En los dominios de la mediumnidad
Francisco Cándido Xavier
El silencio se hizo profundo y respetuoso. El grupo esperaba el mensaje final.
Noté que el ambiente se hizo menos grave, pero agradable...
Sobre la cabeza de doña Celina apareció un brillante haz de luz. Desde ese instante la vimos extática y completamente desligada del cuerpo físico y cercada de irradiaciones azulinas.
Admirado por el bello fenómeno, dirigí un gesto de interrogación a nuestro orientador, quien nos explicó sin demora:
Contemplé a los circunstantes.
El rostro de la médium reflejaba una bienaventuranza misteriosa e ignorada en la Tierra.
El júbilo que la poseía parecía contagiar a todos los presentes. Me disponía a seguir observando, pero la diestra del asistente me tocó levemente, reclamándome atención y respeto. Fue entonces cuando la voz enrarecida de doña Celina resonó, clara y conmovedora, más o menos en estos términos:
-Amigos míos –comenzó expresando el instructor que acompañaba nuestro trabajo desde gran distancia–, guardemos la paz que Jesús nos legó, a fin de poderle servir en paz.
-En materia de mediumnidad, no nos olvidemos del pensamiento. Nuestra alma vive donde está el corazón.
-Caminamos al influjo de nuestras propias creaciones, sea donde fuere. La gravitación en el campo mental es tan efectiva como en la esfera de la experiencia física.Sirviendo al progreso general, el alma se mueve en la gloria del bien. Encerrándose en el egoísmo se arrastra, en desequilibrio, por las tinieblas del mal.
La Ley Divina busca el bien para todos.
Colaborar en la ejecución de sus propósitos sabios es iluminar la mente y clarificar la vida. Ponerle trabas con el pretexto de favorecer los caprichos perniciosos, es oscurecer la razón y coagular las sombras alrededor de nosotros mismos.
Es indispensable enjuiciar todo lo que respecta a la orientación de nuestros propios pasos, a fin de evitar la niebla de la perturbación y el dolor angustioso del remordimiento.
En los dominios del espíritu no existe la neutralidad. Evolucionamos con la luz eterna, según los designios de Dios, o nos estancamos en las tinieblas conforme a la equívoca determinación de nuestro yo.
No vale encarnar o desencarnar solamente. Todos los días las formas se crean y se destruyen.
Lo que importa es la renovación interior aumentando la visión, a fin de seguir hacia adelante con la verdadera noción de la eternidad en la que nos desplazamos en el tiempo.
La conciencia cargada de propósitos malignos, revestida de remordimientos, llena de ambiciones desvariadas o ennegrecida de aflicciones, no puede sino atraer fuerzas semejantes que la encadenan a torbellinos infernales.
La obsesión es el resultado de la siniestra unión de la mente con el desequilibrio propio de las tinieblas. Pensamos y damos vida al objeto idealizado.
La expresión visible de nuestros pensamientos más íntimos denuncia nuestra misma condición espiritual, y los que tienen afinidad con la naturaleza de nuestras inclinaciones y deseos se acercan a nosotros por lo que dicen nuestros pensamientos.
Si persistimos en las esferas más bajas de la experiencia humana, los que aún cumplen sus jornadas en los grados de la animalidad se nos acercarán atraídos por el tipo de nuestros impulsos inferiores, absorbiendo a su vez las sustancias mentales que emitimos y proyectando sobre nosotros los elementos dañinos que llevan con ellos. Imaginar es crear.
Y toda creación tiene vida y movimiento que, aunque breves, otorgan responsabilidad a la conciencia que la manifiesta. Y como la vida y el movimiento se vinculan a los principios que rigen las relaciones, es indispensable analizar lo que damos, a fin de saber qué es lo que vamos a recibir.
Quien solamente mentaliza angustia y crimen, miseria y perturbación, ¿podrá reflejar en el espejo de su propia alma otras imágenes que no sean las de la desarmonía y el sufrimiento?
Un depravado conviviendo entre santos no valoraría la pureza de éstos, ya que, alimentándose con sus propias vibraciones no lograría discernir más allá de sus mismas tinieblas.
Noté que el ambiente se hizo menos grave, pero agradable...
Sobre la cabeza de doña Celina apareció un brillante haz de luz. Desde ese instante la vimos extática y completamente desligada del cuerpo físico y cercada de irradiaciones azulinas.
Admirado por el bello fenómeno, dirigí un gesto de interrogación a nuestro orientador, quien nos explicó sin demora:
- Nuestra hermana Celina transmitirá la palabra de un benefactor que, pese a estar ausente desde el punto de vista espacial, entrará en comunión con nosotros a través de los fluidos teledinámicos que lo ligan a la mente de la médium.
- Pero, ¿es posible esto? –indagó Hilario con discreción.
- Acuérdese usted de la radio y de la televisión, conquistas que son hoy ampliamente conocidas en el mundo. Un hombre, de ciudad a ciudad, puede oír el mensaje de un compañero y verlo– al mismo tiempo, ya que ambos están en perfecta sintonía por medio de la misma longitud de onda. Celina conoce lo sublime de las fuerzas que la envuelven y se entrega, confiada, asimilando la corriente mental que la solicita. Irradiará el mensaje-lección automáticamente, como sucede en la psicofonía sonambúlica, porque el amigo espiritual encuentra sus células cerebrales y sus energías nerviosas como las teclas bien afinadas de un piano armonioso y dócil.
Contemplé a los circunstantes.
El rostro de la médium reflejaba una bienaventuranza misteriosa e ignorada en la Tierra.
El júbilo que la poseía parecía contagiar a todos los presentes. Me disponía a seguir observando, pero la diestra del asistente me tocó levemente, reclamándome atención y respeto. Fue entonces cuando la voz enrarecida de doña Celina resonó, clara y conmovedora, más o menos en estos términos:
-Amigos míos –comenzó expresando el instructor que acompañaba nuestro trabajo desde gran distancia–, guardemos la paz que Jesús nos legó, a fin de poderle servir en paz.
-En materia de mediumnidad, no nos olvidemos del pensamiento. Nuestra alma vive donde está el corazón.
-Caminamos al influjo de nuestras propias creaciones, sea donde fuere. La gravitación en el campo mental es tan efectiva como en la esfera de la experiencia física.Sirviendo al progreso general, el alma se mueve en la gloria del bien. Encerrándose en el egoísmo se arrastra, en desequilibrio, por las tinieblas del mal.
La Ley Divina busca el bien para todos.
Colaborar en la ejecución de sus propósitos sabios es iluminar la mente y clarificar la vida. Ponerle trabas con el pretexto de favorecer los caprichos perniciosos, es oscurecer la razón y coagular las sombras alrededor de nosotros mismos.
Es indispensable enjuiciar todo lo que respecta a la orientación de nuestros propios pasos, a fin de evitar la niebla de la perturbación y el dolor angustioso del remordimiento.
En los dominios del espíritu no existe la neutralidad. Evolucionamos con la luz eterna, según los designios de Dios, o nos estancamos en las tinieblas conforme a la equívoca determinación de nuestro yo.
No vale encarnar o desencarnar solamente. Todos los días las formas se crean y se destruyen.
Lo que importa es la renovación interior aumentando la visión, a fin de seguir hacia adelante con la verdadera noción de la eternidad en la que nos desplazamos en el tiempo.
La conciencia cargada de propósitos malignos, revestida de remordimientos, llena de ambiciones desvariadas o ennegrecida de aflicciones, no puede sino atraer fuerzas semejantes que la encadenan a torbellinos infernales.
La obsesión es el resultado de la siniestra unión de la mente con el desequilibrio propio de las tinieblas. Pensamos y damos vida al objeto idealizado.
La expresión visible de nuestros pensamientos más íntimos denuncia nuestra misma condición espiritual, y los que tienen afinidad con la naturaleza de nuestras inclinaciones y deseos se acercan a nosotros por lo que dicen nuestros pensamientos.
Si persistimos en las esferas más bajas de la experiencia humana, los que aún cumplen sus jornadas en los grados de la animalidad se nos acercarán atraídos por el tipo de nuestros impulsos inferiores, absorbiendo a su vez las sustancias mentales que emitimos y proyectando sobre nosotros los elementos dañinos que llevan con ellos. Imaginar es crear.
Y toda creación tiene vida y movimiento que, aunque breves, otorgan responsabilidad a la conciencia que la manifiesta. Y como la vida y el movimiento se vinculan a los principios que rigen las relaciones, es indispensable analizar lo que damos, a fin de saber qué es lo que vamos a recibir.
Quien solamente mentaliza angustia y crimen, miseria y perturbación, ¿podrá reflejar en el espejo de su propia alma otras imágenes que no sean las de la desarmonía y el sufrimiento?
Un depravado conviviendo entre santos no valoraría la pureza de éstos, ya que, alimentándose con sus propias vibraciones no lograría discernir más allá de sus mismas tinieblas.
Quien vive buscando piedras en la calle, seguro que no ha de encontrar sólo pequeños e insignificantes guijarros, sino grandes losas. Quien se demora indefinidamente en un pantano de arenas movedizas es propenso a ahogarse en el lodo.
El viajero fascinado por los zarzales que bordean el camino corre el riesgo de quedar atrapado entre los espinos del matorral salvaje.
Vigilemos nuestro pensamiento purificándole con la práctica incesante del bien, para que así arrojemos de nosotros los grilletes que amenazan encadenarnos a los oscuros procesos de la vida inferior.
Es en la fragua misma de la idea que se forjan las alas de los ángeles y las cadenas de los condenados.
Por el pensamiento nos esclavizamos a los cepos del suplicio infernal, sentenciándonos, a veces, a siglos de peregrinación por los caminos del dolor y de la muerte.
La mediumnidad torturada es la unión de almas comprometidas en aflictivas pruebas para saldar antiguas deudas.
Y para abreviar el tormento que flagela de mil modos a la conciencia reencarnada o desencarnada, en los distintos grados expiatorios, es imprescindible proponerse la renovación mental, pues éste es el único medio de recuperación de la armonía.
Que alguien quede satisfecho sólo con la apariencia, en materia religiosa, sin preocuparse de su perfeccionamiento interior, es tan inútil para el alma como aceptar un cargo entre los hombres sin asumir la responsabilidad que conlleva.
Las simples expresiones de fe no son meras palabras con las que podamos cubrir nuestras deficiencias y debilidades. Implican deberes de purificación que no debemos rechazar, aceptando las obligaciones que nos corresponden.
En nuestros círculos de trabajo, no debe bastarnos con el hecho de creer y estar convencido.
Nadie es realmente espírita ni está a la altura de este nombre sólo por haber conseguido la cura de una dolencia rebelde con la ayuda de entidades amigas, y se convenza con ello, admitiendo la intervención del mundo espiritual en su existencia; como tampoco nadie es médium, en el elevado concepto del término, solamente porque sea el instrumento de comunicación entre las humanidades visible e invisible.
Para realizar el trabajo que nos fue asignado, conforme a los principios superiores que iluminan nuestra marcha, es necesario concretar la esencia de éstos en nuestras realizaciones como testimonio de nuestra conversión al amor santificante.
No bastará, por tanto, el solo meditar acerca de nuestro idealismo superior. Es preciso hacerlo realidad en nuestras manifestaciones de cada día.
Los grandes artistas saben colocar la chispa del genio en una simple pincelada, en un reducido bloque de mármol o en la más ingenua composición musical.
Las almas realmente convertidas a Cristo reflejan su belleza en los mínimos gestos de cada hora, sea en la emisión de una frase breve, en la ignorada cooperación en favor de sus semejantes o en la renuncia silenciosa que la consideración terrena no alcanza a comprender.
El viajero fascinado por los zarzales que bordean el camino corre el riesgo de quedar atrapado entre los espinos del matorral salvaje.
Vigilemos nuestro pensamiento purificándole con la práctica incesante del bien, para que así arrojemos de nosotros los grilletes que amenazan encadenarnos a los oscuros procesos de la vida inferior.
Es en la fragua misma de la idea que se forjan las alas de los ángeles y las cadenas de los condenados.
Por el pensamiento nos esclavizamos a los cepos del suplicio infernal, sentenciándonos, a veces, a siglos de peregrinación por los caminos del dolor y de la muerte.
La mediumnidad torturada es la unión de almas comprometidas en aflictivas pruebas para saldar antiguas deudas.
Y para abreviar el tormento que flagela de mil modos a la conciencia reencarnada o desencarnada, en los distintos grados expiatorios, es imprescindible proponerse la renovación mental, pues éste es el único medio de recuperación de la armonía.
Que alguien quede satisfecho sólo con la apariencia, en materia religiosa, sin preocuparse de su perfeccionamiento interior, es tan inútil para el alma como aceptar un cargo entre los hombres sin asumir la responsabilidad que conlleva.
Las simples expresiones de fe no son meras palabras con las que podamos cubrir nuestras deficiencias y debilidades. Implican deberes de purificación que no debemos rechazar, aceptando las obligaciones que nos corresponden.
En nuestros círculos de trabajo, no debe bastarnos con el hecho de creer y estar convencido.
Nadie es realmente espírita ni está a la altura de este nombre sólo por haber conseguido la cura de una dolencia rebelde con la ayuda de entidades amigas, y se convenza con ello, admitiendo la intervención del mundo espiritual en su existencia; como tampoco nadie es médium, en el elevado concepto del término, solamente porque sea el instrumento de comunicación entre las humanidades visible e invisible.
Para realizar el trabajo que nos fue asignado, conforme a los principios superiores que iluminan nuestra marcha, es necesario concretar la esencia de éstos en nuestras realizaciones como testimonio de nuestra conversión al amor santificante.
No bastará, por tanto, el solo meditar acerca de nuestro idealismo superior. Es preciso hacerlo realidad en nuestras manifestaciones de cada día.
Los grandes artistas saben colocar la chispa del genio en una simple pincelada, en un reducido bloque de mármol o en la más ingenua composición musical.
Las almas realmente convertidas a Cristo reflejan su belleza en los mínimos gestos de cada hora, sea en la emisión de una frase breve, en la ignorada cooperación en favor de sus semejantes o en la renuncia silenciosa que la consideración terrena no alcanza a comprender.
Nuestros pensamientos generan nuestros actos, y nuestros actos engendran pensamientos en los demás. Inspiremos simpatía y elevación, nobleza y bondad alrededor nuestro, para que así no nos falte el día de mañana el precioso pan de la alegría.
El convencimiento de nuestra inmortalidad sin la altura de espíritu paralela es una proyección de luz en el desierto. Mediar entre dos planos diferentes sin elevar el nivel moral es estancarse en la esterilidad.
El pensamiento es tan significativo en la mediumnidad, como es el lecho para el río. Haced correr aguas puras sobre un lecho de fango y tendréis una corriente oscura, adulterada.
Es cierto que divinos mensajes descienden del Cielo a la Tierra. Sin embargo, para ello es necesario que existan los canales adecuados. Jesús espera por la formación de mensajeros humanos capaces de proyectar en el mundo las maravillas de su Reino.
Para alcanzar ese perfeccionamiento ideal es imprescindible que el poseedor de facultades psíquicas no se detenga en la simple recepción de comunicaciones. Le será indispensable la consagración de sus fuerzas a las más elevadas formas de vida, buscando en la educación de sí mismo y en el servicio desinteresado al prójimo, el material firme con el que construya su propio camino.
La comunión con los orientadores del progreso espiritual del mundo, a través del libro, enriquece nuestro conocimiento y acentúa nuestra valía mental; y la siembra constante de bondad trae consigo la cosecha de simpatía, sin la cual el granero de la existencia se reduce a una caverna de desesperación y desaliento.
No basta ver, oír o incorporar a los espíritus desencarnados para que alguien adquiera el carácter de respetabilidad.
Hermanos ignorantes e irresponsables forman enjambres, en todos los sectores de la Tierra, en razón del grado evolutivo deficitario en el que se encuentran las colectividades del planeta, y muchas veces, sin ningún ánimo de perversidad propiamente dicho, millares de almas que se hallan libres de la envoltura densa practican el vampirismo con los encarnados desprevenidos, simplemente con la intención de seguir usufructuando las sensaciones del campo físico que no han sabido o querido dominar.
Toda obra, para adelantar, exige trabajadores que se dediquen a su crecimiento y al cuidado de ellos mismos. Esto se ve claro en la naturaleza. No tiene frutos el árbol con pocos meses de vida.
La madera, sin un tratamiento previo, es imposible aprovecharla como mueble en el santuario hogareño.
La arena movediza no garantiza firmeza a los cimientos. La luz no puede proyectarla el candil que carece de aceite. El automóvil no transita con normalidad donde no existe carretera. ¿Cómo esperar el pensamiento divino donde el pensamiento humano se pierde en las más bajas reflexiones de la vida? ¿Qué mensajero del Cielo hará resplandecer el mensaje celestial en nuestro entendimiento, cuando el espejo de nuestra alma yace ennegrecido por los más inferiores intereses?
En vano buscaría la estrella reflejarse en el lodo de un charco. Amigos, pensemos en el bien y hagámoslo.
Todo lo que existe dentro de la naturaleza es la idea exteriorizada. El Universo es la proyección de la Mente Divina, y la Tierra, tal como la conocéis en su contenido político y social, es el producto de la mente humana.
Las civilizaciones y los pueblos, las culturas y las experiencias constituyen formas de pensamiento por medio de las cuales evolucionamos incesantemente hacia las esferas más altas.
Preocupémonos, pues, de la obligación del auto-perfeccionamiento. Sin comprensión y sin bondad nos hermanaremos con los hijos desventurados de la rebeldía.
Sin estudio y sin observación nos contaremos indefinidamente entre los infortunados exponentes de la ignorancia.
Amor y sabiduría son las alas con las que realizaremos el vuelo definitivo rumbo a la perfecta comunión con el Padre Celestial.
Escalemos el plano superior, instalando pensamientos sublimes en aquellos que nos rodean.
La palabra aclara. El ejemplo arrastra. Ajustémonos al Evangelio redentor.
Cristo es la meta de nuestra renovación. Regenerando nuestra existencia según las enseñanzas de Él, reestructuraremos la vida íntima de aquellos que nos rodean.
¡Amigos míos, creedlo!... El pensamiento puro y operante es la fuerza que nos impulsará del odio al amor, del dolor a la alegría, de la Tierra al Cielo...
¡Busquemos la conciencia de Jesús para que nuestra conciencia refleje su perfección y su belleza!... Sepamos reflejar su gloria y su amor, para que la luz celeste se manifieste en nuestras almas, al igual que el esplendor solar se extiende sobre el mundo.
¡Comencemos nuestro esfuerzo de elevación espiritual desde hoy, y mañana habremos avanzado considerablemente en el gran camino!...
Mis amigos, mis hermanos, rogando a Jesús que nos ampare a todos, os dejo con un hasta pronto.
La voz de la médium enmudeció. Conmovidos, observamos que en lo alto se apagaba una gran luz brillante.
Raúl Silva, con una breve plegaria, cerró la reunión.
Nos unimos a Clementino en el momento de despedirnos.
Continuará...
Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL
Todo lo que existe dentro de la naturaleza es la idea exteriorizada. El Universo es la proyección de la Mente Divina, y la Tierra, tal como la conocéis en su contenido político y social, es el producto de la mente humana.
Las civilizaciones y los pueblos, las culturas y las experiencias constituyen formas de pensamiento por medio de las cuales evolucionamos incesantemente hacia las esferas más altas.
Preocupémonos, pues, de la obligación del auto-perfeccionamiento. Sin comprensión y sin bondad nos hermanaremos con los hijos desventurados de la rebeldía.
Sin estudio y sin observación nos contaremos indefinidamente entre los infortunados exponentes de la ignorancia.
Amor y sabiduría son las alas con las que realizaremos el vuelo definitivo rumbo a la perfecta comunión con el Padre Celestial.
Escalemos el plano superior, instalando pensamientos sublimes en aquellos que nos rodean.
La palabra aclara. El ejemplo arrastra. Ajustémonos al Evangelio redentor.
Cristo es la meta de nuestra renovación. Regenerando nuestra existencia según las enseñanzas de Él, reestructuraremos la vida íntima de aquellos que nos rodean.
¡Amigos míos, creedlo!... El pensamiento puro y operante es la fuerza que nos impulsará del odio al amor, del dolor a la alegría, de la Tierra al Cielo...
¡Busquemos la conciencia de Jesús para que nuestra conciencia refleje su perfección y su belleza!... Sepamos reflejar su gloria y su amor, para que la luz celeste se manifieste en nuestras almas, al igual que el esplendor solar se extiende sobre el mundo.
¡Comencemos nuestro esfuerzo de elevación espiritual desde hoy, y mañana habremos avanzado considerablemente en el gran camino!...
Mis amigos, mis hermanos, rogando a Jesús que nos ampare a todos, os dejo con un hasta pronto.
La voz de la médium enmudeció. Conmovidos, observamos que en lo alto se apagaba una gran luz brillante.
Raúl Silva, con una breve plegaria, cerró la reunión.
Nos unimos a Clementino en el momento de despedirnos.
- Vuelvan cuando gusten –nos invitó gentilmente.
- Sí, sí, deseamos seguir aprendiendo.
Continuará...
Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL
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