miércoles, 11 de mayo de 2016

Momentos de Salud y de Conciencia

La conquista de la salud integral es la meta ambicionada por la criatura humana.
Conseguir la armonía entre el equilibrio orgánico, el emocional y el psíquico, en un cuadro general de bienestar, constituye un gran desafío para la inteligencia humana que, desde hace milenios, recurre a las mas variadas y complejas experiencias, que han dado por resultado admirables y valiosas conquistas.

Gracias a esa labor específica, aliadas a otras de la ciencia apoyada en la tecnología, en lo que respecta al medio ambiente y a los factores destructivos de la vida humana alcanza hoy los más elevados índices de longevidad de todos los tiempos.

El hombre ha conseguido eliminar de la Tierra enfermedades que el pasado diezmaban pueblos enteros, con la permanente amenaza de extinción del género humano.
La precisión en el diagnóstico y el uso de sofisticados aparatos están logrando el milagro de detectar graves enfermedades antes de su calamitosa manifestación, o durante su inicio, junto a terapéuticas avanzadas que prolongan la existencia carnal, disminuye los dolores y preservan los órganos, aunque se encuentren afectados.

Por cierto, nuevas enfermedades surgen y toman cuenta de los paisajes humanos, a pesar de ser estudiadas y combatidas sin tregua.
Instintivamente, el ser procura evitar el sufrimiento o liberarse de él valiéndose de todos los recursos imaginables.

El temor al desgaste, al dolor y a la muerte se presenta incito en todos, bajo el comando de la necesidad de preservar la vida, lo cual es una bendición que evita al máximo los actos de desesperación extrema que derivan en el suicidio, ese nefasto enemigo de la trayectoria evolutiva del espíritu.
A causa de la inferioridad humana, los factores de perturbación y desorden subsisten en el área de la salud, desarrollando enfermedades desgarradoras.
A medida que la criatura se auto-descubre y se auto-penetra con los equipamientos del amor, constata que la salud es una conquista interior que se refleja en el cuerpo como
resultado de la armonía íntima.

Felizmente, la ciencia médica amplia su elenco conceptual en torno a la salud y la enfermedad, y recurre a otras disciplinas que contribuyen con eficacia al bienestar de los seres.


Las modernas comprobaciones de la Psicosomática demuestran que los fenómenos patológicos, tanto del sector psíquico como del emocional, se transfieren fácilmente hacia el orgánico, y preparan el campo para la aparición de enfermedades de variada génesis. Una vez perturbado el equilibrio energético de sustentación de las células, los factores inmunológicos se alteran bajo el bombardeo de descargas mentales destructivas, dando lugar a la instalación y el desarrollo de los agentes mortíferos que producen la degeneración del organismo.

Por esa razón, se hace imprescindible establecer una era de nueva conciencia de la responsabilidad, a fin de que, lúcido y equilibrado, el individuo defina los paradigmas de una conducta moral y mental armoniosas, para la adquisición del valioso patrimonio de
la salud.

Jesús, en todo el Evangelio, exalta la armonía moral y emocional de la criatura frente a la Vida, como factor esencial para su salvación: el estado de salud integral.
Psicoterapeuta fuera de lo común, propuso el auto-examen a modo de receta para la adquisición de la paz, como consecuencia de las propuestas del amor a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo.

Síntesis de inigualable sabiduría, el amor es la clave para el enigma salud-enfermedad.
Con posterioridad, actualizando el pensamiento del Maestro, Allan Kardec estableció en la Caridad la terapia para la paz y el modelo de aplicación apropiada para el amor.
En la actualidad, diversas ciencias concuerdan con esos programas, especialmente las Psicologías Transpersonal, Transaccional y Creativa, que invitan al autoencuentro, a la
liberación de los residuos mentales y morales, a la conquista del ego y la plenitud del self, del yo espiritual eterno en su inevitable proceso de crecimiento.

Con el deseo de participar de ese bendito esfuerzo desarrollado por los sacerdotes del área de la salud, presentamos al querido lector esta modesta contribución que, aunque sin innovar, pretende tender un puente entre las excelentes contribuciones del conocimiento tecnológico y las enseñanzas sabias de Jesús y Allan Kardec, para disminuir el abismo entre la Ciencia en sí misma y la Religión, a fin de que avancen unidas en beneficio de las criaturas y de la sociedad, que marchan en busca de un mañana feliz.

Esperamos que estos momentos de salud sean el pórtico para la conquista de la salud integral, y nos sentimos compensados por el placer de participar en la obra del Señor como servidores menores y devotos.

Salvador, 22 de octubre de 1992
Juana de Angelis.

AMOR FRATERNAL

sábado, 7 de mayo de 2016

LA ARROGANCIA

Escuchando nuestros sentimientos

La actitud de amarnos como merecemos
Wandereley S. de Oliveira - Por el Espíritu de ERMANCE DUFAUX

Capitulo 8: Estudiando la arrogancia 1


"Así no deber ser entre vosotros; al contrario, aquel que quisiera tornarse el mayor, sea vuestro siervo; - y aquel que quisiera ser el primero entre vosotros sea vuestro esclavo" (Mateo, Cap. XX, vs. 20 a 28) - El Evangelio según el Espiritismo - Cap. VII - ítem 4.
Arrogancia, e allí un tema de extrema importancia para ser meditado en nuestros núcleos de amor cristiano.
¿Soy arrogante? ¿como descubrirla? ¿que es la arrogancia? ¿un sentimiento o una actitud? ¿cual es su origen? ¿como se manifiesta? ¿como percibir la actitud arrogante? ¿que hacer para superar esa enfermedad moral? ¿como Espírita, somos arrogantes? ¿como? ¿cuando? ¿porque existe todavía la arrogancia en nuestra conducta, a pesar del conocimiento espirita?

Los Sabios Guías de la Verdad oportunamente respondieron a Allan Kardec: "De todas las imperfecciones humanas, el egoísmo es el más difícil de desenraizar porque deriva de la influencia de la materia, influencia que el hombre, todavía muy próximo a su origen, no puede liberarse y para cuyo entretenimiento todo se junta: sus leyes, su organización social, su educación."

El estudio del sentimiento del egoísmo constituye un elemento fundamental en el entendimiento de nuestras necesidades espirituales. Significa estudiar nuestra propia historia evolutiva. La sutil diferencia entre pensar excesivamente en uno con benevolencia puede determinar la naturaleza de todos los sentimientos humanos. El exceso de interés por si mismo es un ciclo de ilusiones que se repite sustentando el auto-desamor en milenios de perturbaciones. La benevolencia es la bondad efectiva que camina del brazo amable con la edificación de la paz interior.

El Codificador destacó: "No; la pasión está en el exceso de se acreciente la voluntad, ya que el principio que le da origen fue puesto en el hombre de bien, tanto que las pasiones pueden llevarlo a la realización de grandes cosas. El abuso que de ella se hace es el que causa el mal."

Con el correr del tiempo el egoísmo sufrió infinitas mutaciones que componen la versatilidad de toda la estructura sentimental del Ser. El abuso de esos "gérmenes de luz" a constituido el obstáculo a lo largo de los tiempos. La pasión - ausencia de dominio bajo administración de la voluntad - aguardando reflejos perniciosos, cuyas raíces se encuentran en el egocentrismo - el estado mental encerrado en nuestras propias creaciones.

En esa línea de evolución, el instinto de conservación desenvuelve las tendencias como sinónimo de protección, constituyendo el núcleo de confusión humana como aseveran arriba los Sabios Orientadores de la Verdad: "(...) el egoísmo es el mas difícil de desenraizarse porque deriva de la influencia de la materia (...)".

Cimentados en la necesidad apasionada de protección material, enloquecemos a través de la posesión y la conducta arrogante nos enseña a concretar esa actitud de egoísmo.
El principio que genera la arrogancia fue colocado en el hombre para el bien. Es la ansia de crecer y realizarse. El impulso para progresar. El instinto de conservación que prevé la protección, la defensa. Tales principios son los factores de motivación para el coraje, la osadía, el encanto a los desafíos. Gracias a ellos surgen los líderes, el idealismo y las grandes realizaciones inspiradas en visiones ampliadas del futuro. El exceso de todo eso, creó la pasión. La pasión crea vicios. El vicio patrocina el desequilibrio.

Comparemos al egoísmo como un virus y a la arrogancia la enfermedad, sus efectos nocivos y destructores.

Arrogancia, "cualidad o carácter de quien, por supuesta superioridad moral, social, intelectual o de comportamiento, asume actitud prepotente o de desprecio con relación a los otros; orgullo ostensivo, altivez". Ese es el concepto de los diccionarios humanos.

En el sentido espiritual podemos deducir varios conceptos para el sentimiento de arrogar. Veamos algunos: exacerbada estima de si mismo. Súpervaloración de si. Auto concepto súper dimensionado. Deseo compulsivo de imponerse a los demás.

El egoísmo es el sentimiento básico. Arrogancia es la actitud íntima derivada de ese cimiento de sensaciones nacidas en el corazón ocupado, exclusivamente, con su ego. Una compulsiva necesidad de ser el primero, el mejor, manifestada a través de un cortejo de pensamientos, emociones, sensaciones y conductas que determinan el rayo espiritual en el cual la criatura transita.

Los Sabios Guías aseguran: "(...) la pasión está en el exceso de que se acreciente la voluntad, visto que el principio que le da origen fue puesto en el hombre para el bien, tanto que las pasiones pueden llevarlos a la realización de grandes cosas. El abuso que se haga de ella, será la causa del mal."

Hagamos un pequeño gráfico.

Esas son las cuatro acciones más perceptibles en consecuencia del acto de arrogar que estructuran la mayoría de los estados psicológicos y emocionales del Ser. A partir de ese estado orgulloso de ser, podemos percibir un cuadro mental de rígida auto-suficiencia, del cual nacen las ilusiones y los equívocos del andar humano, arrojándonos a los despeñaderos de la insania aceptable y de la rivalidad pulida.

Esa línea predominante de la personalidad arrogante es la falta de conformidad. Usada con equilibrio, es fuente de crecimiento y progreso. Aún, bajo la acción de los reflejos de posesión y del interés personal, que marcaron, acentuadamente, nuestras reencarnaciones, alcanzó al portador de rebeldía y obstinación enfermiza.

La rebeldía se tornó en un condicionamiento psicológico que dilata las acciones de la arrogancia. Una lente de aumento que multiplica y acelera las mutaciones de la auto-suficiencia.
Estudiemos, las actitudes pilares de la arrogancia bajo la lente de la rebeldía.

La rigidez es la raíz de las conductas autoritarias y de la obstinación que, frecuentemente, desemboca en los comportamientos de intolerancia. Bajo la acción de la rebeldía, patrocina la falta de respeto del libre albedrío ajeno y alimenta constantemente su presunción por se la vida como a él le gustaría que fuese.

La competición no existe sin la comparación y el impulso de la disputa. Cuando somos tomados por la pasión, la fuerza motriz de semejante acción es el sentimiento de envidia. La mira de la rebeldía, causa el menosprecio y la indiferencia que intenta empañar el brillo del otro. La competición es el alimento del sentimiento de superioridad.

La imprudencia es marcada por la osadía transgresora que no teme ni respeta límites. Casi siempre, esa inquietud del alma alcanza la perfección y la ansiedad que, frecuentemente desemboca en la necesidad de control y dominio. Se consustancian modos rebeldes de ser. El deseo de hegemonía. Sentimiento de poder.

La preponderancia es un efecto natural de la perspicacia que puede insuflar la megalomanía, y la presunción. Juntos forman el piso de la vanidad. La rebeldía, en ese paso, conduce a una desmedida necesidad de fijarse en certerzas que adornan posturas de infalibilidad.

Conforme al temperamento y a la historia espiritual particular, la arrogancia se manifiesta con mayor o menor énfasis en una de esas cuatro acciones descritas, creando variados efectos en el comportamiento. A pesar de eso, la cadena de reflejos íntimos es muy similar.

Egoísmo que en su mutación se transforma en arrogancia; esa, a su vez, deriva en cortejo de otros sentimientos bajo la acción del orgullo y de la rebeldía.

La arrogancia nos aparta del "sentido de la realidad". Creemos más en aquello que pensamos sobre el mundo y las personas, que en aquello que es realmente. Por esa razón, ese proceso de la vida mental se consolida como piso de innumerables sicopatología de la clasificación humana. La alteración de la percepción del pensamiento es el factor generador de los mas severos trastornos psiquiátricos. Son las manifestaciones enfermizas del yo en dirección del narcisismo. En la rigidez, yo controlo. En la competición, yo soy el mayor. En la imprudencia, yo quiero. En la preponderancia, yo puedo. La arrogancia piensa la vida, al pensarla, la aparta de nuestros sentimientos.

Esa falta de conexión con la realidad establece la presencia continua de las fantasías en el funcionamiento mental, esto es, la "interpretación o imagen desvirtuada" que la persona alimenta acerca de los hechos, personas y cosas. En ese paso existen dos tipos psicológicos más comunes. La arrogancia vuelta hacia el pasado, cuando hay una fijación en tristezas continuas de la no aceptación de los hechos que, en su excesiva auto-valorización, el arrogante cree no merecerlas. El otro tipo es la arrogancia dirigida al futuro, cuando la criatura vive de ideas, en el mundo de las ideas, creyéndose más capaz y valerosa de que realmente es. Pasible de realizar grandes e importantes misiones. Tales "dislocamientos de la mente" son formas de evadirse de algo difícil de aceptar en el presente. De alguna manera, todavía constituyen mecanismos protectores, cuando se prolongan demasiado, pudiendo generar enfermedades psíquicas. La depresión es el resultado de la arrogancia que vuelve del pasado. Y la psicosis en relación al futuro.

Es interesante observar que una de las propiedades psicológicas enfermizas más presentes en la estructura rebelde de la arrogancia, es la incapacidad para percibirla. Es el efecto más habitual de su acción en la mente humana. Basta destacar que difícilmente aceptamos ser considerados como arrogantes. Un estudio minucioso nos llevará a concluir que, raras veces en la Tierra, encontraremos conductas libres de esa viaja patología moral.

Relacionemos otros efectos de esas enfermedades:
  1. Pérdida de autodominio.
  2. Apego a las convicciones personales.
  3. Gusto por juzgar y rotular la conducta ajena.
  4. Necesidad de ejercicio del poder.
  5. Rechazo a las críticas o cuestionamientos.
  6. Negación de sentimientos.
  7. Tener respuesta para todo.
  8. Desprecio a los esfuerzos ajenos.
  9. Imponencia en las expresiones corporales.
  10. Personalismo.
  11. Auto-suficiencia en las decisiones.
  12. Bloqueo den la habilidad de la empatía.
  13. Incapacidad para cambiar.
  14. Perturba el afecto.
  15. Cree que puede más de lo que realmente es capaz.
  16. Buscar mas de lo que se necesita.
  17. Querer ir más allá de sus límites.
  18. Exigir más de lo que consigue.
  19. Sentir que somos especiales por el bien que hacemos.
  20. Suponer que tenemos la capacidad de decir lo que es verdad y equivocado a los otros.
  21. Sentirse con derecho y cualidades en función del tiempo de doctrina y de la foja de servicios.
  22. Creer que tenemos la mejor percepción sobre las responsabilidades que nos son entregadas en el nombre de Cristo.
  23. Juzgarse apto a conocer lo que pasa en lo íntimo de nuestro prójimo.
  24. Despreciar el valor ajeno.
La ausencia de conciencia sobre ese sentimiento y sus manifestaciones de rebeldía han sido responsables por innumerables accidentes de la vida interpersonal. Como así también entre los seguidores de las orientaciones del Evangelio, ocultan los caros afectos llevándolo muchas veces a tomar a los amigos como auténticos adversarios como se destaca en la pregunta 917 de El Libro de los Espíritus:
"Cuando comprendan bien que en el egoísmo, la avaricia, la envidia, el odio, el celo, que a cada momento la entristecen, la que perturba todas las relaciones sociales, provoca las disensiones, aniquila la confianza, la que lo obliga a mantenerse constantemente en la defensiva contra sus vecinos, porque de los amigos hace un enemigo, él comprenderá también que ese vicio es incompatible con su felicidad y, la puede acrecentar con su propia seguridad."


Tener auto-conciencia es una de las habilidades de la inteligencia emocional. Saber dar nombre a nuestros sentimientos es fundamental en el proceso de crecimiento y reforma interior. La arrogancia que acostumbramos a rechazar como característica de nuestra personalidad es responsable por una dinámica metamorfoseada de los sentimientos.

La ignorancia de sus efectos en nuestra vida es explorada por los genios astutos de la perversidad en el planeta.

Es necesario registrar que las observaciones sobre la arrogancia aquí transcrita en el libro "Puerta Ancha, el Camino de la Perdición humana". Un ejemplar utilizado en las escuelas de la maldad en núcleos organizados de la erraticidad, archivado en la biblioteca del Hospital Esperanza, cuando su propio autor fue rescatado y socorrido por Euripides Barsanulfo hace algunas décadas. Hoy reencarnado en el seno del Espiritismo, ese escritor de las penas va buscando su redención en la lucha contra su propia arrogancia. El gráfico de la autoría de nuestro hermano, y usado en innumerables plataformas de estudios con finalidades hegemónicas en la practica de la perversidad.

El libro, que todavía permanece archivado en nuestro centro de estudios, es un ejemplar de la inteligencia psicológica cuyo propósito es combatir el mensaje evangélico de Cristo basado en la humildad.
Según el autor, la arrogancia es la puerta estrecha para la implantación del caos en la orbe terrena.

"Así no debe ser entre vosotros; al contrario, aquel que quiere tornarse el mayor, sea vuestro siervo; - y, aquel que quiere ser el primero entre vosotros, sea vuestro esclavo."

¿Por qué esa compulsión por el mayor en una obra que no nos pertenece? ¿si la obra es de Cristo, por que la falta de fraternidad?

Considerando tales reflexiones acerca de esa dolencia de las costumbres, tengamos algunas ponderaciones que nos motiven a algunas auto-apreciaciones a la luz de la claridad espirita.

...continuará.

AMOR FRATERNAL


    

martes, 3 de noviembre de 2015

Las relaciones familiares

Constelación familiar
Divaldo Franco - Joanna de Ângelis

Dado que el hogar, es fundamentalmente, la representación minúscula de la sociedad, su célula inicial, es razonable que esté constituido de forma tal que se prolongue con naturalidad a través del grupo social en dirección a toda la humanidad.

Los hábitos adquiridos en el hogar tendrán un carácter permanente, porque se fijarán en el comportamiento de los educandos, dando lugar a comportamientos felices o conflictivos.
Ciertamente, debido a los diferentes tipos humanos que existen en todas partes, siempre habrá enfrentamientos entre las diferentes personas, ya sea en la intimidad doméstica o fuera de ella.No obstante, la buena formación moral se sobrepondrá en detrimento de los incidentes de menor importancia.
De eso modo, la constelación familiar debe estar formada por sentimientos de afectividad sin sentimentalismo exagerado, y de disciplina sin rigidez.

Observar a cada hijo con atención, a fin de descubrir el nivel espiritual en el que se encuentra, sus aspiraciones y posibilidades, es un deber impostergable de los padres, que no puede ser transferido a empleados remunerados. Del mismo modo, la convivencia maternal, en contacto frecuente con los hijos desde su nacimiento, contribuirá para darles seguridad emocional y alegría de vivir.
Se ha comprobado que en la psicogénesis de muchos trastornos depresivos de la infancia se encuentra la ausencia de la madre, esto es de su cariño, de su contacto físico, que deja la impresión del abandono, y se convierte en amargura inconsciente en el niño, que al verse desamparado, cae en una profunda melancolía. El regreso de la madre, el apoyo del regazo afectuoso producen una inmediata alteración de la conducta afectiva, que beneficia al infante con la recuperación de la salud, con la alegría de vivir.

El hogar no es solamente el lugar de los deberes, sino también del placer, de la alegría de convivir y sentir la familia, de experimentar júbilos y programar festejos que puedan favorecer las buenas relaciones sociales.
Por eso mismo, es justo que en él reine un clima emocional agradable, de equilibrio, en vez de ser un lugar donde las quejas y los reclamos se hacen normales, de tal manera que el ambiente esté siempre contaminado de malhumor y de pesimismo.
Incluso si hay dificultades y problemas, lo cual es perfectamente normal, estos deben ser examinados con naturalidad, sin llegar a los extremos de la rebeldía o los ocultamientos para disfrazarlos, dando una falsa idea de que todo está bien. Cuando los hábitos de confianza y de lealtad en la convivencia doméstica no se producen, la familia comienza a desorganizarse y avanza hacia su desintegración. Es imprescindible, por lo tanto, antes de que esto ocurra, que todos los miembros estén informados de los acontecimientos que tienen lugar en el nido familiar, para que todos unidos contribuyan, de acuerdo a sus posibilidades, a solucionar las dificultades y ampliar los buenos resultados del trabajo desarrollado.

Los niños, en razón de la falta de experiencia, no deberán participar de los debates mas graves de la convivencia familiar, lo que no significa desconsideración por ellos, sino el cuidado normal que merecen, evitándoles temores injustificables antes de que dispongan de las condiciones adecuadas para el buen entendimiento.
Por los tanto, la camaradería en el hogar es esencial para una convivencia feliz.

Cuando el hogar esta desprovisto de los valores de la alegría, del bienestar, del respeto recíproco, se trata de buscar fuera de él, en ambientes poco saludables, los estímulos necesarios para la propia existencia. Al no saber discernir aún, los educandos son permeables a los acontecimientos y costumbres del lugar, aprendiendo a convivir con ellos, adaptándose a los mismos y eligiéndolos. Lo que no encuentran en su casa y perciben afuera de ella los atrae, los motiva y despiertan su interés.

Se excluyen en este capítulo, las célebres prohibiciones, casi todas irracionales.
Los adultos, impacientes e inmaduros, optan por no explicar las razones por las que determinados comportamientos son buenos y otros son malos, y establecen reglas de prohibiciones que despiertan la curiosidad y el deseo de conocerlos, por creer que encierran un contenido mágico y fascinante.
La orientación correcta con respecto al comportamiento y las explicaciones oportunas en torno de los prejuicios que surgen de algunos de ellos, eliminan del imaginario infantil aquella atracción perturbadora sin traumas, y auxilian al entendimiento de los valores que constituyen el bienestar, así como de aquellos que conducen al sufrimiento, a los estados de ansiedad y de amargura.

El diálogo franco y abierto en torno de todos los temas es siempre la solución de las incógnitas y el amigo de buen entendimiento entre las personas en el hogar, en el trabajo, en la calle, en la sociedad...

Sin embargo, no siempre todo será color de rosa, porque los padres, por más abnegados que sean, también padecen conflictos, incertidumbres y frustraciones que no consiguen superar.
Los hijos, a su vez, deben entender esa circunstancia y procurar auxiliar a los padres en esos momentos de alboroto, demostrándoles afecto y cariño, sentimientos de apoyo y gratitud, liberándose al mismo tiempo de cualquier conflicto que pueda surgir.
Ese intercambio saludable proporciona seguridad emocional a los diversos miembros de la familia, porque de esa manera se sienten participes de todo cuanto acontece en el seno de la familia, pues su contribución, por pequeña que sea, adquiere importancia y valor.




Más tarde, las experiencias que se van acumulando en las relaciones domésticas serán automáticamente transferidas hacia la convivencia fuera del hogar, donde las luchas son más severas y la ausencia de parámetros de afectos contribuya para definir en torno de aquellos que deben ser elegidos como amigos, así como de los que pasarán a ser apenas conocidos, merecedores de consideración, pero no de confianza o de intimidad.
En ese ambiente de entendimientos familiar, todos se auxilian recíprocamente, en las actividades domésticas, en los trabajos escolares, en las preocupaciones de orden económico, tratando de evitar siempre la exageración de gastos y de consumismo, que son siempre perturbadores y responsables por situaciones angustiosas con relación al futuro.

La conciencia colectiva en la familia es el resultado de la participación de todos sus miembros en los acontecimientos diarios, y hace posible el trabajo general y ordenado de preservación del afecto y de sustento del respeto.

Sin embargo, cuando algún miembro de la familia no consigue ajustarse al programa general, lo que siempre sucede, en vez de ser expulsado del grupo, es conveniente considerarlo como alguien necesitado de comprensión y no como un portador de impedimentos, evitando de esta manera la antipatía o la animosidad, sean ocultas o declaradas.

Dado que la familia esta formada por espíritus de diversas procedencias, algunos de los cuales son cobradores de deudas anteriores, es comprensible que se manifiesten con irritabilidad, constante insatisfacción, agresividad o reacciones a los planes de entendimiento colectivo. Este siempre será un miembro creador de problemas, el quejoso, el condenado, el rebelde...Frágil espiritualmente, corre el peligro de caer en fuga a través de las drogas, o el alcohol, y en su inseguridad, se puede iniciar en el robo, como recurso psicológico para llamar la atención.



Entonces se convierte en un verdadero desafío familiar, que debe ser tenido en consideración, puesto que es una representación minúscula en relación a lo que se encontrará multiplicado en la sociedad fuera del hogar, que exigirá un comportamiento equilibrado y desafiante.

Por lo tanto, la familia es la célula primordial del grupo social, el reducto donde se forjan los sentimientos y las capacidades para las relaciones humanas en todas partes. 
Mantener, de ese modo, una convivencia agradable y lozana, es la regla para proceder bien en el hogar, con miras a los enfrentamientos colectivos en el futuro.



AMOR FRATERNAL