martes, 19 de febrero de 2013

El Resentimiento

Seguramente en algún momento, como la mayoría de las personas,  hemos sentido esa mezcla de rabia, desilusión y frustración que se experimenta cuando, a nuestro juicio, una persona, una entidad o un grupo de personas, afectivamente importante para nosotros, nos han defraudado en algo, y no queremos o no podemos expresar directamente su relación. Nosotros sabemos que ese resentimiento nos hace daño y, sin embargo, a veces pensamos que no nos es posible o no deseamos olvidarlo.


En toda relación humana, desde la más ocasional a la más profunda, cada una de las partes espera a que la otra se comporte de determinada  manera y a esto lo llamamos: expectativas. Es algo así como una forma de vivir por anticipado nuestras relaciones con los demás, con todas las suposiciones y deseos que tenemos antes de que un acontecimiento suceda.

Ahora reflexionemos… el Resentimiento, ¿Le hace mal al otro o a nosotros mismos?

Expectativa es una palabra clave cuando hablamos de resentimiento. Los resentimientos nacen de las expectativas frustradas. Cuando damos por descontado y creemos justo y lógico que el otro se comporte de determinada manera en algo que tiene significado especial para nosotros, y esto no sucede así, nos sentimos injustamente pagados, ofendidos, adoloridos y frustrados. Así comienzan los resentimientos.
Reconozcámoslo o no, de alguna manera nosotros pensamos que la otra persona se va a ver afectada cuando tenemos hacia ella un resentimiento; sin embargo, la paradoja es que el resentimiento es una de esas “victorias engañosas” que obra como un bumerán, es decir, que se devuelve contra el que lo lanza. El dolor que esperaba causarle al otro y todas las demás consecuencias negativas las recibimos nosotros mismos.
Cuando una persona está resentida con alguien, desea vengarse. Quiere que el mismo dolor que está sintiendo, lo padezca el otro y, por lo tanto, lo primero que se le ocurre es retirarle lo más importante que está dando: su amor, su afecto, su amistad o su interés, dependiendo del tipo de relación que tengan. Lo importante es que el otro se de cuenta de que está herido y esto le duela.
Quien está resentido con otro, sabotea poco a poco su relación porque, a partir de su herida, aplica una forma intransigente y a veces injusta para juzgar lo que la otra persona hace o deja de hacer. El resentimiento cambia nuestra perspectiva de la relación, comenzamos a ser menos benévolos con el otro; algunas cosas que antes no nos molestaban ahora las encontramos insoportables y, aún más, lo que todavía funciona bien entre los dos, empieza a parecernos falso o sin sentido.
Esto lo aplicamos no sólo al presente y al futuro sino a su análisis del pasado, y allí encontramos muchos motivos de queja de los que “no nos habíamos dado cuenta antes”.
Entonces en ese momento nos preguntamos: “¿Por qué fui tan ciego o ciega ante todo esto?, ¿cómo fue que deje que esto sucediera y no reaccioné? Lo que pasa es que ahora estamos mirando las cosas con otros “ojos”. Ya no tenemos la flexibilidad, la comprensión y la buena voluntad que teníamos es ese momento hacia esa persona. Ahora, debido a nuestra herida, nos  hemos convertido en “un enemigo” y ya no estamos dispuestos a disculpar nada.

Cuando las cosas llegan a este punto, lo único que nos parecería aceptable sería que el otro se diera cuenta de “lo que nos hizo” –a veces pretendemos que esto suceda sin decírselo directamente -, que nos presentara disculpas y que, de alguna manera, nos dijera que también le duele que le quitemos nuestro aprecio. Generalmente, no sucede nada de esto y aún cuando  estemos muy adoloridos, es posible que el otro ni siquiera se haya enterado del asunto. El que verdaderamente sufre con el resentimiento es el que lo siente, no es el otro.
Las expectativas no expresadas son una fuente potencial de frustraciones y de heridas. Aun cuando la otra persona –jefe, compañero de trabajo, vecino, amigo, empleado, hijo, pareja, familiar – deseé hacer lo que usted espera, le será bastante difícil complacerlo si no sabe qué es.
Hay personas que llegan al extremo de decir: “Lo que quiero es que me sorprenda”. Esta es una forma de decir “además de que deseo que obre de tal o cual manera, quiero no tenérselo que decir, sino que adivine cuándo y cómo deseo que actúe”. Generalmente, quienes manejan así sus relaciones se sienten defraudados y resentidos, ya que no le proporcionan al otro herramientas para que lo complazcan.

EL OTRO NO TIENE LA CULPA DE LO QUE NOSOTROS ESPERAMOS DE ÉL

Sabiendo que los resentimientos nacen de las expectativas defraudadas y, teniendo en cuenta que de nosotros depende tener unas expectativas justas y realistas, y que nuestras expectativas son responsabilidad únicamente nuestra ya que el otro no tiene la culpa de lo que nosotros esperamos de él, podemos comenzar a pensar en solucionar un resentimiento que tengamos “guardado”.
Tomémonos un par de minutos antes de seguir adelante, para identificarlo. El hecho de que podamos reconocerlo es el primer paso para empezar a resolverlo.
Las personas hacia las que tenemos resentimiento pueden estar vivas o haber desaparecido de nuestra vida. No necesitamos hablar con el otro para “soltar” nuestro resentimiento. La solución está en nuestro interior y, cuando nos damos cuenta del mal que nos estamos haciendo, podemos perdonar sinceramente.
Lo primero que se puede hacer para aclarar las cosas es analizar qué fue lo que la otra persona hizo o dejó de hacer que nos defraudo.

NO TODAS LAS EXPECTATIVAS SON JUSTAS Y RAZONABLES.

Además de poner atención al método que utilizamos para formar nuestras expectativas, debemos considerar que no cualquier cosa que nosotros esperamos del otro es justa y razonable por el sólo hecho de que se la comuniquemos. Nuestras expectativas deben tener en cuenta algunos aspectos para que no le exijamos al otro más de lo que le corresponde hacer en la relación.
Mantengamos nuestras expectativas dentro de los aspectos que comprende la relación. Si nuestro jefe, con quien tenemos una buena comunicación en el trabajo, no acepta irse de vacaciones con nosotros, no deja de ser un buen jefe ni está incumpliendo ningún contrato con usted. Simplemente, sus expectativas se salieron del contexto de la relación que ambos tienen.
Algunas personas piensan que si su relación con su mejor amigo funciona perfectamente, lo más seguro es que sea el socio ideal para hacer un negocio y, si no se entienden como esperaban, difícilmente vuelven a ser tan buenos amigos por que quedan los resentimientos. Las expectativas que tenían en el campo de la amistad las extendieron al de los negocios, y ambos se sintieron frustrados.
Seamos flexibles con los cambios de circunstancias o de intereses del otro. Los seres humanos estamos continuamente cambiando; nuestro organismo cambia, nuestras circunstancias externas varían, nuestros intereses son diferentes en las distintas épocas de la vida y esto hace que nos relacionemos en forma distinta con los demás. Algunos padres tienen resentimiento con sus hijos adolescentes porque ya no quieren salir a pasear con ellos o a visitar a sus familiares. Esto nace de que han conservado sus expectativas rígidamente, sin considerar que en esa edad, el hijo puede demostrar su interés hacia la familia de maneras distintas a ésta.
Cuando tenemos un resentimiento nos limitamos socialmente, obrando de manera prevenida y hasta nos privamos de la relación con otros por el mismo miedo de que “nos vuelva a suceder algo parecido”. Es tan destructivo el resentimiento, que algunas personas, después de una relación dolorosa con su pareja, deciden que nunca más se van a enamorar (se castigan a sí mismas).
También, hay quienes lo utilizan para probar a los amigos. Si no se ponen de su lado, los consideran desleales y se distancias de ellos. En las relaciones laborales sucede esto frecuentemente. Cuando alguien hace un comentario crítico sobre el jefe o sobre otro compañero con quien tiene algún resentimiento, espera que quienes lo escuchen lo apoyen y le den la razón.
Buscamos recoger adeptos para nuestra causa y esto pone a los otros en una situación que no desean y, a la larga, prefieren no frecuentarnos.
Hay resentimientos muy profundos en los que la persona “alimenta” su desgracia o su mala situación, supuestamente causada por el otro, para mostrarles a todos el daño que esa persona le causó.
El resentimiento es como una bola de nieve: mientras más energía le dediquemos, más va creciendo y más áreas de nuestra vida va comprometiendo.
Ahora bien, tengamos en cuenta también el papel que juega el enojo que ese resentimiento nos provoca.

El enojo es producto consiente o inconsciente de una frustración o de una situación adversa.
En muchas personas por sus tendencias (orgullo) imaginan que sus frustraciones, del tipo que sean, son producto de una voluntad adversa de personas o de la vida que se opone a sus deseos.
La necesidad de expresar verbalmente o físicamente nuestro desagrado deja en evidencia nuestro orgullo dolido, nuestra imposición frustrada, nuestro egoísmo enfermo que quiere mantenernos tal cual somos y estamos, cerrando toda posibilidad al cambio o la aceptación.
Ante cada frustración, consciente o inconscientemente se da una conclusión acerca de la intensión si es adversa o no, y da distintos niveles de enojo.
 
El enojo no es la tendencia inicial sino es el producto de un medio para aplicar mi orgullo y consecuente imposición y que el otro haga lo que nosotros queremos.
Cuando existe una actitud madura en vez de imponer tratamos de tener una actitud más conciliadora y proponer, realizar un intercambio que parta de la valoración del otro y que las razones de su actitud pueden tener cabida.
Si no logramos manejar ese “enojo” el resentimiento quedará y ante cualquier situación reviviremos el dolor y frustración que sentimos en ese momento.

ACEPTEMOS NUESTRA RESPONSABILIDAD EN EL HECHO.
EL PERDON, ES EL MÁXIMO REGALO. 

Perdón es una palabra conformada por el prefijo “per” que significa intensidad y “don” que significa regalo: Regalo intenso. Principalmente para quien perdona, porque cuando perdonamos es como si desatáramos un ancla de nuestros pensamientos, de nuestras acciones, de nuestras emociones. Es como si abriéramos la puerta de las opciones que siempre hemos sabido que nos benefician pero que, por esta ancla, hemos mantenido cerrada.
Cuando las personas hablan de perdonar, frecuentemente se refieren ha haberse quitado un peso de encima, esto quiere decir que quien perdona es el primer beneficiado con este regalo.

El resentimiento es una extraña fantasía de dolor que quizá mantenemos con la esperanza de que otra persona venga a disculparse, a reconocer su error. La otra persona tiene sus propios argumentos y razones o justificaciones para haber obrado como lo hizo y nuestro resentimiento no va a cambiarlos. Si esa manera de obrar, que nos dolió tanto, es verdaderamente un error del otro, él mismo estará sufriendo las consecuencias aun cuando aparentemente no lo demuestre, ya que es difícil saber lo que pasa en el corazón de otro ser humano.
Cuentan que una vez un hombre llegó a su casa y encontró que había sido saqueada por ladrones. Sintió hondo pesar por lo que le había sucedido y, después de hacer el recuento de las pérdidas, se llenó de rabia, frustración e impotencia y, sin embargo, al reflexionar, se dio cuenta de que, fuera de intensificar las precauciones, era muy poco o nada lo que podía hacer por recuperar sus bienes o encontrar a los ladrones. Entonces dijo: “ya que me robaron mis bienes, no voy a permitir que me roben mi tranquilidad y mi paz”. Y decidió olvidarse del asunto.

QUE NOS HAGAN UN AGRAVIO NO SIGNIFICA NADA, A MENOS QUE INSISTAMOS EN RECORDARLO.

Por último y para reflexionar pensemos que todo lo que manifestamos en esta charla se refiere directamente a nuestras relaciones diarias con nuestros pares, padres, hijos, hermanos, esposos, amigos, compañeros de trabajos, sociedad en la que vivimos e incluso en el país en que encarnamos y recordemos que somos Espíritus encarnados que venimos viviendo estos procesos de aprendizaje desde hace mucho tiempo y por lo tanto el esfuerzo que hagamos en esta vida por mejorar las relaciones con nuestros pares hará que el ciclo de encarnaciones expiatorias sea menor y vayamos cosechando el fruto de nuestras buenas acciones.

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