miércoles, 8 de mayo de 2013

La indulgencia

El Evangelio según el Espiritismo

Allan Kardec

Capitulo X: BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS

18. Queridos amigos, sed severos para con vosotros mismos e indulgentes para con las debilidades de los otros; también esto es una práctica de la santa caridad que muy pocas personas observan. Todos vosotros tenéis malas inclinaciones que vencer, defectos que corregir, costumbres que modificar, todos vosotros tenéis una carga más o menos pesada que depositar para subir a la cumbre de la montaña del progreso. ¿Por qué, pues, veis tanto para el prójimo, y sois tan ciegos para vosotros mismos? ¿Cuándo, pues, cesaréis de advertir en el ojo de vuestro hermano una arista de paja que le hiere, sin mirar en el vuestro la viga que os ciega, y os hace marchar de precipicio en precipicio? Creed en vuestros hermanos los espíritus: Todo hombre bastante orgulloso para creerse superior en virtud y en mérito a sus hermanos encarnados es insensato y culpable, y Dios le castigará en el día de su justicia. El verdadero carácter de la caridad, es la modestia y la humildad que consiste en no ver superficialmente los defectos para dedicarse a hacer volver lo que hay en el bueno y virtuoso; porque si el corazón humano es un abismo de corrupción, existe siempre en algunos de sus pliegues más escondidos, el germen de buenos sentimientos, chispa brillante de la esencia espiritual.
¡Espiritismo, doctrina consoladora y bendita; felices los que te conocen y se aprovechan de las saludables enseñanzas de los espíritus del Señor! Para ellos el camino es claro, y durante todo el viaje pueden leer estas palabras que les indican el medio de llegar al fin: caridad práctica, caridad de corazón, caridad para el prójimo como para sí mismo, en una palabra, caridad para todos y amor de Dios sobre todas las cosas porque el amor de Dios resume todos los deberes y porque realmente es imposible amar a Dios sin practicar la caridad, de la que hace una ley para con todas sus criaturas. (Dufétre, obispo de Nevers, Bordeaux).

19. "Si nadie es perfecto, ¿se sigue de esto que nadie tiene el derecho de corregir a su vecino?"
  • Seguramente que no, puesto que cada uno de vosotros debe trabajar para el progreso de todos, y sobre todo de aquellos cuya tutela se os ha confiado; pero hay una razón para hacerlo con moderación, con un fin útil, y no como se hace la mayor parte de las veces por el placer de denigrar. En este último caso la censura es una maldad; en el primero es un deber que la caridad manda cumplir con toda prudencia posible, y aun la censura que se quiere hacer a otro, debe uno hacérsela a sí mismo al propio tiempo y preguntarse si también la merece. (San Luis. París, 1860).

20. "¿Es uno reprensible por observar las imperfecciones de los otros cuando no puede resultar ningún provecho para ellos, aun cuando no las divulgue?"
  • Todo depende de la intención; ciertamente no está prohibido ver el mal cuando el mal existe, y aun habría inconveniente en ver por todas partes el bien; esta ilusión perjudicaría al progreso. Lo malo es hacer recaer esta observación en detrimento del prójimo, desacreditándole, sin necesidad, en la opinión. Sería también reprensible haciéndolo para complacerse a sí mismo en sus sentimientos de malevolencia y de alegría al encontrar a los otros en falta. Lo contrario sucede cuando echando un velo sobre el mal para el público, se limita uno a observarlo para su provecho personal, es decir, para estudiarse y evitar lo que se censura en los otros. Por lo demás, esta observación, ¿no es acaso, útil, al moralista? ¿Cómo pintaría los males de la humanidad si no estudiase los modelos? (San Luis, París, 1860).
21. "¿Hay casos en que sea útil el descubrir el mal de otro?"
  • Esta pregunta es muy delicada, y aquí es cuando debe recurrirse a la caridad bien comprendida. Si las imperfecciones de una persona sólo dañan a ella misma, nunca hay utilidad en hacerlas conocer; pero si pueden ocasionar perjuicio a otro es menester preferir el interés del mayor número al interés de uno solo. Según las circunstancias, descubrir la hipocresía y la mentira, puede ser un deber, porque vale más que un hombre caiga que no que muchos vengan a ser su ludibrio y sus víctimas. En tal caso, se han de pesar las ventajas y los inconvenientes. (San Luis. París, 1860).

Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

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