jueves, 11 de julio de 2013

Caridad y amor al prójimo

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Capitulo XI: LEY DE JUSTICIA, DE AMOR Y DE CARIDAD

886. ¿Cuál es el verdadero sentido de la palabra caridad, tal como Jesús la entendía?
  • Benevolencia para con todos, indulgencia hacia las imperfecciones de los demás, perdón de las ofensas.
Amor y caridad son complementos de la ley de justicia, porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que nos sea posible y que querríamos que se nos hiciese a nosotros mismos. Tal el sentido de las palabras de Jesús: “Amaos los unos a los otros como hermanos”.
Según Jesús, la caridad no se limita a la limosna. Abarca todas las relaciones que con nuestros semejantes tenemos, ya sean ellos inferiores a nosotros, nuestros iguales o superiores. La caridad nos ordena ser indulgentes, porque también nosotros necesitamos la indulgencia de los demás. Nos prohíbe humillar a las víctimas del infortunio, contrariamente a lo que con sobrada frecuencia se hace. Preséntesenos una persona acaudalada y le dispensaremos mil consideraciones y atenciones. Si es pobre, en cambio, no parece que tengamos necesidad de incomodarnos por ella. Por el contrario, cuanto más deplorable sea la situación de una persona, tanto más debemos cuidar de no agregar la humillación a su desgracia. El hombre bueno de veras trata de elevar al inferior a sus propios ojos, acortando la distancia existente entre ambos.
 
887. También ha dicho Jesús: “Amad a vuestros enemigos”.
  • Claro está que no podemos profesar a nuestros enemigos un amor tierno y apasionado. No es lo que Él quiso decir. “Amar a nuestros enemigos” significa perdonarlos y volverles bien por mal. De esta manera nos hacemos superiores a ellos. En cambio, con la venganza nos colocaríamos por debajo de su nivel. Ahora bien, el amor a nuestros enemigos ¿no contraría nuestras naturales tendencias, y la enemistad no proviene acaso de la falta de simpatía entre los Espíritus?
888. ¿Qué pensar de la limosna?
  • El hombre reducido a mendigar limosna se degrada en lo moral tanto como en lo físico. Se embrutece. En una sociedad basada en la ley de Dios y en la justicia se debe proveer a la vida del débil sin que ello comporte humillación para él. Esa sociedad tiene que asegurar la subsistencia de aquellos que no pueden trabajar, sin dejar su vida a merced de las circunstancias y de la buena voluntad de los demás
888 a. Entonces, ¿reprobáis la limosna?
  • No, lo vituperable no es la limosna en sí, sino con frecuencia la forma de darla. Porque el hombre de bien, que entiende la caridad de acuerdo con Jesús, se llega hasta el desdichado, sin esperar que éste le tienda la mano.

La auténtica caridad es siempre buena y benevolente. Consiste tanto en la acción misma como en el modo de llevarla a cabo. Un servicio que se preste con delicadeza valdrá el doble. Si se le hace con altanería, puede que la necesidad fuerce a su aceptación, pero el corazón del favorecido no quedará impresionado.
Acordaos también de que la ostentación resta a los ojos de Dios, el mérito del beneficio realizado. Dijo Jesús: “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”. Con ello os enseña a no deslucir la caridad por causa del orgullo.
Es menester que distingamos entre la limosna, propiamente dicha, y la benevolencia. No siempre el más necesitado es el que pide. El temor de una humillación hace retroceder al que de veras es pobre, y con frecuencia sufre su miseria sin quejarse. A éste es a quien el hombre realmente humanitario sabe ir a buscar para socorrerlo sin ostentación.
Amos los unos a los otros: esta es toda la ley. Ley divina con que gobierna Dios los mundos. El amor es la ley de atracción para los seres vivientes y organizados. Y la atracción es la ley del amor para la materia inorgánica.
Nunca echéis al olvido que el Espíritu, sean cuales fueren su grado de adelanto y su situación de reencarnado o en la erraticidad, está siempre colocado entre un superior que le guía y perfecciona y un inferior hacia el cual tiene las mismas obligaciones. En consecuencia, sed caritativos, no sólo con esa caridad que os lleva a sacar del bolsillo el óbolo que fríamente dais a aquel que se atreve a pedíroslo, sino que adelantaos a las miserias escondidas. Sed indulgentes para con las ridiculeces de vuestros semejantes. En vez de despreciar la ignorancia y el vicio, instruidlos y moralizadlos. Sed dulces y benévolos con todo lo que os sea inferior. Proceded igual con los seres más ínfimos de la Creación, y habréis obedecido a la ley de Dios.
                                                                                                   
                                                                                                   SAN VICENTE DE PAÚL

889. ¿No hay hombres que se ven reducidos a la mendicidad por su propia culpa?
  • A no dudarlo, pero si una buena educación moral les hubiese enseñado a practicar la ley de Dios no caerían en los excesos que causan su perdición. De ello principalmente depende el mejoramiento de vuestro globo.



Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

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