sábado, 17 de agosto de 2013

Destrucción necesaria y destrucción abusiva

El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Capitulo VI: LEY DE DESTRUCCION

728. La destrucción ¿es una ley de la Naturaleza?
  • Precisa que todo se destruya para renacer y regenerarse. Porque lo que llamáis destrucción no es sino una transformación, que se propone por objeto renovar y mejorar a los seres vivientes.
728 a. Así pues, el instinto de destrucción ¿habría sido dado a los seres vivos con miras providenciales?
  • Las criaturas de Dios son los instrumentos de que Él se sirve para alcanzar sus fines. Con el propósito de alimentarse, los seres vivos se destruyen mutuamente, y esto, con el doble objetivo de mantener el equilibrio en la reproducción, la cual podría tornarse excesiva, y utilizar los despojos de la envoltura exterior. Pero lo que siempre se destruye es esta envoltura, que sólo constituye el accesorio y no la parte esencial del ser pensante. La parte esencial es el principio inteligente, que es indestructible y se va elaborando en las diversas metamorfosis que experimenta.
729. Si la destrucción es necesaria para la regeneración de los seres, ¿por qué la Naturaleza les provee de medios para preservación y conservación?
  • Con el objeto de que la destrucción no se produzca antes del tiempo preciso. Toda destrucción prematura corta el desarrollo del principio inteligente. De ahí que Dios haya otorgado a cada ser la necesidad de vivir y de reproducirse.
730. Puesto que la muerte debe conducirnos a una vida mejor, librándonos de los males de nuestra actual existencia, y por tanto aquélla es más de desear que de temer, ¿por qué le tiene el hombre un horror instintivo, que hace que le tenga tanta aprensión?
  • Os lo dijimos: el hombre debe tratar de prolongar su vida para cumplir con su tarea. Por eso Dios le ha concedido el instinto de conservación, y dicho instinto le sostiene en medio de las pruebas. A no ser por él, con sobrada frecuencia se dejaría llevar por el desaliento. La voz secreta que le hace rechazar la muerte le dice que todavía puede realizar algo en pro de su adelanto. Cuando un peligro se cierne sobre él, es una advertencia para que aproveche la prórroga que Dios le otorga. Pero el ingrato casi siempre da gracias a su buena estrella y no a su Creador.
731. ¿Por qué, junto a los medios de conservación, ha puesto la Naturaleza al mismo tiempo los agentes destructores?
  • El remedio al lado de la enfermedad. Lo hemos dicho: es para mantener el equilibrio y servir de contrapeso.
732. La necesidad de destrucción ¿es idéntica en todos los mundos?
  • Se halla en relación con el estado más o menos material de cada uno de ellos, y cesa con un estado físico y moral más depurado. En los mundos más evolucionados que el vuestro las condiciones de vida son muy diferentes.
733. ¿Siempre existirá entre los hombres, en la Tierra, la necesidad de destrucción?
  • La necesidad de destrucción se debilita en el hombre conforme el Espíritu predomina sobre la materia. De ahí que veáis que al horro de la destrucción sigue el desarrollo intelectivo y moral.
734. En su actual estado ¿tiene el hombre un derecho de destrucción sin límites sobre los animales?
  • Ese derecho se encuentra regulado por la necesidad de proveer a su alimento y a su seguridad. Jamás el abuso fue un derecho.
735. ¿Qué pensaremos entonces de la destrucción que excede los límites de las necesidades y de la seguridad; de la caza, por ejemplo, cuando no tiene por objeto sino el placer de destruir inútilmente?
  • Predominio de la bestialidad sobre la naturaleza espiritual. Toda destrucción que trasponga las fronteras de la necesidad es una violación de la ley de Dios. Los animales sólo destruyen para satisfacer sus necesidades. Pero el hombre, que posee libre albedrío, lo hace sin necesidad. Tendrá que rendir cuentas por el abuso de la libertad que se le ha concedido, porque en tales casos está cediendo a sus malos instintos.
736. Los pueblos que llevan hasta la exageración el escrúpulo relativo a la destrucción de animales ¿poseen un mérito particular?
  • Se trata de un exceso en un sentimiento que, de por sí, es laudable, pero que se torna abusivo, y cuyo mérito se ve neutralizado por abusos de toda índole. Hay en ellos más temor supersticioso que verdadera bondad.

AMOR FRATERNAL

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