Mediumnidad
Edgar Armond
Capitulo 33
Bajo el nombre de guías, en general nos referimos a las
Entidades que asisten a cada individuo en su pasaje por la Tierra. Conviene
distinguir, en ese conjunto, una Entidad de otra, según las funciones que
ejercen.
La asistencia individual es hecha por Entidades ligadas, en
una forma o en otra, al destino de los encarnados, y el nombre más apropiado a
darles sería: protectores, asistentes espirituales.
Guías, en la acepción conferida a esa palabra en los medios
iniciáticos, solamente los poseen los individuos que tienen una misión a
cumplir con relación a la colectividad, y eso independientemente de otros
protectores y asistentes que puedan poseer, como realmente sucede.
Esos protectores y asistentes comunes mantienen con el
individuo ligaciones más estrechas, más íntimas y permanentes, y actúan en
todos los casos, interfieren incluso en detalles de la vida común, mientras que
los Guías, propiamente dichos, solamente intervienen en situaciones de
importancia, actúan en las grande líneas de los acontecimientos, se manifiestan
solamente en ocasiones o asuntos ligados a la misión que el individuo debe
cumplir.
Y entre los Guías se establece también una diferenciación,
habiendo “Guías de Encarnación” –ligados al individuo solamente en relación a
los acontecimientos de una vida en el plano material–, y “Guías de Evolución”
–ligados a períodos más o menos largos de sus vidas anteriores.
El médium bien formado, tanto desde el punto de vista
técnico como moral y que realiza su tarea con nobleza y desprendimiento, tendrá
oportunidad de entrar en contacto con esas diferentes categorías de entidades,
y en esos contactos conseguirá identificarlas, distinguiéndolas unas de las
otras, lo que por otra parte es de gran utilidad y conveniencia, entre otras
razones por el hecho de quedar sabiendo a quién debe recurrir, en uno o en otro
caso, según la naturaleza del problema para el cual necesite asistencia o
consejo espiritual.
Para un asunto común, de la vida hogareña, por ejemplo,
apelará para un asistente familiar, mientras que para una decisión ligada a la
vida pública, se dirigirá al guía de su encarnación, y así por delante.
En los casos, por ejemplo, de molestias o de dificultades
domésticas, son los asistentes familiares quienes intervienen, esclareciendo o
señalando lo que conviene hacer.
En los casos de curas a distancia, realizadas en sesiones espiritas de centros o grupos, el operador invisible, responsable por el
trabajo, no siempre examina directa o personalmente al enfermo sino que simplemente
lanza la interrogación al asistente familiar, quien inmediatamente responde
dando los esclarecimientos necesarios; además, es éste la mejor autoridad para
hacerlo, porque está en continuo y perfecto contacto con el protegido, conoce
todos los detalles de la cuestión y puede dar una información segura y precisa.
Solamente en los casos en que la interrogación hecha o la
decisión a tomar escapa a los límites de sus atribuciones es que ellos mismos,
los familiares, recurren a los guías de encarnación, que poseen mayor autoridad
y saber, y que conocen, además de eso, las ligaciones kármicas de la vida
actual del protegido que, casi nunca, son del conocimiento del asistente
familiar.
Los familiares, protectores y guías, están ligados a la vida
del individuo encarnado o porque lo pidieron, en virtud de razones afectivas, o
porque recibieron tales tareas, para efecto de rescate kármico. Tienen, por
tanto, el mayor interés en llevar a buen término sus misiones, aunque, en la
mayoría de los casos encuentren dificultades en realizarlas por falta de
comprensión, conocimientos espirituales, posibilidades de ligación,
entendimiento, sensibilidad y fe de parte de los asistidos.
Es preciso, pues, por todos los medios, procurar contactos con
los asistentes espirituales, ya que ellos representan para todos nosotros una
preciosa fuente de esclarecimiento, consejo y ayuda. Pensando en ellos
constantemente, nos estamos conectando; pidiendo su auxilio en los casos que
superan nuestras fuerzas, nos estamos vinculando; mencionando a esas Entidades
en las plegarias que hacemos diariamente, también nos estamos ligando a ellas;
mas es necesario además de todo eso reservar, en nuestras labores cotidianas,
algunos momentos para las meditaciones diarias, durante las cuales los procuramos
con nuestros pensamientos y ajustamos con ellos, en un sincero y franco
entendimiento mental, los asuntos más graves de nuestra vida y, con el auxilio
de las inspiraciones que entonces recibimos, rectificamos nuestros rumbos.
Es sabido, como ya dijimos, que los asistentes no hacen nuestro
trabajo, no cargan nuestro fardo, pues eso sería contrario a las leyes de la
vida espiritual, entre otras razones, porque nos quitaría el mérito de la obra
y destruiría el libre albedrío individual, que es una cosa sagrada; mas,
simplemente nos orientan, nos aconsejan, estimulan e inspiran el procedimiento más
acertado y conveniente.
Oírlos, pues, es tener prudencia; obedecerlos, es demostrar
sabiduría.
Un abrazo fraterno.
AMOR FRATERNAL
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