lunes, 16 de diciembre de 2013

Mediumnidad de prueba

Mediumnidad

Edgar Armond

Capitulo 5: Sus aspectos

Ya sabemos que la mediumnidad es un problema complejo en lo que se refiere a sus manifestaciones y naturaleza, pudiendo, por eso, ser encarada bajo varios puntos de vista.
En cuanto a su razón de ser, sin embargo, afecta solamente dos aspectos que son fundamentales y originalmente opuestos, a saber: o es una facultad propia del Espíritu, una conquista suya, cuando ya adquirió posibilidades mayores, cuando alcanzó grados más elevados en la escala evolutiva; o es una capacidad transitoria, de emergencia, obtenida por gracia, con auxilio de la cual el Espíritu puede apresurar su marcha y redimirse.
En el primer caso, el Espíritu, ya convenientemente evolucionado, es dueño de una sensibilidad perfeccionada que le permite vibrar normalmente en planos superiores, siendo la facultad puramente espiritual.
En el segundo caso, fue dada al médium una condición psicosomática especial, no hereditaria, que le permite servir de instrumento a los Espíritus desencarnados para sus manifestaciones como también demostrar otras modalidades de la vida espiritual.
Aunque los efectos sean, en los dos casos, más o menos semejantes, son sin embargo diferentes las causas y los valores cualitativos de las facultades. Como la mayoría de los médiums pertenecen a esta segunda categoría, vamos a detenernos enseguida más demoradamente en su estudio.

En su trayectoria evolutiva, el Espíritu, como dijimos, se purifica, se perfecciona, aumenta su sensibilidad y adquiere cada vez mayores, más altas y más amplias facultades psíquicas. Esa es la ley natural.
No obstante, estamos cansados de ver individuos moralmente retardados, de sentimientos imperfectos, que poseen facultades mediúmnicas de diversa naturaleza. Si la posesión de la facultad depende de la elevación espiritual, ¿cómo pueden tales individuos poseerla, mientras otros, evidentemente más adelantados, carecen de ella? ¿Qué sucede en estos casos? ¿Alteraciones de esa ley general? ¿Anomalías? ¿Privilegios? Nada de eso. Solamente la ocurrencia de una forma de mediumnidad — que llamaré, como ya dije: “DE PRUEBA” esto es, posesión de facultades no propiamente conquistadas por el poseedor, ni fruto de su superioridad espiritual, sino dádiva de Dios, otorgamiento hecho a unos y otros en ciertas circunstancias y ocasiones para que, en su gozo y uso, tengan la oportunidad de rescatar deudas, salir del punto muerto de un período de estancamiento, de un letargo ruinoso, despertando así hacia un nuevo esfuerzo redentor.
Recibiendo esa prueba de la misericordia de Dios, concedida casi siempre por la intercesión de Espíritus amigos interesados en su progreso, o a pedido propio (7), una de dos: O el beneficiario cumple eficientemente la tarea rectificadora y, en este caso, sube un grado en su trayectoria espiritual, o fracasa, y entonces sufre las consecuencias naturales de su obstinación y debilidad.

En su libro En los Dominios de la Mediumnidad, André Luiz también confirma integralmente el término “mediumnidad de prueba”, propuesto por nosotros desde 1945, cuando dice en el capítulo 9: “Nadie puede avanzar libremente hacia el mañana sin solucionar los compromisos del ayer. Por ese motivo Pedro trae consigo «una aflictiva mediumnidad de prueba».”
Y más adelante agrega: “Médiums abundan en todas partes, sin embargo, son raros los que ya se despojaron del pasado sombrío para servir en el presente a la causa común de la humanidad, sin los enigmas del camino que les es particular”.

Esas consecuencias son todas de orden moral y representan siempre un retardo en la marcha ascensional del Espíritu que deberá, entonces, intentar de nuevo y ahora en condiciones más desfavorables y costosas. La posesión de esas facultades de prueba es dada a muchos Espíritus en determinadas épocas, entre otras cuando, por ejemplo, los Guías del Mundo necesitan promover en el seno de la humanidad determinados efectos, movimientos de comprensión más enérgicos, impulsarla más decisivamente para nuevos rumbos o llamar la atención hacia determinados aspectos de la vida espiritual, necesarios a la regularidad de la marcha evolutiva.
Entonces, legiones de Espíritus reciben esa posibilidad, esa oportunidad y reencarnan poseyendo facultades que por sí mismos no conquistaron, facultades en préstamo, si podemos decir así, y que deben devolver en forma de un buen trabajo realizado y de aprovechamiento propio.

Se produce, así, una generalización, un derrame de dones mediúmnicos, que actúan fuertemente sobre los Espíritus endurecidos o incrédulos, fomentando en el medio social colectivo, modificaciones irresistibles desde el punto de vista moral o religioso.
Y ese acontecimiento es plenamente justificable y apropiado, porque las masas humanas, desviadas casi siempre de las cosas divinas, solamente por efecto del llamado sobrenatural se detienen, meditan y se reforman.

Basta, únicamente, mirar la historia de la vida humana para comprender eso. Toda vez que es preciso chocar con la opinión general, interesar a los hombres en las prácticas religiosas, modificar sus sentimientos e impulsarlos hacia la espiritualidad, se vive una época de milagros. Así fue, sin remontarnos mucho en el tiempo, cuando se tornó necesario establecer en la Tierra una religión típicamente monoteísta: El hombre de los milagros fue Moisés.

Dieciséis siglos después, cuando un nuevo impulso debía ser dado y plantados los fundamentos y los cimientos de la verdad eterna, una nueva época surgió con el propio Maestro y sus discípulos. Y ahora, casi veinte siglos después, para ofrecer a los hombres mayores detalles y conocimientos más objetivos de la vida espiritual superior, se repiten los mismos hechos con el Espiritismo, y los “milagros” se desdoblan sorprendentemente, con tendencia a tornarse aún más generalizados.
Y aquí conviene recordar que todos los llamados “milagros” son fenómenos naturales provocados a través de dones mediúmnicos.

Por eso, ya que son pocos los hombres que poseen facultades propias, los Guías del Mundo echan mano de los médiums de prueba, esto es, de facultades en préstamo para promover los fenómenos deseados y obtener los resultados necesarios; y, en el momento en que vivimos, lo que se trata de obtener, como sabemos, es preparar el mayor número posible de Espíritus encarnados para colaborar en el advenimiento de un mundo renovado que ya está cercano.
Hecho el llamado en las esferas de la erraticidad y expuesta la situación, muchos, por su propia voluntad y otros, como ya dijimos, por la intercesión de amigos espirituales, obtienen la merced de cooperar en ese trabajo sagrado y legiones, entonces, bajan al planeta dispuestas al esfuerzo redentor; y por eso constatamos que las manifestaciones, hoy, como en los días de la Codificación, son más o menos uniformes y sistemáticas, obedeciendo a un plan determinado.

He aquí lo que, al respecto de esa forma de mediumnidad, dice el iluminado Espíritu Emmanuel : “Los médiums, en su generalidad, no son misioneros, en la acepción común del término: son almas que fracasaron rotundamente, que contrariaron sobremanera el curso de las leyes divinas y que ahora intentan rescatar, bajo el peso de severos compromisos e ilimitadas responsabilidades, el pasado oscuro y delictuoso. Su pasado, muchas veces se encuentra manchado de graves deslices y errores tumultuosos. Casi siempre son Espíritus que cayeron de las cumbres sociales por el abuso del poder, de la autoridad, de la fortuna y de la inteligencia, y que regresan al orbe terráqueo para sacrificarse en favor del gran número de almas que se desviaron de las sendas luminosas de la fe, de la caridad y de la virtud. Son almas arrepentidas que procuran recuperar todas las felicidades que perdieron, reorganizando, con sacrificios, todo cuanto descalabraran en sus instantes de criminales arbitrariedades y de condenable insania.”

Agregando más adelante: “— Médiums, ponderad vuestras sagradas obligaciones. Preferid vivir en la mayor de las pruebas a caer en el camino ancho de las tentaciones que os atacan, insistentemente, en vuestros puntos vulnerables. Recordad que es preciso vencer si no queréis enterrar vuestra alma en la oscuridad de los siglos de dolor expiatorio.
Aquel que se presente en el espacio como vencedor de sí mismo, es mayor que cualquiera de los generales terrenos, eximios en la estrategia y en el tino militares. El hombre que se vence él mismo hace a su cuerpo espiritual apto para ingresar en otras esferas y, mientras no colaboréis en la obtención de tal organismo etéreo, a través de las virtudes y del deber cumplido, no saldréis del círculo doloroso de las reencarnaciones.”

André Luiz, en su libro Misioneros de la Luz, Capítulo III, transcribiendo las explicaciones del instructor Alejandro sobre los médiums, dice lo siguiente: “Es verdad que sueñan con edificar maravillosos castillos sin base; alcanzar inmensos descubrimientos exteriores sin estudiarse a sí mismo; mas, gradualmente, comprenderán que mediumnidad elevada o percepción edificante no constituyen actividades mecánicas de la personalidad, y si conquistas del Espíritu, para cuya consecución no se puede prescindir de las iniciaciones doloras, de los trabajos necesarios, con la auto educación sistemática y perseverante.”


(7) La reencarnación, para la mayoría de los Espíritus inferiores, es padronizada y compulsiva, pero para médiums y Espíritus más esclarecidos, cada caso es estudiado y providenciado individualmente, con participación del interesado.

AMOR FRATERNAL


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Auxiliares invisibles

Mediumnidad

Edgar Armond

Capitulo 33

Bajo el nombre de guías, en general nos referimos a las Entidades que asisten a cada individuo en su pasaje por la Tierra. Conviene distinguir, en ese conjunto, una Entidad de otra, según las funciones que ejercen.
La asistencia individual es hecha por Entidades ligadas, en una forma o en otra, al destino de los encarnados, y el nombre más apropiado a darles sería: protectores, asistentes espirituales.
Guías, en la acepción conferida a esa palabra en los medios iniciáticos, solamente los poseen los individuos que tienen una misión a cumplir con relación a la colectividad, y eso independientemente de otros protectores y asistentes que puedan poseer, como realmente sucede.
Esos protectores y asistentes comunes mantienen con el individuo ligaciones más estrechas, más íntimas y permanentes, y actúan en todos los casos, interfieren incluso en detalles de la vida común, mientras que los Guías, propiamente dichos, solamente intervienen en situaciones de importancia, actúan en las grande líneas de los acontecimientos, se manifiestan solamente en ocasiones o asuntos ligados a la misión que el individuo debe cumplir.

Y entre los Guías se establece también una diferenciación, habiendo “Guías de Encarnación” –ligados al individuo solamente en relación a los acontecimientos de una vida en el plano material–, y “Guías de Evolución” –ligados a períodos más o menos largos de sus vidas anteriores.

El médium bien formado, tanto desde el punto de vista técnico como moral y que realiza su tarea con nobleza y desprendimiento, tendrá oportunidad de entrar en contacto con esas diferentes categorías de entidades, y en esos contactos conseguirá identificarlas, distinguiéndolas unas de las otras, lo que por otra parte es de gran utilidad y conveniencia, entre otras razones por el hecho de quedar sabiendo a quién debe recurrir, en uno o en otro caso, según la naturaleza del problema para el cual necesite asistencia o consejo espiritual.

Para un asunto común, de la vida hogareña, por ejemplo, apelará para un asistente familiar, mientras que para una decisión ligada a la vida pública, se dirigirá al guía de su encarnación, y así por delante.
En los casos, por ejemplo, de molestias o de dificultades domésticas, son los asistentes familiares quienes intervienen, esclareciendo o señalando lo que conviene hacer.
En los casos de curas a distancia, realizadas en sesiones espiritas de centros o grupos, el operador invisible, responsable por el trabajo, no siempre examina directa o personalmente al enfermo sino que simplemente lanza la interrogación al asistente familiar, quien inmediatamente responde dando los esclarecimientos necesarios; además, es éste la mejor autoridad para hacerlo, porque está en continuo y perfecto contacto con el protegido, conoce todos los detalles de la cuestión y puede dar una información segura y precisa.
Solamente en los casos en que la interrogación hecha o la decisión a tomar escapa a los límites de sus atribuciones es que ellos mismos, los familiares, recurren a los guías de encarnación, que poseen mayor autoridad y saber, y que conocen, además de eso, las ligaciones kármicas de la vida actual del protegido que, casi nunca, son del conocimiento del asistente familiar.
Los familiares, protectores y guías, están ligados a la vida del individuo encarnado o porque lo pidieron, en virtud de razones afectivas, o porque recibieron tales tareas, para efecto de rescate kármico. Tienen, por tanto, el mayor interés en llevar a buen término sus misiones, aunque, en la mayoría de los casos encuentren dificultades en realizarlas por falta de comprensión, conocimientos espirituales, posibilidades de ligación, entendimiento, sensibilidad y fe de parte de los asistidos.

Es preciso, pues, por todos los medios, procurar contactos con los asistentes espirituales, ya que ellos representan para todos nosotros una preciosa fuente de esclarecimiento, consejo y ayuda. Pensando en ellos constantemente, nos estamos conectando; pidiendo su auxilio en los casos que superan nuestras fuerzas, nos estamos vinculando; mencionando a esas Entidades en las plegarias que hacemos diariamente, también nos estamos ligando a ellas; mas es necesario además de todo eso reservar, en nuestras labores cotidianas, algunos momentos para las meditaciones diarias, durante las cuales los procuramos con nuestros pensamientos y ajustamos con ellos, en un sincero y franco entendimiento mental, los asuntos más graves de nuestra vida y, con el auxilio de las inspiraciones que entonces recibimos, rectificamos nuestros rumbos.

Es sabido, como ya dijimos, que los asistentes no hacen nuestro trabajo, no cargan nuestro fardo, pues eso sería contrario a las leyes de la vida espiritual, entre otras razones, porque nos quitaría el mérito de la obra y destruiría el libre albedrío individual, que es una cosa sagrada; mas, simplemente nos orientan, nos aconsejan, estimulan e inspiran el procedimiento más acertado y conveniente.

Oírlos, pues, es tener prudencia; obedecerlos, es demostrar sabiduría.


Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Educación para el tránsito hacia un Mundo de Regeneración

Impresiones mentales y psíquicas

Atendamos a la respuesta de los Espíritus a la pregunta 383 -¿Cuál es, para el Espíritu, la utilidad de pasar por el estado de infancia?
  • “-Encarnándose el Espíritu con las miras de perfeccionarse, es más accesible, durante ese período, a las impresiones que recibe y que pueden ayudar a su progreso, al que deben contribuir los que están encargados de su educación”.

La psicología actualmente, a través de exhaustivas y continuadas investigaciones, ha registrado y confirmado la gran verdad de la influencia mental y psíquica de la madre y del padre así como de otros adultos sobre la mente de los hijos, en el período infantil. Las impresiones que en los Espíritus se plasman desde el primer día de vida, son los elementos psíquicos que irradian de las mentes de los padres, en el día a día de la vida familiar, en su compartir constante con los hijos. Esas impresiones psíquicas de los padres contribuirán al buen o mal desarrollo de la personalidad del niño, a su victoria o derrota en el futuro de su presente existencia, y quedarán como profundas influencias captadas y archivadas por el mundo mental del niño…

Formación de los buenos hábitos

El maestro Allan Kardec, nos presenta una importante apreciación sobre la Educación del Alma: “Hay un elemento, con el cual no se ha contado bastante y sin él, la ciencia económica no pasa de ser una teoría: la educación, no la educación intelectual, sino la educación moral, y tampoco la educación moral que enseñan los libros, sino la que consiste en el arte de formar el carácter, la que da los hábitos: porque la educación es el conjunto de hábitos adquiridos”. (El libro de los Espíritus, Allan Kardec, pregunta nº 685-a).
Este significativo texto, merece ser sometido a un minucioso análisis por parte de los estudiosos. Es preciso ir más allá de la superficialidad de la educación puramente intelectual del espíritu encarnado. Ante Jesús –nuestro Maestro y Señor–, trabajar únicamente la Educación Intelectual, incluso la religiosa, será de poca eficacia espiritual en el alma repleta de defectos morales, vicios, malos sentimientos y debilidad moral. Este concepto de Kardec presenta una perfecta síntesis de la Filosofía Espirita de la Educación.
Cuando proferimos principios y contenidos de la Doctrina y del Evangelio a niños y jóvenes, estamos trabajando únicamente con la Pedagogía de Instruir la inteligencia del niño. Permanecemos operando básicamente en el campo restringido de la inteligencia que, si bien es muy importante en la adquisición de conocimiento y cultura, sin embargo, no es todo en la educación de la personalidad, pues el Espíritu posee dos fuerzas centrales de evolución: inteligencia y corazón. Desarrollar bien la inteligencia eleva el ser al ápice de la Cultura, la Convicción y el Saber. Desarrollar el corazón eleva el espíritu a la práctica del Amor, de la Virtud, de la Sabiduría, del Buen Carácter y de la Caridad Verdadera.
Estas dos áreas de la educación del alma tienen diferentes actuaciones y resultados sobre la inteligencia y el corazón espiritual.
Cuando el Codificador Allan Kardec, nos dice con convicción que la Educación es aquella “que crea hábitos pues la educación es el conjunto de los hábitos adquiridos”, entonces, está queriendo decir que no solo crea hábitos, sino que también permite la consolidación del conjunto de hábitos adquiridos. Si los hábitos son el elemento más importante para evaluar la educación moral en el alma de un niño, entonces llegaremos a la conclusión de que, en el campo de la Educación del niño, debemos preocuparnos en eliminar los malos hábitos y mejorar o perfeccionar los buenos hábitos en el espíritu del mismo.
Las cualidades del corazón, en el alma de un niño, se pueden conocer e investigar, evaluar y corregir, ayudar y educar en el ambiente afectivo y espiritual del hogar. Este es el lugar donde el niño y el joven viven integralmente y presentan, sin evasión y sin falsedad, sus buenas o malas cualidades internas, exigiendo el verdadero trabajo de educación moral del corazón y del carácter. Según el Codificador, el termómetro para medir la educación moral de un niño es “el conjunto de los hábitos adquiridos”. Con esta definición, se deduce que Educación no es el “conjunto de conocimientos adquiridos”. La verdadera educación de cualquier niño es lo que se logra trabajar con sus deseos, emociones, voluntad, libre albedrío, libertad, e intereses, estimulando todas las fuerzas de su espíritu para la práctica del Bien, del Amor, de la Caridad, de la Fraternidad, de todas las Virtudes. Solamente desarrollando la práctica de los Buenos Hábitos en alguien, desde sus primeros años, conseguiremos promover la felicidad en cualquier persona y, por la Ley Divina del Mérito, nos haremos mucho más felices aun. Nuestros hijos necesitan creer, de corazón, en la Gran Ley de Amor Universal.

Texto extraído del Anuario Espirita 2013

AMOR FRATERNAL