jueves, 5 de septiembre de 2013

Estudiando la mediumnidad

En los dominios de la Mediumnidad

La vida en el Mundo Espiritual

Francisco Cándido Xavier
Dictado por el Espíritu de ANDRÉ LUIZ

..."Como tantos otros orientadores que yo conocía, Alberio subió a la tribuna sin ninguna ceremonia, como si fuese un simple hermano que iba a conversar con nosotros en tono fraternal.
  • Amigos míos –dijo con seguridad– continuando nuestros estudios anteriores, debemos considerar que la mente es la base de todos los fenómenos médiumnicos.
No ignoramos que el universo, que se extiende en el infinito con millones y millones de soles, es la exteriorización del pensamiento divino, de cuya esencia participamos en nuestra condición de rayos conscientes de la sabiduría eterna y dentro del límite de nuestra evolución espiritual.
Desde la superestructura de los astros hasta la infraestructura subatómica, todo está sumergido en la sustancia viva de la mente de Dios, como los peces y las plantas acuáticas están contenidos en el inmenso océano.
Hijos del Creador, de Él heredamos la facultad de crear y desarrollar, nutrir y transformar. Naturalmente limitados a las dimensiones conceptuales en que nos encontramos, y reconociendo la insignificancia de nuestra situación comparada a la gloria de los espíritus que ya alcanzaron el estado angelical, podemos irradiar la energía activa del propio pensamiento, estableciendo, en torno a nuestra individualidad, el ambiente psíquico que nos es particular.
Cada mundo posee el campo de tensión electromagnética que le es propio dentro del grado de fuerza gravitacional que mantiene su equilibrio, así como cada alma se ubica en el círculo de fuerzas vivas que tienen afinidad con su “hálito” mental, es decir, en la esfera de criaturas a las que se une según sus necesidades de ajuste o evolución espiritual.
Cada planeta hace sus revoluciones en la órbita que le es asignada por las leyes del equilibrio sin exceder las líneas de gravitación que le corresponden, así como cada conciencia evoluciona dentro del grupo espiritual que condiciona su actuación.
Somos, pues, un enorme conjunto de inteligencias sintonizadas en un mismo grado vibratorio de percepción, integrando un Todo constituido por algunos miles de millones de seres que forman, por así decirlo, la humanidad terrestre.
Formando, así, sólo una humilde familia en el infinito concierto de la vida cósmica, en el que cada mundo alberga a una determinada familia de la humanidad universal, conocemos, por tanto, las limitadas expresiones de la vida que nos tocan más de cerca, limitados por el grado de conocimiento que hemos podido alcanzar.
Dependiendo de nuestros semejantes en nuestra trayectoria hacia la vanguardia evolutiva y a la manera de los mundos que se desplazan en el espacio influenciados por los astros que les rodean, actuamos y reaccionamos unos sobre los otros a través de la energía mental con la que nos renovamos constantemente creando, alimentando y destruyendo formas y situaciones, realizaciones y cosas en la estructuración de nuestros destinos.
 
Nuestra mente es, de este modo, un núcleo de fuerzas inteligentes generando un plasma sutil que, al exteriorizarse incesantemente fuera de nosotros, ofrece recursos de objetividad a las figuras de nuestra imaginación, bajo la dirección de nuestros propios designios.
La idea es un “ser” organizado por nuestro espíritu, al que el pensamiento da la forma y la voluntad imprime movimiento y dirección. Del conjunto de nuestras ideas resulta nuestra propia existencia. El orador hizo una pequeña pausa que nadie osó interrumpir, y luego prosiguió comentando:
  • Como es fácil de deducir, todos los seres vivos actúan en la onda de psiquismo que les es peculiar dentro de las dimensiones que les son características o en la frecuencia que les es propia. Ese psiquismo no depende de los centros nerviosos, de modo que, fluyendo de la mente, es quien condiciona todos los fenómenos de la vida orgánica en sí misma.
Examinando, pues, los valores anímicos como facultades de comunicación entre los espíritus, cualquiera que sea el plano en que se encuentren, no podemos perder de vista el mundo mental del agente y el del receptor, ya que, en cualquier acto mediúmnico, la inteligencia receptiva está sujeta a las posibilidades y a la coloración de los pensamientos en que vive, y la inteligencia emisora queda sometida a los límites y a las interpretaciones de los pensamientos que es capaz de producir.
 
Un hotentote1 desencarnado, comunicándose con un sabio terrenal ligado todavía a su envoltura física, no podrá ofrecer a éste otros informes que los de las formas triviales en que se desenvolvían en el mundo sus experiencias primitivas; así como un sabio, sin la vestidura carnal, entrando en relación con el hotentote ligado a su “hábitat” africano, no conseguirá brindarle su cooperación inmediata sino en el trabajo embrionario en el que éste tiene fijadas sus preocupaciones mentales, como ser el auxilio a un rebaño bovino o la cura de males del cuerpo material.
Por ello, el hotentote no se sentiría feliz en la compañía del sabio, y el sabio, a su vez, no se detendría con aquél por falta de ese alimento, casi imponderable, al que podemos denominar “vibraciones compensadas”.
Es por ley que nuestras mayores alegrías son recogidas al contacto de aquellos que, al comprendernos, cambian con nosotros valores mentales de cualidades idénticas a las nuestras, así como los árboles ofrecen un mayor coeficiente de producción si se les coloca entre compañeros de la misma especie, con los cuales intercambian sus principios germinativos.
En la mediumnidad, igualmente, no podemos olvidar el problema de la sintonía. Atraemos a los espíritus que tienen afinidad con nosotros, de la misma manera que somos por ellos atraídos, y si es verdad que cada uno de nosotros solamente puede dar conforme a lo que tiene, es indiscutible que cada uno recibe de acuerdo con lo que da.
 
Encontrándose la mente en la base de todas las manifestaciones médiumnicas, cualesquiera que sean las características en que se expresen, es imprescindible enriquecer el pensamiento incorporándole los tesoros morales y culturales, los únicos que nos posibilitan fijar la luz que desciende hasta nosotros de las esferas más altas, a través de los genios de la sabiduría y el amor que supervisan nuestras experiencias.
Acertaron aquellos que compararon nuestro mundo mental a un espejo.
  • Reflejamos las imágenes que nos rodean y dirigimos en dirección de los demás las imágenes que creamos.
Y como no podemos escapar al imperativo de la atracción, retrataremos solamente la claridad y la belleza si nosotros establecemos la belleza y la claridad en el espejo de nuestra vida íntima.
Los reflejos mentales, según su naturaleza, favorecen nuestro estancamiento o nos impulsan a ir adelante, puesto que cada criatura humana vive en el cielo o en el infierno que edificó para sí misma en los rincones internos del corazón y de la conciencia, independientemente del cuerpo físico, y dado que, observando la vida en su esencia de eternidad gloriosa, la muerte vale únicamente como transición entre dos tipos de la misma experiencia, en el “hoy imperecedero”.
Encontramos la mediumnidad en todos los tiempos y en todos los lugares en que se desarrolló el género humano.
Misiones santificantes y guerras de destrucción, tareas nobles y obsesiones pérfidas tienen su origen en los reflejos de la mente individual o colectiva, combinados con las fuerzas sublimes o degradantes de los pensamientos que las nutren.
  • Sepamos, pues, cultivar la educación, perfeccionándonos más cada día.
  • Todos somos médiums, sea cual fuere la actividad que desempeñemos.
  • La fuerza psíquica, en muchos niveles de expresión, es peculiar a todos los seres, pero no existe perfeccionamiento mediúmnico sin la purificación de la individualidad.
Es contraproducente, por tanto, intensificar el movimiento de la energía sin disciplinar sus impulsos.
  • Es peligroso poseer sin saber usar.
El espejo sepultado en el lodo no refleja el esplendor del Sol. El lago agitado no refleja la imagen de la estrella que titila en el infinito.
  • Elevemos nuestro caudal de conocimientos con el estudio bien llevado y perfeccionemos la calidad de nuestras emociones con el ejercicio constante de las virtudes superiores, si queremos recoger el mensaje de las Grandes Almas.
  • La mediumnidad no basta por si sola.
  • Es imprescindible saber qué tipo de onda mental asimilamos, para conocer la calidad de nuestro trabajo y juzgar acerca de la dirección tomada.
Alberio prosiguió aún con sus valiosos comentarios, y más tarde pasó a responder a complicadas preguntas que le fueron hechas por diversos aprendices.
Por mi parte recogí abundante material de meditación, razón por la cual, en compañía de Hilario, nos despedimos de los instructores con algunas palabras de agradecimiento, prometiendo Áulus volvernos a encontrar al día siguiente..."

AMOR FRATERNAL

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