sábado, 29 de junio de 2013

Lo necesario y lo supérfluo

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

LIBRO TERCERO
Capitulo V: LEY DE CONSERVACIÓN.

III.- Disfrute de los bienes terrenos

711. El uso de los bienes de la tierra ¿constituye un derecho del que gozan todos los hombres?
  • Ese derecho es la consecuencia de la necesidad de vivir. Dios no puede haber impuesto un deber sin que haya provisto un medio para cumplirlo.
712. ¿Con qué objeto ha dado Dios un atractivo al disfrute de los bienes materiales?
  • Es para incitar al hombre al cumplimiento de su misión, y también para probarlo por medio de la tentación.
712 a. ¿Cuál es la finalidad de esa tentación?
  • Desarrollar su razón, la cual debe preservarlo de los excesos.
Si el hombre hubiera sido incitado al uso de los bienes terrenales sólo con miras a la utilidad, su indiferencia hubiese podido comprometer la armonía del Universo. Dios le ha concedido el atractivo del placer, que lo induce al cumplimiento de los designios de la Providencia. Pero por medio de ese mismo atractivo quiso Dios además probarlo con la tentación que lo arrastra al abuso, y del cual su razón debe defenderlo.
 
713. La Naturaleza ¿ha trazado límites a los goces?

  • Sí, para señalaros la frontera de lo necesario. Pero, con vuestros excesos llegáis hasta la saciedad y así os castigáis vosotros mismos.
714. ¿Qué pensar del hombre que busca, en los excesos de toda índole, un refinamiento de sus deleites?
  • ¡Pobre criatura, a la que hay que tener lástima y no envidiar, pues muy cerca de la muerte se encuentra!
714 a. ¿Cerca de la muerte física o de la muerte moral?
  • De ambas.
El hombre que busca en los excesos de toda clase un refinamiento para sus goces se pone por debajo del animal, porque éste sabe detenerse en la satisfacción de su necesidad. Aquél abdica de la razón que Dios le ha dado por guía, y cuanto mayores son sus excesos, tanto más dominio concede a su naturaleza animal sobre su naturaleza espiritual. Las enfermedades y la muerte que son las secuelas del abuso, constituyen al mismo tiempo el castigo de éste, por la transgresión que significa a la ley de Dios.
 

IV.- De lo necesario y lo superfluo

715. ¿Cómo puede el hombre conocer el límite de lo necesario?
  • El sensato lo conoce por intuición, y muchos lo conocen por experiencia y a sus expensas.
716. La Naturaleza ¿no nos ha trazado el límite de nuestras necesidades por nuestra propia organización?
  • En efecto, pero el hombre es insaciable. La Naturaleza le señala el límite de sus necesidades por su propia organización, pero los vicios han alterado la constitución del hombre, creándole necesidades que no son reales.
717. ¿Qué debemos pensar de aquellos que acumulan bienes terrenales para procurarse lo superfluo, en perjuicio de quienes carecen de lo necesario?
  • Aquéllos entregan al olvido la ley de Dios y tendrán que responder por las privaciones que hayan hecho sufrir a otros.
La frontera entre lo necesario y lo superfluo no posee nada de absoluto. La civilización ha creado necesidades que los salvajes no tienen, y los Espíritus que han dictado estos preceptos no pretenden que el hombre civilizado deba vivir como el salvaje. Todo es relativo, y cabe a la razón conceder lo justo a cada cosa. La civilización desarrolla el sentido moral y al propio tiempo el sentimiento de la caridad, que lleva a los hombres a prestarse mutuo apoyo. Los que viven a costa de las privaciones de los demás explotan en su provecho los beneficios de la civilización. De ésta sólo poseen el barniz, así como personas hay que no tienen de la religión más que la máscara.

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

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