sábado, 28 de septiembre de 2013

La desgracia real - Melancolia

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec

Capitulo V: BIENVENTURADOS LOS AFLIGIDOS
 

24. Todos hablan de la desgracia, todo el mundo la ha experimentado y cree conocer su carácter múltiple. Yo vengo a deciros que casi todos se engañaban, y la desgracia real de ninguna manera es lo que los hombres, es decir, los desgraciados, suponen. Ellos la ven en la miseria, en el hogar sin fuego, en el acreedor que apremia, en la cuna sin el ángel que sonreía en ella, en las lágrimas, en el féretro que se sigue con la frente descubierta y el corazón destrozado, en la angustia de la traición, en el orgullo del menesteroso que quisiera revestirse con la púrpura y que apenas oculta su desnudez bajo los harapos de la vanidad; todo esto, y aun muchas otras cosas, se llama desgracia en el lenguaje humano. Si, ésa es la desgracia para los que no ven más que el presente; pero la verdadera desgracia consiste antes en las consecuencias de una cosa, que en la cosa misma.
 
Decidme si el acontecimiento más feliz por el momento, pero que tiene consecuencias funestas, no es, en realidad, más desgraciado que aquél que en un principio causa una viva contrariedad y acaba por producir un bien. Decidme si el huracán que destroza vuestros árboles, pero que purifica el aire disipando los miasmas insalubres que hubiesen causado la muerte, no es más bien una felicidad que una desgracia.

Para juzgar una cosa, es menester ver sus consecuencias; así es que para apreciar lo que es realmente feliz o desgraciado para el hombre, es preciso transportarse más allá de esta vida, porque allí es donde se hacen sentir las consecuencias; pues todo lo que llama desgracia según su corta vista, cesa con la vida y encuentra su compensación en la vida futura.
 
Voy a revelaros la desgracia bajo una nueva forma, bajo la forma bella y florida que acogéis y deseáis con todas las fuerzas de vuestras almas engañadas. La desgracia es la alegría, es el placer, el ruido, la vana agitación, la loca satisfacción de la vanidad, que acallan la conciencia, que comprimen la acción del pensamiento y que aturden al hombre sobre el porvenir; la desgracia es el opio del olvido que vosotros llamáis con todos vuestros deseos.
¡Esperad, vosotros los que lloráis! ¡Temblad, vosotros los que reís, porque vuestro cuerpo está satisfecho! No se engaña a Dios, no se esquiva el destino; y las pruebas más temibles que la jauría desencadenada por el hambre, acechan vuestro reposo engañador para sumergiros de repente en la agonía de la verdadera desgracia, de la que sorprende el alma debilitada por la indiferencia y el egoísmo.
Que el Espiritismo os aclare, pues, y coloque en su verdadero puesto la verdad y el error tan extrañamente desfigurados por vuestra ceguera. Entonces obraréis como los bravos soldados, que lejos de huir del peligro, prefieren las luchas de los combates comprometidos a la paz que no puede darles ni gloria ni ascensos. ¿Qué le importa al soldado perder su armas en la reyerta, sus bagajes y sus vestidos, con tal que salga vencedor y con gloria? ¿Qué le importa al que tiene fe en el porvenir, dejar sobre el campo de batalla de la vida su fortuna y su envoltura carnal, con tal que su alma entre radiante en el reino celeste? (Delfina de Girardin. París, 1861).

La melancolía

25. ¿Sabéis por qué una vaga tristeza se apodera a veces de vuestros corazones y os hace encontrar la vida tan amarga? Es vuestro espíritu que aspira a la felicidad y a la libertad, y pegado al cuerpo que le sirve de prisión, hace vanos esfuerzos para salir de él.
Pero viendo que son inútiles, cae en el desaliento, e influyendo en el cuerpo, se apodera de vosotros la languidez y el abatimiento y una especie de apatía, que hace que os consideréis desgraciados.
 
Creedme, resistid con energía esas impresiones que debilitan en vosotros la voluntad. Esas aspiraciones hacia una vida mejor, son innatas en el espíritu de todos los hombres, pero no las busquéis en la tierra, y ahora que Dios os envía a sus espíritus para instruiros en la felicidad que os reserva, esperad con paciencia al ángel de la libertad que debe ayudaros a romper los lazos que tienen cautivo vuestro espíritu. Pensad que tenéis que cumplir durante vuestra prueba en la tierra una misión que no sabéis, ya consagrándoos a vuestra familia, ya llenando diversos deberes que Dios os ha confiado.
 
Y si en el curso de esta prueba y cumpliendo vuestra tarea, véis caer sobre vosotros los cuidados, las inquietudes y los pesares, sed fuertes y valerosos para soportarlos. Arrastradlos denodadamente porque son de corta duración y deben conduciros junto a los amigos que lloráis, que se alegrarán de vuestra llegada entre ellos, extendiéndoos los brazos para conduciros a un lugar en el que no tienen acceso los pesares de la tierra. (Francisco de Genève. Bordeaux).

AMOR FRATERNAL

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