viernes, 17 de abril de 2015

El Perdón

Educación de los Sentimientos

Jason de Camargo

JESÚS Y EL PERDÓN


El perdón es uno de los capítulos más simples y al mismo tiempo uno de los más importantes de las enseñanzas de Jesús. Antes de Él no se había conferido a este tema la relevancia que merecía. El Nazareno ya sabía de los innumerables perjuicios que los resentimientos producen en el alma humana, y que solamente el perdón sería capaz de liberar al individuo de la esclavitud de sus penas y remordimientos. El Maestro apuntó a los aspectos fundamentales de esa virtud que necesitaba ser desarrollada.Conocía el atraso espiritual de la humanidad, e indicó los caminos necesarios para el cambio de paradigmas, para la aceptación de conceptos y conductas que ofrecieran al ser humano mejores condiciones para conquistar mayor felicidad. La felicidad habría de ser el resultado de la pureza espiritual, pero ¿cómo llegar a ser puro si se alimentan rencores, disgustos, remordimientos, resentimientos? Por eso dijo Jesús: "...depositad vuestra ofrenda al pie del altar e id a reconciliaros con vuestro hermano; recién después volved para presentarla". No se puede ir en busca de Dios cuando se conservan manchas en el altar de la conciencia. Reconciliémonos primero con nuestro prójimo, limpiemos nuestra conciencia, y después estaremos en mejores condiciones para hacer la ofrenda de nuestro trabajo al Creador.

El Sublime Terapeuta indicó algunos aspectos importantes acerca del perdón que no podemos dejar de recordar:

a) Todos cometen errores
El Mesías se propuso que las personas tomaran conciencia de que todos cometemos errores, que cometemos faltas graves, y por ese motivo no podemos acusar severamente ni punir a nuestro prójimo sin compasión. Cuando el dijo que "...no debemos juzgar para no ser juzgados" o que "...no arrojáramos piedras al tejado del vecino cuando el nuestro es de vidrio", estaba dirigiéndose a lo más profundo del ser humano, a la conciencia. Ese punto es importante en la medida que cada uno desea ser perdonado por sus errores, aunque no siempre esté dispuesto a perdonar las faltas cometidas por sus semejantes en contra de él. Si quiero ser perdonado deberé perdonar; con la misma medida con que yo mida seré medido: estos son elementales principios de justicia. En la famosa anécdota de la mujer sorprendida en adulterio, por ejemplo, los hombres querían apedrearla y el Maestro los reprendió al decirles: "Quien nunca haya pecado que le arroje la primera piedra". Nadie osó lanzar ninguna piedra porque todos habían cometido errores. Él mismo se limitó a hacer un llamado a sus conciencias.
Jesús trataba de abrir la mente de las personas para que cumplieran las leyes de Dios, pues perdonar es un deber de los seres humanos. Quien no perdona infringe la ley y padecerá las consecuencias de sí mismo.

b) Cuantas veces perdonar.
El segundo de los puntos abordados por el Maestro Galileo se refiere a perdonar siempre. La respuesta que dio a Pedro, en cuando a que deberíamos perdonar setenta veces siete veces, establece que perdón debe ser una praxis del ser humano que no tendrá límites. El perdón no puede ser una puerta que se abra o se cierre según nuestros caprichos. El perdón es de índole trascendente, espiritual, y forma parte de los cánones de la ley divina. Aunque una sola vez omitiéramos perdonar, eso produciría una inmensa energía rencorosa suficiente para destruir la armonía de la mente. Perdonar siempre significa haber convertido al perdón en un hábito sano de higiene espiritual. Significa estar abierto a la compasión y no considerar que el perdón sea un acto reservado exclusivamente a los espíritus elevados. Jesús lo enseñó y eso indica que tenemos plenas condiciones para perdonar y ser perdonados.

c) A quién perdonar.
Jesús no hacía distinciones entre los seres humanos. Sabía que la ignorancia de las leyes de Dios era la tónica de aquella época en que predominaba la pena del talión: "ojo por ojo, diente por diente". El perdón a los enemigos era inadmisible. Sin embargo, su propuesta consistía en perdonar tanto a los amigos como a los enemigos. El mismo dio el ejemplo en ese sentido al disculpar las indecisiones de Pedro, el acto irreflexivo de Judas y a quienes lo calumniaron y persiguieron hasta matarlo. Incluso en los instantes finales de su existencia rogó a Dios: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen".

Tan importante como perdonar a los otros es que nos perdonemos a nosotros mismos. Nos referimos al auto-perdón de nuestros errores. Desde el punto de vista psicológico el auto-perdón evita que lleguemos a penetrar en la terrible zona del remordimiento, capaz de provocar la destrucción absoluta del sistema de equilibrio psíquico. Como consecuencia de los sentimientos de culpa muy intensos aparecen las peligrosas psicosis, enfermedades tales como la esquizofrenia y otros trastornos del comportamiento. Lógicamente se debe evitar la repetición de un error que, sin embargo, podrá ser reparado mediante un trabajo sustancial en la dirección del bien. La bondad repara las faltas; el remordimiento destruye el alma.

d) Cuando debemos perdonar.
Estamos en camino, en este viaje de perfeccionamiento. Por lo tanto el perdón debe ser realizado ahora, no después. Eso significa que éste es el momento de perdonar, y si no perdonáramos estaremos sometidos a nuevas encarnaciones depuradoras en el futuro, porque es imposible crecer espiritualmente mientras se conserva rencor en el corazón. Emmanuel nos ha recomendado sabiamente que "expulsemos del corazón todos los resentimientos". Esa advertencia tiene un significado psicológico, porque perdonar equivale a liberarse de las cadenas forjadas por la intranquilidad y el sufrimiento guardados en los archivos de la mente.

ELEGIR EL PERDÓN

...Cada uno pasa en la vida por diferentes fases de disgusto, ingratitud, ofensas, separación de cónyuges, agresiones varias, adulterios, intrigas y demás conflictos que siembran la amargura en las profundidades del espíritu. Todos hemos experimentado motivos para sentir rencor, tristeza, rabia.
El resultado de tales sucesos ha sido la aparición de un excesivo apego a los resentimientos. Las personas se aficionan de tal modo a los sentimientos inferiores que estos llegan a pertenecer, o lo que es lo mismo, a instalarse en su propia casa mental. Son de la familia y, sin ceremonias previas, provocan la tristeza, la rabia, la intranquilidad y los demás sufrimientos del alma. Muchas son las personas que deciden aferrarse al rencor con la exclusiva finalidad de tener alguien a quien culpar por su desdicha. A partir del instante en que elegimos el perdón expulsaremos de nuestra casa íntima a un elemento indeseable: el resentimiento.
El resentimiento solo produce desequilibrio y destruye la armonía interior. La opción por el perdón despeja de la mente a uno de los mas nefastos enemigos de su tranquilidad, y a partir de entonces comienza a experimentar alivio, a estar mas liviana, a producir, por último, una saludable transformación en la vida del individuo. Recuérdese, que la otra cara del dolor es la paz, la alegría, lo que hace del perdón una auténtica elección a favor de la felicidad. Busca en tu corazón la bondad, la compasión, la ternura, hasta conseguir el coraje que te permita mirar más allá del miedo y la rabia. Cuando miremos más allá estaremos en condiciones para comprender que cada cual alcanzó un escalón evolutivo, e inevitablemente cometerá, igual que nosotros, actos irreflexivos.

EL PERDÓN EN LA FAMILIA
La relación entre los miembros de una familia constituye el fundamente emocional de la estabilidad del hogar. Conseguir la paz entre sus miembros es esencial para la paz interior de cada uno, puesto que la familia es un sistema perfectible y, como tal, la conquista del perdón en su seno es un acto de perfeccionamiento para todo el grupo. En la mayoría de los hogares existe algún miembro que representa problemas para el equilibrio emocional de la estructura familiar. Aquí, el marido es afecto a las bebidas alcohólicas y se pone violento, allá, un hijo se desvía hacia las drogas y se deja arrastrar por torrentes de contradicciones sin fin. En ciertos casos los trastornos kármicos se traducen en incompatibilidades de toda índole: la madre o el padre tienen afinidad con uno de los hijos y dificultades con el otro. En otras partes surgen las infidelidades conyugales que producen desesperación y dolores atroces. Cuantas situaciones de violencia verbal o física, de ofensas mutuas, de incomprensiones de los padres con los hijos adolescentes y jóvenes, de ingratitud entre unos y otros. En definitiva, el hogar es un excepcional lugar para las reparaciones del pasado lejano y un importante laboratorio para la práctica del perdón. En el hogar hallamos significativas oportunidades para enmendar los errores cometidos en encarnaciones anteriores, y para perdonar a quienes nos han ofendido en otras épocas de nuestra experiencia humana.
Por lo tanto, considerar a la rabia una fuente de fuerza no es más que un auto-engaño.La rabia solamente alimenta el amor propio herido por las desavenencia familiares. La rabia perpetúa una lucha en la que ninguno triunfa. Por lo general exigimos al otro lo que nosotros no damos, y principalmente concentramos nuestra exigencia en quienes no nos inspiran un afecto demasiado profundo. 
El Espiritismo viene a explicarnos que en cierta forma es común que se vuelvan a encontrar en el hogar espíritus afines y no afines. En los procesos inherentes a las reencarnaciones anteriores es probable que hayamos cometido acciones que han afectado profundamente a muchas personas, algunas de las cuales pueden estar dentro de nuestra propia familia, en la presencia de un esposo necesitado de comprensión, o en ese hijo amado que necesita apoyo para superar los desequilibrios de su alma. De tal manera, el Espiritismo aporta otra forma de ver la vida. El perdón está insertado en esa modalidad humana y respetuosa de las relaciones familiares. Mira a tus familiares con ojos de ternura, perdónales las faltas que puedan haber practicado y avanza confiado hacia el futuro.

EL HABITO DE PERDONAR
Podemos estar abiertos, o no, a la práctica del perdón.Por lo general las personas todavía necesitan abrirse a esa práctica; se hallan cerradas y pocas son las que perdonan desde el fondo de su alma. No existe el hábito del perdón en el individuo, y a eso se debe el cúmulo de dolores que conserva dentro de sí mismo. El disgusto es como una espina que se lleva clavada y mientras no la extraiga le provocará sufrimiento. Ese hábito de no perdonar deriva del predominio que todavía tienen en nosotros los sentimientos inferiores. El orgullo, la vanidad, el egoísmo, la violencia, el rencor, etc., aún subsisten y generan resistencia a los hábitos virtuosos. Sin embargo, es conveniente considerar que la repetición del perdón tantas veces comos sean necesarias, conducirá al desenvolvimiento de esa virtud, que de acuerdo con lo previsto pasará a formar parte del patrimonio moral del ser humano. Cuanto más sea ejercitada, más fácilmente serán adoptadas las nuevas actitudes relativas a perdonar.
Al mirar a los otros desde el corazón, buscando en ellos señales de gentileza, generaremos una predisposición al perdón. En un primer momento no estaremos habituados a realizar esas observaciones, pero a medida que pase el tiempo nos resultará más sencillo. Podemos practicar el perdón varias veces al día, en principio con personas que no estén entre nuestras relaciones amistosas, hasta que ese gesto llegue a ser automático. 
El auto-perdón también está incluido entre los hábitos saludables para el ser humano. Obsérvate a ti mismo con bondad. Quien se perdona a sí mismo tiene condiciones para perdonar al prójimo. Muchas veces criticamos con excesivo rigor nuestras propias acciones y no nos perdonamos ciertos deslices. En otras ocasiones nos torturamos tan intensamente que llegamos a crearnos un sentimiento de culpa, terrible remordimiento que consumirá nuestras defensas psíquicas. De ahí a las enfermedades psicosomáticas hay un solo paso. 
Contémplate con compasión y considera que al igual que los demás estas realizando un viaje de perfeccionamiento. Si no eres capaz de perdonarte tampoco podrás perdonar a los otros, y no es ése el objetivo de la vida. La ley del perdón llego para advertir al ser humano sobre la necesidad de expulsar de su alma todo vestigio de remordimientos o rencores. Esa ley establece uno de los aspectos importantes de la felicidad humana: el perdón a sí mismo y a los otros.
Cultiva el hábito de perdonar. Haz del perdón tu senda hacia la paz interior. Ten la certeza de que el perdón representa el punto final de una batalla contigo mismo, con tus familiares, con tus amigos e inclusive con tus enemigos. Significa el alivio del dolor, la curación de la tristeza del corazón y la posibilidad de vivir con mayor compasión y auto-respeto.


Observaciones importantes:


  • a) Retira al perdón del estante de las cosas inaccesibles y distantes: Instálalo a tu alcance en la vida cotidiana. Si fuera inaccesible Jesús no nos lo hubiera legado dos mil años atrás. Aplícalo como una simple práctica cotidiana, omitiendo las observaciones severas sobre los actos de los semejantes. 
  • b) Piensa siempre en el otro con bondad: Tus pensamientos pueden ser de resentimiento o de bondad. Elige siempre la bondad porque ella atenuará, a tus ojos, las faltas cometidas por los otros.
  • c) Plegaria y meditación: utiliza esos momentos de luz para enviar al otro mensajes de paz. Modifica así el tenor energético de la comunicación mental que mantienes con él. De esa forma extraeremos de nuestros archivos internos las energías dañinas de la insatisfacción y de ahí en adelante estableceremos un saludable canal de comunicación con nuestros hermanos, basado en el perdón y la solidaridad.
  • Persevera y verás los resultados.


Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL

1 comentario:

  1. Buenas noches. Definitivamente, una joya para la transformación de nuestras vidas. Gracias.

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