpretación o imagen desvirtuada" que la persona alimenta acerca de los hechos, personas y cosas. En ese paso existen dos tipos psicológicos más comunes. La arrogancia vuelta hacia el pasado, cuando hay una fijación en tristezas continuas de la no aceptación de los hechos que, en su excesiva auto-valorización, el arrogante cree no merecerlas. El otro tipo es la arrogancia dirigida al futuro, cuando la criatura vive de ideas, en el mundo de las ideas, creyéndose más capaz y valerosa de que realmente es. Pasible de realizar grandes e importantes misiones. Tales "dislocamientos de la mente" son formas de evadirse de algo difícil de aceptar en el presente. De alguna manera, todavía constituyen mecanismos protectores, cuando se prolongan demasiado, pudiendo generar enfermedades psíquicas. La depresión es el resultado de la arrogancia que vuelve del pasado. Y la psicosis en relación al futuro.

Es interesante observar que una de las propiedades psicológicas enfermizas más presentes en la estructura rebelde de la arrogancia, es la incapacidad para percibirla. Es el efecto más habitual de su acción en la mente humana. Basta destacar que difícilmente aceptamos ser considerados como arrogantes. Un estudio minucioso nos llevará a concluir que, raras veces en la Tierra, encontraremos conductas libres de esa viaja patología moral.

Relacionemos otros efectos de esas enfermedades:
  1. Pérdida de autodominio.
  2. Apego a las convicciones personales.
  3. Gusto por juzgar y rotular la conducta ajena.
  4. Necesidad de ejercicio del poder.
  5. Rechazo a las críticas o cuestionamientos.
  6. Negación de sentimientos.
  7. Tener respuesta para todo.
  8. Desprecio a los esfuerzos ajenos.
  9. Imponencia en las expresiones corporales.
  10. Personalismo.
  11. Auto-suficiencia en las decisiones.
  12. Bloqueo den la habilidad de la empatía.
  13. Incapacidad para cambiar.
  14. Perturba el afecto.
  15. Cree que puede más de lo que realmente es capaz.
  16. Buscar mas de lo que se necesita.
  17. Querer ir más allá de sus límites.
  18. Exigir más de lo que consigue.
  19. Sentir que somos especiales por el bien que hacemos.
  20. Suponer que tenemos la capacidad de decir lo que es verdad y equivocado a los otros.
  21. Sentirse con derecho y cualidades en función del tiempo de doctrina y de la foja de servicios.
  22. Creer que tenemos la mejor percepción sobre las responsabilidades que nos son entregadas en el nombre de Cristo.
  23. Juzgarse apto a conocer lo que pasa en lo íntimo de nuestro prójimo.
  24. Despreciar el valor ajeno.
La ausencia de conciencia sobre ese sentimiento y sus manifestaciones de rebeldía han sido responsables por innumerables accidentes de la vida interpersonal. Como así también entre los seguidores de las orientaciones del Evangelio, ocultan los caros afectos llevándolo muchas veces a tomar a los amigos como auténticos adversarios como se destaca en la pregunta 917 de El Libro de los Espíritus:
"Cuando comprendan bien que en el egoísmo, la avaricia, la envidia, el odio, el celo, que a cada momento la entristecen, la que perturba todas las relaciones sociales, provoca las disensiones, aniquila la confianza, la que lo obliga a mantenerse constantemente en la defensiva contra sus vecinos, porque de los amigos hace un enemigo, él comprenderá también que ese vicio es incompatible con su felicidad y, la puede acrecentar con su propia seguridad."


Tener auto-conciencia es una de las habilidades de la inteligencia emocional. Saber dar nombre a nuestros sentimientos es fundamental en el proceso de crecimiento y reforma interior. La arrogancia que acostumbramos a rechazar como característica de nuestra personalidad es responsable por una dinámica metamorfoseada de los sentimientos.

La ignorancia de sus efectos en nuestra vida es explorada por los genios astutos de la perversidad en el planeta.

Es necesario registrar que las observaciones sobre la arrogancia aquí transcrita en el libro "Puerta Ancha, el Camino de la Perdición humana". Un ejemplar utilizado en las escuelas de la maldad en núcleos organizados de la erraticidad, archivado en la biblioteca del Hospital Esperanza, cuando su propio autor fue rescatado y socorrido por Euripides Barsanulfo hace algunas décadas. Hoy reencarnado en el seno del Espiritismo, ese escritor de las penas va buscando su redención en la lucha contra su propia arrogancia. El gráfico de la autoría de nuestro hermano, y usado en innumerables plataformas de estudios con finalidades hegemónicas en la practica de la perversidad.

El libro, que todavía permanece archivado en nuestro centro de estudios, es un ejemplar de la inteligencia psicológica cuyo propósito es combatir el mensaje evangélico de Cristo basado en la humildad.
Según el autor, la arrogancia es la puerta estrecha para la implantación del caos en la orbe terrena.

"Así no debe ser entre vosotros; al contrario, aquel que quiere tornarse el mayor, sea vuestro siervo; - y, aquel que quiere ser el primero entre vosotros, sea vuestro esclavo."

¿Por qué esa compulsión por el mayor en una obra que no nos pertenece? ¿si la obra es de Cristo, por que la falta de fraternidad?

Considerando tales reflexiones acerca de esa dolencia de las costumbres, tengamos algunas ponderaciones que nos motiven a algunas auto-apreciaciones a la luz de la claridad espirita.

...continuará.

AMOR FRATERNAL