lunes, 18 de noviembre de 2013

En servicio Espiritual

En los dominios de la Mediumnidad

Chico Xavier

Capitulo 14

Nos alejábamos de la institución cuando el marido desencarnado de doña Celina, cuya presencia registramos en el curso de la reunión, se aproximó a nosotros.
Demostraba conocer a nuestro orientador, porque se detuvo a nuestro lado y exclamó:
  • Mi querido asistente, por favor…

Áulus nos presentó al nuevo amigo:
  • Es nuestro hermano Abelardo Martins. Fue el esposo de nuestra colaboradora Celina y se viene adaptando a nuestra organización de trabajo.

Reconocimos en seguida que Abelardo no era una entidad de lo más cultivada.
Las maneras y la voz revelaban el estado espiritual de un ser bastante arraigado a los hábitos terrestres.
  • Mi querido asistente –continuó con inquietud–, vengo a pedirle auxilio en favor de Liborio. El socorro del grupo mejoró su disposición, pero ahora es la mujer la que empeoró, persiguiéndole...
  • Ya sé –dijo el orientador con buena voluntad–, con todo, es importante que Celina nos ayude.

Y acariciando sus hombros, concluyó:
Vuelva con su compañera, y tan pronto se aleje Celina del cuerpo bajo la influencia del sueño, venga en su compañía a fin de que podamos estar juntos unos momentos. Les aguardamos en el parque contiguo.
El interlocutor se alejó contento, mientras penetrábamos en una enorme plaza poblada de árboles. Nos detuvimos a la espera de los compañeros, y aprovechando esos minutos
Áulus se refirió a la petición recibida.
Abelardo se interesaba por Liborio dos Santos, el primer comunicante de aquella noche que había sido auxiliado por intermedio de doña Eugenia.
Y extendiéndose con las explicaciones, nos informó que el esposo de doña Celina deambuló desesperado por largo tiempo.
En su vida terrena fue un hombre temperamental y no se resignó de inmediato a los imperativos de la muerte. Colérico y obstinado, desencarnó muy pronto a raíz de los excesos que minaron su fuerza orgánica. Intentó en vano obsesionar a su esposa, cuya ayuda reclamaba como si fuera su simple sirvienta.

Reconociéndose incapaz de vampirizarla, estuvo durante algunos años en los dominios de las sombras, entre espíritus rebeldes e irrespetuosos, hasta que las oraciones de su compañera, ayudadas por la intercesión de muchos amigos, consiguieron disuadirle y hacerle cambiar de actitud.
Se doblegó, por fin, ante la evidencia de los hechos.
Reconoció lo impropio de la intemperancia mental en la que se complacía, y luego de ser preparado convenientemente por el grupo de amigos que acabábamos de dejar, fue admitido en una organización de socorro en la que pasó a servir como cuidador de hermanos desequilibrados.
Tan pronto como el asistente completó la rápida biografía, Hilario consideró con curiosidad:
  • El caso de Abelardo nos suscita indagaciones interesantes... Por ejemplo, ¿continuará unido a su esposa?
  • Sí –explicó el orientador–, el amor entre ambos tiene profundas raíces en el pasado.

  • ¿Pese a la diferencia que hay entre ellos?
  • ¿Por qué no? ¿Acaso el Padre Celestial deja de amarnos pese a las faltas en que incurrimos en nuestras vidas?

  • Realmente –convino mi colega un tanto contrariado– este argumento es indiscutible. Sin embargo, ¿Abelardo se volvió a unir a su mujer?
  • En efecto. En ella encontró un valioso incentivo para el trabajo de auto recuperación, al que se halla entregado.

  • Pero, en su condición de espíritu desencarnado, ¿llega a compartir el templo hogareño?

Tanto como le es posible. Por haber descendido considerablemente en la indisciplina y la perturbación, todavía sufre las consecuencias desagradables del desequilibrio al que se entregó, por lo cual el hogar terreno, con la ternura de la esposa, es el mayor paraíso que podrá merecer por ahora. Diariamente se entrega a un arduo servicio en la obra de asistencia a los compañeros dementes, pero descansa, siempre que es oportuno, en el nido familiar, junto a su compañera.
Una vez por semana le acompaña en el culto íntimo de la oración, es su firme colaborador en los trabajos mediúmnicos, y todas las noches en que se sienten favorecidos por las circunstancias se dedican ambos al trabajo de auxilio a los enfermos. No fueron solamente cónyuges, según las disposiciones de la carne. Son infinitamente amigos, y Abelardo ahora procura aprovechar el tiempo saldando sus deudas y soñando con recibir a la esposa con nuevos títulos de elevación cuando Celina reingrese nuevamente a la patria espiritual.
  • Esto, sin embargo ¿es común? ¿La separación de los matrimonios es solamente imaginaria?

Un caso no hace la regla –ponderó el asistente con buen humor. Donde no prevalece la afinidad del afecto, el matrimonio terrestre es una tarea de redención, y nada más. En la mayoría de las uniones la muerte del cuerpo sólo ratifica una separación que ya existía en la vida en común. En esos casos, el cónyuge que abandona la envoltura física se retira de la prueba a la que se sometió, a la manera del deudor que alcanzó la paz con el pago realizado. No obstante, cuando los lazos que unen a las almas perviven, las emociones de la jornada humana y aun cuando haya un segundo casamiento la comunión espiritual continúa, sublime, con un dulce y constante intercambio de vibraciones y pensamientos.
Hilario reflexionó durante algunos instantes, y conjeturó:
  • Es cierto. La travesía de la tumba impone al espíritu singulares modificaciones...

Cada viajero en su camino, cada corazón con su problema...
  • ¡Bienaventurados los que se renuevan con el bien! –exclamó Áulus con satisfacción. El verdadero amor es lo sublime en marcha a través de la renuncia. Quien no supiera renunciar en favor de la alegría del ser amado, sin duda sabrá querer con entusiasmo y cariño, mas no estará en condiciones de coronarse con la gloria del amor puro. Después de la muerte habitualmente aprendemos, con el sacrificio de nuestros propios sueños, la ciencia de amar, no según nuestros deseos, sino de conformidad con la Ley del Señor: madres obligadas a desamparar a sus hijitos para entregarlos a las pruebas que ellos necesitan, padres que se ven impelidos a cambiar los proyectos de protección a la familia, esposas constreñidas a entregar sus maridos a otras almas hermanas, esposos que son forzados a aceptar la colaboración que se les ofrece a sus compañeras para hacer frente a la vida, contrayendo segundas nupcias y viviendo en el propio hogar que ellos tuvieron que abandonar... Todo esto lo encontramos en las cercanías de la Tierra. La muerte es un convite al entendimiento fraterno... y cuando no aceptamos tal desafío, el sufrimiento es la consecuencia ineludible que tenemos a pasar...

Y con amplia sonrisa, agregó:
  • Cuando el amor no sabe dividirse, la felicidad no consigue multiplicarse.

La conversación proseguía interesante y animada, cuando Celina y Abelardo llegaron hasta nosotros.
Venían reconfortados, felices.
En compañía de su esposa, el nuevo amigo parecía más alegre y radiante, como si absorbiese su vitalidad y su ánimo.
Noté que Hilario, por la expresión de su fisonomía, traía consigo un nuevo mundo de preguntas por formular.
Con todo, Áulus advirtió:
  • ¡Sigamos! Es necesario actuar con rapidez.

Al poco tiempo penetramos en una nebulosa región, dentro de la misma noche. Los astros desaparecieron ante nuestros ojos.
Tuve la impresión de que un gas alquitranado era el elemento preponderante en aquel ambiente.
Oíamos alrededor nuestro sollozos e imprecaciones, pero la pequeña lámpara que Abelardo ahora empuñaba, auxiliándonos, no nos permitía observar más que el camino estrecho que debíamos recorrer.
Pasados algunos minutos de marcha alcanzamos una construcción mal iluminada, en la que varios enfermos se alojaban bajo la asistencia de enfermeros atentos.
Entramos.
Áulus explicó que estábamos en un hospital de emergencia, de los muchos que se hallan en las regiones purgatorias.
Todo era pobreza, necesidad, sufrimiento...
  • Este es mi actual templo de trabajo –nos dijo Abelardo, orgulloso de ser allí una pieza importante en la máquina de servicio.

El hermano Justino, director de la institución, vino hacia nosotros a cumplimentarnos. Pidió excusas por no serle posible acompañarnos. La casa estaba llena de psicópatas desencarnados y no podía, por tal motivo, detenerse en su labor
asistencial.
Nos dio, sin embargo, permiso para actuar con plena libertad. La desarmonía era realmente tan grande en el local, que no pude disimular mi espanto. ¿Cómo pensar en lograr una mejoría en un medio atormentado como ése?
El asistente me esclareció diciéndome:
  • André, este lugar es un refugio para desesperados.

Según la reacción que tengan son conducidos, de inmediato, a establecimientos de recuperación positiva o bien regresan a los ámbitos de aflicción de los que proceden. Aquí sólo pasan un pequeño período de recuperación. Llegamos al sencillo lecho en el que Liborio, de mirada vidriosa, se mostraba como ausente y sin ningún interés por nuestra presencia.
Nos miraba indiferente.
Mostraba el semblante de los locos, cuando éstos se hallan transfigurados por ocultas flagelaciones. Uno de los guardias vino hacia nosotros y le comunicó a Abelardo que el enfermo llevado para internarse denotaba una creciente angustia.
Áulus lo revisó paternalmente, y en seguida informó:
  • El pensamiento de la hermana encarnada que nuestro amigo vampiriza está con él, atormentándole. Se hallan ambos sintonizados en la misma onda. Es un caso de persecución recíproca. Los beneficios recogidos en el grupo son ahora perjudicados por las sugestiones que le son dirigidas desde lejos.
  • Tenemos en este caso, entonces –alegué– un símil exacto de lo que verificamos comúnmente en la Tierra en los sectores de la mediumnidad torturada.

Hay médiums que, aliviados de los vejámenes que reciben de entidades inferiores, de inmediato reclaman su presencia y se unen nuevamente a ellas automáticamente, pese a nuestro más saludable propósito por liberarlos radicalmente.
  • Sí –aprobó el orientador– mientras no modifiquen sus disposiciones espirituales, creando el hábito de nuevos y nobles pensamientos, estarán sometidos a un régimen de mutua esclavitud, en el que obsesores y obsesados se nutren con sus energías recíprocamente. Temen la separación por los hábitos comunes y arraigados que los asoció, según los principios de afinidad, y de ahí vienen los impedimentos para la doble recuperación que les deseamos.

El enfermo se mostraba más angustiado, más pálido.
Parecía estar soportando una tempestad interior, pavorosa e incontenible.
  • Todo indica la aproximación de la hermana que se apoderó de su mente.

Nuestro compañero se revela más dominado, más afligido...
No acababa el orientador de formular su pronóstico cuando la pobre mujer, desligada del cuerpo físico por efecto del sueño, apareció delante de nosotros reclamando con ferocidad:
  • ¡Liborio! ¡Liborio! ¿Por qué te ausentaste? ¡No me abandones! ¡Regresemos a nuestra casa! ¡Escúchame, escúchame!...
  • ¿Qué vemos? –exclamó Hilario, intrigado. ¿No es esta la criatura a quien en el servicio de esta noche se le trató de aislar de malas influencias?
Y como el orientador respondiera de modo afirmativo, mi colega continuó:
  • ¡Dios de bondad! Pero ¿no está ella interesada en el restablecimiento de su propia salud? ¿No ha pedido socorro a la institución que frecuenta?
  • Esto es lo que ella juzga querer –explicó Áulus con diligencia– sin embargo, en lo íntimo se alimenta con los fluidos enfermizos del compañero desencarnado y se apega a él instintivamente. Millares de personas son así. Padecen enfermedades de variados matices, y a ellas se adaptan por espíritu de comodidad y por no demandarles eso el menor esfuerzo. Se consideran desgraciadas y sufrientes, pero cuando se les retira la molestia que les afectaba se sienten vacías y extrañas, presentando síntomas e impresiones con los que evocan las enfermedades, haciendo que éstas se expresen nuevamente bajo distintas manifestaciones, contribuyendo así a sostener su condición de víctimas, en la cual se complacen. Esto sucede en la mayoría de los casos de obsesión. Encarnados y desencarnados se unen los unos a los otros ligados por una vigorosa fascinación mutua, hasta que ellos mismos renueven los objetivos de su vida mental.

Es por ese motivo que, en muchas ocasiones, los dolores graves están llamados a actuar sobre los dolores leves con el fin de despertar en las almas depravadas ese género de sustituciones y reformas de lo inferior.
En ese momento la recién llegada consiguió acercarse más a Liborio, quien demostró una visible satisfacción. Sonreía él, ahora, igual que una criatura contenta.
Reconociendo, sin embargo, la presencia de doña Celina, la infeliz gritó, colérica:
  • ¿Quién es esta mujer? ¿Quién es?...

Nuestra abnegada amiga avanzó hacia ella con humildad y le imploró:
  • ¡Hermana mía, cálmese! ¡Liborio está fatigado, enfermo! ¡Ayudémosle a descansar!...

La interlocutora no soportó su mirada dulce y benigna, y luego de reconocer a la servicial médium del grupo con el que se había relacionado, cegada por los celos le gritó al enfermo palabras amargas, imposibles de reproducir, abandonando el recinto en desenfrenada carrera.
Liborio mostró una evidente contrariedad. Áulus, con todo, le aplicó pases, con los que le restituyó la calma.
En seguida, el asistente nos dijo con cariño:
  • Como vemos, la Bondad Divina es tan grande que hasta nuestros sentimientos poco dignos son aprovechados en nuestro propio bien. El despecho y alejamiento de la visitante al encontrar a Celina junto al enfermo, nos dará una tregua valiosa, de modo que tendremos algún tiempo para auxiliarlo con unas reflexiones necesarias. Cuando despierte en su cuerpo carnal por la mañana, nuestra pobre amiga recordará vagamente haber soñado con Liborio junto a una compañera, pintando de ello un cuadro con impresiones que se imagine a voluntad, por cuanto cada mente ve en los demás aquello que ella misma lleva en si.

Abelardo estaba satisfecho. Acariciaba al enfermo, previendo su mejoría.
Hilario expresó con admiración:
  • Lo que me asombra, es reconocer el servicio incesante por todas partes. En la vigilia y en el sueño, en la vida y en la muerte...

Respondiendo Áulus, con una sonrisa:
  • Sí, la inercia es simplemente una ilusión y la pereza es una fuga que la Ley castiga con las aflicciones que conlleva tal atraso.

Nuestra tarea había sido cumplida, por lo cual había llegado el momento de retirarnos.
Después de unos minutos, al despedirnos, nos prometió el asistente que nos volveríamos a encontrar la noche siguiente para continuar con nuestras observaciones.

Continuará...

El que tenga ojos para ver que vea... el mundo espiritual se esfuerza por darnos todas las herramientas necesarias para poder despertar nuestra conciencia, nuestra esencia adormecida y así poder comenzar a transitar la vida que el propósito real que esta tiene.

AMOR FRATERNAL

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